miércoles, 5 de marzo de 2014

RAMÓN J. SENDER Y MARRUECOS ( y 2): IMÁN.

SENDER, Ramón J.: Imán (Editorial Cénit. Madrid 1930. 272 páginas; Colección Balagué. Barcelona 1933. 112 páginas; Editorial Destino. Colección Destinolibro. Barcelona 1979 y varias ediciones posteriores. 303 páginas; Mundo Actual Ediciones. Barcelona 1982. 533 páginas; Orbis. Colección Grandes Autores Españoles del siglo XX. Barcelona 1985. 309 páginas; Círculo de Lectores con Réquiem por un campesino español. Barcelona 1928. XIX + 335 páginas; Edición de Francisco Carrasquer. Instituto de Estudios Altoaragoneses. Huesca 1992. CLXXXV + 287 páginas; Círculo de Lectores. Colección Maestros Modernos Hispánicos. Prólogo de Alejandro Gándara. Barcelona 1996. 302 páginas; Editorial Destino. Biblioteca Destino. Barcelona 1998. 315 páginas; Editorial Destino. Clásicos Contemporáneos Comentados. Prólogo de Lorenzo Silva. Barcelona 2001. LXXII + 310 páginas; Editorial Crítica. Colección Clásicos y Modernos. Barcelona 2006. 384 páginas; Editorial Destino. Booket. Barcelona 2008. 342 páginas; RBA. Colección Las Novelas de los Perdedores, con Mr. Witt en el cantón y Réquiem por un campesino español. Barcelona 2012. 596 páginas).

   Imán apareció en 1930. El autor confesaba en una Nota inicial que se trataba de la reelaboración de escritos que había empezado durante su servicio militar en Marruecos y Melilla; aunque como señala Marcelino Peñuelas, la reelaboración es muy completa y la escritura es casi nueva en su totalidad. Ya era un periodista conocido que escribía en El Sol. Llevaba muchos años escribiendo desde su Aragón natal. La experiencia marroquí lo marcaría profundamente. No participó directamente en la guerra pero tuvo que guarnecer puestos avanzados o blocaos en la campaña de recuperación del territorio. Escuchó testimonios y fue testigo de las condiciones de vida de los soldados, los desgraciados que no pudieron eludir los destinos más penosos y que procedían de las clases más humildes de la España de la época. Es un relato de una gran madurez, sorprende que sea una primera novela de un autor joven. La fuerza de la escritura de Sender y el interés por los hechos que narraba, actualidad palpitante en la época, le dieron éxito en España y provocó que se tradujera inmediatamente al inglés, alemán y francés.
Ramón J. Sender
   Sender conoció los desastres de la España del primer tercio del siglo XX, las desigualdades sociales, la miseria de las clases bajas, el hambre de campesinos y las condiciones abusivas de los trabajadores de la industria y la minería. Eso marcaría su manera de narrar. Pero su propia vida fue una sucesión de tragedias: Conoció las efectos de Annual en Marruecos, aunque él llegara después de la rota sí que palpó la opinión de la zona, vivió la tragedia de la guerra civil con episodios dolorosos como la muerte de su esposa, el alejamiento de sus hijos y su huída de España dejando el ejército republicano, en el que era oficial, en un episodio nunca aclarado del todo. Muchos años después, en 1976, el periodista Soler Serrano lo entrevistó a fondo en Televisión Española. Repasó amablemente su trayectoria literaria y parte de su vida. No se hizo referencias profundas a Marruecos ni a la Guerra Civil. El autor prefería olvidar y tenía esperanza en una nueva sociedad que acababa de dejar el franquismo. La entrevista se puede ver en la página web de TVE: http://www.rtve.es/alacarta/videos/a-fondo/ramon-sender-fondo-1976/1204959/
 1ª edición
2ª edición
   Imán es una novela símbolo porque no ofrece el testimonio personal de Sender sino que sirve de síntesis de las vivencias comunes de muchos soldados españoles en tierras marruecas. El autor, como dijimos, no conoció las cruentas escaramuzas de la campaña pero sí que estuvo en los puestos o blocaos de la reconquista del Rif. La primera parte de la novela, la acción en un campamento avanzado, es quizás la que refleja su experiencia directa y por eso cambia el sujeto narrador que unas veces es el soldado Viance y otras el sargento. Los dos puntos de vista son el mismo. Sender sorprende porque construye una novela muy madura para ser la primera, al margen de sus relatos exotistas. Crea muy bien los personajes, las situaciones y la tensión del relato hasta el final. Es una narración trágica, triste, en la que muestra la condición miserable de unos españoles a los que el destino no les va a ofrecer nada bueno nunca, desde la cuna a la tumba.




   La primera parte de la novela es la vida en una posición que, salvo algunas imprecisiones, parece ser  Igueriben. En el fondo es un lugar indeterminado que tuviera un poco de todas, un lugar del Rif de cuyo nombre no quiero acordarme. Este era el escenario de la campaña que Sender conoció de primera mano y por eso las escenas son tan reales. La vida precaria de los que carecen de casi todo, incluida el agua y la comida, y pueden morir en cualquier momento. Tres días de sed abrumadora, sin racionamientos, sin engaños. No hay agua y lo declaran sencilla y tontamente, como las sentencias de muerte. ¿Tiene usted algo que alegar? Eso es en lo civil. En lo militar antes de alegar hay que obedecer. Muérase usted primero y da un parte por escrito protestando (página 89, siempre de la edición de Francisco Carraquer de 1992). La angustia de sentirse sitiados, la falta de fe aunque sobreviva la esperanza. El hombre joven, inexperto, sometido a situaciones límites que difícilmente pueden intelectualizar. Donde el desvalido comienza el aprendizaje de la supervivencia.




   La segunda parte gira en torno al desastre de Annual. Desde la posición sitiada empiezan a comprender la magnitud de la catástrofe cuando ven la evolución de los combates. Viance, el soldado protagonista, cobra un sentido más amplio de los hechos: ¡Dios, Dios! ¿Qué habremos hecho para que nos metan en este tiberio? En España nadie sabe lo que aquí pasa (p. 99). La posición es duramente castigada hasta caer. La tensión de los momentos se palpa en la angustia de los sitiados. El conocimiento de los hechos que tiene el autor hace que la novela transcurra lentamente sin aburrir al lector porque sabe introducir nuevos elementos en la situación. Los personajes son reales, no están llenos de esa impostura que introducen muchos autores que no conocieron el lugar en la época. Sender dosifica lo que era cruel rutina, como la sed: Viance bebe por segunda vez desde hace tres días. Sed, lo que se llama sed, no la siente. El primer día no podía parar. El segundo ya casi le daba lo mismo, aunque se le aflojan a uno los huesos y salen ampollas en los labios. Después vuelve otra vez la locura de la sed y luego una modorra que hace hervir los sesos y las entrañas y que a los cinco o seis días en una tarde de este mes –julio- se lo lleva a uno rabiando como un perro (p. 109).  Los hombres se vuelven autómatas para soportar la situación: Los soldados rehúyen mirarse a la cara. Tienen un aire extraviado, febril, de locura, el gesto roto, los ojos hinchados, congestionados; los labios lívidos y costrosos. Esos hombres deshechos son la esperanza de la patria: Nosotros somos los que en la prensa y en las escuelas llaman héroes. Llevar sesos de un compañero en la alpargata, criar piojos y beber orines, eso es ser héroes (p. 113).

   El superviviente de Igueriben recorre un camino peligroso para refugiarse en Annual. No imaginaba lo que le esperaba y su castillo de asilo se derrumba como si sólo fuera una choza de paja. Inicia una segunda huida más terrible que la primera porque el soldado se da cuenta de la tragedia inmensa y de las miles de tragedias personales que el autor ejemplifica en los casos de heridos, locos, desesperados y torturados que Viance encuentra en el camino a ninguna parte, en la ilusión de alcanzar Melilla que era la única salvación. Recorre los puntos cruciales de la rota: Arruit, Nador… Sufre persecución, miedo, hambre, nuevos ataques y una captura. El soldado huye en un descuido. No hay nada bueno en la existencia del soldado, no encuentra tregua en ninguna parte.
   En la tercera parte Sender termina la campaña pero no acaban con ello las penurias de Viance. Alcanza Melilla creyendo legar a la paz, el descanso y la recompensa y sólo ve el caos y, de nuevo, la angustia. Los héroes no son héroes y el sufrimiento no tiene reconocimiento. El soldado es un número en lo más bajo de la escala. Sender fabula sobre una sociedad corrupta y frívola en medio de una sangrienta, cruel y peligrosa guerra. Cuando las cosas cambian y se llega a la victoria, el soldado comprende que el éxito no le pertenece y que debe volver a la existencia miserable en la España de los años veinte del pasado siglo.
   Imán es la novela del Desastre de Annual. Ninguna como ésta resume tan bien los hechos y los sentimientos. Por su calidad literaria y por el dibujo de los hechos históricos, debería ser lectura obligatoria en el bachillerato. Si hay que recomendar una novela colonial hispanoafricana por encima de las otras, debe ser Imán.


2 comentarios:

  1. tal parece que de aquello no hemos aprendido nada; ni de lo que siguió, ni de lo inconfesable de ahora...
    Debiéramos al menos, saber que no se desperdicia el voto (que es lo único que tenemos), y que no se vota por oportunistas, locos o criminales en potencia... Y deberíamos saber leer y "leer entre líneas", y ver el ejemplo de lo que tales engaños y errores han causado en otras latitudes. Si eso fue lo que destrozó a Venezuela y llevo al pueblo a la ruina, el hambre y la miseria, ¿como podemos ser tan necios como para creer que a España no le va a ocurrir? ¿Como podemos ser tan ilusos e ignorantes que nos dejamos engañar y arrastrar? Los venezolanos decían: , y los españoles, 20 años más tarde, dicen: . ¿Pero quién tiene la culpa de mantenerlos en la ignorancia, y de haberlos llevado a la desesperación y "creer en cualquier cosa"?

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  2. tal parece que de aquello no hemos aprendido nada; ni de lo que siguió, ni de lo inconfesable de ahora...
    Debiéramos al menos, saber que no se desperdicia el voto (que es lo único que tenemos), y que no se vota por oportunistas, locos o criminales en potencia... Y deberíamos saber leer y "leer entre líneas", y ver el ejemplo de lo que tales engaños y errores han causado en otras latitudes. Si eso fue lo que destrozó a Venezuela y llevo al pueblo a la ruina, el hambre y la miseria, ¿como podemos ser tan necios como para creer que a España no le va a ocurrir? ¿Como podemos ser tan ilusos e ignorantes que nos dejamos engañar y arrastrar? Los venezolanos decían: , y los españoles, 20 años más tarde, dicen: . ¿Pero quién tiene la culpa de mantenerlos en la ignorancia, y de haberlos llevado a la desesperación y "creer en cualquier cosa"?

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