Al hablar de Buenaventura Vidal dije que era el autor de la primera
novela española dedicada íntegramente a Guinea, aunque hubo antecedentes. Uno
de los escritores que dedicaron algunos relatos de ficción a la colonia
española antes de Vidal fue el sevillano José Más Laglera. Había nacido en
Écija en 1885, hijo del novelista Benito Más y Prat poeta sevillano de quien
gustó antaño “La tierra de María Santísima”, según expresión de Unamuno. Empezó los estudios de comercio en Sevilla,
pero la temprana muerte del padre le obligó a abandonarlos y buscar trabajo. Lo
encontró en Fernando Poo, a dónde acudió con trece años y no regresaría sino
ocho años después. Fue empleado en una factoría de Santa Isabel. Murió en Madrid
en 1941. Es autor de una obra extensa que fue traducida a varios idiomas. Pero
nos vamos a centrar en sus publicaciones de ficción relacionadas con Guinea:
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En el país de los bubis. (Sanz
Calleja. Madrid 1920. 184 páginas; Prólogo de Miguel de Unamuno. Pueyo. Madrid
1931. 236 páginas; Introducción de José Esteban. Ediciones del Viento. La
Coruña 2010. 238 páginas). Se puede leer gratuitamente en: http://ia700308.us.archive.org/14/items/enelpaisdelosbub00masjuoft/enelpaisdelosbub00masjuoft.pdf
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Justicia africana. (La novela
semanal nº 201. Publicaciones Prensa Gráfica. Madrid 1925. 56 páginas).
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En la selvática bribonicia. Historia novelada de un país que quisieron
civilizarlo. (Pueyo. Madrid 1932. 312
páginas y 4 hojas; Prólogo de Francisco Caudet. Ayuso. Madrid 1980. 312 páginas; Visión Net. Madrid 2004. 312
páginas y 4 hojas. Reproducción de la edición de 1932).
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El fetichero blanco. (Novelas
y Cuentos. Ediciones Dédalo. Madrid 1942. 16 páginas).
De su experiencia guineana escribió dos
libros de viajes. El primero fue Con rumbo a tierras africanas. Notas,
impresiones y recuerdos de un viaje a Fernando Poo (Barcelona 1914) y el
otro es En el país de los bubis en el que aparecen los primeros siete
cuentos que el autor dedica a la colonia. Este segundo es un libro incompleto
porque sólo se refiere al viaje y llegada y desaprovecha la ocasión de
describir la vida colonial en la época, sobre la que hay tan poco escrito.
En estos cuentos el autor expresa la
fascinación por lo descubierto. Más es el primer tropicalista español y siente
una enorme atracción por el desconocido, misterioso e incomprensible mundo de
la selva y sus habitantes. Todo es nuevo y distinto, y en ese mundo ignoto hay
materia para narrar con originalidad. La atracción por la mujer negra es
tratada en Las botas de montar, la comunicación de ultratumba en El
aviso de la muerta, la brutalidad de las costumbres indígenas en La iniciación,
la magia en El espíritu del castigo, la locura en El desaparecido,
la crueldad tribal en La espuria y –con la denominación de estudios
psicológicos- la fatalidad inexorable de la justicia local en Birika y Sittó.
Este último cuento se publicaría más tarde con el título de Justicia
africana en La novela semanal, pues José Más también se adhirió a la moda
del momento de publicar novelas cortas en las diversas colecciones que se
publicaron en el primer tercio del siglo XX.
Dejó a su muerte algunos cuentos inéditos que
fueron publicados en la popular colección Novelas y Cuentos, agrupados bajo el
título de El fetichero blanco. En
la narración que da título a la colección Más cambia su anterior gusto por
contar historias donde los protagonistas eran los indígenas por un relato de
colonos. Delvoa –el usoki utandoni o fetichero blanco- y el teniente de la
Guardia Colonial Artal deben hacerle
frente a un caudillo local que desconoce el poder colonial. Los únicos blancos
en el punto más interior del territorio. Delvoa está inspirado, como no
ignoraran los conocedores de la historia de la Guinea continental, el factor de
la Compañía Trasatlántica Arriola Bengoa, un hombre mítico de los primeros
tiempos que conoció el bosque y sus habitantes mejor que cualquier otro blanco.
Es posible que esté basado en alguna de las aventuras que vivió y que Más
escucharía en las tertulias isabelinas. En la colección vuelve a incluirse el
cuento Justicia africana. Se incluyó otro inédito El espejo en la selva,
parábola del poder civilizador de los blancos sobre los atrasados indígenas.
Más creía, como era propio en la época, en la labor civilizadora de la
colonización. Tarea que incluía el castigo y la imposición pero que llevaría el
desarrollo. Los blancos consideraban propio de la civilización el concepto de
propiedad individual y permanente frente a la propiedad colectiva y cambiante
de las tribus guineanas. El sentimiento de propiedad se despierta en la pobre
muchacha negra a través de un espejo sin valor que se convierte en el objeto
fetiche de su existencia y, entonces, el autor escribe: La hora de la
civilización había sonado en la selva. Completa el pequeño libro con otros
cuentos publicados en El país de los bubis: Las botas de montar, El
aviso de la muerta, El espíritu del castigo y El desaparecido.
Su conocimiento de la selva y del ambiente
guineano le sirvió para hacer una sátira de la vida política española en el
comienzo de la II República, escondidos en nombres supuestamente africanos
están los principales actores del cambio político. Este libro –En la
selvática Bribonicia- no hay que leerlo en clave colonial sino peninsular
aunque las descripciones de ciertos lugares sean una remembranza de su estancia
en Fernando Poo. Además, publicó también una novela larga de aventuras en la
Nigeria Inglesa: La piedra de fuego. (Madrid 1924).
Más
es un escritor solvente, fácil de leer y que no se ha quedado anticuado siempre
que consideremos su mentalidad colonial. Trata de acercarse a la vida del
bosque pero no con afán de antropólogo sino con esa intención habitual en la
época de mostrar las diferencias y establecer las comparaciones pertinentes, es
decir con una mirada eurocentrista de difusor de la civilización. Encontró la
originalidad y la aprovechó. Algunos de sus relatos merecerán estar siempre en
las antologías españolas sobre este tipo de literatura.
yo creo y estoy investigando que nosotros los de moca somos ebreos del pueblo de israel
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