viernes, 15 de julio de 2016

MÁS SOBRE MARRUECOS EN LA NOVELA BREVE (y 3): ESTAMPAS MARROQUÍES de JOSÉ MORALES DÍAZ, MARHABÁ de GABRIEL CASTRO y OJOS DE OLIVO Y LAS ADELFAS DE ANNUAL de FEDERICO VILLALOBOS.


VIDAL, Buenaventura L.: El sacrificio de toda una vida (Nuestra Novela nº 10. Madrid 1925. 61 páginas)
   Novela en la que algunas páginas discurren en Marruecos, protagonizadas por un legionario, aunque el asunto central sea otro

MORALES DÍAZ, José: Estampas marroquíes (Vida Médica. Madrid 1933. 64 páginas).
   Morales Díaz publicó un librito en el que recogía dos narraciones orales, de las que los juglares recitaban en los zocos y tanto admiraron a los curiosos españoles como ahora a los turistas de viaje organizado. A las que añadió un prólogo-evocación de estas actuaciones populares marroquíes. La introducción que titula Alef lila u lila (Mil y una noches), la fecha en Mallorca en 1921. Los dos relatos transcritos se titulan La romería de Sidi Mbarec a la que pone fecha en el mismo año y lugar que el prólogo. Y Iama Thassiats. Leyenda poemática cuya redacción sitúa en Tetuán en 1916. El librito es una curiosidad para los interesados en la tradición oral marroquí, aunque desconocemos el grado de fidelidad de lo escrito hacia lo escuchado.

CASTRO ENRÍQUEZ, Gabriel: Marhabá (Editora Marroquí. Tetuán 1941. 14 páginas).
   Marhabá (Bienvenido) es un relato de exaltación del moro combatiente que el militar interventor Gabriel Castro publicó en Tetuán poco después de acabada la Guerra Civil. Una evocación de la vida rural de Marruecos y sus gentes y un canto agradecido a los que contribuyeron a la victoria de Franco.

VILLALOBOS GOYARROLA, Federico Alonso: Ojos de olivo y las adelfas de Annual (Universidad. Granada 1995. Páginas 9-20).
   Relato con el que el autor ganó el Premio García Lorca en 1994. El autor nació en 1966 en León y se dedica al periodismo y la escritura. A pesar del título, las referencias a Annual son circunstanciales. Es autor también de El sueño colonial. Las guerras de España en África (2004).


miércoles, 13 de julio de 2016

MÁS SOBRE MARRUECOS EN LA NOVELA BREVE (2): EN LA GUERRA de COLOMBINE, LOS HOMBRES DE HIERRO de CRISTÓBAL DE CASTRO, MEMORIAS DE UN LEGIONARIO de JUAN FERRAGUT y POR ENCIMA DEL ODIO de ÁNGEL VERGEL.

“COLOMBINE”  BURGOS, Carmen de: En la guerra (El Cuento Semanal nº 148. Madrid 1909. 20 páginas. Ilustraciones de Agustín; “Cuentos” Sempere y cía. Valencia  1918; “La flor de la playa y otras novelas cortas” Castalia-Instituto de la Mujer. Madrid 1989. Edición de Concepción Núñez Rey).
   Carmen de Burgos (1867-19312) firmaba, entre otros, con el seudónimo de Colombine. Fue una mujer libre, avanzada. Separada legalmente de su primer marido, compartió vida con ramón Gómez de la Serna. Maestra, prefirió la escritura y el periodismo. Viajó mucho, algo inusual para una mujer en la época y su gusto por la aventura la llevó a Melilla en 1909 para seguir la guerra para Heraldo de Madrid. Fue muy criticada por sus compañeros, no sin algo de machismo, que la tildaban de llevar una vida festiva alejada del frente. Lo cual, que a lo mejor es cierto, no la distinguía del resto de los periodistas que tomaron Melilla, sin acercarse al campo de batalla y tomando las noticias de los cafés y los mentideros oficiales. La llamada “harka de los murmuradores”. Esto tampoco es extraño. Las noticias completas de las campañas se obtenían de los oficiales de estado mayor de la Comandancia de la plaza. En el frente apenas se podía seguir una acción determinada. En la guerra es una de las pocas novelas sobre la campaña de 1909. Es un relato sobre la vida en Melilla durante la guerra. Quizás no sea una escritora de primera fila, desde el punto de vista literario, pero este relato es mejor que la mayoría de los que se publicó en la época y tiene una visión más amplia de los conflictos.
Ilustración de Agustín para En la guerra



CASTRO, Cristóbal de: Los hombres de hierro (La Novela Mundial nº 91. Madrid 1923. 60 páginas. Ilustraciones de Barbero).
   De Castsro ofrece algunas originalidades en su relato. En encuentro de un veterano de la guerra de 1893 con el novato que acude a la de 1921, y que desaparece en combate. El padre que acude a Melilla en busca del hijo personalizando el drama de los familiares de los combatientes.

Dibujo de Barbero
   FERRAGUT, Juan: Memorias de un legionario (La Novela de Noche nº 41. Madrid 1921 y reimpresión de 1925; S.p.).
   Julián Fernández Piñero fue un legionario aventurero que dejó la Legión cuando la guerra se encauzó a favor de las tropas españolas en Marruecos. Usó el seudónimo de Juan Ferragut para no descubrir su verdadera identidad y su situación militar, pero los hechos que contaba demostraban claramente que estaba describiendo situaciones reales vividas por el autor. Publicó sus memorias del momento en Nuevo Mundo, después como novela breve y más tarde amplió a novela larga (que ya reseñaremos). Fue también autor de La misma sangre publicada en 1921 en La Novela Semanal también sobre los hechos sangrientos de Annual. Una vez que dejó La legión, siguió escribiendo novelas cortas con el mismo seudónimo.

VERGEL, Ángel: Por encima del odio (La Novela Levantina nº 8. La Unión 1921. 20 páginas).
  Típica novela legionaria de  amor y guerra, heroísmo y recompensa, que poco aporta  a la historia del género.


martes, 12 de julio de 2016

MÁS SOBRE MARRUECOS EN LA NOVELA BREVE (1): EL CAMILLERO DE LA LEGIÓN de CARLOS MICÓ, EL SARGENTO CARADURA de S. MONTES VALENTÍN, LAS ÁGUILAS DEL TERCIO de DOMINGO DE ABRIL ALEGRE, VENCER O MORIR de XULÍN DE LLUZA y CUANDO VOLVIÓ EL PRISIONERO de JOSÉ ANDRÉS VÁZQUEZ.

   La atracción del Protectorado sobre el escritor español del primer cuarto del siglo XX fue muy grande. Y continuó algunos años después, perdiendo fuerza después de la independencia del país. El lugar, y el singular estatuto político, proporcionaron a los autores temas de renovación argumental y estética. La guerra les dio un sinfín de posibilidades narrativas, incluso a los menos imaginativos. Los personajes diferentes, la mezcla de costumbres, las razas distintas que era un argumento recurrente, las religiones comparadas y el persistente gusto exotista que trataban de trasladar al lector como una esencia del misterio o la intriga. Uno de los vehículos más populares fue la novela corta que llegaba a los lectores periódicamente y se leía por hábito semanal o quincenalmente. Vamos a dar un breve repaso a algunos de los relatos que no hemos mencionado en otras entradas.

MICÓ, Carlos: El camillero de La legión (Madrid 1922. La Novela de Hoy nº 22. Sucesores de Rivadeneyra. 61 páginas. Ilustraciones de Varela de Seijas).
                         - La sed (Madrid 1923. Editorial Gráfica. La Novela Gráfica nº 30. sp).
   Micó (Filipinas 1886- Madrid 1982) era un personaje curioso, suboficial de La Legión y miembro de la sociedad teosófica. Fue director del semanario Los Aliados, publicación aliadófila que apareció durante la I Guerra Mundial.  Noveló algo de su historia personal y de sus inquietudes espirituales en dos novelas breves, Lupo, sargento y El camillero de La Legión. La novela comienza con una entrevista que Artemio Precioso, director de la colección, hace al autor y que nos sitúa en su trayectoria vital. Es una típica novela legionaria, centrada en la vida de un soldado en el cuartel y en el frente, elogio de la bravura y la camaradería. Fue autor de un libro de recuerdos legionarios, Los caballeros de La Legión (1922). La sed (1923) es una incursión en el exotismo y el amor irrefrenable por la mujer mora.

Dibujo de Varela de Seijas para El camillero de La legión.

ABRIL ALEGRE, Domingo de: Las águilas del Tercio (Madrid 1923. El Libro del Día nº 8. 32 páginas).
-          En Xauen se ha puesto el sol o la retirada de Jenofonte. (Madrid 1923? El libro del Día nº 12 . 30 páginas).
   Domingo de Alegre publicó en su colección El Libro del día dos relatos breves sobre el Marruecos español. Las dos llevan como subtítulo El drama de Marruecos entre bastidores y el autor confiesa que solo es responsable de la recopilación de los recuerdos auténticos de legionarios que, además, son autores de las ilustraciones.

VÁZQUEZ, José Andrés: Cuando volvió el prisionero (Sevilla 1923. La Novela del día. 30 páginas. Ilustraciones de Martínez de León).
   En esta novela el escritor sevillano aprovecha la guerra marroquí para desarrollas una historia de fatalidad en un pueblo andaluz. Sin mucha originalidad, aprovecha como otros el asunto bélico de ultramar.
MONTES VALENTÍN, S.: El sargento caradura (Madrid 1928. La Novela Nueva nº 4. Tipografía Colón.59 páginas. Ilustraciones de Santaballa).
   El sargento caradura es otra novela más de costumbres militares –Larache 1926, final de la campaña-, posiblemente de recuerdos de un militar destinado en Marruecos. Y aderezados por el inevitable amor de cristiano y mora.

Dibujo de Santaballa para El sargento caradura
LLUZA, Xulín de: Vencer o morir. Relatos de los novios de la muerte (Oviedo 1970. La Nueva España. s.p.).
   El seudónimo encubre la personalidad de Julio Gómez, antiguo legionario que se dedicó a escribir en bable o asturianu relatos y teatro costumbristas. En 1970 utilizó el castellano para novelar brevemente el episodio del blocao de la muerte, hecho conocido que marcó el inicio de la leyenda de los legionarios como mártires de la patria.

viernes, 8 de julio de 2016

GUINEA ESPAÑOLA Y LA ESCUELA: HISTORIA DE UNA MAESTRA de JOSEFINA R. ALDECOA.



ALDECOA, Josefina R.: Historia de una maestra (Anagrama. Barcelona 1990. 232 páginas; Círculo de Lectores. Barcelona 1991. 205 páginas; Compactos Anagrama. Barcelona 1996. 129 páginas; Aguilar. Crisol. Madrid 2004. 498 páginas; Alfaguara. Barcelona 2006. 225 páginas; Punto de Lectura. Madrid 2007. 237 páginas; Debolsillo. Barcelona 2016. 236 páginas).


   Josefina Rodríguez Álvarez, que firmaba Aldecoa por el que fue su marido Ignacio Aldecoa, fallecido prematuramente, publicó en 1990 una novela de éxito que tiene una parte dedicada a la colonia de Guinea: Historia de una maestra. La novela, primera de una trilogía, se continuaría con las novelas Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997). Está escrita como homenaje a la labor callada, insistente y poco reconocida de las maestras rurales desde los años de la II República. Puede ser la historia de la madre de la autora y de otras muchas maestras más. La historia de una generación de pedagogas que creyeron en la labor de enseñar a los niños españoles de las zonas más deprimidas. Desde los montes de León –donde la autora nació en 1926- hasta los confines coloniales. Creyendo que la labor callada y persistente de enseñar las primeras letras y reglas debía estar imbuida de un ejercicio vocacional de transformación de personas, de transmitir valores y sentimientos de estima que hiciera a las personas –desde pequeñas, más críticas, más exigentes y más suficientes. Se enseñaba el valor de la dignidad humana.
Josefina R. Aldecoa
   Es cierto que la autora no conocía Guinea (murió en 2011 a los 85 años de edad), y que el relato  está inspirado en conversaciones y lecturas. En el recuerdo de su madre. Si se examina detalladamente se pueden observar algunos errores y situaciones anacrónicas. No es una novela histórica, ni busca la fidelidad de los hechos de manera absoluta, sino la visión de una maestra en la Guinea de finales de los años 20 del siglo XX. Por esto, la novela merece un comentario especial. Porque supo romper la tradición de las novelas sobre Guinea, novelas de bosque y plantación, pintoresquistas, relatos de un mundo de hombres y de relaciones interraciales. Ya Liberata Masoliver puso el protagonismo en la mujer, pero era una mujer en una situación provisional, sustituta del marido. Aldecoa  pone el punto de vista en una mujer sola, joven e independiente. En esos años, las únicas mujeres solas que podían acudir a la colonia eran, precisamente, las maestras. Lo que las colocaba en una situación muy especial y podían observar el mundo alrededor con una mirada distinta. La maestra llega a una población del continente que puede ser Bata, aunque no diga el nombre. Era el centro de curiosidad. Su sensibilidad y su manera de ver la colonia eran distintas. No era una colonial pura, ni un funcionario con poder en el gobierno y sobre los colonizados. Era una maestra cuya ocupación consistía en formar a los niños guineanos, intentar hacerlos adultos exigentes.

   La escuela en la colonia había pasado de los misioneros protestantes, los primeros que las crearon, a los misioneros católicos españoles. Los jesuitas primero, y los claretianos después tuvieron el monopolio de la enseñanza. Eran buenos agentes de colonización, imprescindibles incluso antes que los militares. Llegaban a todas partes y enseñaban el idioma y el respeto a la madre patria y sus instituciones según el criterio de orden público colonial. Facilitaban el gobierno y el control. En cierta manera, eran órganos del Estado y como tales cobraban de los presupuestos. Daban y exigían. Tenían conflictos de intereses con los gobernadores. En algunas épocas (por ejemplo, tras la revolución de 1868) el Estado creó escuelas no religiosas en consonancia con la laicidad oficial. En otras, como la época de Franco, la educación de los religiosos convivía con la estatal aunque el Estado fuera confesional. Estos temas fueron estudiados en época colonial por Heriberto Ramón Álvarez Historia de la acción cultural en Guinea Española (1948), que fue el inspector de educación en la etapa del gobernador Bonelli. Ambos creyeron que era la hora de formar a los guineanos para la inevitable independencia y se esforzaron en crear una estructura de educación pensada para la formación de las nuevas clases dirigentes. Tuvieron muchos problemas al chocar con la mentalidad colonial tradicional. Posteriormente ha sido objetos de libros del catedrático Olegario Negrín Fajardo en Historia de la educación en Guinea Ecuatorial (1993).


   









   Josefina Aldecoa dedica pocas páginas a Guinea, unas treinta. Son recuerdos desperdigados de una mujer que sufre la soledad, la incomprensión y hasta los intentos de abuso. No son los recuerdos de la autora, sino lo que oyó contar. Son memorias familiares transmitidas y recogidas desde el cariño. Retrato de una mujer de hace mucho tiempo que vivió en una situación insólita y difícil. Seguramente muy difícil en esa época: El tiempo que pasé en Guinea fue un tiempo de soledad. Era un mundo de hombres, la mayoría también solitarios. Un mundo duro de lucha y sacrificio para conseguir el único fin que parecía tener claro: el dinero. Plantadores, comerciantes, funcionarios, negociantes, todos llegaban a la Colonia dispuestos a regresar con dinero. Esta meta no implicaba necesariamente que los blancos coloniales fueran unos malvados. Pero sí suponía en ellos un comportamiento áspero, poco dado a valorar matices y a aceptar sensiblerías (página 69 de la 1ª edición). Su visión de las cosas contrastaba con la dominante en el territorio. Su concepto de la enseñanza no era el que usaba: La Misión tenía unas cincuenta internas adultas que vivían con tres monjas y una hermosa iglesia atendida por un sacerdote. Me cuesta trabajo identificarme con la innegable labor de las monjas. Las internas aprenden oficios; salen de su condición de analfabetas desnutridas y son educadas en la religión católica. Es verdad. Pero ya entonces creía yo más en la justicia que en la caridad. Respetaba la labor de las monjas pero no era mi labor. Educación, cultura, libertad de acción, de elección, de decisión. Y lo primero de todo, condiciones de vida dignas, alimentos, higiene, sanidad (página 70).


   La mujer trató de adaptarse al medio, pero no lo comprendía. No le gustaba el sistema social impuesto. Las diferencias marcadas por los coloniales, sobre todo frente a los indígenas aunque no solo, no son comprendidas por la joven idealista. Una mirada crítica, a pesar de la brevedad. Es cierto que Historia de una maestra no es una novela sobre Guinea porque las páginas ultramarinas son apenas un episodio. Pero es cierto que la autora exploró otro camino en la forma de contar las cosas coloniales.