LÓPEZ HIDALGO, José Antonio:
La casa de la palabra (Debate. Madrid 1994. 188 páginas; Ideas. Santa
Cruz de Tenerife/Las Palmas de Gran Canaria 2007. 255 páginas).
La revista Debats, publicada por la Diputación de Valencia, ha
dedicado su nº 123 a la literatura de Guinea. En este número aparece un
artículo de J. F. Siale Djangany titulado “Hilvanando derechos en la literatura
colonial sobre Guinea Ecuatorial”. Me llamó la atención, al leerlo, que el
autor se refiriera a La casa de la palabra como ejemplo de la literatura de
apología colonial. Lo mismo hizo con otra novela mía. No recordaba yo eso y
volví a leer el libro de López Hidalgo. Me parece que Siale, para apoyar su
victimismo colonial, coge el rábano por las hojas y hace decir a algunos
autores cosas que no dicen, solo para que coincidan con la tesis prevista al
escribir el artículo. Para criticar la colonización no hace falta recurrir a
este método porque hay ya abundante literatura apologista y justificadora a la
que se puede recurrir para subrayar argumentos y doctrinas. Los abusos
coloniales (la colonización fue en sí misma un abuso en términos absolutos)
deben ser criticados sin tergiversar las fuentes.
La casa de la palabra no es una
justificación de la colonización, más bien al contrario. Eso no significa que
el autor no pueda colocar personajes o situaciones que representen un
anacronismo y traten de explicar mentalidades pasadas. No se trata de justificar
esa mentalidad, solo de reflejarla. La novela aborda formas distintas de
entender el hecho. La vieja guineana que no disimula la añoranza del pasado, la
joven española que busca sus raíces sin entender muy bien lo que pasa en el
nuevo país, y un complejo conjunto de personajes distintos y opuestos
diseminados entre los dos tiempos del libro, el pasado colonial y el presente
de la época en la que el autor vivió en Guinea Ecuatorial (principios de los 90
del siglo XX). Cada uno en su esfera de mundo, en su percepción personal. Una anciana que, frente a los problemas que
ve en la sociedad que la rodea, se imagina una falsa solución en el pasado
español. Y la joven cooperante, buscando su camino, de la que escribe el
novelista: Carolina pensaba que se había hecho enfermera por esa estrategia
supuestamente altruista de quienes se buscan a sí mismos aliviando los
padecimientos de los demás, o reconociendo su propia salud en la enfermedad de
los otros. De ningún modo se hubiera atrevido a identificar en su vocación una
huida, la necesidad de apartarse de cierto aire de indiferencia hacia todo que
se arrie4sgaba a heredar de su madre y de cuya proximidad sólo se podía escapar
sabiéndose requerida por alguien que sufriera más que ella (páginas 14-15).
En la novela los personajes tienen todos
alguna deuda con el pasado o con ellos mismos. Se entrelazan en una historia de
frustraciones o de insatisfacciones. Se buscan en Basilé. Y
creen que en el pasado están las claves para remontar su estado de espíritu. Por eso la historia colonial
es tan importante en el relato aunque el autor indaga más en lo íntimo que el
lo histórico. Es una pena el comentario de Siale porque La casa de la
palabra es una de las mejores novelas que se han escrito sobre Guinea
Ecuatorial.
Una crítica al libro puede verse en:
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