BAYO, Alberto: Juan de
Juanes (Imprenta J. Prats. Barcelona 1926. 96 páginas. Ilustraciones de
Luis Oller).
GALÁN, Fermín: La
barbarie organizada (Ed. Castro. Madrid 1931.239 páginas y 8 hojas; Galland
books. Madrid 2008. 190 páginas y 1 hoja).
Existe la costumbre de presentar al militar africanista como bruto,
juerguista, corrupto, incompetente y racista. Esa imagen peyorativa procede por
una parte de las campañas que se desarrollaron en Marruecos contra los rifeños
y, en gran parte, de la visión propagandista posterior a la Guerra Civil. Pero
los militares no eran mejores ni peores que los otros grupos sociales en la
España de la época. Por un lado, fueron a hacer la guerra porque era su oficio.
No crearon las condiciones políticas que desembocaron en ella. Y hay que
considerar, frente a las posturas de los miembros de las Juntas de Defensa, que
donde tenían que estar los militares es en las guerras con prioridad a los
cómodos destinos de las guarniciones provincianas. También entra dentro de la
lógica militar que los que se jueguen la vida tengan recompensas, entre las que
siempre han estado los ascensos. La guerra la hicieron mejor o peor dependiendo
de su preparación y competencia, de la calidad de las tropas y del material de
que disponían. Muchas veces los responsables políticos no prestaron la
diligencia debida e la provisión de hombres y materia, otras –por supuesto- la
falta de diligencia y la corrupción hay que achacarla a los mílites. Por otro
lado, dentro del grupo de militares africanistas hubo ejemplos de personas
avanzadas y de personas que se interesaron por las letras, las artes o la
técnica. Y hubo muchos africanistas que, llegada la Guerra Civil, optaron por
el bando republicano empezando por el general Rojo. Entre los republicanos que
escribieron novelas sobre la guerra de Marruecos, nos vamos a fijar en dos.
Alberto Bayo fue un personaje singular. Nación en la Cuba española en
1892 y volvió a España ingresando en la aviación militar hasta que fu expulsado
por un duelo. De ahí pasó a La Legión combatiendo en Marruecos desde 1924 hasta
1927. Fue herido y fruto de esa experiencia fue el libro Dos años en Gomara
(1928). Durante la Guerra Civil estuvo en el bando republicano, teniendo una
actuación no muy brillante en Mallorca. Tras la contienda se exilia en México.
Allí es reclutado por Fidel Castro para instruir a la guerrilla y estaba al
mando de una de las cuatro columnas que tomó La Habana acabando con Batista.
Desde 1911 publicó libros de variada temática y género. Evolucionó desde el
militarismo patriótico hasta los escritos revolucionarios castistras. Murió
como general cubano en 1971.
ALBERTO BAYO
En 1926 publicó el libro Juan de Juanes que está compuesto por
tres partes. La primera es una novela corta del mismo título, la segunda son
tres poemas y la tercera una serie de retratos de legionarios. Toda la obra
está impregnada de exaltación legionaria y no se diferencia en nada del
espíritu de otros colegas que luego estuvieron en el bando opuesto. Por ejemplo,
los tres poemas están dedicados a Millán Astray, acertado creador del
espíritu legionario, orgullo del Ejército y legítima esperanza de nuestra
España. Los había publicado antes en la Revista de tropas coloniales
que dirigía Franco. El primero dice así:
Al ir a la guerra
Hay que combatir y mi
bandera
Antes que rompa al
día la mañana,
Se apresta sin oír
toque de diana
A formar muy marcial
y muy ligera.
Toma su formación a
la carrera,
Pues marcha al fuego
la Legión ufana,
que nadie a formar presto al Tercio gana
cuando acude a la
guerra aventurera.
Salgo con todos por
demás contento,
Ya se acabó la paz
del campamento,
ahora viene la
clásica aventura
que emoción y color y
lucha encierra
la guerra será cruel
y será dura…
mas es bella,
pardiez, ¡viva la guerra!
Juan de Juanes es el relato típico de novela legionaria. La historia del
valor temerario y del heroísmo anónimo en tiempos de guerra contra el moro. La
Legión como redención y penitencia. Y el culto a los jefes, el ya citado Millán
Astray o Franco, del que dice: existe una admiración, un cariño y un respeto
por el teniente coronel Francisco Franco, tan extremados que bien pudiéramos
decir que es idolatría (p. 11). Estos jóvenes guerreros sufriría, con el
paso del tiempo, las consecuencias de la politización, la radicalización de las
posturas debido a las circunstancias y, a la postre, la obligada toma de
postura por uno de los dos bandos en lucha. Como el resto de los españoles
asistió al fracaso de la convivencia y sufrió las consecuencias.
De parecida evolución es Fermín Galán.
Militar africanista y hombre de acción, fue herido en la campaña rifeña. En
1934 le fue concedida la Cruz Laureada de san Fernando por una acción sucedida
cuatro años antes; tras la Guerra Civil, se le retiró la condecoración. De su
ingenuidad originaria, tras la experiencia bélica, pasó a un profundo
sentimiento revolucionario y renovador. Había publicado en 1926 La nueva
creación, mientras estaba en la prisión de Montjuich por participar en la
sanjurjada. Todavía se veía en sus escritos un afán de soluciones políticas
pero fuertemente impregnadas de militarismo. Tras ser indultado, volvió a la
milicia. Duró poco en los cuarteles, ya que destinado en jaca participó en un
golpe pro republicano junto al capitán García Hernández en diciembre de 1930. Su acción constituyó un
fracaso, en parte inexplicable. O sobrevaloró su fuerza –que era muy escasa- y
se lanzó a la aventura o fue engañado o mal informado por sus compañeros de intriga.
Fue fusilado en Huesca el 14 de diciembre de aquél año. Se convirtió en un
protomártir de la República española y hombre mítico de la izquierda.
FERMÍN GALÁN
De su etapa marroquí surge la novela. Es una novela sin corregir,
mal compuesta en su conjunto. Es lógico:
La comenzó cuando era militar en campaña y recoge algunos de los tópicos de la
novela legionaria pero la terminó en su celda en 1926 cuando ya había madurado
sus ideas revolucionarias y se oponía a lo que antes fue su vida. No es una
novela antibelicista como pueden serlo las de Sender o Barea sino una auténtica
novela anticolonialista, al menos en sus páginas finales. Como la edición
original es prácticamente inencontrable, acudimos a la publicada en 2008 por
Galland books. Leemos: No puedo comprender la razón de nuestros actos.
Encuentro en ella una contradicción que no sé explicarme. La civilización trata
de traer sus progresos a este pueblo atrasado. Y los trae destruyendo,
incendiando, haciendo derramar sangre por ambas partes. La acción civilizadora
inicial consiste en destruir el pueblo cuyo nivel de vida se trata de elevar; y,
a la vez, destrozarnos a nosotros mismos. Pero me explico, sin embargo,
perfectamente la rebeldía, la oposición briosa que la civilización encuentra,
para llevar a cabo la monstruosa generosidad de aniquilar al pueblo que trata
de civilizar (p. 82). No era posible
civilizar en la barbarie y la colonización sólo tenía el objetivo de explotar.
El libro va discurriendo desde la guerra al más profundo pesimismo y trasmite
la decepción profunda de un hombre que creyó en una empresa y vio que sólo
imperaba en ella la destrucción y la arbitrariedad del mando. O, al menos, eso
es lo que pensaba y lo que plasmó. Tal vez le faltó tiempo o ganas de
reescribirla o corregirla y presentar un texto que literariamente tuviera más
valor. Galán no era un novelista, solo quiso contar de la manera más accesible
posible su visión de un problema nacional. Y ese contenido, la novela como
documento, es su mayor valor.
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