miércoles, 9 de marzo de 2022

LAS NOVELAS DE TÁNGER (21): NIÑOS EN TÁNGER de PEDRO ZACARÍAS SÁNCHEZ TÉLLEZ

 

SÁNCHEZ TÉLLEZ, Pedro Zacarías: Niños en Tánger (Aljaima. Málaga 2003. 203 páginas).

 

   El autor vivió en Tánger pero después de la independencia, en los prósperos días de la Carta Real que sustituyó al Estatuto. Era un niño en un país extranjero que vivía el final de una etapa extraordinaria pero imposible de mantener. Conoció una ciudad rara que salía de un estatus internacional poco explicado y entraba en la soberanía ordinaria del nuevo país. Pero era todavía una época de situaciones mezcladas, de una realidad singular, en un final de época fascinante por irrepetible.


   La extraordinaria situación se representaba ante los ojos de los niños como una vivencia distinta a las que conocían los otros niños españoles. Si la infancia nos deja un gusto a felicidad, cuando se vive en un sitio tan especial como Tánger en aquellos días los recuerdos son aún más felices.



   La novela no tiene más intriga que el desarrollo de la vida de esos niños en Marruecos. Y tiene el atractivo de contar lo peculiar de esa vida. Por eso la novela lo mismo pudo tener cien páginas más o cien páginas menos. Es un relato entre la fascinación de un mundo singular a los ojos de un niño y la nostalgia colonial que se produce en personas que tienen alguna sensación de paraíso perdido. El autor lo explica:

   La magia de Tánger residía en el hecho de que, aun siendo culturalmente puerta de África (de distinto ritmo y tiempo vital) había, arraigadas en ella, en perfecta convivencia, otras culturas. Las colonias francesas, española e inglesa, junto con la marroquí, en esta ciudad blanca y portuaria de inconfundible luz, creó un ambiente, una forma de vivir, haciendo de Tánger lo que fue. Sus contrastes, su condición amable, sus claroscuros y particularmente su condición de ciudad internacional, crearon la magia de esta ciudad diferente, nocturna y clara a un tiempo.  La blanca Tánger, tan cercana a la luz, barrida por el levante, ciudad de calles pequeñas, laberinto de la gracia, populoso balcón… atribuciones, en fin, prontas a mostrar las excelencias de un tiempo que aún perdura en la nostalgia (página 65).




   Los autores insisten mucho en la convivencia y en la internacionalidad de la ciudad pero no suelen caer en otra de las características: Tánger no sufrió nunca la guerra desde que los europeos pusieron sus ojos en Marruecos. Sánchez Téllez se centra en las correrías de unos niños, la felicidad de una infancia en una ciudad especial, la vida ordinaria que allí era distinta. Un aspecto parcial de un mundo perdido.