DÍEZ DE TEJADA, Vicente: Cuando
se perdió el “Regente” (Los Contemporáneos nº 322. Madrid 26 de
febrero de 1915. 20 páginas. Ilustraciones de Romero Calvet).
Vicente Díez de Tejada fue un escritor popular a principios del siglo
XX, habitual en las colecciones de novelas cortas y en las páginas de las
revistas literarias como Blanco y Negro. Era telegrafista de profesión y
escribía mientras esperaba los telegramas que se recibían o mandaban. Estuve
destinado en Tánger antes de acabar en Barcelona. De esa residencia procede el
libro Cosas de los moros (Barcelona 1906) y del gusto exotista sus
traducciones de las obras de Pierre Loti. No sé si el autor vivió el episodio
del Reina Regente o lo escuchó en Tánger, donde quedó grabado en la
memoria colectiva de los habitantes de la ciudad.
El crucero Reina Regente era un poderoso navío de la escuadra
nacional botado en 1887. En 1895 llevaba
desde Cádiz a Tánger a la embajada que el sultán de Marruecos había enviado a
Madrid para negociar un nuevo tratado de comercio tras los sucesos de Melilla
de 1893. Una vez cumplida la misión, regresaba a España cuando un temporal en
el estrecho lo hizo desaparecer. Puede que el barco tuviera un problema con los
cañones que lo armaban que pudieron desestabilizar su desplazamiento. El caso
es que los habitantes de Tánger fueron testigos de su desaparición tras el
oleaje, espectáculo que se pudo divisar desde las ventanas de las casas. El
naufragio se cobró la vida de sus 412 tripulantes, la dotación completa.
Crucero Reina Regente
Díez de Tejada aprovecha el episodio para escribir una historia con los
ingredientes del gusto de la época. Por un lado las referencias a Tánger,
disimulado en la novela como Tancha, lo que le daba un complemento
exotista al relato. Por otro, la situación melodramática de la joven casada sin
amor con una aristócrata destinado en la ciudad. Con esos mimbres básicos, Díez
de Tejada se atreve con un retrato de la sociedad europea en la capital
diplomática del imperio marroquí. Muchos de los personajes son fáciles de
identificar con personalidades españolas del Tánger de la época, a algunos les
ha cambiado el nombre otros permanecen con el suyo propio como el padre
Lerchundi o el doctor Cenarro. Una
sociedad burguesa de expatriados que gozaban de la buena situación en
Marruecos. Reuniones mundanas con conversaciones insustanciales en las que
pasaban el tiempo personajes de mayor o menor interés. La novela es el reflejo
de esas veladas cuando, en una de ellas, asisten a la pérdida del barco.
Después discurrirá por aires melodramáticos que llevan la vida y la muerte de
patronos y criados.
Con el estilo ampuloso que caracterizaba al autor cuando se paraba en
descripciones, escribía: Proyectándose confusamente sobre el fondo, de una cerrazón caótica, que
lo envolvía, continuó avanzando el navío, perseguido por los canes aulladores
de los vientos, penetrando un horizonte cárdeno resquebrajado por los dardos de
fuego de la centella y ensordecido por el desgarrador alarido del trueno… La
naturaleza entera protestaba contra aquella temeridad homicida; contra aquel
alarde bárbaro de valor inútil; contra aquella locura imperdonable, ni
disculpable, siquiera. Cuando los dioses hablan, los hombres deben enmudecer.
¡Ay, que aquel día nefasto, los hombres creyéronse dioses también, y también se
rebelaron, y también fueron precipitados al abismo! ¡Perdóneos Dios,
conductores de hombres, que ciegos o vesánicos despeñasteis vuestros rebaños por
las quebradas del precipicio, hasta el fondo sin fondo de la sima insaciable…!
Entre las historias enlazadas se puede ver una de las primeras
referencias en la literatura española a la vida tangerina, un retrato
incompleto y parcial pero seguramente ajustada de algunas actividades de la
ciudad, ya habitada por una importante colonia extranjera. Como era habitual en la colección Los Contemporáneos, el relato se halla magnificamente ilustrado por Romero Calvet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario