viernes, 16 de junio de 2017

NOVELAS DEL PROTECTORADO ESPAÑOL EN MARRUECOS (3): EL HONOR DEL GUERRERO de ADOLFO HERNÁNDEZ LAFUENTE

HERNÁNDEZ LAFUENTE, Adolfo: El honor del guerrero (Cálamo. Madrid 2004. 461 páginas).

   Hernández Lafuente es un alto funcionario nacido en Ceuta, conocedor del Protectorado y autor de tres novelas aunque solo ésta sea de ambiente colonial. Sabe que abordar en la novela en final del colonialismo hispano-francés en Marruecos era un tema casi inédito y aprovechable y publicó en 2004 El honor del guerrero, que ofrece un relato de esta época en varios planos. En primero lugar, la situación personal del coronel protagonista, su visión de las cosas y su colocación histórica ante unos hechos inevitables. Por otro lado, los acontecimientos que se vivieron en los años cincuenta del siglo XX en Marruecos cuando el nacionalismo marroquí, bien organizado, comprende que están ante el final de la intervención del país por los europeos y se deciden a dar la batalla política final para lograr la independencia y gobernar el país. La acción de los servicios de información españoles, militares, y su relación con los falangistas que en esa época todavía gozaban de un gran poder. Por último, la actitud de España y Francia ante los acontecimientos.

   El honor del guerrero es una novela seria, sin concesiones al lector que busca aventuras, intriga y acción en escenarios exóticos y momentos históricos especialmente convulsos. Pero no es un thriller típico, aunque a veces utilice esa técnica narrativa. Es una novela con gran contenido político que quizás requiera de conocimientos de los acontecimientos para comprenderla. Una novela que merece una lectura pausada para comprender todos los detalles que trata. Porque el autor no solo escribe sobre el final del Protectorado, los intentos de prolongarlo con diversas fórmulas y las rivalidades franco-españolas, sino que aborda otro tema apasionante como es el poder del nacionalismo marroquí y su enfrentamiento con el modo tradicional del gobierno del Marruecos rural. En sus páginas aparecen El Glaui y el general Ufkir y sus intrigas frente al naciente Istiqlal que dominaba al sultán Mohamed V. En cada bando (españoles, franceses y marroquíes) hay divergencias y contrariedades, no son bloques monolíticos y los intereses no siempre coinciden. En el bando español, la rivalidad entre los servicios secretos del Ejército y los de Falange ponen de relieve la lucha por el poder en la España franquista.


    Más allá, el autor también quiere dar una imagen compleja del Protectorado. En el caso español, un territorio poco rentable económicamente y, en consecuencia, excesivamente militarizado y funcionarizado. Un colonialismo suave con el natural de las tierras y con cierta tolerancia hacia los nacionalistas. En ese mosaico, el autor sabe que la figura del interventor, una élite militar, merece un singular detenimiento. Hay varias páginas donde se refiere a ellos y a su manera de comprender el colonialismo, concretándolo en la figura del coronel Vega (uno de los protagonistas):
   Algunos de nosotros éramos gentes que hacíamos imposibles, porque carecíamos de los medios necesarios para realizar la empresa que llevamos a cabo. Con los reducidos capítulos que nos asignaban del presupuesto y con un ejército de alpargatas, nos atrevimos a convertir este territorio en un país moderno. Y ese esfuerzo nos vinculó a esta tierra. Amábamos nuestra jurisdicción porque estábamos unidos a ella (página 76).
   Estaba convencido de la veracidad de la obra del Protectorado: llevar a cabo la administración del país apoyándose sinceramente en los cuadros naturales; preocupándose de la formación de aquellos hombres; ejerciendo la intervención de sus gestiones de manera discreta y leal, pero también firmemente; asegurando la colaboración y la asociación constante e íntima del protector y del protegido para el estudio y solución de los problemas (páginas 91 y 92).
   Hernández Lafuente aprovecha el final de la etapa colonial en Marruecos para presentar un literario balance del colonialismo. Hay un resto bueno de aquella época, unas obras que quedaron para aprovechamiento de los marroquíes. Aunque se hicieran con imposición, a la fuerza. Incluso aunque se hicieran para aprovechar, en primer lugar, a los propios colonos que explotaban el territorio: Veintitantos años atrás aquél era un paso inseguro. Comunicaciones fiables, transporte, comercio y seguridad habían llegado con los españoles, en su acción benefactora. Pero, ¿quién se beneficiaba más de estos adelantos? (página 233).

   La riqueza de situaciones, de personajes y de acciones resume un momento histórico irrepetible.

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