jueves, 13 de febrero de 2014

RAMÓN J. SENDER Y MARRUECOS (1): UNA HOGUERA EN LA NOCHE y CABRERIZAS ALTAS.


-          Una hoguera en la noche.  (Revista Lecturas nº 26 y 27, 1923. Ilustraciones de Longoria; Editorial Destino, colección Destinolibro. Barcelona 1980. 138 páginas).
-       Cabrerizas Altas.  (Editores Mexicanos Unidos. México D. F. 1965. 176 páginas de las que 90 corresponden a Cabrerizas Altas; Excelentísimo Ayuntamiento. Melilla 1990. 201 páginas y cuaderno fotográfico. Introducción, notas y edición de Vicente Moga Romero. Notas históricas de Francisco Saro Gandarillas).
   La existencia de Sender fue, al menos en sus primeros años, difícil y trágica. Su visión del mundo, debida a la observación de la realidad de su tierra aragonesa, se fue endureciendo al ser testigo de los dos hechos más graves de la historia española del siglo XX: La guerra de Marruecos y la Guerra Civil. En la primera de ellas, joven aún, conoció de primera mano el sufrimiento inexplicable de los jóvenes reclutas que acudían al frente casi sin instrucción y acababan en mataderos improvisados llamados posiciones, campamentos o blocaos. En la segunda conoció la crueldad sin fundamento cuando su mujer, católica convencida y practicante, fue torturada y asesinada a manos de nacionales (entre los que se creía segura por su fe religiosa). A partir de aquí, Sender se convirtió en un escritor brillante pero lleno de una amargura que volcó en casi todas sus novelas. Injusticia, desesperanza, dolor…
   Sender no fue testigo directo de los sucesos de 1921, que tan bien ha relatado en Imán, pero sí que conoció directamente el desarrollo de la campaña ya que llegó a Melilla como soldado de reemplazo en 1923. Fue destinado al Regimiento de Ceriñola en el cuartel de Cabrerizas Altas. El soldado fue ascendiendo hasta sargento, tal vez buscando una mejor paga y una mejora en su vida cuartelaría. Fue destinado más tarde a los campamentos de la zona del Rif oriental. Como periodista de raza, buscó la forma de colaborar en la prensa local y fue publicando una serie de artículos pintorescos en El Telegrama del Rif. Evidentemente, su condición militar no le permitía elaborar una crítica feroz y, posiblemente, ni siquiera podría escribir sobre el desarrollo de la campaña. Acabada su mili, Sender abandonó Melilla en 1924. Toda su vida marroquí está muy bien narrada en el libro de Vicente Moga Romero El soldado occidental. Ramón J. Sender en África (1923-1924) (Melilla 2004).

   Las primeras aportaciones de Sender a la literatura colonial aparecen en la revista Lecturas. Era ésta una publicación de las que gustaban en la época, llena de relatos de escritores famosos o que hacían méritos para serlo. Para añadir atractivo, se completaban con fotografías e ilustraciones. En concreto, en esta revista publicó una novela breve –Una hoguera en la noche (nº 26 y 27 julio y agosto de 1923)- y dos cuentos: Ben Yeb el cobarde (nº 52, septiembre de 1925) y El negro Tcho-Wak (nº 52, septiembre de 1926).


  















  Una hoguera en la noche  es una novela de aprendizaje, Sender no está maduro aún como escritor ni el contenido de esta obra tiene nada que ver con sus novelas posteriores. Posiblemente fuera fruto de unas ideas orientalistas juveniles y, aunque cuando la publicó ya había conocido el horror de la guerra marroquí, se dejó llevar por sueños árabes. No debió gustarle mucho al autor el resultado y la novela quedó en el olvido hasta la reedición en 1980, cuando la editorial Destino decidió publicar su obra completa. Ésta la incluyó en la serie de las novelas zodiacales pero antes el autor cambió varias escenas y el final para librarla de parte de carga ingenua y pasada de moda. Las peripecias del teniente Ojeda en el Marruecos irreal, entre los efectos del haschis y de una sensualidad ideal, no tiene nada que ver con su novela Imán, que seguramente comenzó a redactar (o, al menos, a tomar notas) al mismo tiempo o poco después. ¿Por qué hay tanta diferencia entre una y otra si son contemporáneas? Seguramente por el mera proceso de maduración del joven Sender. Como tantos otros izquierdistas españoles, el asunto marroquí no tenía nada que ver con la realidad española. No eran anticolonialistas, más bien lo contrario, hasta que la guerra los dejó caer en la realidad. Sobre todo porque vieron que el coste de las campañas lo soportaban las clases bajas que formaban las sucesivas levas de reclutas. Sin embargo, la novedad del escenario, los personajes y el ambiente llamaban la atención a los escritores que buscaban, como siempre ha sido en la literatura, originalidad. Sender, en la edición de 1980, reconoce que la novela la escribió en 1917 en Zaragoza. Esto no es posible porque en la novela se hacen referencias, por ejemplo a La legión, que son claramente posteriores. Pero es posible que tuviera escrito un borrador o apuntes sobre los que trabajó después. Y esto explicaría su manera exotista tan opuesta al realismo posterior de sus novelas españolas.


   















La novela va desde la evocación fantasiosa del oriente deseado a la aventura emocional del militar colonia. A veces se ve algo del cafard del solitario, a la manera de La novela de un spahi de Pierre Loti. En otras vemos el muto de la sirena como lo plasmó Pierre Benoit en La castellana del Líbano. En todo caso es una obra menor dentro de la importante producción de Sender.

 Ilustración de Longoria en la revista Lecturas

   Cabrerizas altas es otro de los libros raros de Sender. Toma el nombre del fuerte o campamento donde el escritor estuvo durante su servicio militar en el Regimiento de Ceriñola. Se trata de otra novela corta que el autor publicó en México en 1965, en un volumen con otros dos relatos: El Tonatiu y Las rosas de Pasadena.  El relato quedó casi olvidado hasta que Vicente Moga Romero hizo una edición en Melilla en 1990, en la que incluyó los artículos publicados por el autor en El Telegrama del Rif.  Creo que de este cuento largo no ldebió quedar muy satisfecho el autor porque no le vió entidad suficiente para que continuará siendo u n libro independiente y así lo incluyó en las versiones más extensas de Crónicas del alba, aunque le añadió unas páginas para conectarla con el resto de la obra y lo intercaló de comentarios de Garcés, el personaje principal y alter ego de Sender en esa serie de novelas.  En estas páginas Sender aprovecha para dar algunas pinceladas sobre su idea de la literatura. Como es habitual, carga contra sus mayores, la generación del 98, los remeda con gracia. Y escribe: Mucha gente confunde el estilo con el amaneramiento. Lo que algunos académicos llaman voluntad de estilo es afectación (ganas de impresionar con trucos y morisquetas). No consiste el estilo en la voluntad de aparentar, sino en el conjunto de reacciones interiores que ligadas a la fatalidad del ser se manifiestan en una forma de expresión lo más espontánea posible. Toda una declaración de intenciones literarias.

   Vicente Moga escribe: Aunque parece inevitable la comparación entre Cabrerizas Altas e Imán, dados los sustratos comunes de autoría, localización temporal y espacial y contexto del relato, hay que decir que Imán no es sólo una novela de la campaña de Marruecos, sino un tremendo alegato contra la guerra y la miseria humana. Cabrerizas Altas no tiene la profundidad ni la densidad de Imán, aunque beba en la misma fuente. Los autores de esta etapa no son autores propiamente anticolonialistas porque no se plantean esa cuestión política, sino que son profundamente antibelicistas. Su encuentro con la trágica realidad, la guerra, les da materia suficiente para narrar y expresar una visión humanística del problema.
Cabrerizas Altas

    Cabrerizas Altas no es una novela de guerra aunque esté siempre presente. Es la novela de los guerreros que resisten en los cuarteles melillenses, los que llevan una vida de poco peso, casi miserables como los personajes civiles que retrata habitando el barrio que rodea el cuartel. Menesterosos, delincuentes, buscavidas y rastreros; todos en el umbral del hambre, luchando por vencerla. Nadie en Cabrerizas esperaba nada de la vida, realmente; decía el autor. Es el largo relato de un moribundo, un desgraciado de los que Sender pintaba y a los que la vida nunca les ofreció nada agradable. Sólo les salvaba el amor pero incluso en estos menesteres la falta de dinero hace las cosas difíciles o imposibles. Los personajes de Sender tienen marcada la tragedia en el destino, no tienen redención.