viernes, 8 de febrero de 2019

NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (22): LA RUTA de ARTURO BAREA.


BAREA, Arturo: La forja de un rebelde II: La ruta (Editorial Losada. Buenos Aires 1951. 248 páginas; Turner. Madrid 1984; Plaza y Janés. Barcelona 1986. 259 páginas; Biblioteca de El Mundo. Barcelona 2001; Debolsillo. Barcelona 2006. 344 páginas. Varias ediciones en cada editorial, a veces en colecciones diferentes y con distintas portadas.).




   Arturo Barea Ogazón  nació en Badajoz el  20 de septiembre de 1897. Quedó huérfano muy joven y se trasladó con su madre y hermanos a Madrid . Vivían en una buhardilla en Lavapiés. Unos tíos de Arturo le procuraron estudios en los Escolapios hasta los trece años en que se pudo a trabajar  de aprendiz en un comercio y en un banco. Llamado a filas en 1920, tuvo que ir a Marruecos como soldado de reemplazo, donde vivió la derrota de Annual. Allí ascendió a sargento (que entonces era clase de tropa) por su preparación: …era un sargento, es decir, una vértebra de la espina dorsal de cualquier ejército del mundo. La pared donde se estrellan los golpes de arriba –la oficialidad- y los de abajo –los soldados (página 13, siempre de la edición de Losada de 1951). Para un joven de pocos recursos, el sueldo y las corruptelas de sargento eran una buena paga que hacía atractivo el cargo. El trato que diera a los subordinados era una cuestión personal y derivaba de su formación intelectual y su sentido de la vida. Durante la República militó en la UGT y estuvo en el bando republicano realizando diversas misiones de carácter cultural y propagandístico. En 1938 se casó por segunda vez con la periodista austriaca Ilse Kulcsar, que sería la principal traductora de la versión inglesa de sus libros. Al finalizar la contienda se exilió a Inglaterra, donde consiguió la nacionalidad británica en 1948. Barea falleció en Faringdon, un pueblo del condado de Oxford, el 24 de diciembre de 1957. ​
   En Inglaterra comenzó a redactar unas memorias noveladas –La forja de un rebelde- en las que vislumbra su vida desde la distancia física y cronológica. Es un escritor claro, con un gran sentido social, que se ha desprendido de la radicalidad de la Guerra Civil pero sin renunciar a su modo de entender la literatura, es decir la denuncia de las situaciones injustas. La segunda parte de esas memorias –La ruta- tiene una mitad que se desarrolla en Marruecos, durante la guerra del Rif. Se publicó originalmente en inglés, en 1947.


   En Marruecos comprendió pronto la envergadura del desastre. Al ascender a sargento le mandan a una posición como encargado de unas obras y aprende que la corrupción está a la orden del día. Participó de ella en un sistema que favorecía el despilfarro y las ganancias ilícitas. Y con una filosofía que se reconoce hoy con la misma claridad que cuando la expresaba su personaje: …robar es quitar el dinero a alguien. Pero esto no es robar. ¿Quién es el Estado? Si robamos a alguien es al Estado, y bastante nos roba él a nosotros (p. 17).    Barea es sincero; aunque nunca sabremos lo que no contó. Relata el mecanismo de la trampa y su parte en ella. Empieza en junio de 1920, una época relativamente tranquila en la que las obras públicas gozaban de seguridad. Su narración es lenta, detallada, muy minuciosa en hechos, personajes y escenarios. Pero con una prosa y un ritmo que atrae al lector en la lectura y le conmina a seguir. Tiene alma de escritor, es observador y va a recordar los detalles de su vida militar para escribir estas memorias treinta años después. Los personajes están firmemente marcados y se hacen reales. Se puede considerar La forja de un rebelde como unas memorias o como una novela. Son las dos cosas pero la estructura que le da al relato, la abundancia de diálogos, la narración de los hechos permiten tratarla como novela autobiográfica. No son largas reflexiones sino que del repaso de su vida se comprende el pensamiento del autor.







   El aspecto que nos interesa, su vida militar en Marruecos, es clarificador. Es un hombre muy crítico. No nos presenta un Marruecos heroico o aventurero sino lugar de dolor y podredumbre: Durante los primeros veinticinco años de este siglo Marruecos no fue más que un campo de batalla, un burdel y una taberna inmensos (p 32). Es cierto que su visión está afectada por la derrota en la guerra civil y el exilio, pero su criterio literario es escribir para denunciar. Mostrar situaciones contrarias a su ideal. Con sinceridad: le repugnaba la corrupción pero participó de ella; no le gustaban los burdeles, pero los visitaba. Es un reformista que quiere que cambie la sociedad española de su época, su política, el sistema de gobierno. Todos los vicios patrios se recrudecían en Marruecos ante sus ojos,  los señala con ánimo de influir, de poder  marcar las cosas que debían cambiarse. Seguro que en Marruecos había gentes honradas, trabajadores normales y hasta héroes. Pero se centra en lo que estaba mal. Señala que el delito de uno puede afectar a todos: me puedo imaginar cuántos soldados han caído enfermos por no tener la manta que él había robado (p. 52). Pero hay un desánimo general, la impotencia frente a un sistema: Aquí o comes o te comen; no hay otra solución. Naturalmente ha habido gentes que han querido enderezar las cosas, pero todos han fracasado. Y lo peor es que si no robas, es lo mismo, te lo dan por hecho (p.52). No solo porque a su juicio el sistema estaba corrupto, sino porque los que más sufrían las carencias eran los soldados de reemplazo que procedían de las clases más bajas de la sociedad como el mismo Barea. Y lo cuenta con un ligero pesimismo.
   El escritor no era un guerrero ni le entusiasmaba la batalla. Por eso su relato se recrudece en los capítulos dedicados a la guerra. Se asombra ante personajes como Millán Astray y el modo de operar de la recién fundada Legión, el Tercio. No comparte el entusiasmo de conmilitones frente al enemigo, le repugna la violencia bélica que veía. Pero su contacto con la guerra, sargento de Ingenieros, era circunstancial. No había visto de cerca el horror del combate, solo cuando montaban un blocao o fortificaban alguna pequeña posición. Hasta que le tocó ir a Melilla tras la rota de Annual y, construyendo las defensas exteriores de la ciudad sitiada, comprendió lo que se estaba viviendo al ver los cadáveres insepultos, los muertos que aparecían por doquier y la desolación general. Escribía: Yo no puedo contar la historia de Melilla de julio de 1921. Estuve allí, pero no sé dónde; en alguna parte, en medio de tiros de fusil, cañonazos, rociadas de ametralladoras, sudando, gritando corriendo durmiendo sobre piedra o sobre arena, pero sobre todo vomitando sin cesar,  oliendo a cadáver, encontrando a cada nuevo paso un nuevo muerto, más horrible que todos los vistos hasta el momento antes (p. 90). Palabras clarificadoras sobre el estado emocional del soldado que llegó a recuperar el territorio perdido.
   Pero Barea se coloca en un plano distanciado de la realidad. Está en los hechos pero los describe como si no le afectaran. Está en la guerra pero no sufre el ardor guerrero ni asume su posición de soldado de una de las partes. Habla de la corrupción, de la que él participó, como si le fuera circunstancial, sin especial arrepentimiento. Era el sistema el que ponía a las personas en las situaciones sin que lo pudieran evitar, salvo los máximos responsables que, en vez de combatirlas, las impulsaban. No pone más énfasis en describir la guerra que la enfermedad –tifus-que padeció. También porque Barea sufrió más de tifus que de guerra. El que escribe es el escritor, no es el soldado.
   Sin duda es una de las novelas claves de la literatura de la guerra de Marruecos, a pesar de que solo le dedica algo más de cien páginas y que se limita a narrar algunos episodios de los que fue testigo y no la situación general. Pero los detalles están plasmados de tal manera que se puede comprender de manera amplia lo que podía estar pasando.
   En 1990 Mario Camus dirigió una serie para Televisión Española basada en la trilogía de Barea.




1 comentario:

  1. La obra de Barea me parece soberbia, máxime a la edad juvenil en que la leí.
    Conseguí precisamente el segundo ejemplar de la trilogía de la editorial Losada (que creo que es la primera edición en castellano) que muestras como segunda imagen. Los otros volúmenes de la trilogía en ediciones posteriores y patrias.
    No me importaría conseguir esa primera edición británica o esa otra portada que compartes de la editorial Losada, o completar la trilogía de Losada, aunque no es una búsqueda que me preocupe, simplemente en alguna búsqueda aleatoria por alguna feria de antiguo o rebuscando en alguna librería de lance me lleve una grata sorpresa, y si procede caerán en el zurrón.
    En cuanto a la trilogía en general me queda la imagen de profunda resignación frente a la condición humana, quizá sólo en el primer volumen muestra algo de rebeldía (en su época juvenil de empleado de banca) frente a las injusticias del sistema.
    La serie de TV creo que también es de gran calidad y refleja bastante fielmente la obra.

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