HUESCA, Federico: Zajara (Tipografía de los
Huérfanos. Madrid 1889. 326 página y 1 hoja. Prólogo de Vicente Riva-Palacio).
Tánger siempre fue una aspiración española. Pero era asimismo la llave
sur del estrecho de Gibraltar que, tras la apertura del canal de Suez, tenía
una importancia geopolítica enorme. Francia no deseaba que España poseyera las
dos orillas, ni que Gran Bretaña tuviera Gibraltar al norte y Tánger al sur.
Los británicos tampoco deseaban que Francia prolongara sus posesiones argelinas
por la costa mediterránea de Marruecos. Al final, se llegó a una solución de
compromiso, original atractiva, poco política, pero respetada. La zona de
Tánger se convirtió en internacional con una administración plurinacional.
Tánger había sido tradicionalmente la capital diplomática del reino de
Marruecos que cerraba sus ciudades a los extranjeros. En la ciudad del norte se
concentraban las embajadas, llamadas entonces legaciones. Entre el ambiente
diplomático y el de ciudad internacional, Tánger acogió una sociedad variopinta
y diversa que dio argumento a mucha sobras literarías y artísticas.
Los españoles también miraron a Tánger para situar algunas novelas.
Quizás la primera de ellas es Zajara de Federico Huesca. El autor fue un
diplomático nacido en Madrid en 1841, trabajó en las embajadas de Florencia y
Vaticano como agregado y en la de Tánger como cónsul. También estuvo como
ministro plenipotenciario en El Cairo. Su actividad política se concretó en los
cargos de gobernador civil de Almería y Lugo. La novela es un ejemplo de los
libros que se hacía en aquella época: Buen papel, buena tipografía, excelentes
ilustraciones que jalonan los capítulos, y una pobre calidad literaria.
Los descubridores del oriente cercano que era Marruecos adolecieron de
escasa imaginación y compusieron novelas tediosas. Se les ve ansiosos de
intervenciones coloniales y desprecian a la sociedad marroquí a la que desean
cambiar según el modelo europeo. En Zajara encontramos todos los tópicos
de la literatura colonial al uso. Se concreta en el argumento principal del
libro: Un español que se enamora de una mujer árabe, casada, y no para hasta
conseguir raptarla con la ayuda de sus amigos. Este delito está, a la vista del
novelista, perfectamente justificado por el maltrato intrínseco al árabe, la
condición subordinada de la mujer en Marruecos y el desconocimiento del
cristianismo. Hoy estas razones nos resultan indignas, pero entonces parecía
calar en la mentalidad del lector medio. Huesca, en su dedicatoria al embajador
mejicano y autor del prólogo el general Riva-Palacio, asegura que los hechos
narrados son ciertos: una historia amorosa de la que fui testigo y cuyos personajes
fueron para mí muy estimados.
En Huesca está. Pues, la contradicción entre el europeo avanzado y noble
y el moro atrasado y bárbaro. Al protagonista español lo describe así: Bajo
la apariencia de frivolidad era Guillermo hombre de mucho juicio y reflexión,
su sangre ligera, su sensibilidad exagerada, su apasionamiento por el ideal, le
conducían como por la mano a la aventura de la mora que le abría un nuevo
escenario, con una actriz y un drama desconocido y completamente nuevo para él
(p. 23). Sin embargo, el marroquí le merecía esta opinión: Mohammed Dakaly
como la mayoría de los moros tenía noble aspecto, y cierta altiva arrogancia
que daba interés a su personalidad; sus labios gruesos, su color cetrino, la
barba escasa y rizosa, hacían dudar de su pura estirpe y descendencia directa
de los españoles, en lo que fundan su orgullo los verdaderos moros, que son los
que monopolizan los altos destinos de la administración marroquí. No era menos
mojigato e hipócrita que sus correligionarios, así que siempre que estaba en
público pasaba las cuentas del rosario entre sus dedos más probablemente que
recitando versículos del Corán, echándolas del tanto por ciento que le dejaría
de beneficio algún negocio… Apóstata de su religión en cuanto convenía a su egoísmo,
no copiaba de los cristianos, sin embargo, el trato respetuoso y la alta estima
de que goza la mujer en nuestra sociedad, condenando a Zajara a vivir encerada
en su casa rodeada de tristeza y melancolía, respirando solo una atmósfera de
sensualismo, de que ella instintivamente protestaba (pp. 105-106).
Ilustración de la novela Zajara.
Dejando aparte estas notas propias de la mentalidad de la época, al
novela contiene también interesantes notas sobre la vida europea en la ciudad a
finales del siglo XIX y, especialmente, de la vida diplomática. Quizás sea eso
lo más interesante para el lector actual. Huesca es un hombre acostumbrado a
usar la escritura para desarrollar su profesión y se nota soltura para expresar
aunque no es un escritor de oficio. Pero Huesca no tiene la capacidad de
penetración en los entresijos políticos y sociales que tenía, por ejemplo,
Drummond Hay el ministro británico en Tánger a principios del XIX. Da la
impresión de que Huesca, como tantos otros escritores españoles de temática
africana, se conformaban con poco, con narrar algunas anécdotas más o menos
adornadas. No eran escritores de gran autoexigencia y remataban con poca
profundidad. Tal vez creían que la originalidad del ambiente nuevo y lo
pintoresco de la sociedad árabe era suficiente para un lector poco pretencioso.
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