jueves, 2 de junio de 2016

NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (10): LA TRAGEDIA DEL CUOTA de FRANCISCO HERNÁNDEZ MIR.

HERNÁNDEZ MIR, Francisco: La tragedia del cuota (Una escuela de ciudadanos). (Pueyo. Madrid 1922. 181 paginas; CIAP. Madrid 1923. 181 páginas + 2 hojas. Prólogo de Manuel Machado).
   Francisco Hernández Mir fue lo que se denominaba un periodista de raza. Uno de los pioneros de la crónica bélica en España y un atento seguidor de todo lo relacionado con Marruecos. Había nacido en Sevilla en 1871 y murió en Madrid en 1956. Muy joven empezó a escribir. En 1893 acude a Melilla para seguir la guerra de Margallo, quizás sea esta ocasión la que señala el nacimiento del reporterismo de guerra español. Entonces era enviado de El Porvenir sevillano y sus crónicas las recogió en un libro: Farrucos y gallinas (1894) http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000089918&page=1 .


Fue director de varios diarios sevillanos: El Noticiero Sevillano a finales del siglo XIX, El Progreso hasta 1907, y en 1908 se convierte en editor de El Combate que sólo duró un año. En 1919 está en Madrid trabajando para El Liberal, pero vuelve a Sevilla para dirigir La Monarquía en 1920. Acudió también a la guerra de 1909 y publicó las correspondientes crónicas, aunque no las recopiló en libro. Al estallar la guerra del Rif en 1921, es enviado por el periódico madrileño La Libertad para seguir los hechos. De esta experiencia surgieron decenas de crónicas que recopiló en varios libros: Del desastre al fracaso: un mando funesto (1922); y los cuatro volúmenes de Del desastre a la victoria (1922-1926) I Ante las hordas del Rif; II Del Rif a Yebala; III Alianza contra el Rif; IV El Rif por España (1926). Más tarde completaría su obra marroquí con La dictadura en Marruecos: al margen de una farsa (1930).  Durante la II República se afilió al Partido Republicano Radical y fue gobernador civil de Albacete y Almería durante la etapa lerrouxista.

   Sus vivencias africanas lo empujaron a escribir una novela ambientada en Marruecos durante la guerra contra Abd el Krim. Su protagonista es un soldado de cuota en la versión de aquella época. Es decir, no el que se libraba del servicio militar mediante una redención a metálico sino el que, mediante pago, podía reducir el tiempo de permanencia en filas y elegir el destino. Sistema vigente hasta la Guerra Civil. La incorporación el Ejército de estos hombres, provenientes de familias acomodadas, produjo algunos efectos intangibles que Hernández Mir quiere reflejar. En primer lugar, los oficiales y –sobre todo- los suboficiales iban a moderar el maltrato y el abuso en presencia de hijos de familias influyentes. En segundo lugar, la universalización de la prestación hizo convivir a conscriptos de distintas extracciones sociales y procedencias geográficas, lo que permitió un conocimiento mejor de la realidad del país. Aunque esto, como está claro, dependía de la sensibilidad de cada quién. Estas ideas, propias de un reformista republicano moderado, son las que subyacen en la novela de Hernández Mir. No se trata de una gran obra literaria, sino de una obra pedagógica. El autor aprovecha la difusión popular de la novela para lanzar su visión del asunto. No era un anticolonialista, ni un antimilitarista furibundo; pero entendió que muchos de los peores aspectos de la tragedia se debieron a la improvisación, la negligencia y el abuso. El ejército igualaba a todos en el nivel de miseria de los campamentos del frente y el autor subtitula su novela: Una escuela de ciudadanos.

   El cuota protagonista -Pepín Gómez de la Riva- es un pollo bien hijo de senador vitalicio de los que hizo fortuna con la corrupción de las contratas. Su padre le paga el dinero correspondiente y accede a un regimiento de guarnición en Madrid que le permitía seguir llevando la vida muelle que acostumbraba. Los sucesos de Melilla obligan a que el regimiento se una a la fuerza expedicionaria y el conscripto, como todos los demás, se ve embarcado rumbo a la guerra: …faltaba gente para completar los cuadros y hubo que apelar a todos los que en la lista figuraban, nutriendo así con retazos de un regimiento un batallón incompleto, sin acémilas, sin ametralladoras, casi sin fusiles, y desde luego con gentes que apenas sabían disponerse a recibir instrucción para manejarlos. Fue un crimen enviar a la guerra soldados sin noción de lo más elemental para hacer frente a enemigo tan duro; pero como lo esencial era dar al país la sensación de que se hacía un esfuerzo proporcionando a la cuantía del agravio, se cometió ese delito de lesa patria y se hizo una vez más la comedia lamentable (páginas 23-24).
 Ante las hordas del Rif
Del Rif a Yebala
   Escrita con la facilidad de cronista, rápido en los detalles y sin mucho fondo, el libro es ante todo un alegato moralista. Unas escenas de cuartel, blocao y campamento en las que se combina la crítica de la imprecisión y el abandono con la esperanza regeneradora del sufrimiento del soldado. Los regimientos se agrupan en Tetuán antes de salir al frente; los soldados conocen los rigores de la escasez y el sufrimiento de la falta de preparación. La batalla descrita sin emoción, sin protagonismos. Los personajes adocenados como anónimos figurantes. El cuota es herido en el campo de batalla, nada grave. Pero la herida le llevará a conocer el sufrimiento de los hospitales de sangre y la recuperación se complica con infecciones y parásitos adquiridos en los centros sanitarios. Lo que no mataba el moro, lo remataba el contagio hospitalario. La regeneración la impone las rudas condiciones de la milicia; tanto a los hombres si esperanza que llegaban al Tercio como a los señoritos ajenos a la realidad social que son obligados a acudir a la guerra a pesar de su condición de cuotas. El final es una moraleja, la apertura del cuota a la vida real. Una novela simple y literariamente decepcionante pero que muestra una manera de pensar de ciertos autores reformistas.
Alianza contra el Rif


El Rif por España

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