VIÑUELAS,
María: Los vencidos (M. Aguilar
editor. Madrid 1946. 329 páginas).
MATERJÓN,
J.: Agadir (Editorial J. C. Madrid 1963. 198 páginas).
BLANQUE
BEL, Enrique: Antes que
el verano se acabe (Talleres de Éditions Marocaines et Internationales.
Tánger 1965. 169 páginas. Ilustraciones de Jean Gaston Mantel).
SALVADOR,
Tomás: Hotel Tánger (Editorial
Planeta. Barcelona 1955. 333 páginas; Editorial Bruguera. Barcelona 1967. 334
páginas; Editorial Marte. Barcelona 1968. 315 páginas) (Edición con Cuerda
de presos y El haragán: Editorial Vergara. Barcelona 1962. 929
páginas).
SOROLA,
M. de la: Elagarre, el tangerino
(Editorial J.L.A. Madrid 1988. 239 páginas).
FORTES,
Susana: Fronteras de arena (Premio
Primavera de novela. Editorial Espasa Calpe. Madrid 2001. 245 páginas).
ROCA
VICENTE-FRANQUEIRA, Javier: La aljamía
(R V F editorial. Alicante 2008. 216 páginas y 3 hojas).
Quizás la primera novelista que vio la
importancia narrativa que podía tener el ambiente tangerino fue María Viñuelas
que en 1946 publicó Los vencidos. Aunque la novela comienza en una línea
parecida a la novela femenina tan popular en la época, va ganando en calidad e
intensidad según se avanza en su lectura. La autora, de la que desconozco todo,
describe la sociedad tangerina entre la Guerra Civil española y la II Guerra
Mundial. Tiene los elementos moralizantes de los escritores franquistas,
incluso cierto antisemitismo, ofrece el contraste entra la sociedad de fiestas
y lujo y el fondo inmoral de los negocios tangerinos.
Tomás Salvador, al que ya dediqué una
entrada, se asoma a Tánger en una novela coral escrita con gracia. Hotel
Tánger enlaza la historia de cada huésped del hotel con la del siguiente,
construyendo una novela que se forma por historias diferentes. Todos ellos son
personajes típicos de la ciudad cosmopolita, falsa, eventual y aparente. Una
ciudad en la que había riqueza, es decir posibilidades de vida para los
perdedores de la Europa post bélica, para los emprendedores sin recursos, para
cualquiera. Los años cuarenta y tantos fueron los años fabulosos de Tánger.
La ciudad internacional respiraba bienestar y tranquilidad. Los grupos étnicos
y las religiones se respetaban mutuamente y en tal ambiente de tolerancia y
riqueza la vida resultaba agradable, escribía el novelista. Aunque tras el
brillo se escondía también el delito, la frustración y el dolor. En las calles,
en los cafés, en el hotel se encuentran el importador y el naviero con el
limpiabotas indígena, la empleada con el violinista, el comerciante hindú, el
reportero inglés que se encuentra en el cabaret con un arquitecto, un
industrial, un intermediario…, que van desarrollando sus oportunidades y de esa
manera Tomás Salvador nos muestra la ciudad que él concibió o conoció, o las
dos cosas. La ciudad tolerante, oportunista y alegre, y los tipos que la
poblaban en los que existía un cierto grado de aventura en todos porque dejar
el país para instalarse en otro siempre es una aventura.
Ya antes de Salvador, Blanque Bel había
utilizado la técnica del contrapunto, de enlazar historias distintas de
personajes distintos en Antes que el verano se acabe, novela de 1965 que vio la
luz en la ciudad internacional donde el autor vivía. También hay un turbio asunto
criminal y la irrupción de los que se dedican al contrabando, pero la novela de
Blanque es un retablo de perdedores. Frente a la opulencia, nos muestra un
catálogo de humildes habitantes y delincuentes de medio pelo.
Si en la novela de Tomás Salvador hay
personajes de todo pelaje, Sorola nos presenta en Elagarre el tangerino
la contraposición entre los arribistas y el fiel a sus ideas. Es una novela
curiosa, intransigente con un ideario falangista que sigue el autor. La acción
se desplaza entre la Guerra Civil y 1987, con una incursión en la Guerra de
Ifni. Quizás sea una novela que bebe de la memoria del autor, no lo sé, pero sí
que hay un conocimiento de primera mano de la ciudad.
Materjón es un raro escritor que había
publicado en México en 1959 la novela Un pícaro de nuestro tiempo sobre la
situación en India y Pakistán. En Agadir, aborda un asunto poco tratado
en la novela española, las catástrofes naturales, en este caso el terremoto que
asoló la ciudad marroquí. Por la fecha, la novela no es propiamente colonial
pero recoge, en sus capítulos tangerinos, el final de la existencia de los
pícaros financieros y de los contrabandistas que pulularon por el Tánger
internacional haciéndola su casa.
Susana Fortes es muy minuciosa en la
descripción de Tánger en su novela Fronteras de arena (2001). Se
arriesga con una novela ambientada en la postguerra española y en el dominio
nazi en Europa, en la trama de espionaje africano donde Tánger era punto
principal. Intenta no caer en la novela negra, aunque tiene mimbres para
hacerla y discurre hacia el dibujo psicológico de los personajes. Tal vez no
sea la mejor novela de la autora pero resulta interesante para el lector.
Por último, un relato de un escritor
española nacido en Tánger. El conocimiento de la ciudad y de la historia
subyace en una trama de misterio, tesoros y lucha de poder en la ciudad
internacional en los años cincuenta del pasado siglo. Combina la ficción con la
aparición de muchos personajes reales, más o menos conocidos, para crear un
mosaico ilusionante. Se le podía decir que le falta enredo, que no desarrolla
los hallazgos de su historia.
El ambiente tangerino también fue
aprovechado por algunos escritores hispanoamericanos. Así el chileno Eugenio
Matus publicó en 1966 Encuentro en Tánger (Editorial Zig-Zag).
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