lunes, 20 de enero de 2014

NOSTALGIAS COLONIALES (3). CASINO DE SANTA ISABEL de GEMMA FREIXAS

FREIXAS, Gemma: Casino de Santa Isabel (Editorial Proa. Barcelona 2013. 201 páginas).
   Dentro de la literatura nostálgica, con mayor o menor carga crítica, hay una línea de libros de memorias o recuerdos de antiguos coloniales. No son novelas propiamente dichas, sino las emociones pasadas de los que vivieron allí y comprenden que en su historia hay algo de singular, de diferente: El mundo perdido de las colonias. En este aspecto, hay algo de novelesco aunque correspondan a las vivencias reales. Y mucho de nostalgia. Todos ellos escritos después de la independencia de Guinea, tras haber reposado las emociones y filtrado la memoria. Recuperando estos relatos, nos encontramos con Apuntes en el camino (Sevilla 1977) de Enrique Soria Medina, parcialmente dedicado a Guinea. López Vicario recopiló su experiencia colonial en el libro En Guinea Ecuatorial, historiando sus venturas y desventuras (Valencia 1988). Y Carlos Fleitas Alonso hizo lo propio en Guinea. Episodios de la vida colonial  (Madrid 1989). Fernando García Gimeno, un antiguo colonial que ya es imprescindible en este tipo de literatura y que compagina los libros con las web, publicó su primera colección de andanzas en El paraíso verde perdido (1999).

   Especial interés tiene la parte de memorias referidas a Guinea del que fue el primer embajador español y vivió los acontecimientos narrados en la novela de Freixas. Juan Durán-Lóriga: Memorias diplomáticas (Madrid 1999).

   
   Más recuerdos guineanos los encontramos en Guinea en mi corazón (2002) de María del Carmen Lorenzo Delgado antigua residente en Batanga y Cacariaca,  Así en Guinea como en el cielo (2013) de Pedro Sanz Lallana y De Cieza a Fernando Poo (2013) de Amelia Pedreño emotivo libro en el que la autora cuenta la vida de su suegro en las tierras tropicales.

   También hay varias aportaciones catalanas a esta nostalgia guineana. Dieciocho años pasó en Río Muni Agustí Lorenzo Gacia que dio a la luz pública Vivències de Guinea (Barcelona 2001). Y seis fueron los pasados en Fernando Poo como funcionario por Joan M. Rubiés Trias, que nos deja el libro Històries de la Guinea Espanyola (Barcelona 2013). Estas aportaciones, y la novela de Freixas, nos dejan ver que la colonia catalana en el dominio español fue numerosa.


   Dentro de este panorama la única autentica novela es Casino de Santa Isabel. Está escrita en catalán y, por ahora, no ha sido traducida. Gemma Freixas conoce la colonia porque sus padres residieron allí y puede construir un ambiente basado en las experiencias familiares y las referencias escuchadas. Pero prefiere adornar estos recuerdos heredados dándoles un argumento de ficción que le permita desentrañas algunas de los vicios coloniales. Así construye una novela casi negra a través del asesinato de uno de los jefes del sindicato del cacao fernandino. Pero no hay que engañarse, no es una novela de crimen e investigador, sino que con ello trata de mostrar la sociedad española en Guinea en el último instante de la colonización, es decir en el primero del nuevo país independiente. La Guinea de Macías ya tenía un precedente en la literatura catalana con el raro libro de Miquel Ferrá Crònica de Guinea (1988) pero que, aunque tiene constantes referencias a la historia guineana, se trata de una novela post colonial y barcelonesa.

   La vida revuelta de los últimos españoles cuando se está desmontando la administración interpuesta. Es interesante rescatar el fraude que existió con las subvenciones. El cacao de la Guinea española era de mucha calidad, pero muy caro. En parte se debió a la política franquista de pagar salarios más altos que otros países competidores. Eso atrajo a los braceros de otras colonias, pero hizo muy poco competitivo el producto. Para evitarlo, se subvencionó. Con esto se consiguieron efectos perversos. Unos, que el chocolate español se hiciera con menos porcentaje de caco que el de otros países, sustituyéndolo por manteca o harina. Era ese chocolate tan malo que comíamos los niños españoles que ahora tenemos una edad. Por otro lado, algunos productores se dieron cuenta del negocio que era comprar cacao en Cabo Verde, por ejemplo y cobrar la subvención como si lo produjeran sus fincas. Una vez exportado, se recuperaba con creces el precio de compra. Si a este turbio asunto añadimos los ingredientes típicos de la trama colonial: Sexo con indígenas, abuso de poder, racismo…, tenemos un punto de partida para hacer interesante un relato. Pero este tipo de libros tienen una dificultad: Que narrar el ambiente descuide la tensión del argumento policial y viceversa. Tal vez en esa dificultad está la debilidad de la novela.


   La novela cobra intensidad según discurre un argumento al que le falta un poco de intriga inicial. Y la autora aprovecha para introducir un hecho determinante en la historia guinea, una serie de sucesos que comenzaron con una guerra de banderas, siguieron con la extraña muerte de Atanasio Ndongo, continuaron con la salida de la Guardia Civil por las calles de Santa Isabel y acabaron con la salida masiva de españoles y el desastre consiguiente de la nueva república. Unos hechos que fueron clasificados enseguida como materia reservada y que quedan pendientes de un estudio en profundidad. Tal vez la autora da por sabidos los acontecimientos y no los explica –con algún párrafo más- a los lectores no familiarizados con esta historia. La resolución de la novela es simple, podía haber imaginado al más retorcido pero es una solución ajustada a lo que pudo pasar en un momento de choque de intereses en un país sin autoridad efectiva. Algunas suposiciones sobre un posible apartheid parecen fuera de la lógica histórica pero dentro de la soberanía del narrador.

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