martes, 13 de agosto de 2013

ANTONIO REAL Y REAL (MEDIA PESETA) de AURELIO BAIG BAÑOS

BAIG BAÑOS, Aurelio: Antonio Real y Real (Media peseta). Héroe fabulosos de la guerra de Melilla del año 1893 (Imprenta del Asilo de huérfanos del S. C. de Jesús. Madrid 1918. 96 páginas).
   La guerra de 1893 en Melilla se originó por la construcción de un fuerte en Sidi Guariach, lugar que los musulmanes consideraban sagrado por hallarse una mezquita y un cementerio. Este incidente religioso se aprovechó por las tribus fronterizas para plantear una nueva campaña contra los españoles que expandían su territorio en virtud de lo tratado en la paz de Wad Ras de 1860. La torpeza militar y política del general Margallo, entonces comandante de la plaza, hizo que se engrandecieran los incidentes llegando a la categoría de guerra. Esta situación pudo haber servido de aviso de lo que vendría posteriormente: La hostilidad de los rifeños hacia la acción española, la falta de espacio en Melilla para albergar tropas expedicionarias, el sistema injusto de reservistas españoles que obligaba a acudir a la guerra sólo a los de una provincia o región, algunas carencias de material y de mando…
Melilla. Fuerte de la Purísima Concepción (Sidi Guariach).
   Esta campaña fue muy seguida por la prensa. La explosión de enviados especiales de los distintos periódicos hizo que se siguiera a diario por los españoles, a pesar de la censura militar. El periodista sustituyó al entreguista de la guerra de 1860. Los diarios y revistas se habían desarrollado mucho en España y la prensa era, como es lógico, la encargada de informar. Llegaron a  Melilla plumillas muy conocidos como Boada (La Vanguardia de Barcelona), Hernández Mir (El Porvenir de Sevilla), Nocedal (El Siglo Futuro de Madrid), Mínguez y Rodrigo Soriano (El Liberal), Rancés (El Tiempo),  Gasset y Alhama (El Imparcial) Nouvilas y Muñoz Pérez (El Globo),  Aldodern (La Correspondencia de España) Morote (La Ilustración Ibérica), etc., etc.  Algunos publicaron luego libros en los que compilaban o mejoraban las crónicas de primera hora. A los que hay que añadir los análisis de otros especialistas. Esto ha facilitado mucho el conocimiento de los hechos y es un episodio relatado ampliamente. Así, la campaña se puede leer en obras como: El conflicto de Melilla y la cuestión hispano-marroquí (1893) de Odón de Buén, Melilla. Peligros. Desaciertos de España. Urgente necesidad de remediarlos. Manera de hacerlo. Nociones de política hispano-marroquí (1893) de Gonzalo de Reparaz, La cuestión de Marruecos (1893) de Hernández Villaescusa, La cuestión de Melilla (1894) de Rafael Torres Campos,  Farrucos y gallinas. Impresiones de un viaje a Melilla (1894) de Francisco Hernández Mir, La campaña de Melilla (1894) de Ramón García-Rodrigo Nocedal, ¡Al África, españoles! (1894) de Álvaro Carrillo, Melilla. Historia de la campaña de África en 1893-1894 de Adolfo Llanos Alcaraz, Allende el estrecho: Viajes por marruecos (1895) de José Boada y Romeu,  Moros y cristianos (1895) de Rodrigo Soriano, Crónica de la guerra del Rif (1895) de Rafael Guerrero,   Los sucesos de Melilla del capitán Martín, Sagasta, Melilla, Cuba  (1908) de Luis Morote hasta obras recientes como La guerra de Melilla en 1893 (2008) de Agustín Ramón Rodríguez González.


   Sin embargo, es una actuación que apenas se refleja en la ficción. Sólo podemos citar una novela, la que nos ocupa debida a Aurelio Baig Baños (1864-1935), un escritor conocido que tenía como especialidad Cervantes y el Quijote, pero que también cultivó otros géneros y fue traductor. La novela Antonio Real y Real (Media peseta) es el relato en primera persona de un sargento fanfarrón y valiente pero un delincuente pendenciero  que, entre otras cosas, estuvo en la guerra de Melilla. En un ambiente picaresco de bajos fondos, el protagonista narra su vida a una concurrencia tabernaria. Un hombre desafortunado que, para huir del hambre y la penuria de la vida barcelonesa, elige la milicia. El autor nos presenta la Melilla de burdeles y hampa, de negocios sucios y crimen. Entre la basura relucirá, cuando llegue la ocasión, el  heroísmo, desprendimiento y nobleza de carácter de los desheredados que pueblan los cuartes, entre ellos el protagonista. La ocasión es la guerra pero el novelista se olvida de ellas salvo la referencia en el título y algunas frases del texto. La vida prostibularia y tabernaria de Melilla no da detalles diferenciados y puede ser cualquier otra ciudad española. Lo mismo ocurre con las descripciones de los hechos delictivos y las acciones de los protagonistas. En definitiva, la guerra de 1893 sigue siendo un campo virgen para la novelística.

jueves, 8 de agosto de 2013

MOROS Y CRISTIANOS de PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN

DE ALARCÓN, Pedro Antonio: Moros y cristianos y Los ojos negros. Narraciones inverosímiles (Los Contemporáneos y Los Maestros nº 308. Madrid 20 de noviembre de 1914. 20 páginas. Ilustraciones de Juan Francés).
Pedro Antonio de Alarcón
   Pedro Antonio de Alarcón es conocido, en su faceta africanista, por una obra clave para comprender la guerra de 1859-1860, el Diario de un testigo de la guerra de África. Cuando en la España de la época se vivió el entusiasmo de la guerra contra el moro, Alarcón tuvo la idea aventurera (puede que también oportunista) de asistir a la misma en calidad de cronista. Se valió del apoyo del general Ros de Olano, que era uno de los jefes de la expedición y que escribía versos y novelas, para poder acompañar al ejército en campaña. Fue publicando unas entregas semanales que alcanzaron un éxito popular que ni el autor, ni el editor (Gaspar y Roig) pudieron imaginar. La obra dio mucho dinero a ambos y se reprodujo en incontables ediciones que se iniciaban con el prólogo del general Ros de Olano. Alarcón fundó además, en la imprenta de campaña, el primero diario marroquí: Diario de África. Cuyos ejemplares constituyen una de esas raras joyas bibliográficas que se buscan con desesperación y se sospecha que ya no existen.
Primera página de Diario de un testigo de la guerra de África.
   Pedro Antonio de Alarcón era ya un escritor popular y de éxito. Había nacido en Guadix en 1833 y moriría en Madrid en 1891. Como era práctica habitual entre los literatos del su generación,  se acercó al periodismo y la política desde una postura republicana y revolucionaria moderada. Novelista fecundo con títulos famosos como El clavo (1853), El escándalo (1875) o El niño de la Bola (1880) y otras que se repetían en ediciones y que, años más tarde, tuvieron versión cinematográfica.  También publicó libros de viajes y narraciones breves que reunió en Cuentos amatorios (1881), Historietas Nacionales (1881) y Narraciones inverosímiles (1882). Es un escritor entretenido que teje historias cuya intriga mantiene al lector en la tarea. Uno de los precursores del género fantástico. De peor factura es su teatro.

   A pesar de que su aventura africana le dio fama, dinero y experiencias, no volvió a tocar el argumento marroquí salvo en algunas referencias a lo largo de su extensa obra. Quizás la más importante es la novela breve Moros y cristianos, que se publicó originariamente en la década de los 80 del siglo XIX en sus Narraciones inverosímiles, pero que la colección Los Contemporáneos rescató en su nº 308 de 1914. Alarcón retrotrae la acción al pasado, como le gustaba, a 1821 en un pueblo alpujarreño donde todavía eran visibles las huellas del pasado morisco en sus casas y sus habitantes. Introduce, también como marca habitual del escritor, el elemento del misterio en forma de tesoro oculto. Con cierto costumbrismo y sentido del humor, describe a unos personajes bien definidos con muy pocas líneas como corresponde al estilo del autor.  Evidentemente son fechas anteriores al colonialismo español en África pero, sin querer desvelar la intriga, nos ofrece algunos detalles de Ceuta, Anyera y el camino a Tetuán que conocía por su estancia en aquellas tierras en 1859. Hay un lapso de cuarenta años, tal vez poco para notar diferencias dados el lugar y la época. Pocas líneas, en fin, sobre lo que un siglo después sería el Marruecos español.

   
 Ilustración de Juan Francés para Moros y Cristianos.

martes, 6 de agosto de 2013

CUANDO SE PERDIÓ EL "REGENTE" de VICENTE DÍEZ DE TEJADA

DÍEZ DE TEJADA, Vicente: Cuando se perdió el “Regente” (Los Contemporáneos nº 322. Madrid 26 de febrero de 1915. 20 páginas. Ilustraciones de Romero Calvet).
   Vicente Díez de Tejada fue un escritor popular a principios del siglo XX, habitual en las colecciones de novelas cortas y en las páginas de las revistas literarias como Blanco y Negro. Era telegrafista de profesión y escribía mientras esperaba los telegramas que se recibían o mandaban. Estuve destinado en Tánger antes de acabar en Barcelona. De esa residencia procede el libro Cosas de los moros (Barcelona 1906) y del gusto exotista sus traducciones de las obras de Pierre Loti. No sé si el autor vivió el episodio del Reina Regente o lo escuchó en Tánger, donde quedó grabado en la memoria colectiva de los habitantes de la ciudad.
 

  El crucero Reina Regente era un poderoso navío de la escuadra nacional botado en 1887.  En 1895 llevaba desde Cádiz a Tánger a la embajada que el sultán de Marruecos había enviado a Madrid para negociar un nuevo tratado de comercio tras los sucesos de Melilla de 1893. Una vez cumplida la misión, regresaba a España cuando un temporal en el estrecho lo hizo desaparecer. Puede que el barco tuviera un problema con los cañones que lo armaban que pudieron desestabilizar su desplazamiento. El caso es que los habitantes de Tánger fueron testigos de su desaparición tras el oleaje, espectáculo que se pudo divisar desde las ventanas de las casas. El naufragio se cobró la vida de sus 412 tripulantes, la dotación completa.
Crucero Reina Regente
   Díez de Tejada aprovecha el episodio para escribir una historia con los ingredientes del gusto de la época. Por un lado las referencias a Tánger, disimulado en la novela como Tancha, lo que le daba un complemento exotista al relato. Por otro, la situación melodramática de la joven casada sin amor con una aristócrata destinado en la ciudad. Con esos mimbres básicos, Díez de Tejada se atreve con un retrato de la sociedad europea en la capital diplomática del imperio marroquí. Muchos de los personajes son fáciles de identificar con personalidades españolas del Tánger de la época, a algunos les ha cambiado el nombre otros permanecen con el suyo propio como el padre Lerchundi o el doctor Cenarro.  Una sociedad burguesa de expatriados que gozaban de la buena situación en Marruecos. Reuniones mundanas con conversaciones insustanciales en las que pasaban el tiempo personajes de mayor o menor interés. La novela es el reflejo de esas veladas cuando, en una de ellas, asisten a la pérdida del barco. Después discurrirá por aires melodramáticos que llevan la vida y la muerte de patronos y criados.

   Con el estilo ampuloso que caracterizaba al autor cuando se paraba en descripciones, escribía:    Proyectándose confusamente sobre el fondo, de una cerrazón caótica, que lo envolvía, continuó avanzando el navío, perseguido por los canes aulladores de los vientos, penetrando un horizonte cárdeno resquebrajado por los dardos de fuego de la centella y ensordecido por el desgarrador alarido del trueno… La naturaleza entera protestaba contra aquella temeridad homicida; contra aquel alarde bárbaro de valor inútil; contra aquella locura imperdonable, ni disculpable, siquiera. Cuando los dioses hablan, los hombres deben enmudecer. ¡Ay, que aquel día nefasto, los hombres creyéronse dioses también, y también se rebelaron, y también fueron precipitados al abismo! ¡Perdóneos Dios, conductores de hombres, que ciegos o vesánicos despeñasteis vuestros rebaños por las quebradas del precipicio, hasta el fondo sin fondo de la sima insaciable…!

   Entre las historias enlazadas se puede ver una de las primeras referencias en la literatura española a la vida tangerina, un retrato incompleto y parcial pero seguramente ajustada de algunas actividades de la ciudad, ya habitada por una importante colonia extranjera. Como era habitual en la colección Los Contemporáneos, el relato se halla magnificamente ilustrado por Romero Calvet.