BORRÁS, Tomás: La pared de tela de araña (Editorial
Marineda. Madrid 1924. 305 páginas + 1 hoja; CIAP. Madrid 1931. 305 páginas; Editorial
Bullón. Madrid 1963. 277 páginas + 2 hojas; Círculo de Lectores. Barcelona
1977. 218 páginas + 2 hojas. Además se
publicó en Las mejores novelas
contemporáneas, tomo VI, 1920-1924 de Editorial Planeta en 1965 y en sus Obras selectas, tomo I, de la editorial
AHR en 1974).
Tomás Borrás Bermejo (10 de febrero de 1891 – 27 de julio de
1976) fue un escritor conocido y un periodista que alcanzó éxito. Vocacional de
la escritura, abandonó los estudios de Derecho y en 1911 ya colaboraba con el
diario La Mañana. Fue fundador de La Tribuna y su firma era habitual en
diarios como el ABC. Sobre 1928
empezó a posicionarse en una derecha radical, escribía en La Nación y, más tarde, pasó a ser militante de las JONS. Propagandista
del franquismo y activista político. Famoso por haber creado unos documentos con
los que justificar algunas acciones nacionales en Badajoz, falsificador eficaz
que llegó a engañar a algunos historiadores. Nunca dejó de escribir en los periódicos que
era su verdadera pasión. Estuvo casado con la tonadillera La Goya.
Fue autor de varias
novelas como La mujer de sal (1925) o
Checas de Madrid (1940), poesías,
cuentos, obras de teatro. No fue muy prolífico pero sí que tuvo un estilo
personal y una manera de narrar propia.
Tomás Borrás
Su relación con
Marruecos comenzó en 1920 como enviado del diario El Sol a la guerra. Le gustó el ambiente, la situación, la
experiencia. Fundó El Eco de Chefchauen
y llegó a dirigir el diario España de
Tánger. Una biografía breve se puede consultar en http://dbe.rah.es/biografias/9011/tomas-borras-bermejo
A Marruecos dedicó
una de sus mejores obras, La pared de
tela de araña (1924). A pesar de conocer el país y ser testigo de una
guerra cruel, Borrás prefiere la imaginación para recrear un país entre la
ficción y la realidad, un Marruecos auténtico e imaginado a la vez, un lugar
exótico. En esa época, sin tanta imagen ni información como ahora, el lector
podía ser engañado o, el menos, confundido en su ingenuo deseo de novedades.
El esquema de este
tipo de novela es sencillo y consiste en contraponer al europeo y al marroquí. El
español que se ve sorprendido por la vida de los marroquíes como protagonista
externo del relato. Borrás divide la
novela en tres partes. La primera, Tetuán, a los ojos de un español intrigado
con la vida de su vecino, al que poco a poco va conociendo. El moro, abandonado
por su mujer por tomar una segunda esposa más joven, queda atrapado en un
hechizo: la pared de tela de araña. Y con esto va desarrollando el argumento de
situaciones extrañas para el europeo, entre la magia y la credulidad
inconcebible. Es minucioso en detalles de ritos y costumbres, seguramente
tomadas de su experiencia marroquí, pero adornados hasta tocar la
falsificación. Muy descriptivo, lento en el desarrollo de la acción que no deja
de ser un cuento oriental. El amor imposible de culminar de un viejo por una
joven casi niña que Borrás describe con artificios: Mas el don divino, el que promete el Enviado por la eternidad al buen
creyente, el don del amor logrado y satisfecho, Abdala no le tenía. El fuego de
su imaginación era como una brasa enterrada que no da ni humo. Su deseo, tan
solo pensamiento (página 46 de la 1ª edición). Se recrea en las
expresiones, en las palabras, en las descripciones largas. No escribe mal, pero
es un estilo que se ha quedado antiguo para el lector actual. Pero Borrás
trataba de transmitir un ambiente distinto, un modo de vida diferente, una
sensación de diferencia para el lector español de entonces. Aunque la ficción
envolviera el paisaje y el decorado y fuera todo irreal por efecto de la
soberanía creadora. En eso estriba la esencia del exotismo. El autor enriquece
el simple relato del amor incumplido con sortilegios, engaños, juegos y
trampas. Un poco en la tradición de las mil y una noches, otro poco en el
costumbrismo marroquí a la manera de ver de los españoles.
En la segunda parte
el protagonista español se traslada a Xauen siguiendo el rastro de la historia.
Los primeros capítulos de esta parte son los más realistas, lo que el autor
conoce como testigo presencial. La guerra en las cumbres peladas de las
montañas, las escenas de combate, de posición de blocao; el sentir del soldado
de reemplazo convertido a la fuerza en guerrero. Pero la novela pierde el hilo
argumental y se convierte en un gran reportaje sobre la vida en la ciudad
conquistada. Y lo hace al estilo de los escritores coloniales españoles de esa
etapa, deteniéndose en tres o cuatro asuntos que les llamaban la atención. La
situación de la mujer (focalizándolo en la joven esposa raptada), la vida
religiosa musulmana con sus morabitos y tradiciones, los judíos relegados que
conservaban el idioma castellano arcaico y cantaban romances de cuando estaban
en España y la vida en campaña del soldado español idealizando el mando y la
disciplina.
En la tercera
parte, que se desarrolla en Yebala, el autor vuelve sobre la historia principal.
La joven esposa, divorciada ya del viejo incapaz, es raptada y llevada a las
montañas. La llevan a algún lugar escondido para destinarla a bailarina. Es una
prosa lenta, llena de detalles, barroca y poco efectiva. Comentarios para un
lector de hace cien años, con pocos conocimientos de lo que se trataba y con
menos distracciones que ahora para llenar el tiempo libre. La novela se alarga
innecesariamente, pero Borrás escribía así: con mucha descripción y la acción
justa para tener un argumento. Quiere mostrar el atraso local, el abuso, el
delito impune. No solo muestra el exotismo del oriente vecino sino que
establece una especie de moraleja en la que la justicia la llevaban los
españoles, sentido último del mensaje colonial.
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