jueves, 11 de julio de 2013

ZAJARA de FEDERICO HUESCA

HUESCA, Federico: Zajara (Tipografía de los Huérfanos. Madrid 1889. 326 página y 1 hoja. Prólogo de Vicente Riva-Palacio).
   Tánger siempre fue una aspiración española. Pero era asimismo la llave sur del estrecho de Gibraltar que, tras la apertura del canal de Suez, tenía una importancia geopolítica enorme. Francia no deseaba que España poseyera las dos orillas, ni que Gran Bretaña tuviera Gibraltar al norte y Tánger al sur. Los británicos tampoco deseaban que Francia prolongara sus posesiones argelinas por la costa mediterránea de Marruecos. Al final, se llegó a una solución de compromiso, original atractiva, poco política, pero respetada. La zona de Tánger se convirtió en internacional con una administración plurinacional. Tánger había sido tradicionalmente la capital diplomática del reino de Marruecos que cerraba sus ciudades a los extranjeros. En la ciudad del norte se concentraban las embajadas, llamadas entonces legaciones. Entre el ambiente diplomático y el de ciudad internacional, Tánger acogió una sociedad variopinta y diversa que dio argumento a mucha sobras literarías y artísticas.

   Los españoles también miraron a Tánger para situar algunas novelas. Quizás la primera de ellas es Zajara de Federico Huesca. El autor fue un diplomático nacido en Madrid en 1841, trabajó en las embajadas de Florencia y Vaticano como agregado y en la de Tánger como cónsul. También estuvo como ministro plenipotenciario en El Cairo. Su actividad política se concretó en los cargos de gobernador civil de Almería y Lugo. La novela es un ejemplo de los libros que se hacía en aquella época: Buen papel, buena tipografía, excelentes ilustraciones que jalonan los capítulos, y una pobre calidad literaria.

   Los descubridores del oriente cercano que era Marruecos adolecieron de escasa imaginación y compusieron novelas tediosas. Se les ve ansiosos de intervenciones coloniales y desprecian a la sociedad marroquí a la que desean cambiar según el modelo europeo. En Zajara encontramos todos los tópicos de la literatura colonial al uso. Se concreta en el argumento principal del libro: Un español que se enamora de una mujer árabe, casada, y no para hasta conseguir raptarla con la ayuda de sus amigos. Este delito está, a la vista del novelista, perfectamente justificado por el maltrato intrínseco al árabe, la condición subordinada de la mujer en Marruecos y el desconocimiento del cristianismo. Hoy estas razones nos resultan indignas, pero entonces parecía calar en la mentalidad del lector medio. Huesca, en su dedicatoria al embajador mejicano y autor del prólogo el general Riva-Palacio, asegura que los hechos narrados son ciertos: una historia amorosa de la que fui testigo y cuyos personajes fueron para mí muy estimados.
   En Huesca está. Pues, la contradicción entre el europeo avanzado y noble y el moro atrasado y bárbaro. Al protagonista español lo describe así: Bajo la apariencia de frivolidad era Guillermo hombre de mucho juicio y reflexión, su sangre ligera, su sensibilidad exagerada, su apasionamiento por el ideal, le conducían como por la mano a la aventura de la mora que le abría un nuevo escenario, con una actriz y un drama desconocido y completamente nuevo para él (p. 23). Sin embargo, el marroquí le merecía esta opinión: Mohammed Dakaly como la mayoría de los moros tenía noble aspecto, y cierta altiva arrogancia que daba interés a su personalidad; sus labios gruesos, su color cetrino, la barba escasa y rizosa, hacían dudar de su pura estirpe y descendencia directa de los españoles, en lo que fundan su orgullo los verdaderos moros, que son los que monopolizan los altos destinos de la administración marroquí. No era menos mojigato e hipócrita que sus correligionarios, así que siempre que estaba en público pasaba las cuentas del rosario entre sus dedos más probablemente que recitando versículos del Corán, echándolas del tanto por ciento que le dejaría de beneficio algún negocio… Apóstata de su religión en cuanto convenía a su egoísmo, no copiaba de los cristianos, sin embargo, el trato respetuoso y la alta estima de que goza la mujer en nuestra sociedad, condenando a Zajara a vivir encerada en su casa rodeada de tristeza y melancolía, respirando solo una atmósfera de sensualismo, de que ella instintivamente protestaba (pp. 105-106).
Ilustración de la novela Zajara.

   Dejando aparte estas notas propias de la mentalidad de la época, al novela contiene también interesantes notas sobre la vida europea en la ciudad a finales del siglo XIX y, especialmente, de la vida diplomática. Quizás sea eso lo más interesante para el lector actual. Huesca es un hombre acostumbrado a usar la escritura para desarrollar su profesión y se nota soltura para expresar aunque no es un escritor de oficio. Pero Huesca no tiene la capacidad de penetración en los entresijos políticos y sociales que tenía, por ejemplo, Drummond Hay el ministro británico en Tánger a principios del XIX. Da la impresión de que Huesca, como tantos otros escritores españoles de temática africana, se conformaban con poco, con narrar algunas anécdotas más o menos adornadas. No eran escritores de gran autoexigencia y remataban con poca profundidad. Tal vez creían que la originalidad del ambiente nuevo y lo pintoresco de la sociedad árabe era suficiente para un lector poco pretencioso.

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