martes, 30 de abril de 2013

CABO JUBY Y VÁZQUEZ-FIGUEROA


VÁZQUEZ-FIGUEROA, Alberto: Arena y viento.  Editorial Mateu. Barcelona 1961. 254 páginas y una hoja. Portada de Samper. Dibujos de Cuyás.
Otras ediciones:
-          Plaza y Janés. Colección Jet. Barcelona 1991. 192 páginas.
-          Orbis. Biblioteca de autor. Barcelona 1998. 190 páginas.
-          Debolsillo. Barcelona 2001. 192 páginas.
-          RBA. Barcelona 2005. 232 páginas.
   El enclave de Cabo Juby, o Villa Bens como se llamó la capital en los tiempos coloniales y hoy Tarfaya, no ha tenido mucha literatura de ficción en España. Era una colonia militar, apenas unos cuarteles y los funcionarios civiles y comerciantes imprescindibles para dar servicio. Primeo fue un fuerte y un aeródromo, luego se levantó una población alrededor de las instalaciones militares. Del resto de la franja sur del protectorado no se ocupó nada, salvo el puesto de Tan Tan, y era territorio por el que patrullaban (cuando podían) las tropas nómadas. El lugar que ocupó Bens sólo tenía una antigua factoría levantada por McKenzie en el arrecife que quedaba aislado durante la marea alta y otra casa de piedra en tierra firme. La primera sigue siendo aún hoy un símbolo de la ciudad y llamaba la atención de todos los que llegaban.
   Sin embargo, encontramos una rara novela de 1961 debida a un escritor que, con el tiempo, llegaría a ser uno de los más vendidos en el mundo: Alberto Vázquez-Figueroa. Escribió este libro -Arena y viento- con catorce años y se publicó en una colección de libros juveniles que contaban con ilustraciones a pluma para ayudar al lector a situarse en el lugar de la narración. El autor llegó a Villa Bens siendo un niño. El padre había sido desterrado por motivos políticos tras la Guerra Civil y allá tuvo que vivir su infancia y primera adolescencia, por lo que los recuerdos son puros y llenos de romanticismo. Hay que considerar que para la mente del joven los paisajes de arena y mar, el ambiente polvoriento por los frecuentes vientos y la manera de vida aislada y rodeados de personas de distinta raza, lengua y religión, dejaron una huella considerable y quizás fueran la semilla de la atracción que el escritor sintió por los viajes y la aventura. Cuando llegó a la ciudad, ésta no era ya sólo el fuerte sino una pequeña población donde residían algunos españoles civiles. La libertad que le daba esta vida, la pasión por el mar y la naturaleza, las posibilidades del desierto para la aventura, las excursiones de caza, el rescate de viajeros perdidos,  etc., señalan el camino del relato que, por otra parte, es también un canto a la naturaleza y su cuidado. El recorrido de la novela nos lleva también al sur de la ciudad por todo el Sahara español. Hay una página web de personas que hicieron la mili por allí donde se pueden ver preciosas fotografías de Joan Bordas sobre la ciudad: www.sahara-mili.net/person/jbordas1.htm

   Aunque en el relato el protagonista es un joven de trece años que se fue a vivir con sus tíos a Cabo Juby, no hay que tener mucha imaginación   para comprender que el autor habla de sí mismo y sus vivencias. El autor lo reconoce en el capítulo final: Traté de narrar las impresiones de un niño y las aventuras de un muchacho, y quise trasladar al papel personajes y recuerdos; pero leyendo ahora lo que he escrito me doy cuenta de que mi obra no está completa. Se le olvidaron personajes –habitantes del desierto-, paisajes, historias… Pero lo que quedó plasmado, continúa diciendo son fruto de la impresión que me causaron en un determinado momento, y al presentarse de nuevo lo hacen conforme a la intensidad de entonces. Es decir, la plasmación de una época feliz en un lugar que cambió radicalmente.





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