DE LOS LLANOS ÁLVAREZ, Luis:
Carne de gallina (Editorial De Librum Tremens. Madrid 2012. 435
páginas).
JIMÉNEZ GÓMEZ-CHOSLY, José:
El morisco de Annual (GEEPP Ediciones. Melilla 2013. 371 páginas y 1
hoja).
Y
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a he dedicado en este blog varias
entradas a novelas sobre el desastre de Annual y, en general, la campaña de
1921 a 1927. Pero siguen apareciendo novedades con esta temática por lo que he
decidió agruparlas, junto a otras novelas publicadas desde la fecha de los
hechos, en una categoría que englobe este ciclo narrativo que se va haciendo
tan extenso.
Luis de los Llanos ha escrito una novela desigual pero interesante. Con
una técnica usual en la novela histórica, sitúa a los personajes en el contexto
español, europeo y marroquí que va desde 1909 a 1927. En su mayor parte se
trata de una novela sobre el Marruecos español, pero no es necesariamente una
novela bélica puesto que los personajes deambulan por otros cometidos. Es
desigual porque el autor se empeña en explicar la historia, lo que ocurrió en
Barcelona en la Semana Trágica, cómo se inició la I Guerra Mundial o las
campañas de Marruecos. Parece no fiarse
de los conocimientos de historia del lector o de su capacidad para informarse
si lo estimara necesario. Pero estas ilustraciones rompen el ritmo del relato y
de las aventuras de los protagonistas y, en definitiva, hacen más pesada la lectura. Es cierto que
enmarcar a los personajes en la historia en la gran dificultad de este tipo de
libro, ni siquiera un maestro como Galdós lo resolvió correctamente en todos
sus Episodios.
No se puede decir que sea una novela militar, es más bien una novela de
aventuras. Entiendo que aventuras son los episodios de un grupo de desgraciados
que tratan de sobrevivir en una España pobre y cerrada. Que le sirven al autor
para criticar severamente la sociedad de la época, la injusticia y la
dificultad de las clases bajas para progresa. Dentro de los sucesos, los
protagonistas acaban en los alrededores de Melilla cuando se derrumba la
Comandancia en 1921 y, por circunstancias que no se deben revelar para no
estropear la lectura, acaban en La Legión. No faltan escenas de guerra,
ataques, defensa de blocaos… El carácter crítico se ve también en la parte
militar: la corrupción de los mandos, la corrupción en los servicios, la
desigualdad entre española y, sobre todo, la crueldad de una guerra sangrienta
en la que la venganza es un elemento importante y el terror se tolera en ambos
bandos. Los personajes saltan con facilidad de un escenario a otro, actúan con
total amoralidad porque son unos pícaros en las lindes de la delincuencia
buscando su mejor futuro. Son muy interesantes las descripciones de la vida de
campaña y la de los escenarios reales en los que se desarrollan los capítulos.
Porque los desgraciados que protagonizan la historia pasan de las Minas de
Uixan (San Juan de las Minas) a los campamentos del frente y van recorriendo la
costa hasta Melilla huyendo de los rifeños que acababan de derrotar a
Silvestre. No hay falsa realidad ni imposturas de imaginación.
La novela llegará hasta el desembarco de Alhucemas. Es la lucha por la
vida entre dos bandos de desarrapados que perderán siempre y que sólo se
benefician de los acontecimientos en tanto en cuando arramblen con el fruto del
pillaje, el hurto o la violencia. Pero que arriesgan la vida cada día. Llanos
escribe: Los soldados peninsulares, valiente chusma, han escoltado a una
numerosa brigada de obreros que van a poner en funcionamiento el aeródromo
cuanto antes, junto con el pelotón de castigo y los pocos cabileños que acuden
en busca de trabajo, cualquier trabajo. Cabe decir que, tal y como avanzamos en
la reconquista, no es que los poblados vayan cambiando de bando; sencillamente,
tras liberarlos del “colonialismo infiel”, el harca rebelde no les proporciona
un medio de subsistencia más allá del inmediato pillaje, y de la libertad no se
vive. En cambio, el escuálido jornal del colonizador da para comer varias veces
a la semana. Y la alternativa al mísero salario es el trabajo de sol a sol en
los predios se los señores de la cabila, los mismos que los arrojan en pos de
la batalla para abandonarlos luego a las feroces represalias de los legionarios
cuando, con todo perdido, hacen las paces con las autoridades coloniales. Mientras cabía la posibilidad de obtener
botín, estaba bien esto de hacer la guerra, pero estos soldados del Tercio no
se andan con chiquitas ni se dejan mutar como los reclutas (p.239).
El final de la novela es pobre. Vuelve a primar la lección de historia
sobre la acción que enganchó al lector.
José Jiménez, guardia civil con destino en Melilla, también se atreve a
asomarse al pozo sin fondo del desastre de Annual. Como es habitual en este
tipo de narrativa, aprovecha al soldado de reemplazo para dar su visión de lo
ocurrido. En este caso un morisco: Soy morisco, mi coronel. Llaman así a la
gente de Almogía, provincia de Málaga (página 39). Pero tiene un elemento
de originalidad que lo aparta del simple relato militar, el soldado es un
experto en caballos que adorna la narración con un conocimiento profundo de
estos animales y de su papel en la campaña. También, como es normal en un autor
bisoño, el hilo argumental es demasiado lineal, no rompe la acción principal
con otras paralelas de intensidad y es excesivamente minucioso en lo
intrascendente. Casi toda la primera parte, salvo los capítulos iniciales que
sirven de presentación de los personajes, es el ágil relato de la huída desde
Annual tras la caída de la posición. Ya hemos visto otras novelas de la huida
de un soldado, empezando por Imán de Sender. La segunda parte se
desarrolla durante la Guerra Civil en la provincia de Málaga y el regreso del
que fue soldado colonial a Marruecos para reencontrarse con el amor y la
venganza.
Jiménez opta por una novela donde los valores como el compañerismo, la
amistad, la solidaridad o el amor se imponen al odio y la venganza. El amor
entre español y rifeña es el símbolo de esta esperanza en la gente sin
distinguir naciones. Es un relato sencillo y pulcro.
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