jueves, 9 de julio de 2015

NOVELAS DE MELILLA (2) y NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (6): LA BUENA REPUTACIÓN y UNA GUERRA AFRICANA de IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN.

MARTÍNEZ DE PISÓN, Ignacio:
-          La buena reputación (Seix Barral. Barcelona 2014. 636 páginas).
-          Una guerra africana (SM. Colección Gran Angular. Madrid 1999. 195 páginas; RBA. Barcelona 2008. 144 páginas)

      La última novela de Martínez de Pisón, La buena reputación, es un volumen de 636 páginas.  Personalmente prefiero novelas más breves, me da pereza estar mucho tiempo con la misma. Al autor le hubiera dado tiempo a escribir tres novelas de doscientas páginas. Pero esto es una polémica tan estéril como interminable. Depende de lo que se quiera decir y cómo. Tan malo es estirar una narración cuando no hay materia como reducirla cuando la hay. Por otro lado, la tendencia actual es la de escribir novelas muy largas donde el autor puede incluir varias acciones paralelas, introducir personajes variados y extender temporalmente los hechos narrados. Y también hay una predilección del lector por estos libros voluminosos.
   Martínez de Pisón es un autor ya consagrado, nacido en Zaragoza en 1960 y habitante de Barcelona. Novelista con varios títulos y premios, guionista, escritor en definitiva. Una semblanza detallada la escribe José Luis Melero: http://www.joseluismelero.net/semblanza_impison.htm. Tal vez por ser hijo de militar, prestó atención al Protectorado como escenario de historias complejas llenas de situaciones anómalas, de pasiones, de personajes novelables…
   A pesar de la inicial precaución porque ya he leído muchas narraciones llenas de situaciones insustanciales y diálogos superfluos, la novela engancha rápidamente. Martínez de Pisón utiliza una técnica de falsa simplicidad que tiene muy elaborada pues ya es un escritor consagrado. No es un artífice del lenguaje sino que busca la eficacia en la precisión de las palabras y en una situación de escenas en las que va marcando los caracteres de los personajes de manera ejemplar. Lo aparentemente fútil sirve para el retrato psicológico y los diálogos están contenidos de manera que no deriven hacia el aburrido suceder de charlas familiares absurdas en las que suelen caer muchos escritores noveles.
   La buena reputación es una historia familiar en varios actos, podría ser la historia de cualquier familia española de la pequeña burguesía en los años cincuenta. Con altibajos, con humor y dolor, con algo de melodramático… Es una historia de alegría y fracaso, de rencores escondidos, de ilusiones y frustraciones. De personajes corrientes en la España de los cincuenta a los ochenta del siglo pasado, de la vida que pasa para todos dejando atrás perspectivas y mostrando la realidad.

   Pero el autor ha metido un elemento original, el padre es judío. La novela presenta la novedad de relatar la vida de una familia judía (mejor dicho, mixta) melillense, algunas costumbres, modos de vivir, etcétera. Algo que no es frecuente en la novela española y casi siempre referido a Tánger o Tetuán. Algo infrecuente en autores no que sean hebreos. Sobre judíos de Melilla, en novela,  escribió Severiano Gil. Y recordamos la peculiar manera de hablar de los judíos tangerinos que refleja Ángel Vázquez en La vida perra de Juanita Narboni. En el caso de La buena reputación, se trata de una familia mixta en una época difícil para la tolerancia. Y es esto está una de las claves de la narración.
Sinagoga de Melilla
    Sin embargo, el autor no se conforma con contar una historia familiar. En el trasfondo está el final del Protectorado Español en Marruecos y el nacimiento del Estado de Israel. Uno y otro hecho están relacionados con una importante emigración de judíos marroquíes hacia el nuevo país. La situación en Marruecos, tras el final del Protectorado, se les presentaba difícil –hubo casos de persecución y de humillación social- y la ilusión del nuevo proyecto político en Palestina marcó el rumbo de muchas familias. Aunque no todas eligieron Israel sino que hubo quienes prefirieron otros países, singularmente Venezuela.
   Esa imbricación que practica el autor superponiendo personas, escenas y tiempos la parte colonial es de una gran viveza. La unión de Melilla con el Protectorado y la singularidad de la comunidad hebrea en la ciudad queda pintada con pocos trazos pero con maestría, lo que ayuda a formar una idea de lo que fue esa relación especial.


   Martínez de Pisón ya había acudido en 2000 a Marruecos en otra de sus novelas: Una guerra africana. Narración ambientada en la guerra de 1921, tras la rota de Annual y en plena campaña de reconquista del territorio perdido. Inicialmente era un relato para jóvenes pero luego, en la edición de 2008, perdió esta característica. Procura huir de los hechos ya conocidos y novelados muchas veces. Por eso se centra en los momentos posteriores al desastre, combinado con un ritmo muy ágil acciones bélicas y ambiente melillense, guerra y política, crítica y comprensión hacia los protagonistas. El autor es heredero de los clásicos de la narrativa marroquí: Sender, Barea y Díaz Fernández, a los que añade al escritor catalán Prous Vila. Lo reconoce al final: Mi propósito al escribir esta novela no ha sido otro que el de seguir la senda que ellos abrieron (página 158 de la 1ª edición). Y se nota en la creación de algunos caracteres y situaciones (como la joven que lanza la bomba, los anarquistas, la vida en un blocao o la dureza de los convoyes) que nos recuerdan especialmente a Díaz Fernández. Aunque el autor añade detalles de originalidad centrados en el padre que busca al hijo cautivo, llegando al humor negro en la visita al depósito de cadáveres. En la novela subyace el ambiente de pesimismo, corrupción y antibelicismo propio de las novelas de este ciclo marroquí. Es un pequeño resumen de las situaciones típicas de la guerra marroquí. Una mezcla de corrupciones y valores y una mirada crítica a los hechos de 1921.

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