EVITA, Leoncio: Cuando
los combes luchaban (CSIC-IDEA. Madrid 1953. 101 páginas. Introducción de
Carlos González Echegaray. Dibujos del autor; AECI. Madrid 1996. 124 páginas.
Estudios introductorios de Carlos González Echegaray, Augusto Iyanga Pendi y
Donato Ndongo-Bidyogo; SIAL. Madrid 2016. 104 páginas. Prólogo de Augusto Iyanga Pendi. Edición e introducción de José ramon Trujillo).
JONES MATHAMA, Daniel: Una
lanza por el Boabí (Tip. Cat. Casals S. L. Barcelona 1962. 310 páginas).
Los primeros guineanos que vieron publicada una novela merecen un
comentario. En ellos concurría la doble condición de guineanos y de españoles,
ya que nacieron en la etapa colonial. Y dieron a la luz dos libros escritos en
español ya que sus idiomas maternos eran ágrafos. Tiene la importancia de ser
pioneros en una literatura nacional que hoy se va desarrollando
convenientemente.
El primero de ellos fue Leoncio Evita, nacido en 1929 cerca de Bata y
muerto en 1996. Fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Bata dadas sus
condiciones para el dibujo. Empezó colaborando en la revista Poto-Poto. Durante
algún tiempo residió en Camerún. Y su afición por la lectura y escritura le
llevó a inaugurar la novela guineoecuatoriana en español. Es un personaje
controvertido. Unos lo ven como el claro ejemplo de aculturización, de
demostración de que el colono destruyó la cultura local. Tal vez como un
ejemplo de dominio colonial perfecto o de sometimiento voluntario. Otros
entienden que es ejemplo de superación cultural, de asimilación de nuevos modos
de conocimiento, entre ellos el uso de la escritura, de progreso o evolución
desde su tradición (algo viejo desde los romanos). En este segundo aspecto se
encuadra el prologo a la 1ª edición de Carlos González Echegaray que fue
seguramente el que corrigió ortográfica y sintacticamente el manuscrito
originario. En la novela leemos: “Los blancos –decía en varias ocasiones-
han sido enviados por Rambé (Dios) para que nos traigan civilización”, palabras
que algunas veces fueron mal consideradas, especialmente por su consejero. Los
cierto es que, aunque el salvaje no sabía atribuir a los blancos la precisa
calificación, éstos, a pesar de su interés por traficar, habían traído la más
sana intención de civilizar (página 43 de la 2ª edición). Hoy ningún
africano escribiría así, y muy pocos europeos. Es inevitable hablar de estas
contradicciones cuando se trata de colonización.
Se trata de un relato ingenuo pero que tiene el interés de revelar
algunos datos sobre la vida de los ndowés a finales del siglo XIX, cuando
empezaban a aparecer los primeros blancos y cuando los primeros fang llegaban a
la costa continental. El autor era católico y la influencia de los misioneros
españoles se nota en la visión que da de los protestantes y de las sectas
tradicionales, los bwetí, que eran mucho más inofensivas de lo que señala
aunque siempre quede la sospecha de canibalismo, y en el entusiasmo que
demuestras por la presencia española. Los aspectos relativos a la vida en el
bosque, los peligros de la selva y la descripción costumbrista de sus
habitantes resultan todavía atractivos.
Dibujo de Leoncio Evita para su novela
El fernandino Jones escribió una novela más
larga, tal vez demasiado. Pero no fue una empresa de los colonos para mostrar
el progreso de los indígenas sino que fue publicada modestamente en Barcelona
por el autor. Es mejor escritor que Evita y tiene algunos puntos en común con
él. En primer lugar, la época en que se desarrollan los hechos, a finales del
siglo XIX y principios del XX. En segundo lugar, el ambiente de guineanos
integrados en la nueva sociedad colonial (todavía incipiente) a través de la
influencia de los misioneros católicos y protestantes. En tercer lugar, la
aceptación de ambos autores de la nueva sociedad y de sus enseñanzas. No se
muestran rebeldes al poder colonial sino agradecidos a lo que les aportaron.
Los misioneros católicos y protestantes, escribía Jones, cumplían su
cometido de buena fe y acertado criterio (página 24). Quizás ahora se
prefiera al africano rebelde contra los colonos y crítico absolutamente con
todo lo que llevaron los europeos, incluido lo que les aprovecha. Se sospecha
de la sinceridad de estos sentimientos. Pero el autor se justifica: ¿Acaso
existe alguna nación europea que no haya sido oprimida o no haya estado bajo la
tutela de otra nación más poderosa? ¿No ha sacado gran provecho de aquella
opresión? (página 48). Es admitir que el progreso requiere imposición
dolorosa. Y en cuarto lugar, ambas novelas describen un ambiente que podríamos
llamar de costumbrismo indígena que nos da muchas pistas de cómo era la vida en
ese lugar y esa época. Hay muy pocas fuentes directas sobre la vida en Guinea
en esos años y estas aportaciones, aunque sean dentro de novelas, son de gran valor.
Jones, perteneciente a la élite fernandina, narra sobre los bubis con un
cierto alejamiento, como si no fueran iguales y como si se sintiera más próximo
a los misioneros blancos. Los fernandinos no eran indígenas de Guinea sino
descendientes de esclavos liberados por la marina británica o de hombres libres
de color establecidos en la isla de Fernando Poo. Su modo de vida estaba más
occidentalizado y su nivel económico era alto. Solían hablar español e inglés y
eran emancipados, es decir que tenían la plena capacidad jurídica en
contraposición con los bubis. Jones acepta la influencia europea para subir el
nivel cultural y para terminar con situaciones de dominio basadas en la magia o
la superstición. En su novela hay mucho de esto aunque no renuncie a la
sabiduría tradicional. Hay una crítica a la posición machista secular del
africano. La novela plantea, en su escenario de San Carlos, el choque entre dos
modos de vida y la atracción que para los bubis ofrecía la nueva ciudad de
Santa Isabel y, en menor medida, San Carlos.
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