lunes, 22 de abril de 2013

LA PRIMERA NOVELA SOBRE LA GUINEA ESPAÑOLA. La danza de los puñales de Buenaventura L. Vidal Torras.


VIDAL TORRAS, Buenaventura L.: La danza de los puñales. Novela de aventuras africanas. Editorial Hernando y compañía. Madrid 1925.

   En 1842 la Sociedad Económica Matritense convocó un premio para la mejor memoria sobre los medios para colonizar Fernando Poo y Annobón. Fruto de esa convocatoria es el primer libro publicado en España y dedicado íntegramente a la Guinea española. Se trata de Memoria sobre la isla de Annnobón de José de Moros y Morellón y la Memoria sobre las islas de Annobón y Fernando Poo de José Miguel de los Ríos. Su publicaron conjuntamente en 1844(Compañía tipográfica. Madrid). El primero era un catedrático de Náutica que había visitado Annobón en sus navegaciones de 1836, 1838 y 1839. El segundo era catedrático de Jurisprudencia y nunca estuvo en las islas. En los años sucesivos se publicó poco sobre la colonia. Casi todo fue obra de algunos de los expedicionarios que fueron con Lerena en 1842, con Manterola en 1845 y con Chacón en 1856. Memoria de la isla de Fernando Poo (1848) del misionero Jerónimo Usera Alarcón que fue autor también de Observaciones al llamado opúsculo sobre la colonización del Fernando Poo, publicado por don Adolfo Guillemar de Aragón (1852), el mismo Opúsculo sobre la colonización de Fernando Poo y revista de los principales establecimientos europeos en la costa occidental de África del cónsul Adolfo Guillemard de Aragón (1852), Breves apuntes sobre la isla de Fernando Poo en el golfo de Guinea (1859) del religioso Miguel Martínez Sanz, Un libro importante fue Apuntes sobre el estado de la costa occidental de África y principalmente de las posesiones españolas en el golfo de Guinea (1859) del teniente de navío Joaquín J. Navarro que acompañó a Chacón y fue secretario del gobierno colonial. Son libros llenos de descripciones y notas geográficas, cultivos, población y datos. Contienen previsiones de colonización que, en la mayor parte de los casos, resultaron fallidas. Después se sucedieron, lentamente, algunas publicaciones en la década de los 80 del siglo XIX. Y los abundantes artículos de las revistas geográficas. La aparición de la imagen invalidó muchas de las descripciones. Primero con las revistas ilustradas con grabados y dibujos, después con la fotografía y, más tarde, con el cinematógrafo.
   Hay que esperar hasta 1886 para ver una primera mención a Guinea en una novela española: Aventuras de un piloto en el golfo de Guinea de un desconocido Donacuige. El libro es un relato de navegación en el que sólo al final se detiene en Annobón. Este libro se halla digitalizado y de público acceso en la biblioteca digital hispánica de la Biblioteca Nacional: 
http://bibliotecadigitalhispanica.bne.es/view/action/singleViewer.do?dvs=1366456871037~729&locale=es_ES&VIEWER_URL=/view/action/singleViewer.do?&DELIVERY_RULE_ID=10&frameId=1&usePid1=true&usePid2=true.
  Parece ser que el autor escribió sólo la primera parte de su obra y que por eso las referencias a Guinea son tan escasas. La segunda referencia de ficción a la Guinea española está en los cuentos que José Más incluyó en las páginas finales de su libro de viajes En el país de los bubis. Pero de Más ya hablaremos más adelante. Por tanto, consideramos que la primera novela larga dedicada a la Guinea española es La danza de los puñales de Buenaventura Vidal.
   Buenaventura L. Vidal Torras fue un personaje curioso en la España de principios del siglo XX. Escritor, periodista, crítico literario y traductor. De sus propias palabras deducimos que viajó mucho por Europa y África y, seguramente, conoció la Guinea española. En el primer capítulo de la novela, titulado De cómo llegó el autor al lugar de la narración, nos dice: Con fortuna varia, pero siempre alegre, recibiendo sin pena los pesares y sin transportes de júbilo las alegrías, cruzó montes y llanos, ríos y mares. Se posó unos instantes en ciudades populosas y otros en aldeas humildes. Buscó agua con la que apagar su sed en algún oasis de africano desierto. Se amparó contra el ardiente sol de los trópicos en la frondosidad de los bosques. Encontró lecho para su descanso en las hospitalarias chozas de los hombres salvajes. Sabemos que vivió un tiempo en Cádiz, donde estrenó obras teatrales como El gaditano, Los cantares y Al final de la senda. Pasó a Madrid donde ejerció de redactor y crítico literario en El Correo. Y siguió estrenando obras como El de los cuentos de hadas (1917),  Cuando el payaso ríe, De hombre a hombre y más. Fue también autor de novelas como  La princesita encantada (1910), Las raíces del amor (1921) y Para despertar en el cielo (1922). Y, por supuesto, La danza de los puñales que alcanzó dos ediciones el año de su publicación. Además fue autor de cuentos, novelas cortas, la biografía de Eugenia de Montijo (1926) y gran cantidad de artículos. Traductor de varios autores franceses, entre ellos Julio Verne del que le debió quedar un gusto por las aventuras exóticas que trasladaría a su relato guineano.
Buenaventura L. Vidal
   La danza de los puñales es una novela desigual. En primer lugar, me parece que está bien escrita y tiene una lectura agradable. Pero carece del ritmo propio de una novela de aventuras y se inscribe más bien en un tipo de relato propio de la época, que podría llamar antropológico. El viajero quedaba fascinado por lo que veía, se sentía un ser privilegiado por viajar a lugares remotos, exóticos, llenos de peligro y fuera del alcance de la mayoría de sus semejantes. Eran sitios que, en esa época, presentaban muchas diferencias con la España peninsular. Tantas que el autor se veía obligado a contarlas. No había casi imágenes porque las fotografías eran escasas y las películas y documentales eran artículo de lujo. El escritor tenía que sustituir éstas por palabras. Y ese ánimo de contar lo diferente, a veces también la vanidad de viajero, le llevaba a romper la cadencia natural del relato, la intriga y el dibujo de los personajes para dar noticias curiosas sobre las costumbres indígenas, la fauna, el modo de vida, la geografía, el comercio, el impacto de la llegada del blanco y la dificultad de encaje de los pioneros europeos en las selvas tropicales. De esto adolece también la novela de Vidal.

   Por lo demás es un entretenido relato de los trágicos amores de un colono con una indígena, mitad posibilidad y mitad leyenda, en el que transciende la precaución contra los amores interraciales, interdición propia de la época en la que la superioridad de la raza blanca despreciaba el contacto con mujeres indígenas que no fuera simplemente casual, esporádico o amantes sin estatus familiar.
   Pero por las noticias aportadas y las observaciones incluidas en el relato, es una buena muestra de novela del bosque y de intervención colonial. Por supuesto mucho mejor que la mayoría de las posteriores.

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