La novela Tres caminos es una simple curiosidad en
la literatura colonial hispanoafricana. Su autor la firmó con seudónimo pero
sin ocultar su verdadero nombre en la misma portada. Era un funcionario del
Cuerpo General Administrativo de África que trabajó en Larache. Había sido
voluntario en la División Azul. Y, tras la independencia de Marruecos, lo
situamos en Santa Cruz de Tenerife trabajando en Radio Juventud.
La novela es una
muestra trágica del género rosa. Las relaciones de un oficial con tres mujeres
marcadas por el sentido de responsabilidad
y la determinación rígida del destino que hoy son ideales o costumbres
desaparecidas. Es una novela que se desarrolla en Larache y en el Rif, pero en
la que no vemos literatura de contenido colonial. Es una novela íntima de poca
trascendencia.
El único interés
para referenciarla aquí, es porque demuestra que en que en los primeros años de
la posguerra española, las rancias relaciones de noviazgo y casamiento de los
españoles se trasladaron sin cambios a
los españoles de Marruecos. Que los códigos morales y religiosos se reprodujeron
sin variación. Y que en la literatura de estos autores aficionados de ideología
franquista, se consideraban tabúes algunos comportamientos corrientes y
generalizados como el uso de la prostitución con las naturales del país.
Tres caminos que se explican en una
frase: ¡Malditas seáis todas y maldito
sea yo! Tres mujeres… ¡Tres caminos que únicamente han servido para conducirme
a la desesperación, al remordimiento y al dolor…! (página 178), que resumen
el argumento: la palabra dada como ley moral que había que cumplir (la promesa
de matrimonio) por encima de la felicidad y el amor.
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