viernes, 28 de diciembre de 2018

VALDUEZA AYALA, Saturnino (NIDUEYA): Los tres caminos (Editora Marroquí. Larache 1949. 305 páginas).


   La novela Tres caminos es una simple curiosidad en la literatura colonial hispanoafricana. Su autor la firmó con seudónimo pero sin ocultar su verdadero nombre en la misma portada. Era un funcionario del Cuerpo General Administrativo de África que trabajó en Larache. Había sido voluntario en la División Azul. Y, tras la independencia de Marruecos, lo situamos en Santa Cruz de Tenerife trabajando en Radio Juventud.

   La novela es una muestra trágica del género rosa. Las relaciones de un oficial con tres mujeres marcadas por el sentido de responsabilidad  y la determinación rígida del destino que hoy son ideales o costumbres desaparecidas. Es una novela que se desarrolla en Larache y en el Rif, pero en la que no vemos literatura de contenido colonial. Es una novela íntima de poca trascendencia.
   El único interés para referenciarla aquí, es porque demuestra que en que en los primeros años de la posguerra española, las rancias relaciones de noviazgo y casamiento de los españoles se trasladaron sin  cambios a los españoles de Marruecos. Que los códigos morales y religiosos se reprodujeron sin variación. Y que en la literatura de estos autores aficionados de ideología franquista, se consideraban tabúes algunos comportamientos corrientes y generalizados como el uso de la prostitución con las naturales del país.
   Tres caminos que se explican en una frase: ¡Malditas seáis todas y maldito sea yo! Tres mujeres… ¡Tres caminos que únicamente han servido para conducirme a la desesperación, al remordimiento y al dolor…! (página 178), que resumen el argumento: la palabra dada como ley moral que había que cumplir (la promesa de matrimonio) por encima de la felicidad y el amor.

viernes, 14 de diciembre de 2018

CABO JUBY, SAHARA Y LA AERONÁUTICA EN LA NOVELA ESPAÑOLA (2): A CIELO ABIERTO de ANTONIO ITURBE


ITURBE, Antonio: A cielo abierto (Seix Barral. Barcelona 2017. 622 páginas).
   La larga novela de Iturbe, que fue merecedora del premio Biblioteca Breve 2017, tiene como argumento los orígenes de la aviación comercial y el papel de los primeros pilotos que con gran riesgo, una voluntad romántica y mucho esfuerzo fueron abriendo las rutas aéreas al correo y el comercio. El personaje clave es un hombre cuya vida resultó novelesca: el piloto y escritor Antoine de Saint-Exupéry. Pero no es el único. Junto a él aparecen las contingencias vitales de otros pioneros de la aviación alrededor de la compañía Latecoère que enlazaba Francia con África y América, como Didier Daurat, Henri Guillaumet o Jean Mermoz. Todos ellos reales, héroes de la aviación francesa que comenzaron dentro de la organización militar y alguno de ellos sucumbieron en la II Guerra Mundial, en el aire, dejando un aurea de leyenda que ahora aprovecha Iturbe para novelar, como un gran reportaje, estas historias.

   Los aviones necesitaban repostaje, paradas intermedias que venían obligadas también por tratarse de líneas de carga y de correo. Ello implicaba la necesidad de tener bases permanentes en tierra, algunas en territorio español. Por eso, esta novela tiene algunos capítulos que se desarrollan en Cabo Juby o Villa Cisneros. No es una novela sobre colonias españolas aunque tangencialmente aparezcan. Por tanto, no se pueden hacer muchos comentarios sobre la narrativa colonial, que es el objeto de este blog.
   Lo peor que les podía pasar a los aviadores es que una avería les obligara a tomar tierra en alguna parte del desierto alejada de las bases europeas. Significaba el secuestro para obtener un rescate o, en el peor de los casos, la muerte. En la literatura española hay varios casos narrados; ya lo comentamos en  https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=6343002946348658841#editor/target=post;postID=2793920015755147848;onPublishedMenu=template;onClosedMenu=template;postNum=187;src=postname
Iturbe conoce estos pormenores, es una novela minuciosa en los detalles y a la que ha precedido una buena labor de documentación. Tal vez sea demasiado descriptiva y le falte algo de intriga en los hechos, pero se trata de una novela muy larga y no se podía detener en más argumentos.

   Cabo Juby era la Zona Sur de Protectorado de España en Marruecos, una franja limítrofe con el Sahara Español. Tenía un pequeño asentamiento con un fuerte y un aeródromo. Escasa actividad comercial, solo el intercambio o compraventa de productos con los autóctonos, una pesquería y poco más. Era una instalación militar estratégica entre Sidi Ifni y El Aaiún y frente a las islas Canarias. Esta posición se amplió llegando a ser una pequeña ciudad que los españoles la llamaron Villa Bens y hoy se llama Tarfaya:
   … la presencia española se limita a unos cuantos fuertes minúsculos desperdigados en miles de kilómetros de un desierto que les es ajeno. Al atardecer, se baja bandera, se cierran los portones de las fortificaciones y se abren las cantinas para que los soldados beban vino malo, jueguen al dominó o al guiñote y arreglen el mundo. Raramente pasean fuera del recinto en esa tierra que dicen española. Las tribus hostiles acechan, también las tormentas de arena y ese pedregal áspero que se abre ante ellos.  La región en que se hallan desde ahí hacia el sur, hasta cabo Blanco, es un área desértica que se empeñan en llamar Río de Oro con esa afición por lo grandilocuente de los españoles: allí ni hay río ni hay oro.
   Cabo Juby es un recodo entre dos desiertos, uno de secano y otro de agua. En ese filo de África las olas se desperezan en la orilla de una playa vacía de cinco mil kilómetros cuadrados. En medio de una soledad abofeteada por el viento se alza el acuartelamiento del ejército español que, visto desde el aire, parece una fortaleza. Mirando más cerca, no resulta tan imponente: los muros desconchados, las ventanas desportilladas, la corrosión pudriendo los remates de metal (página 216).
   Quizás Iturbe peque de la visión excesivamente negativa, por otro lado general, que los escritores españoles tienen sobre las posesiones africanas de España. El fuerte era un edificio que no estaba en tan mal estado y que cumplía sobradamente su misión. El autor entiende que Río de Oro era todo el Sahara español, cuando la mitad norte se llamaba Saquia el Hamra. Y hubo oro, mucho oro, que transportaban las caravanas que llegaban desde el interior y que propició el nombre que le dieron los navegantes portugueses. Tampoco es muy favorable a los militares españoles destinados en el fuerte, los pinta soberbios y un tanto mezquinos frente a la noble personalidad de Saint-Exupéry que tiene que negociar por ellos con los cheijs locales.

   En 1929 Saint-Exupéry empieza a publicar sus primeros relatos basados en sus experiencias en el aire. Frecuenta los aeródromos de Cabo Juby y de Villa Cisneros. Es un hombre distante, no muy simpático aunque correcto con los españoles. Tiene sus dudas literarias. Busca un estilo, un argumento fuerte. Y vuela en las mismas condiciones precarias que sus compañeros. Su paso por los aeródromos españoles es circunstancial, aunque lo recuerda en algunas de sus novelas pero sin que la presencia española en la zona fuera un asunto especialmente importante para él.
   La novela de Iturbe gustará más a los aficionados a la aviación que a los de las colonias africanas.

lunes, 26 de noviembre de 2018

ESCRITORES GUINEANOS Y COLONIZACIÓN ESPAÑOLA (5): RELATOS de MARÍA NSUE


NSUE ANGÜE, María:
-          Relatos (Centro Cultural Hispano-Guineano. Malabo 1999. 164 páginas. Dibujos de Virginia Ubalde).
-          Cuentos y relatos (SIAL. Madrid 2016. 306 páginas. Prólogo de Gloria Nistal).

   En 1999 apareció en Malabo un libro de modesta apariencia pero de gran importancia para la historia de la literatura guineana. María Nsue ya había publicado la novela Ekomo en 1985. La autora era una excelente narradora oral, una mujer de una gran capacidad de ficción que combina la imaginación con la tradición mágica del pueblo fang. Este libro titulado Relatos contaba además, con unos notables dibujos de Virgina Ubalde. Eran dieciséis cuentos de distinta temática y extensión. En 2016, la editorial Sial retoma la obra de esta autora y publica de nuevo los relatos añadiendo otros nuevos como ya había hecho con Ekomo, publicada nuevamente en 2008.

   María Nsue nación en Ebebiyín en 1945 y murió en Malabo en 2017. Vivió en España desde niña, donde hizo sus estudos. Al volver a Guinea Ecuatorial, trabajó en el Ministerio de Información y en prensa y radio. Fue académica correspondiente de la Real Academia  Española de la Lengua.
Dibujo de Virginia Ubalde
   Los cuentos de Nsue son variados en factura, extensión y temática. Y entre ellos, como no puede resultar extraño para una mujer nacida bajo la colonización, hay algunos de argumento colonial o en los que la colonización está subyacente. Como el titulado Keoma que rememora la enseñanza que los españoles daban a los niños guineanos, llena de referencias a un país que no conocían. Las relaciones entre colonos y guineanos en los años previos a la independencia en la que los blancos señalaban el precio de venta y de compra y las ilusiones de los agricultores locales de desvanecían al comprobar que sus productos no alcanzaban el valor que pensaban da para un relato como Los negocios del ángel, que acaba transformándose en un canto a la ternura y la inocencia infantil. Porque María Nsue escribe sobre los niños y las mujeres como tema redundante para dar una visión más suave de la vida áspera. La ingenuidad con la que los guineanos admitían el trato de los blancos, el sometimiento ante la imposibilidad de oponerse: Una a una las cestas se fueron tasando. Y, a medida que la concurrencia veía sus importes, las expresiones se nublaban. El precio apenas llegaba a la mitad con que habían soñado y, poco a poco, los sueños se fueron alejando entre las nubes. Pues no habían sido más que sueños. Ninguna de las cestas más grandes llegó a cobrar un billete. Todas eran monedas que había que aceptar simulando alegría porque, de lo contrario, el blanco podía darse cuenta y rebajar o, lo que era peor, rechazar la mercancía (página 61). En el fondo, la aceptación fatalista de los hechos como inmodificables. Más que entre colonos y colonizados, entre pobres y ricos o entre poderosos y desvalidos. A pesar de estas referencias, la colonización no es uno de los argumentos principales de la autora.

   Los relatos de Nsue son de diferentes épocas y se nota en  la manera de narrar. En conjunto, la escritora crea un mundo especial, algo que en una época se llamó realismo mágico y que es una mezcla de imaginación y de la recreación de las leyendas de un mundo exuberante y fantástico como es la selva. Los cuentos de María Nsue nos llevan siempre a su novela Ekomo (Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid 1985. 194 páginas. Prólogo de Vicente Granados; SIAL. Madrid 2008. 249 páginas), cuya publicación fue un hito en la historia literaria de su país, y sigue siendo un referente por varios motivos: la primera novela de una mujer guineoecutoriana, la primera desde la independencia, la primera que se tradujo al francés… Ekomo está mejor escrita que los relatos, más corregida (no sé si intervinieron personas distintas de la autora) y más detallada. Es la síntesis de una manera de ver el universo del bosque guineano, de la vida femenina en la aldea, del misterio y el poder, del lento transcurrir de la tradición que envuelve la sociedad tribal y su ruptura inicial mediante la influencia misionera. Novela imprescindible para la historia literaria de su país.


lunes, 22 de octubre de 2018

NOVELAS DEL PROTECTORADO ESPAÑOL EN MARRUECOS (7): AMOR AFRICANO de JAVIER MAQUA


MAQUA, Javier: Amor africano (Algaida. Sevilla 1999. 275 páginas).
   Maqua se aproxima al Protectorado español en Marruecos de una manera original. Primero porque no es una novela de guerra o en la que la guerra sea el asunto principal o el fondo del relato. Es una novela colonial de paz, de Protectorado sin lucha aunque se refleja una sociedad dividida en dos bandos tras la Guerra Civil, como la sociedad peninsular. En segundo lugar porque elige la ciudad de Alcazarquivir como marco a su narración, ciudad con muy poca literatura. Por último, porque es una novela intimista, de sentimientos y relaciones personales más que de hechos históricos o de acontecimientos sociales.

   Aunque la novela no tiene sorpresas ni trata de asombrar al lector, no decae el ritmo. El autor tiene el mérito de escribir con sabiduría para que la acción sin sobresaltos interese, a lo que contribuye un dibujo de los caracteres bien realizado. Novela de lectura ágil, con ritmo cinematográfico en algunas partes. Una historia triste armada en dos argumentos con una protagonista. El dolor del padre fusilado y la madre presa y la alegría del amor, sin vericuetos escabrosos a pesar de tratarse del amor de un señor mayor y una lolita, con mucha sugerencias ambientales y personales que dejan un sabor agradable al lector al concluir el libro a pesar de la desolación final.
(Dibujo de Montaldo. Blanco y Negro 1915).
   Señalaba el autor, en una entrevista a El País cuando se presentó la novela en 1999, que tiene algo de historia familiar. Tal vez la inspiración en parientes sin concretar hasta donde era real y hasta donde imaginado. Pero está claro que el autor conocía bien la vida de Alcazarquivir en la postguerra y cómo mover a los personajes en el escenario.






jueves, 11 de octubre de 2018

NOVEDADES EN NOVELA HISPANOAFRICANA (1):


LLADÓ CASAS, Ruth: Crímenes en el estrecho (Alfar. Sevilla 2018. 591 páginas).
   Esta es la primera novela de la autora, un largo relato en el que va encajando la vida de una familia en una localidad que puede ser Algeciras, emigrantes italianos que se han ido mezclando con españoles y otros extranjeros, y con un crimen como argumento central. La intriga y la resolución policíaca se enmarcan en la Conferencia de Algeciras que supuso una extraordinaria ocasión en la vida local. Algunas páginas se desarrollan en Tánger, pero con una acción dedicada a la investigación principal y en las que la vida colonial es incidental.


OROZCO GUERRERO, Antonio: Indomable. El condenado del Rif (Autoedición/Amazón. 2016. 254 páginas).
   El coronel retirado Antonio Orozco presenta en forma de novela las peripecias de Fermín Salvochea en el Rif. Este republicano federal, que llegó a ser alcalde de Cádiz en la I República, fue condenado por sus actividades políticas y cumplió en los presidios de Chafarinas, Vélez de la Gomera y el monte Hacho en Ceuta. La persona, por su interés histórico y de pensamiento, se ha convertido en personaje. El autor lo explica en su blog: http://antonioorozcoguerrero.blogspot.com/
   Trata Orozco de contar el recorrido del condenado Salvochea por los presidios norteafricanos, su postura intelectual y su posición ante la vida. Por ello, es una novela más de ideas que de acción. Desde el punto de vista africanista, las descripciones del peñón de Vélez de la Gomera y la vida militar en el mismo resultan muy interesantes.


ZULET, Ignacio: Un capitán español en el África Korps (Autoedición/Amazon. 2017. 126 páginas + 2 hojas).
   Zulet, doctor en Derecho y funcionario navarro, escribe una historia con tintes aventurescos en la que un capitán español –recién salido de la Guerra Civil- se ve inmerso en la II Guerra Mundial. Antes de llegar a las arenas de Argelia, Túnez y Libia, el capitán es destino a las Tropas Nómadas del Sahara español y la novela discurre por El Aaiún. Pero la misión del capitán tiene más que ver con Argelia, las tribus saharianas de la parte francesa y la II Guerra Mundial que con la colonia española.


MIRANDA, Juan Antonio: Salam aleikum (Autoedición/Amazon. 2015. 253 páginas + 1 hoja).
   Juan Antonio Miranda emprendió la laboriosa tarea de escribir una trilogía con residencia en Melilla y el Norte de Marruecos. Bajo la sombra del Gurugú, la llamó. Los dos primeros libros los comentamos en una entrada de este blog: http://novela-colonial-hispanoafricana.blogspot.com/search/label/Miranda
El tercero es Salam aleikum, que empieza con la proclamación de la República en Melilla y termina en la época actual, en la que la acción se centra en guerras religiosas, intolerancia y una llamada a la sensatez y a la reflexión alejada de prejuicios e imposiciones (como señala la contraportada).



viernes, 21 de septiembre de 2018

NOVELAS DEL PROTECTORADO ESPAÑOL EN MARRUECOS (6): HERMANOS MAYORES de JOSÉ IGNACIO NÁJERA NIETO


NÁJERA NIETO, José Ignacio: Hermanos mayores (Desclée de Brouwer-Mensajero. Bilbao 1987. 137 páginas).

   En 1987, cuando se publicó esta novela, el tema marroquí estaba muy poco tratado en la novela española. El autor tuvo el olfato de volver a retomarlo y lo hizo con una novela galardonada con una mención especial en el Premio Pío Baroja de novela de 1986.  El autor había nacido en Xauen en 1952 –tal vez de ahí le venga su inclinación a escribir sobre Marruecos-  y fue  profesor de Instituto en Murcia.

   El relato se divide en dos partes situadas en dos etapas históricas de la guerra en África.
   La primera se desarrolla en 1909. Los soldados que llegan a Melilla para participar en la guerra y que el autor aprovecha para presentar caracteres diferentes. Alguno viene de Barcelona y es el elemento necesario para hablar de las cuestiones candentes en ese momento en la sociedad española relacionadas con Marruecos: la Semana Trágica y la importancia del krausismo y el anarquismo como ideologías determinantes en la vida política a comienzos del siglo XX. Pero no es una novela que se vaya a desarrollar con historias de trinchera y cuartel. El autor conoce bien lo que pasó y rompe la acción para hacer largas reflexiones, con estilo culto y cuidado, sobre la presencia colonial y la existencia de personajes tan singulares como El Rogui Bu Hamara. La segunda parte se desarrolla antes y después de Annual y llega casi hasta el momento de la publicación.

   Pero no es una novela bélica, ni una novela de aventuras o historial coloniales. Es algo más que eso. El autor construye el relato en un triple plano. La familia protagonista, llena de secretos y de aspectos oscuros, sórdidos en ocasiones, cuyo patriarca  originariamente vive en Barcelona y se marcha a trabajar a Marruecos donde amplia la familia. Un segundo plano que sirve de fondo son los sucesos de la España peninsular convulsa, especialmente la crisis de 1909 y la situación política de permanente intranquilidad en la que los protagonistas viven como el resto del país. El tercer plano es el propiamente marroquí. La vida en Medik, donde se traslada el protagonista desde Melilla al licenciarse y encontrar trabajo, y el ambiente de intranquilidad por la acción de El Raisuni y los enfrentamientos con tropas españolas, la revuelta larvada en el Rif y el estallido final tras Annual.

   La novela es una larga reflexión intelectual sobre estas cuestiones, una reflexión sobre la vida privada centrada en la familia protagonista y sobre la vida social que se desarrolla en las acotaciones sociales y militares. No es una novela de acción en la que la trama envuelva al lector. Es un relato bien escrito con ritmo desigual en el que prima el intento de comprensión de los acontecimientos sobre los acontecimientos mismos. No es una novela muy comentada en la bibliografía sobre la ficción acerca de Marruecos, pero creo que merece la pena su lectura.
  


miércoles, 29 de agosto de 2018

GUINEA Y LA NOVELA MISIONERA (1): EL ÚLTIMO NEGRERO de TOMÁS LUIS PUJADAS.


PUJADAS, Tomás Luis: El último negrero (Coculsa. Madrid 1954. 124 páginas + 1 hoja. Portada de Segu. Ilustraciones de Julio Giménez).

   El Padre Tomás Luis Pujadas Roca nació en Sabadell (Barcelona) el 24 de mayo de 1904 y  murió en Vic (Barcelona) el 12 de noviembre de 1994. Fue misionero claretiano, músico y escritor. Recibió el sacerdocio en 1931 en Vic, comunidad en la que vivía cuando los sangrientos sucesos de 1936. También estudió música en España y en Roma  con el maestro Casimiro Casimiri. Compuso más de un centenar de obras musicales: misas, himnos, motetes y cantos marianos...  Dirigió publicaciones religiosas como la revista Iris de Paz.  Este veterano misionero claretiano tuvo una labor literaria relacionada con Guinea en la época colonial. Fue autor de una notable historia eclesiástica guineana en dos tomos: La iglesia en Guinea Ecuatorial (1968 y 1983). Publicó otras obras de historia eclesiástica como El vicario apostólico de Fernando Poo (1967) la biografía del catequista guineano José Si Esono Un santo en la selva (1967), un libro de texto Geografía e historia de la Guinea Ecuatorial (1969), una obra de teatro Héroes de la jungla (1955). Y la novela El último negrero (1954) que se incluye en el género de novela misionera en el que también podemos encontrar obras de otros claretianos como Francisco Onetti, Carlos E. Mesa o Augusto Olangua.

   El último negrero es una novela de estilo simplón que recuerda la literatura de kiosko.  Con mucha acción para resultar entretenida. Pero el padre Pujadas no intentaba escribir una novela para pasar a la historia de la literatura; su finalidad era claramente misionera y apostólica. Trató de escribir una novela que defendiera los valores que transmitían los misioneros. Por esto, el estilo y estructura tiene un valor secundario. El autor no fecha los hechos de su ficción, podemos entender que transcurre en la segunda mitad del siglo XIX, tras el viaje de Chacón,  por la importancia que tenía entonces Elobey en la Administración colonial española y por la existencia de barcos negreros.
El padre Pujadas en Basupú
(Foto tomada de la página web de los claretianos, fondo padre Canals)
    Se pueden apreciar dos planos narrativos.
   El padre Alonso es un  misionero que recorre el sur de Río Muni, la zona que entonces era española alrededor de Cabo San Juan y que se vinculaban a Elobey Grande donde residía la autoridad colonial. La novela es de 1954, la visión que se tenía entonces del colonialismo no es la de ahora; posiblemente tampoco la de la misión católica. Pero el misionero tenía un conocimiento directo de las costumbres indígenas. Y por otra parte, la persistencia del comercio de esclavos y la aparición de barcos negreros que aprovechaban la escasa vigilancia para hacer los cargamentos en connivencia con algunos jefes locales.
(Ilustración de Julio Giménez)
   Pujadas se atreve con un tema tabú en la historiografía y en la novela española de la época sobre Guinea: la esclavitud. En la novela, solo Manfredi en Tierra negra (1957) hace mención. Es cierto que los territorios españoles se adquirieron en 1777 con la finalidad de favorecer una estación en el viaje a Filipinas y para obtener esclavos para la América española. Pero, como los territorios quedaron abandonados, la autoridad española no hizo nada. Los gobiernos españoles prefirieron, o se vieron obligados, a conceder el monopolio del comercio de esclavos a compañías extranjeras desde el tratado de Utrecht. Cuando se volvieron a ocupar, la trata estaba prohibida y perseguida. No obstante, algunos españoles siguieron comerciando con seres humanos y aprovecharon el vacío de poder en Guinea para poner bases en Elobey o Corisco. Algunos traficantes catalanes y el famoso Pedro Blanco estuvieron por aquellas tierras. La Armada inglesa destruyó factorías negreras en Elobey, que estaba bajo soberanía española, y fue una de las causas que provocó las expediciones de Lerena (1843) y de Chacón (1858). Si los españoles no ocupaban las islas y ponían autoridad, otros países europeos iban a hacerlo. Y la autoridad debía perseguir la trata. Es difícil saber si los españoles de Guinea tenían medios suficientes y si se volcaron en la persecución de los traficantes. Oficialmente, Guinea quedó fuera de este comercio. Pero en la memoria de los guineanos están las historias de traficantes y de esclavos apresados en las tierras de los que hoy es la República de Guinea Ecuatorial.
   España había suscrito los tratados de prohibición de la trata y su persecución, pero la esclavitud seguía siendo legal en Cuba. Esto dio lugar a un tráfico que resultó muy provechoso para algunos. Se efectuaron algunas presas, pero siguieron llegando barcos con negros bozales (como se denominaba despectivamente en la época a los que todavía hablaban su lengua materna exclusivamente). La relación de Guinea en la época en que hubo ya autoridad española con el comercio humano –represión o tolerancia- es un asunto que todavía merece una investigación amplia.


   Por supuesto, el padre Pujadas opta por la visión de combate al traficante por parte de los misioneros y los militares españoles. No quiero decir que esto no sucediera así. Además añade un elemento redentor, en todos los sentidos, para los africanos que era el cristianismo. Es una novela ingenua, de clara intención ejemplarizante y con detalles interesante porque el misionero conocía bien el territorio del que hablaba y algunas de las costumbres de sus habitantes.


jueves, 23 de agosto de 2018

LAS NOVELAS DE TÁNGER (13): ÁNGEL VÁZQUEZ (y 2).


-         El cuarto de los niños (Planeta. Barcelona 1958. Páginas 183-285 del volumen No quiero quedarme solo de Vicente Carredano; Pre-Textos. Madrid 2008. 258 páginas).
-         El cuarto de los niños y otros cuentos (Pre-Textos. Valencia 2008. 258 páginas + 7 hojas. Edición de Virginia Trueba Mira. Con unas palabras de Emilio Sanz de Soto).
-         Se enciende y se apaga una luz (Planeta. Barcelona 1962. 294 páginas. 32 ediciones hasta el momento con distintas portadas y en distintas colecciones; Planeta. Col. Populares Planeta. Barcelona 1977. 220 páginas; Planeta-De Agostini; Barcelona 1998. 259 páginas. Varias ediciones).
-         Fiesta para una mujer sola (Planeta. Barcelona 1964. 301 páginas; Rey Lear. Madrid 2009. 252 páginas. Edición de Sonia García Soubriet).


Ángel Vázquez (foto de la Editorial Planeta en la contraportada)

   Ángel Vázquez no fue un autor muy fecundo tal vez por su falta de confianza en sí mismo. Pero su obra publicada no se limita a La vida perra de Juanita Narboni, aunque esta novela ensombrece –por su extraordinaria calidad- el resto de la producción. Publicó dos novelas más y un puñado de cuentos.



   El cuarto de los niños es una novela corta finalista del premio Sésamo de 1958. Se publicó, junto a la ganadora y a la otra finalista, en un libro en cuya portada solo se hacía mención a No quiero quedarme solo de Vicente Carredano. Domingo del Pino, en el prólogo al libro homenaje publicado por Alfar en Sevilla en 2011, señalaba que Vázquez publicó dos obras geniales: La vida perra de Juanita Narboni –en lo que hay un amplio acuerdo- y El cuarto de los niños por su elegancia, su sensibilidad y su ritmo narrativo. En El cuarto de los niños se describe el mundo según un niño, la relación con la madre y el estrecho universo que le rodea. Un ambiente y una visión propia del modo de entender la novela de Ángel Vázquez. Es una novela que se desarrolla en Tánger, pero la ciudad no es protagonista. Apenas se la menciona, solo por referencias indirectas.

   El cuarto de los niños ha tenido una edición reciente, debida a Virginia Trueba Mira,  y ya indispensable para conocer bien a Ángel Vázquez. En este libro se recopilan todos los cuentos publicados por el autor en varias revistas y un inédito (en realidad ya publicado por Domingo del Pino en su blog y en el libro homenaje).

   Se enciende y se apaga una luz ganó el premio planeta en 1962 y esto le facilitó un éxito de ventas que no tendría La vida perra de Juanita Narboni. Se convirtió en una novela popular y el gran número de ediciones que la Editorial Planeta –en sus diferentes colecciones- lanzó, hace que sea el libro más conocido de Ángel Vázquez. Ganó dinero que le sirvió para pagar deudas puesto que la vida bohemia, descuidada, ajena a lo cotidiano del autor le llevó a una existencia de saltos. Dice Rocío Rojas-Marcos en Tánger, segunda patria (2018) que es una novela-retrato. Vázquez analiza y despieza la sociedad tangerina que tan bien conoce. Como en toda la obra de Vázquez, su universo personal se impone en la narración. Parece que al autor le atraía, como Unamuno, el sentimiento trágico de la vida. El sufrimiento de la soledad, la incomprensión, la diferencia. Añade Rojas-Marcos: Parece que podemos rastrear a Vázquez por cada uno de sus párrafos. Deja su impronta en todos sus personajes, los carga de matices propios y marcados por temas capitales que lo obsesionaban, tales como la soledad, el paso del tiempo, la incomunicación, la infelicidad, el pesimismo existencial, la abulia o la ambigüedad sexual.





   












   Vuelve a escribir con la visión del niño del mundo incomprensible de los mayores, como en El cuarto de los niños. Es la mirada inocente que observa, y a veces juzga, las relaciones llenas de falsedad, hipocresía, tabúes y rechazos de los adultos. El niño que nunca dejó de ser el narrador y que aprovecha para retratar una sociedad de imposturas.

   Se enciende y se apaga una luz es una novela esencialmente tangerina porque, además de las situaciones universales que podría haber situado en cualquier otra parte, hay elementos fundamentales de la narración que no podrían suceder en una ciudad distinta. La sociedad internacional bien situada gracias a los negocios propiciados por el Estatuto, las relaciones estamentales entre las distintas razas y religiones, y el asumir esa diferencia estamental de sociedad como algo natural. Vázquez hace transcurrir la novela entre 1915 y 1958, con saltos en el tiempo que ayudan a entender la situación familiar. Es una novela muy ágil en la narración, con ritmo vivo a pesar de la sucesión de escenas familiares. La niña que asiste a las diferencias insalvables entre el padre y la madre, se va haciendo mayor. Su manera de entender los hechos ha cambiado. Las personas de su ámbito domésticos, familiares y criados, también. El narrador permanece neutral, no interfiere con comentarios el actuar de sus personajes. Son una creación convincente. Tiene mucha habilidad para componer diálogos creíbles,  diálogos muy bien construidos, que ayudan a fraguar su mundo en dos círculos concéntricos (familia y sociedad tangerina),  conectados pero cerrados, a veces asfixiantes, en los que los personajes más atractivos son los más inadaptados. Es un ambiente triste, de vidas sin relieve, de decadencia sin sobresaltos. No hay grandes tragedias sino pequeñas miserias y decaimiento que deja traslucir el pesimismo vital del autor.


   El éxito de Se enciende y se apaga una luz propició que la editorial encargara una nueva novela a Vázquez y así surgió Fiesta para una mujer sola (1964). Una novela de transición según Nathalie Sagnes Alem en Ángel Vázquez romancier (1999). Efectivamente, el autor ha establecido ya su manera de narrar aunque ahora lo hacer cronológicamente y sin saltos en el tiempo, pero no ha encontrado todavía el argumento y el personaje de su genial Juanita Narboni. En esta novela se van narrando paralelamente dos vidas, una mujer tangerina y un joven madrileño que va a trabajar a Tánger. Se ha producido ya la independencia, pero la ciudad conserva algo de su vieja etapa internacional. En su tiempo tuvo algo de novela maldita, que no fue censurada pero se dificultó la promoción. Es una novela sobre decadencia, como toda la obra de Vázquez, centrada en el final de la ciudad internacional. El tránsito de la etapa colonial a la independencia y la desaparición de unos habitantes que gozaron de privilegios y de un modo de vida extraordinarios. El final de los que Sanz de Soto llamó una ciudad de mentira. Muestra esta etapa tangerina mejor que cualquier otra novela porque no describe solo la historia de un personaje sino la de varios que se mezclan y cruzan. Paula es una mujer madura, tangerina, insatisfecha. Y Damián un joven madrileño que acude a trabajar a Tánger. Quizás no tenga el ritmo y la tensión de sus otras dos novelas. Tal vez el escribirla deprisa y sin una idea bien definida de antemano, le restó intensidad. Aunque trata temas como el adulterio o la homosexualidad, ya no es una novela escandalosa ni maldita. Lo peor de esta novela es compararla con las otras dos; es entonces cuando sale perdiendo.


viernes, 13 de julio de 2018

LAS NOVELAS DE TÁNGER (12): ÁNGEL VÁZQUEZ (1).


VÁZQUEZ, Ángel: La vida perra de Juanita Narboni (Planeta, Barcelona 1976, 268 páginas + 1 hoja; Seix Barral, Barcelona 1982, 267 páginas; Planeta-Clásicos contemporáneos, Barcelona 1996, 269 páginas; Cátedra, Madrid 2000, 387 páginas, edición de Virgina Trueba; Seix Barral-Biblioteca Breve, Barcelona 2017, 319 páginas).

   La vida perra de Juanita Narboni es una novela original en muchos aspectos. En la forma, en el estilo, en el argumento, en el escenario… Tal vez no fue muy bien comprendida en el momento de su publicación. No tuvo la repercusión que merecía. Con el tiempo, si ser un gran éxito de ventas, es un libro imprescindible en la literatura española contemporánea. Quedó encasillado en libro raro de autor maldito. A pesar de ser una referencia, no ha tenido tampoco muchas ediciones posteriores aunque mereció una edición crítica de Virginia Trueba. Se hicieron dos versiones cinematográficas: la primera de Javier Aguirre (en la que el propio Vázquez participó en el guion) pero que prescindió de Tánger; la segunda fue dirigida por Farida Benlyacid. La novela es un largo monólogo escrito como hablaban los españoles de Tánger: palabras propias, expresiones corrompidas de árabe, algo de jaquetía, modismos, localismos… Una mujer que habla de ella, de su vida, de la de los que le rodean en distintos momentos de su vida que van desde antes de la Guerra Civil hasta después de la independencia de Marruecos. Monólogo que se convierte en un diálogo imposible con la madre muerta. Una comunicación sin vuelta. La conversación continua sin interlocutor. El primer atisbo de la soledad que el autor quiere como motivo principal. Una vida vulgar, sin más intriga que el sentimiento ni más argumento que el paso del tiempo. Adornada de comentarios sobre los conocidos, sobre los que le rodean en la ciudad internacional con su propio estilo de vida en una sociedad multirracial, multicultural extraña y distinta. La monotonía del tono, la lenta continuidad de una existencia sin alicientes, va marcando el sentido amargo del relato. Una tristeza profunda que no tiene solución: ¿Es que yo no tengo derecho a ser feliz como los demás? Tampoco pido mucho, ¡qué caray! Lo justo para vivir decentemente, sin estos aprietos y estas angustias que van a acabar conmigo (página 147).



 La vida perra de Juanita Narboni describe magistralmente el sentimiento de soledad. Es la novela de la soledad, del aislamiento y del deterioro personal. De la desesperanza y la angustia que lleva al alcoholismo, a la depresión y al desesperado deseo de morir. La mujer sola, solterona, que ve mermados sus ingresos –solo una pensión de orfandad- por lo que la vida se le va haciendo cada vez más difícil y no tiene otra salida que aguantar y seguir tirando con lo poco que le va quedando. Su única familia es una hermana con la que no se relaciona, de la que no sabe nada desde años atrás. Repasa su existencia desde la época más acomodada, su falta de adaptación a la realidad, al mundo, que la hacen una mujer desvalida, triste. Medrosa, indefensa desde que desapareció su madre. La vida se le vuelve un continuo pesar, una amargura. Débil, solitaria, incomprendida. Viviré siempre acobardada… A veces pienso que no soy tan inconsciente como parezco. Lo que me ocurre es que pienso al revés…. No quiero a papá. Me da terror confesarlo, que Dios me perdona. Pero nunca lo quise. Me mira con lástima, que es lo que más me molesta. Me mira como si toda mi vida hubiera de ser terrible, como si de pronto yo me convirtiera en una huérfana de la tormenta (página 30).
A la vez, va viendo de manera paralela la decadencia de Tánger en los primeros años de independencia. Ha desaparecido la sociedad cosmopolita y se convierte en una ciudad provinciana. Los marroquíes, actores secundarios en la ciudad internacional, pasan a ser los protagonistas de la vida. Hay un menosprecio del famélico que se convierte en ascendente protagonista. Y todo esto está contado con el ritmo adecuado para el que lector vaya asumiendo poco a poco la situación penosa de la mujer. En las páginas del libro, en el discurso inconexo y alterado de Juanita, se deslizan muchas pistas sobre la vida cotidiana de Tánger, de la ciudad de las familias de clase media. Es una descripción auténtica de la vida real alejada de los tópicos novelísticos de contrabando, juego, cabarets y espías. En esos recuerdos anida la ternura que la mujer ha ido perdiendo con los años, con los fracasos, hasta convertirse en un ejemplo de amargura. Porque Juanita se siente indefensa ante los demás. Su mundo es interior, personal, asocial. Se refugia en su soledad, el pasado para no asumir que el problema de falta de autoestima y falta de coraje tiene un origen remoto que ya no puede remediar.


   No sólo trata de explicar el presente como consecuencia de un pasado de inactividad, sino que siente rencor hacia la única hermana que sí supo hacer frente al destino. Una crítica que es envidia. Unos reproches que se hacen a la hermana por no hacérselos a ella misma.
  Ángel Vázquez describe magistralmente el pequeño mundo de su niñez y juventud. El mundo del autor. El Tánger internacional que vivió en primera persona. El autor era una persona especial, muy sensible, de gran inteligencia pero con trabajos secundarios. Tal vez inseguro, no creyó nunca del todo en su obra a pesar de haber dejado una novela muy importante. Tímido, introvertido. Emilio Sanz de Soto, que lo trató desde joven, da algunas claves muy precisas en el libro que se dedicó a la película de Javier Aguirre. Vázquez creció en la pobreza con una madre alcoholizada que conoció tiempos prósperos pero que acabó en la miseria. Probablemente ella fue un referente al crear a Juanita. Al llegar la independencia, Vázquez abandona Marruecos acogiéndose a una ayuda del Estado español. En Madrid, a dónde va a parar, la vida no le sonrió y nunca asumió su importancia literaria. Su retraimiento, timidez o carencia de estima lo llevó a una existencia de Narboni. Y, sin embargo, su recuerdo literario perdura en una de las mejores novelas españolas del siglo XX.