GABÁS, Luz: Palmeras en la nieve. (Ediciones
Temas de Hoy. Madrid 2012. 732 páginas; Booket. Barcelona 2015. 734 páginas).
El ejemplar viene abrazado por
una faja con una frase de María Dueñas: Una historia cautivadora que recrea
nuestro pasado colonial en África. Una lectura que desearás no abandonar. No
sé si Dueñas leyó el libro antes de escribir estas palabras, ni siquiera sé si
las escribió ella o alguien de la editorial. Pero este aviso nos invita a hacer
comparaciones. Una novela muy larga que se desarrolla en el África española y escrita
con estilo fácil, ¿no puede ser una manera de aprovechar el éxito de El
tiempo entre costuras? La misma
editorial para los dos libros que es, además, la responsable de la publicidad.
Hay marketing detrás de esa invitación a la comparación. Las cosas seguramente
no son así. Luz Gabás ya tenía escrita la novela, por lo menos la primera
redacción, cuando se publicó la de María
Dueñas. Y no es un simple remedo. Aunque hay paralelismos como el hecho de que
ambas autoras tuvieron familiares en las colonias que les abrieron el interés
por ellas y que Palmeras en la nieve
también ha sido una novela de éxito, se ha traducido a otros idiomas y se
anuncia una versión cinematográfica que dirigirá Fernando González Molina con
Mario Casas como protagonista.
Pico de Santa Isabel. óleo de Núñez Losada
Gabás tenía un argumento en la memoria histórica familiar y lo ha sabido
aprovechar. Procede del valle de Benasque, tierra que dio desde principios del
siglo pasado generaciones de emigrantes a Guinea entre ellos propietarios tan
señalados como Mallo y Mora. Peripecias que se relataron en el libro Guinea
en patués (2008) de José Manuel Brunet, José Luis Cosculluela y José María
Mur. Un buen trabajo de recopilación de recuerdos personales de aquellos
trabajadores de Chías, Cerler, Bisaurri, Benás, etc., que abandonaron las duras
tierras pirenaicas para buscar un futuro más próspero en las plantaciones de
Fernando Poo.
La autora es descendiente de emigrantes coloniales y conoce por ellos
los entresijos de la vida en las plantaciones y los conflictos que suscitaba. Sentía
que su historia podía ser interesante y la convirtió en novela, compartiendo lo
real disimulado con lo imaginado y trenzando dos argumentos –pasado y
contemporáneo- para crear la tensión que necesita el lector para seguir
leyendo. Como todo escritor novel, envió el original a varias editoriales sin
éxito. Hasta que Milenio, pequeño sello de Lleida, aceptó publicarla y
anunció su salida cuando la llamaron de Temas de hoy proponiéndole lo
mismo. Como es lógico, se quedó con la empresa grande que le garantizaba
publicidad y promoción. Pero del primer anuncio a la edición definitiva hay un
aumento de casi trescientas páginas y no creo que se deba sólo a un tipo
distinto de maquetación. Tal vez la editorial que definitivamente publicó la
obra –Temas de hoy, del grupo Planeta- influyera en la autora
para que ampliara el texto e introdujera asuntos que fueran comercialmente más
atractivos: Erotismo, violencia, política colonial, asomo de incesto, amores de
blancos y negros, explotación, toma de conciencia del africano frente al
dominio… Esto hace que la frescura de la primera parte (posiblemente la que
basó la autora en los diarios o relatos de su padre, tío o abuelo) y el reflejo
de lo que fue la vida en una plantación guineana, se vaya deslizando hacia el
folletín melodramático y extenso en exceso. Para hacer una novela tan larga
debería complicar el argumento, introducir tramas paralelas, profundizar en los
personajes para hacerlos menos planos y crear un ambiente más preciso mediante
descripciones de situaciones al margen de la vida sencilla de los
protagonistas. Sin
embargo, la novela vuelve a ganar en intensidad cuando se relatan algunos
episodios de la crueldad que siguió a la independencia. Es un asunto de gran
importancia en la vida de Guinea que permaneció en la sombra en su momento por
la censura que existía en el país, que podía incluso costarle la vida al que
contara algo, y por la clasificación de materia reservada que el gobierno
español otorgó a las informaciones sobre la ex colonia. Este ambiente se
sobrepone a la carga rosa de la novela y ayuda al lector a seguir con el relato
de los dos hermanos oscenses que trabajaban en la finca Sampaka, la más grande de
la isla de Bioko.
Aunque el relato de plantación resulta más verosímil que otras novelas
de épocas pasadas, la longitud dedicada a los amores de la segunda generación
se hace un tanto tediosa porque aporta pocos elementos nuevos y es la narración
de una aventura que se hace eterna.
Cartel de la película
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