martes, 6 de agosto de 2013

CUANDO SE PERDIÓ EL "REGENTE" de VICENTE DÍEZ DE TEJADA

DÍEZ DE TEJADA, Vicente: Cuando se perdió el “Regente” (Los Contemporáneos nº 322. Madrid 26 de febrero de 1915. 20 páginas. Ilustraciones de Romero Calvet).
   Vicente Díez de Tejada fue un escritor popular a principios del siglo XX, habitual en las colecciones de novelas cortas y en las páginas de las revistas literarias como Blanco y Negro. Era telegrafista de profesión y escribía mientras esperaba los telegramas que se recibían o mandaban. Estuve destinado en Tánger antes de acabar en Barcelona. De esa residencia procede el libro Cosas de los moros (Barcelona 1906) y del gusto exotista sus traducciones de las obras de Pierre Loti. No sé si el autor vivió el episodio del Reina Regente o lo escuchó en Tánger, donde quedó grabado en la memoria colectiva de los habitantes de la ciudad.
 

  El crucero Reina Regente era un poderoso navío de la escuadra nacional botado en 1887.  En 1895 llevaba desde Cádiz a Tánger a la embajada que el sultán de Marruecos había enviado a Madrid para negociar un nuevo tratado de comercio tras los sucesos de Melilla de 1893. Una vez cumplida la misión, regresaba a España cuando un temporal en el estrecho lo hizo desaparecer. Puede que el barco tuviera un problema con los cañones que lo armaban que pudieron desestabilizar su desplazamiento. El caso es que los habitantes de Tánger fueron testigos de su desaparición tras el oleaje, espectáculo que se pudo divisar desde las ventanas de las casas. El naufragio se cobró la vida de sus 412 tripulantes, la dotación completa.
Crucero Reina Regente
   Díez de Tejada aprovecha el episodio para escribir una historia con los ingredientes del gusto de la época. Por un lado las referencias a Tánger, disimulado en la novela como Tancha, lo que le daba un complemento exotista al relato. Por otro, la situación melodramática de la joven casada sin amor con una aristócrata destinado en la ciudad. Con esos mimbres básicos, Díez de Tejada se atreve con un retrato de la sociedad europea en la capital diplomática del imperio marroquí. Muchos de los personajes son fáciles de identificar con personalidades españolas del Tánger de la época, a algunos les ha cambiado el nombre otros permanecen con el suyo propio como el padre Lerchundi o el doctor Cenarro.  Una sociedad burguesa de expatriados que gozaban de la buena situación en Marruecos. Reuniones mundanas con conversaciones insustanciales en las que pasaban el tiempo personajes de mayor o menor interés. La novela es el reflejo de esas veladas cuando, en una de ellas, asisten a la pérdida del barco. Después discurrirá por aires melodramáticos que llevan la vida y la muerte de patronos y criados.

   Con el estilo ampuloso que caracterizaba al autor cuando se paraba en descripciones, escribía:    Proyectándose confusamente sobre el fondo, de una cerrazón caótica, que lo envolvía, continuó avanzando el navío, perseguido por los canes aulladores de los vientos, penetrando un horizonte cárdeno resquebrajado por los dardos de fuego de la centella y ensordecido por el desgarrador alarido del trueno… La naturaleza entera protestaba contra aquella temeridad homicida; contra aquel alarde bárbaro de valor inútil; contra aquella locura imperdonable, ni disculpable, siquiera. Cuando los dioses hablan, los hombres deben enmudecer. ¡Ay, que aquel día nefasto, los hombres creyéronse dioses también, y también se rebelaron, y también fueron precipitados al abismo! ¡Perdóneos Dios, conductores de hombres, que ciegos o vesánicos despeñasteis vuestros rebaños por las quebradas del precipicio, hasta el fondo sin fondo de la sima insaciable…!

   Entre las historias enlazadas se puede ver una de las primeras referencias en la literatura española a la vida tangerina, un retrato incompleto y parcial pero seguramente ajustada de algunas actividades de la ciudad, ya habitada por una importante colonia extranjera. Como era habitual en la colección Los Contemporáneos, el relato se halla magnificamente ilustrado por Romero Calvet.

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