viernes, 14 de agosto de 2020

ESCRITORES GUINEANOS Y COLONIZACIÓN ESPAÑOLA (6): CUANDO A GUINEA SE IBA POR MAR de JUAN TOMÁS ÁVILA LAUREL

 




ÁVILA LAUREL, Juan Tomás: Cuando a Guinea se iba por mar (Editado por Thenesoya Vidina Martín de la Nuez. Ediciones Carena. Barcelona 2019. 236 páginas + 2 hojas).

 

   Juan Tomás Ávila Laurel está construyendo una obra literaria de sumo interés y de calidad creciente. Posiblemente comparta con Donato Ndongo el honor de ser los mejores novelistas de su país. Ambos mantienen una postura intelectual admirable, un compromiso que les ha llevado al exilio y una visión crítica tanto de la colonización como de la descolonización y la situación actual. Pero Ávila Laurel es el único de los novelistas guineanos  que aborda el hecho colonial en sí mismo y no solo episodios aislados.

   Cuando a Guinea se iba por mar es la mejor muestra de esta aproximación a la colonización. El escritor nació en 1966, dos años antes de la independencia por lo que dudo de que tenga recuerdos personales nítidos de esa etapa. Pero seguramente tiene muchas referencias familiares y de personas próximas. Es una novela escrita con la ironía que caracteriza al autor, con un distanciamiento ácido y con un estilo en el que aparecen personajes que hablan con la peculiar sintaxis de Guinea, que usan las lenguas propias o el pichinglis. Hay también una clara contraposición entro los personajes procedentes de España y los guineanos pues esa distinta idiosincrasia en una de los sustentos del relato.

    La novela se divide en cuatro partes. La primera se titula Voces en Santa Isabel y es un largo y rápido diálogo entre el recién llegado Panes del Palacio y el misionero padre Agustín. Un repaso a las contradicciones del régimen colonial, a lo absurdo de algunas situaciones. A la separación racial en la que cada grupo tenía su espacio. Y solo a un blanco recién llegado como Panes se le ocurría presentarse sin invitación en el club de los fernandinos, que da lugar a un brillante diálogo sobre estos temas y en concreto sobre la naturaleza política del emancipado. En el fondo subyace la presentación que hace el cura al recién llegado de la realidad de Guinea a sus ojos, de un poco de historia, del uso del indígena como mano de obra, de las tensiones que ya se vivían en época colonial entre los diferentes pueblos del país y que eran aprovechadas por los colonos, etc. Y es lo que el autor presenta al lector.

   La segunda parte ¿En Río Muni no hay nadie? Es un breve recorrido por la parte continental del ignorante en asuntos coloniales Panes que, para completar, hace una visita a Corisco. Si hubiera sido la novela de un exotista colonialista, estaríamos ante un recorrido pintoresco lleno de referencias folklóricas y cacerías de animales. Pero es la novela de un guineano, la reflexión sobre un modo de vida perdido. Da noticia sobre la ignorancia que los colonos tenían sobre la vida de los pueblos continentales y la alegría mestiza de la isla de Corisco, centro del comercio en la zona a finales del siglo XIX.

   Pero Panes del Palacio no tiene destino en estos lugares. La tercera parte Oh, estaban a descubierto es un viaje en barco desde bata a Santa Isabel en la que la ironía cobra más importancia para narrar las diferentes maneras de viajar de blancos y negros, las incomodidades de la población local en sus desplazamientos y el trato desigual. Una síntesis de la vida colonial en un ejemplo. Y la consideración de la colonización para los fang o pamues y los bobês o bubis que, en el fondo, es la distinta concepción de la sociedad guineana de ambos pueblos. Detrás de una inquina tribal siempre hay una causa, sustentada sobre prejuicios interesados o en verdades a medias (página 151).

   Panes comprueba que casi todo está por hacer. Que la colonización es un proceso lento, poco fructífero: La realidad de la colonia es que no hay nada sembrado (página 158). O poco, pero que desaparecerá con facilidad.

   El autor (de la solapa del libro)

La cuarta parte es el destino final del protagonista, Annobón también tiene historia. También es el destino del autor en este libro porque Ávila Laurel nació en esa alejada y, en cierta manera, misteriosa isla. Siempre fue un territorio peculiar dentro de las Posesiones Españolas del Golfo de Guinea, desconocida, alejada, mal comunicada y con poca presencia colonial. Durante muchos años el superior de la misión era también el jefe político de la isla. Este alejamiento dotó a sus habitantes de unas costumbres peculiares y un modo de vida distinto. En la época de Macías estuvo prohibido entrar o salir de la isla, en una desquiciada medida propia de aquel dictador. Es lógico que Ávila Laurel quiere reflejar esta originalidad en una novela y dejar constancia de la singularidad de sus habitantes. Esa característica que hacía de la isla un lugar extraordinario, se veía sin embargo como una molestia para los funcionarios coloniales que se resume en un breve diálogo:

-          Bonito pueblo, gente tranquila. ¿cómo están las cosas aquí? El sitio está lejos, pero no creo que tenga muchos problemas con los habitantes.

-          El sitio está lejos, no hay nada más lejos que esto. Y eso es un problema.

-          Pero es el delegado, sabrá buscar soluciones a los problemas.

-          Si hubiera soluciones… Aquí no hay más que problemas.   (página 183).

   Lo que el delegado representa es el racismo cotidiano, el menosprecio a una forma de ser, a la adaptación del hombre a las condiciones y carencias. La falta de iniciativas para mejorar esas cosas. A eso respondían los colonizados con una aparente sumisión a las normas coloniales y una rebeldía doméstica usando sus propias costumbres privadas. Con esto se evitaba una mayor violencia en la imposición y se contentaban unos y otros. El remate de la novela, con escenas entre los tres blancos de Annobón que resumen una mentalidad, es la reflexión de Ávila sobre cuestiones coloniales que inspiran la novela. Para dar fin con una revelación entre la fantasía y la realidad que explica definitivamente el viaje de Panes del Palacio.

    Cuando a Guinea se iba por mar es una novela singular donde se consolida el estilo personal del autor, se abren las visiones de la época colonial en la vida cotidiana y es, además, una novela esencial en la literatura guineoecuatoriana.

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