viernes, 11 de octubre de 2013

AVENTUREROS EN TÁNGER ( y 2)

VIÑUELAS, María: Los vencidos (M. Aguilar editor. Madrid 1946. 329 páginas).
MATERJÓN, J.: Agadir (Editorial J. C. Madrid 1963. 198 páginas).
BLANQUE BEL, Enrique: Antes que el verano se acabe (Talleres de Éditions Marocaines et Internationales. Tánger 1965. 169 páginas. Ilustraciones de Jean Gaston Mantel).
SALVADOR, Tomás: Hotel Tánger (Editorial Planeta. Barcelona 1955. 333 páginas; Editorial Bruguera. Barcelona 1967. 334 páginas; Editorial Marte. Barcelona 1968. 315 páginas) (Edición con Cuerda de presos y El haragán: Editorial Vergara. Barcelona 1962. 929 páginas).
SOROLA, M. de la: Elagarre, el tangerino (Editorial J.L.A. Madrid 1988. 239 páginas).
FORTES, Susana: Fronteras de arena (Premio Primavera de novela. Editorial Espasa Calpe. Madrid 2001. 245 páginas).
ROCA VICENTE-FRANQUEIRA, Javier: La aljamía (R V F editorial. Alicante 2008. 216 páginas y 3 hojas).

   Quizás la primera novelista que vio la importancia narrativa que podía tener el ambiente tangerino fue María Viñuelas que en 1946 publicó Los vencidos. Aunque la novela comienza en una línea parecida a la novela femenina tan popular en la época, va ganando en calidad e intensidad según se avanza en su lectura. La autora, de la que desconozco todo, describe la sociedad tangerina entre la Guerra Civil española y la II Guerra Mundial. Tiene los elementos moralizantes de los escritores franquistas, incluso cierto antisemitismo, ofrece el contraste entra la sociedad de fiestas y lujo y el fondo inmoral de los negocios tangerinos.


  Tomás Salvador, al que ya dediqué una entrada, se asoma a Tánger en una novela coral escrita con gracia. Hotel Tánger enlaza la historia de cada huésped del hotel con la del siguiente, construyendo una novela que se forma por historias diferentes. Todos ellos son personajes típicos de la ciudad cosmopolita, falsa, eventual y aparente. Una ciudad en la que había riqueza, es decir posibilidades de vida para los perdedores de la Europa post bélica, para los emprendedores sin recursos, para cualquiera. Los años cuarenta y tantos fueron los años fabulosos de Tánger. La ciudad internacional respiraba bienestar y tranquilidad. Los grupos étnicos y las religiones se respetaban mutuamente y en tal ambiente de tolerancia y riqueza la vida resultaba agradable, escribía el novelista. Aunque tras el brillo se escondía también el delito, la frustración y el dolor. En las calles, en los cafés, en el hotel se encuentran el importador y el naviero con el limpiabotas indígena, la empleada con el violinista, el comerciante hindú, el reportero inglés que se encuentra en el cabaret con un arquitecto, un industrial, un intermediario…, que van desarrollando sus oportunidades y de esa manera Tomás Salvador nos muestra la ciudad que él concibió o conoció, o las dos cosas. La ciudad tolerante, oportunista y alegre, y los tipos que la poblaban en los que existía un cierto grado de aventura en todos porque dejar el país para instalarse en otro siempre es una aventura.
   
   

















   Ya antes de Salvador, Blanque Bel había utilizado la técnica del contrapunto, de enlazar historias distintas de personajes distintos en Antes que el verano se acabe, novela de 1965 que vio la luz en la ciudad internacional donde el autor vivía. También hay un turbio asunto criminal y la irrupción de los que se dedican al contrabando, pero la novela de Blanque es un retablo de perdedores. Frente a la opulencia, nos muestra un catálogo de humildes habitantes y delincuentes de medio pelo.

   Si en la novela de Tomás Salvador hay personajes de todo pelaje, Sorola nos presenta en Elagarre el tangerino la contraposición entre los arribistas y el fiel a sus ideas. Es una novela curiosa, intransigente con un ideario falangista que sigue el autor. La acción se desplaza entre la Guerra Civil y 1987, con una incursión en la Guerra de Ifni. Quizás sea una novela que bebe de la memoria del autor, no lo sé, pero sí que hay un conocimiento de primera mano de la ciudad.

      Materjón es un raro escritor que había publicado en México en 1959 la novela Un pícaro de nuestro tiempo sobre la situación en India y Pakistán. En Agadir, aborda un asunto poco tratado en la novela española, las catástrofes naturales, en este caso el terremoto que asoló la ciudad marroquí. Por la fecha, la novela no es propiamente colonial pero recoge, en sus capítulos tangerinos, el final de la existencia de los pícaros financieros y de los contrabandistas que pulularon por el Tánger internacional haciéndola su casa.

   Susana Fortes es muy minuciosa en la descripción de Tánger en su novela Fronteras de arena (2001). Se arriesga con una novela ambientada en la postguerra española y en el dominio nazi en Europa, en la trama de espionaje africano donde Tánger era punto principal. Intenta no caer en la novela negra, aunque tiene mimbres para hacerla y discurre hacia el dibujo psicológico de los personajes. Tal vez no sea la mejor novela de la autora pero resulta interesante para el lector.

   Por último, un relato de un escritor española nacido en Tánger. El conocimiento de la ciudad y de la historia subyace en una trama de misterio, tesoros y lucha de poder en la ciudad internacional en los años cincuenta del pasado siglo. Combina la ficción con la aparición de muchos personajes reales, más o menos conocidos, para crear un mosaico ilusionante. Se le podía decir que le falta enredo, que no desarrolla los hallazgos de su historia.


   El ambiente tangerino también fue aprovechado por algunos escritores hispanoamericanos. Así el chileno Eugenio Matus publicó en 1966 Encuentro en Tánger (Editorial Zig-Zag).

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