OLANGUA, Augusto: Operarios
de última hora (Coculsa. Madrid 1955. 161 páginas + 1 hoja).
El padre Olangua
fue un misionero claretiano que vivió algunos años de su vida en Guinea, donde
fue profesor como atestigua una foto que he tomado del Fondo Claretiano. Como
otros muchos misioneros, dedicó algún tiempo a la escritura con artículos sobre
historia misional y con libros que tenían una intención apostólica entre los
que se encuentran dos novelas publicadas en 1955 e íntimamente relacionadas con
la Guinea entonces española: Operarios de
última hora y Una cruz en la selva.
Operarios de última hora es una floja novelita
de historias familiares y de contraposición entre las carreras de dos
sacerdotes, uno de los cuales elige las misiones en África. Olangua no da sitúa
la acción en sitios conocidos, pero no cabe duda de que se trata de un
misionero claretiano en Guinea Ecuatorial. No nombra ningún lugar, pero los
detalles descubren el país que, por otra parte, era el que el autor conocía
bien. Evidentemente, el padre Olangua no quería pasar a la historia de la
novela sino escribir un relato que tuviera un valor de propaganda apostólica.
Pero dudo de que lo consiguiera porque es una larga redacción de hechos sin
transcendencia. Su escritura –como su vida- estaba destinada a ser como una de esas semillas que el
viento traslada a sitios lejanos, donde, al fin, arraiga y produce nuevas
semillas (página 73). La esencia de la misión. Los misioneros eran unos
agentes muy especiales de la colonización. El Estado colonial dejaba en sus
manos parcelas tan importantes como la educación. Estado e Iglesia compartían
los mismos ideales colonizadores, no había contradicción. Y el misionero, con
mejor o peor fortuna y talente según la persona, se empeñaba en predicar la
religión y enseñar las primeras letras. El guineano animista podía aceptar sin
contradicción los principios generales de los mandamientos católicos, pero era
mucho más reacio a las normas de moral familiar o sexual que los misioneros
trataban de implantar en la sociedad indígena aunque con paciencia.
El padre Olangua con sus alumnos en Guinea
Está claro que
fueron los primeros en abrir caminos en la selva, fundar misiones alejadas de las
que surgirían poblados y en tener un contacto real con los pobladores. Por eso,
en muchos escritos de los misioneros hay importantes noticias de la vida en
Guinea en esos años. Notas etnográficas, sociológicas, etc. Aunque no es el
caso de Olangua, que apenas describe situaciones. Las escenas europeas, de
novela rosa, quitan protagonismo a las situaciones africanas del libro. Sí que
habla del negro con ese cariño paternalista de quien los considera en una
especie de infantilidad prorrogada. El misionero se arrogaba también una labor
de convertirlos no solo en católicos sino en ciudadanos tal y como se entendía.
Y escribía: El P. Fermín no se inmuta;
está acostumbrado a tratar con negros y sabe muy bien que son muy buenos, muy
serviciales, pero…negros (página 75). Estas líneas hoy no las hubiera
escrito porque hay una apariencia de racismo aunque quizás haya más una señal
de diferente grado de civilización que afectaba al sentido de la
responsabilidad.
Dibujo de Ledesma para la portada de la Memoria de la Delegación de Asuntos Indígenas de 1954
Inmediatamente
después de Operarios de última hora, el
padre Olangua publicó Una cruz en la
selva. Novela de similares características, de iguales motivaciones y con
la misma finalidad. Quizás más construida, con mayor intriga. Esta vez el autor
la sitúa en el alto Níger y los protagonistas son exploradores ingleses o de
otra nacionalidad, pero no españoles. Sin embargo, tal y como pasaba en un otra
novela, el sustrato de conocimiento nos lleva a Guinea Ecuatorial en esos años.
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