VEGA MONTOYA, Juan José: El último verano en
Tánger (Editorial Club Universitario. Alicante 2000. 255 páginas y 3
hojas).
VILLANUEVA, Nieves: Rusadir (Artes Gráficas El Progreso. Lugo 2008. 258
páginas y 1 hoja).
-
Los hijos del capitán
(Editorial Planeta. Colección Nautilus. Barcelona 2005. 200 páginas y 2 hojas).
GARCÍA GALIANO, Ángel: La casa sin palabras
(Edición de autor, impresión bajo demanda a través de www.lulu.com.
Desde 2002. 188 páginas).
En la literatura española de la etapa
colonial hay muy pocas novelas dedicadas a la vida civil del Protectorado, y
muy pocas sobre la vida ciudadana en Guinea. En parte se ha ido reparando esta
falta con novelas de autores cuyas familias les han contado las vicisitudes de
la vida colonial, como María Dueñas o Cazorla, o que ellos mismos vivieron en
el África hispana. Estas evocaciones están llenas de melancolía, de nostalgia
por una sociedad irremediablemente perdida. En estos relatos no vemos al escritor
de oficio sino al antiguo colonial que quiere dar a conocer su mundo distinto,
sus experiencias en un tipo de vida que se fue para no volver. Debajo de la
narración un mezcla de expatriados y originarios, de religiones y razas, de
lenguas y modos de vida diferentes. En estas novelas hay mucho de doméstico y
familiar. Hay pequeñas historias de la vida cotidiana, recuerdos intramuros.
Pero son de gran ayuda para el que quiera comprender la intrahistoria, los
pequeños detalles de la existencia diaria de las gentes que vivieron en las
colonias. Claro está que predomina el punto de vista del europeo pero, con el
tiempo, estos relatos se han despojado de la carga de racismo o paternalismo
que llevaban las novelas de otra época.
En esta línea Vega Montoya, antiguo residente en Tánger que luego pasó a
Francia y España, nos cuenta el verano de un grupo de jóvenes amigos en la
ciudad de Tánger. Es el último verano de vigencia del Estatuto Real que siguió
a la derogación de la carta Internacional, es decir 1959. El canto del cisne de
la ciudad internacional para pasar a ser una más en la estructura política del
país. Y eso supuso el inicio de su decadencia económica que culminaría con las
leyes de marroquinización de los años setenta del pasado siglo. La novela
cuanta las alegrías de unos despreocupados muchachos que gozaban de un grado de
libertad y prosperidad desconocidos en la España peninsular. Y canto nostálgico
al pasado mejor y a la amistad. Ha publicado también relatos sobre Tánger en
francés.
Nieves Villanueva nación Lugo y se trasladó con sus padres al Marruecos
español y, posteriormente, a Melilla. Los recuerdos de una infancia feliz,
siguiendo a un padre militar que trabajaba en las oficinas de Intervención, los
plasmó en una novela juvenil, Los hijos de capitán. En ella hay un
intento de superar la memoria bélica para centrarse en las relaciones
pacíficas, la mezcla de personas en un ambiente reducido y la ingenua visión de
unos niños. Esa misma construcción melancólica, el mismo gusto por los
recuerdos amables de la infancia, los utiliza también para componer una nueva
novela –Rusadir- donde la memoria familiar predomina sobre la ficción. Un
libro, dice la autora, que despliega ante el lector un tapiz con urdimnbre
de aventura, rebeldía e inocencia perdida, y con trama de magia y leyenda, guerra
y paz, vida y muerte. Un tapiz colorista y abigarrado que dibuja, mediada la
década de los 50, a una sociedad española de bigotito, esparto y tentetieso. Un
mundo autoritario, medroso, y cargado de prejuicios, donde el largo de los
bañadores no lo fijaba la moda, sino el gobernador civil. En la segunda
novela, el mismo capitán de los hijos de la primera desarrolla una más amplia
gama de situaciones, en Marruecos, Melilla (Rusadir) y la península. Villanueva
escribe con soltura, se lee con gusto y tiene la originalidad de ser una de las
primeras escritoras que aborda los aspectos civiles del Protectorado.
Con García Galiano nos trasladamos a Guinea en los años 40 del siglo XX.
Es un relato intimista, al que le falta acción y descripción, demasiado ceñido
a la vida de una ama de casa trasladada a Valladolid de los Bimbiles que erra
el nombre colonial de la ciudad de Añisok, cuando se estaba formando y sólo
habitaban en ella un puñado de españoles. A pesar de esa limitación, de sus
páginas se extraen las inquietudes de los pioneros en mitad de la selva, casi
sin caminos. El autor refleja una familia que será la suya, lo ignoro, y la
presenta con aires buenos y sencillos. En este tipo de novela hay un estereotipo
que consiste en criticar a todos los demás por no tratar de comprender al
indígena salvando a los nuestros. Hubiera preferido que el autor detallara más
los aspectos sociales y políticos de la época, pero eso forma parte de la
soberanía del novelista.
Valladolid de los Bimbiles (Añisok)
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