REBOLLO,
Eladio Antonio: Estupendos misterios de la Guinea casi española.
(Editorial A.E.L. Madrid s.a. 211 páginas).
VALDIVIA,
Eduardo de: Un buen oficial. (Editorial Bergua. Madrid 1935. 240
páginas y 2 hojas).
No sólo los escritores republicanos fueron
críticos con la política colonial española. Como reacción a las posturas
progresistas, hay algunas novelas donde igualmente se advierte contra los
defectos de la colonización aunque propugnan soluciones distintas. Los autores
de soluciones autoritarias, que entonces estaban en boga en Europa, pretenden
que los males de las colonias españolas se debían a una clara falta de mando
decidido que impusiera unas líneas seguras de actuación y castigara errores,
negligencias y corrupciones. Los autores de una y otra línea ponen el objetivo
en la corrupción y en la falta de decisión. Unos culpan a la política contraria
y viceversa. En el fondo, la buena vida colonial estaba basada en gran parte en
la ausencia de reglas estrictas y controles rigurosos que permitía la
relajación en las costumbres y en la aplicación de las normas. Guinea estaba
muy lejos, las comunicaciones eran difíciles y el número de autoridades y
funcionarios insuficiente. Y existía, además, una franca camaradería entre
colonos y funcionarios, iguales en su condición de compatriotas expatriados,
que relajaba los rigores de la ley.
Rebollo es un autor del que desconocemos
casi todo. Posiblemente fuera un funcionario que estuvo destinado en Fernando
Poo y que conocía la vida en la isla. O era un nostálgico de la Dictadura de
Primo de Rivera o era un partidario acérrimo de una nueva dictadura. O las dos
cosas. A principio de los años 30 del
pasado siglo publicó una curiosa novela llena de ironía y de humor ácido: Estupendos
misterios de la Guinea casi española. Para novelar el desastre colonial se
vale de un personaje arquetípico de los vicios que quiere mostrara, Miserando
Pegiguera Pastizal, un inútil y miserable funcionario que, como castigo a su
última falta, es enviado a Guinea. Hombre arribista, aprovecha el cambio de
régimen y se hace incondicional del gobernador republicano que en la novela se
llama don Gustoso de la Siesta y State Quito (es decir, Gustavo de Sostoa)
sobre el que el autor carga con dureza poniéndolo a la cabeza de la gestión del
desastre y de la llegada de pistoleros, inútiles y delincuentes al gobierno
colonial. De la Siesta, hombre ajeno al
mundo colonial, se abstrae en su residencia de Basilé y delega en el
incompetente Pegiguera el gobierno. Dice el autor: La ley, está probado
hasta la saciedad, es un instrumento agresivo cuando así conviene a los
encargados de manejarla; no es nunca, en la práctica, un instrumento defensivo
del individuo ni de la sociedad. Y el nuevo gobierno se empeña en la
arbitrariedad porque las autoridades de Madrid no tienen ningún interés en
Guinea, ni saben de la colonia ni de sus posibilidades y creen que la falta de
noticias es ausencia de problemas.
El mismo sentido satírico y mordaz es usado
por Eduardo de Valdivia para hablar de Marruecos. Valdivia seguramente fue un
militar que estuvo destinado en el Protectorado y reflexiona sobre sus
condiciones y la política africana en su novela, publicada en 1935, Un buen
oficial. Si Rebollo parece un nostálgico de la Dictadura de Primo de
Rivera, Valdivia es un acérrimo partidario de una solución militar a la crisis
republicana. No lo esconde y en el prólogo escribe: Frente a la realidad
española hay una rebeldía que clama en nosotros: “¡No se puede continuar así!”
Pero nadie hace nada, y seguimos lo mismo siempre, porque no podemos seguir
peor. Vemos cómo se arman los demás países, admiramos cómo fomentan sus valores
y sus riquezas, oímos como bullen sus muchedumbres a un ideal: “¡la patria!”. Y
nosotros, con una mayor capacidad embrionaria, nos resignamos con nuestra
suerte, cual si perteneciéramos a una raza inferior. Esa es la verdad, y nadie
la ignora.
Los dos autores siguen una manera de narra
muy similar. El objetivo político se impone al literario y son dos colecciones
de sucesos esporádicos unidos por el personaje y la visión del autor. Rebollo
es más sarcástico y Valdivia, dentro de lo que cabe, más reflexivo. En ambos
hay importantes dosis de humor e ironía. Un buen oficial no es una
novela de guerra, es más bien de vida en guarnición y maniobras. Pero esas
situaciones sirven para criticar la falta de organización, la improvisación y
la negligencia del ejército en Marruecos. Un ejército anclado en la comodidad y
el inmovilismo: El ejército estaba en manos de estos hombres, imbuidos en
viejos aforismos, sin la menor idea sobre las modernas orientaciones
logísticas. Unos consideraban que toda la ciencia militar consistía en hacer
los saludos con la mano en la debida posición; otros, en que el capote fuera
abrochado hasta la barba, y no faltaba quien le daba importancia suma a que en
las formaciones siguieran la misma inclinación los fusiles… En la visión del autor está el cambio que
vuelva al ejército en Marruecos a las normas de disciplina, honradez, trabajo y
competencia.
Se trata de dos curiosidades literarias con
una intención regeneradora pero desde posturas proclives a la dictadura.
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