martes, 30 de abril de 2013

CABO JUBY Y VÁZQUEZ-FIGUEROA


VÁZQUEZ-FIGUEROA, Alberto: Arena y viento.  Editorial Mateu. Barcelona 1961. 254 páginas y una hoja. Portada de Samper. Dibujos de Cuyás.
Otras ediciones:
-          Plaza y Janés. Colección Jet. Barcelona 1991. 192 páginas.
-          Orbis. Biblioteca de autor. Barcelona 1998. 190 páginas.
-          Debolsillo. Barcelona 2001. 192 páginas.
-          RBA. Barcelona 2005. 232 páginas.
   El enclave de Cabo Juby, o Villa Bens como se llamó la capital en los tiempos coloniales y hoy Tarfaya, no ha tenido mucha literatura de ficción en España. Era una colonia militar, apenas unos cuarteles y los funcionarios civiles y comerciantes imprescindibles para dar servicio. Primeo fue un fuerte y un aeródromo, luego se levantó una población alrededor de las instalaciones militares. Del resto de la franja sur del protectorado no se ocupó nada, salvo el puesto de Tan Tan, y era territorio por el que patrullaban (cuando podían) las tropas nómadas. El lugar que ocupó Bens sólo tenía una antigua factoría levantada por McKenzie en el arrecife que quedaba aislado durante la marea alta y otra casa de piedra en tierra firme. La primera sigue siendo aún hoy un símbolo de la ciudad y llamaba la atención de todos los que llegaban.
   Sin embargo, encontramos una rara novela de 1961 debida a un escritor que, con el tiempo, llegaría a ser uno de los más vendidos en el mundo: Alberto Vázquez-Figueroa. Escribió este libro -Arena y viento- con catorce años y se publicó en una colección de libros juveniles que contaban con ilustraciones a pluma para ayudar al lector a situarse en el lugar de la narración. El autor llegó a Villa Bens siendo un niño. El padre había sido desterrado por motivos políticos tras la Guerra Civil y allá tuvo que vivir su infancia y primera adolescencia, por lo que los recuerdos son puros y llenos de romanticismo. Hay que considerar que para la mente del joven los paisajes de arena y mar, el ambiente polvoriento por los frecuentes vientos y la manera de vida aislada y rodeados de personas de distinta raza, lengua y religión, dejaron una huella considerable y quizás fueran la semilla de la atracción que el escritor sintió por los viajes y la aventura. Cuando llegó a la ciudad, ésta no era ya sólo el fuerte sino una pequeña población donde residían algunos españoles civiles. La libertad que le daba esta vida, la pasión por el mar y la naturaleza, las posibilidades del desierto para la aventura, las excursiones de caza, el rescate de viajeros perdidos,  etc., señalan el camino del relato que, por otra parte, es también un canto a la naturaleza y su cuidado. El recorrido de la novela nos lleva también al sur de la ciudad por todo el Sahara español. Hay una página web de personas que hicieron la mili por allí donde se pueden ver preciosas fotografías de Joan Bordas sobre la ciudad: www.sahara-mili.net/person/jbordas1.htm

   Aunque en el relato el protagonista es un joven de trece años que se fue a vivir con sus tíos a Cabo Juby, no hay que tener mucha imaginación   para comprender que el autor habla de sí mismo y sus vivencias. El autor lo reconoce en el capítulo final: Traté de narrar las impresiones de un niño y las aventuras de un muchacho, y quise trasladar al papel personajes y recuerdos; pero leyendo ahora lo que he escrito me doy cuenta de que mi obra no está completa. Se le olvidaron personajes –habitantes del desierto-, paisajes, historias… Pero lo que quedó plasmado, continúa diciendo son fruto de la impresión que me causaron en un determinado momento, y al presentarse de nuevo lo hacen conforme a la intensidad de entonces. Es decir, la plasmación de una época feliz en un lugar que cambió radicalmente.





lunes, 29 de abril de 2013

CABO JUBY, SAHARA Y LA AERONÁUTICA EN LA NOVELA ESPAÑOLA (1)


La unión de estos dos elementos, Sahara y aviación, en la novela ha sido aprovechada en los últimos tiempos. Tendríamos que decir que no sólo el Sahara, sino los enclaves de Ifni y la franja sur del Protectorado. Eran territorios muy extensos, muy poco poblados y de difícil comunicación. La aparición de la aviación comercial primero, y desde 1909 la militar, supuso un gran avance para los habitantes de aquellas tierras que pudieron comunicarse y recibir bienes con más facilidad. Esto, y la llegada de los trasportes mecánicos, fue la puntilla para un modo de vida tradicional basado en el nomadeo y las caravanas. Al principio los españoles contaban con dos aeródromos: Villa Cisneros, en Río de Oro, y Cabo Juby, que luego se llamará Villa Bens y ahora Tarfaya. Más tarde se unirían otros como los de El Aaiún y Sidi Ifni y las pistas diseminadas por el desierto. Aunque se utilizaban aviones aptos para tomar tierra en cualquier terreno llano y firme. La aviación fue decisiva también en la guerra de 1956.
Breguet XIV
   Estos dos elementos recordarán siempre al mejor novelista aviador, Antoine de Saint-Exupéry, desaparecido durante la II Guerra Mundial a bordo de su aeronave, pionero de las grandes rutas comerciales y de los aviones correos. Estuvo algún tiempo en Cabo Juby, cuando trabajaba para Latécoère y esto lo refleja en dos de sus novelas Correo del sur (1928) y Tierra de hombres (1939). No hay que olvidar la novela de Joseph Kessel Ráfagas de arena (según la traducción de Buenaventura L. Vidal) o Viento de arena. El asunto también ha sido aprovechado por algunos de aquellos primeros pilotos. Por ejemplo, el capitán Núñez Maza que, acompañando a Burguete cuando éste fue nombrado jefe de la aviación de la zona, sufrieron una avería que les obligó a tomar tierra, fueron secuestrados por una de las tribus y tuvieron que ser rescatados mediante pago. Esas peripecias las narró en  Viento del Sahara. Diario de un aviador prisionero. (Zeus. Madrid 1930). Otro ejemplo notable es el de Ignacio Hidalgo de Cisneros que también dirigiría la aviación sahariana, y más tarde sería el jefe de la Aviación republicana en la Guerra Civil.  Publicó en 1970, en el exilio de Bucarest, Cambio de rumbo. Llegó a trabar amistad con Saint-Exupèry, con el que compartiría los largos y tediosos días de Cabo Juby. Decía: La vida en Cabo Juby era como para volverse neurasténico. El enemigo número uno era la arena. A pesar de todo lo escrito, de las películas y de lo que nos habían contado sobre el desierto, la realidad con que tropezamos fue peor que todo lo imaginado. El territorio era un gran cuartel porque apenas había población civil española. Era una sucesión de puesto, posiciones, cuarteles y patrullas militares. Destacaban La legión y dos unidades específicas de la zona: Tiradores de Ifni y Tropas Nómadas. Hay una película de 1952 titulada La llamada de África que es un canto a esas tropas. La dirigió César Fernández Ardavín, que también escribió el guión, y cuenta con unas bellas imágenes de Tarfaya, Tan Tan, Sidi Ifni, El Aaiún y los desiertos patrullados por los meharistas españoles y saharauis. A pesar de su intención propagandista, es una película llena de poesía.
 Fuerte de Cabo Juby

   Últimamente se han publicado en España tres novelas cuyo argumento gira en torno a estas materias:
MONTE, Baldo: Tarfaya. El correo aéreo de la ruta del viento. Gráficas Rogar. Madrid 2001. 278 páginas. Ilustrado con abundantes ilustraciones y fotografías pertenecientes a la colección de Manuel de Ugarte y Ríu.
GILARANZ, Miguel: Sáhara: la última misión. Una novela de pilotos, ONG’S y tropas españolas en el desierto. Éride ediciones. Madrid 2010. 184 páginas + 2 hojas.
RIERA, Elisabet: La línea del desierto. RBA. Barcelona 2011. 350 páginas.
   El autor de Tarfaya. El correo aéreo en la ruta del viento, disimulado en el seudónimo, es Baldomero Monterde que tuvo una larga experiencia de piloto militar y comercial. Su relato, que debe beber en el recuerdo de sus años de militar en la zona aunque lo sitúa en un tiempo anterior, nos sitúa en el ambiente hostil de Tarfaya donde las tropas nómadas españolas apenas podían abandonar el fuerte de Caboy Juby sin riesgo para sus vidas. El ambiente de hombres encerrados en los muros del fuerte, de las relaciones tirantes con los pilotos franceses y del siempre difícil contacto con los indígenas. En esto la novela ofrece un panorama que ayuda al lector africanista a situarse en el lugar y la época.  El argumento gira en torno a una operación de rescate de los tripulantes de un avión caído en el desierto, en 1928. Los militares españoles del fuerte deben ponerse de acuerdo con los aviadores franceses de Latécoère y algunos indígenas para llegar hasta los secuestrados. Detrás de esto hay una epopeya de los arriesgados pioneros del aire y de aparatos como el Breguet XIV, primario pero de muy buena adaptación al desierto. Es un entretenido relato sobre la conexión entre las Tropas Nómadas y los aviadores militares en las tareas de búsqueda. Un relato muy militar en el que la acción predomina sobre los aspectos psicológicos de los personajes. Pero desigual porque el autor no tiene la habilidad de conjugar la acción principal con las secundarias (anécdotas, historias, hechos humanitarios…) lo que le hace perder ritmo y tensión a la novela. El autor cae en algunos fallos normales en escritores eventuales, por ejemplo se detiene en explicar cosas que poco tienen que ver con los hechos (costumbres, datos botánicos, etc.) que el lector que lo precise puede encontrar en una enciclopedia. Como tampoco encaja en una novela unas páginas finales dedicadas a la historia de las posesiones españolas en el África occidental. Entiendo que Monte lo hace para facilitar al lector la lectura, pero lo hace en detrimento de la intriga. Por lo demás es un honesto ejercicio de aproximar al lector el origen de la aviación comercial sahariana y de los enclaves españoles en la zona.

Gilaranz, que es un hombre polifacético que lo mismo preside un partido verde que pilota aviones, une en esta novela dos pasiones: los aviones y el desierto. Más datos sobre él y su obra se pueden ver en su blog: http://mgilaranz.blogspot.com.es/
   Sahara: la última misión trenza dos historias distintas, que se suceden en tiempos distintos y que la imaginación del autor une al final en una trama que no voy a desvelar. Por un lado el sargento Merchán, de las Tropas Nómadas, deambula por el desierto en las rutinarias patrullas de control del territorio en el año 1974. Le acompañan soldados españoles y saharauis y van inspeccionando los pozos, los caminos, las caravanas… Controlan el estado del orden en la provincia y protegen a la población civil. Las Tropas Nómadas era una policía militarizada, las funciones militares estaban encomendadas fundamentalmente a La Legión. Eran hombres hechos al desierto, habituados a recorrerlo y adaptarse a lo que daba en cada misión. La unión de españoles e indígenas tenía sus reglas, trabajaban juntos pero mantenían cierta distancia en el trato. Las bases permanentes dieron lugar a las incipientes ciudades del territorio que convirtieron en sedentarios a los antiguos nómadas, en esta narración Daora. Por otro lado, Eliseo es un piloto aficionado que colabora en el tiempo actual con una ONG. Está encargado de llevar unas cajas de gafas usadas al Sahara y emprende un viaje en varias jornadas. No es un experto en el vuelo pero tiene un entusiasmo grande motivado también por la labor humanitaria que va a realizar. La soledad el piloto en el aire es, en cierta manera, similar a la soledad del hombre en el desierto. Esta parte gustará mucho a los aficionados a la aviación. Gilaranz es muy detallista tanto en los preparativos del vuelo de un ultraligero como en el aparejo de los camellos.

   La estructura del relato es sencilla hasta que las situaciones se complican por un ataque y un accidente. Es una prosa clara, sin artificios, de fácil lectura. Cuando aparecen las dificultades, la novela se convierte en un canto a la amistad, a la solidaridad y al esfuerzo del hombre en la naturaleza. Un elogio a los hombres de ideas claras y positivas y a los valores humanos. Por eso el lector termina con una sensación agradable. Desde la perspectiva colonial son interesantes las escenas de descripción de la vida en el desierto de las tropas españolas, tanto de las patrullas como de los puestos que jalonaban la colonia. Bien descritos los personajes, el material, el cuidado de los camellos, la dureza de la vida al sol… La intención del autor es centrarse en los caracteres humanos, no en la situación social o política del territorio. Y lo hace en un libro bien medido de páginas.
    Riera es una periodista que se atreve por primera vez con la novela. Es un libro ambicioso, no porque la autora intente una escritura vanguardista o renovadora sino por la penetración en los personajes. Su objeto es una indagación sobre la vida de unos de los pioneros de Latécoère en África, el capitán Joseph Roig, catalán francés al que le envuelve una aureola de intrépido en su misión y de misterio en su final. Fue el encargado de montar la línea de aviones correo entre parís y Dakar en un tiempo en que eso constituía un sueño lleno de problemas técnicos, administrativos y políticos. La autora concibe su libro en tres partes diferentes pero unidas por el hilo de la investigación que la protagonista realiza sobre el empleado de la empresa aérea. La primera parte es la búsqueda de las fuentes, la segunda la recreación de la aventura de Roig y la culmina con una visita a los escenarios para desentrañar el final. Tiene la habilidad de mantener la atención continua del lector mediante la técnica de ir presentando poco a poco las averiguaciones, y de componer la novela de manera que la búsqueda histórica y los acontecimiento de la protagonista actual encajen perfectamente y contribuyan a que el interés no decaiga. El lenguaje es claro, directo, en muchos casos periodístico como corresponde tanto a la profesión de la autora como a la de la protagonista. Además, para eliminar de la novela lo que perjudicaría la cadencia del relato, ha dejado los datos sobre el personaje, historia, bibliografía y fotos en una página web: http://www.lalineadeldesierto.com/

   Sus referencias al África española, sobre todo Cabo Juby y Villa Cisneros, son numerosas. La acción se desarrolla en los primeros años veinte del siglo pasado. Los dos enclaves son apenas un fuerte y poco más y la vida allí es dura y aburrida. Lo describe muy bien al recrear las memorias de Roig:   En la cantina del fuerte reinaba un silencio sórdido. Al entrar no se oía otra cosa que el repiqueteo de los dados en sus cubiletes y en las desvencijadas mesas donde se recostaban los soldados. Después de haber conocido al coronel Bens, me parecía imposible que esos hombres que se sentaban a las mesas de la cantina fueran sus tropas; más que hombres eran fantasmas. Quizás el coronel Ben ser el único de ellos que sabía por qué estaba allí. Los demás seguramente se lo preguntaban cien veces al día. Su misión, en realidad, era solo ésa: guardar el fuerte, estar ahí como prueba de que el fuerte pertenecía a España, porque así se había decretado y, sobre todo, porque al coronel Bens le daba la gana. No había súbditos a los que gobernar, no había ningún orden que mantener, ninguna sociedad o industria a la que proteger ni más territorio que conquistar porque, hacia el este, toda la tierra era arena.
   Tiene algún fallo histórico al confundir el Sahara español con la franja sur del protectorado. Es cierto que estuvieron unidos administrativamente algún tiempo bajo la denominación de África Occidental Española. Pero el resultado es un excelente relato, entretenido y conforme a lo que pasó.

viernes, 26 de abril de 2013

GUINEA ESPAÑOLA EN LA NOVELA JUVENIL

Guinea es un escenario atractivo también para los autores de novelas dedicadas a los jóvenes. El exotismo del paisaje, de las costumbres, de los habitantes. Las aventuras que pueden surgir del alejamiento y la soledad de los que decidían adentrarse en las selvas tropicales. La vida dura y atractiva de hombres que se decidían a dejar su tierra para dedicarse a negocios o empresas en sitios desconocidos y peligrosos, y todos los demás ingredientes que pueda añadir la imaginación del escritor, favorecen esta literatura. No hay muchos ejemplos, pero sí los suficientes como para comentarlos en una categoría aparte. Quizás el asunto dé para más y, teniendo en cuenta una cierta tendencia actual a volver sobre lo colonial, podamos ver más ejemplos próximamente. He aquí una muestra:
GABARRAS, J.: En las selvas de África. Editorial Dalmau Carles Pla. Gerona 1964. 43 páginas y 1 hoja. Ilustrado.
LORMAN, José: Rumbo a Elobey. Editorial La Gaya Ciencia. Barcelona 1974. 209 páginas. Ilustraciones de J. M. Bea.
LORMAN, José: Manuel Iradier Bulfy explorador del África negra. La Gaya Ciencia. Barcelona 1976. 149 páginas y 2 hojas. Ilustraciones de Lluís Laporta.
NOVOA, José Manuel: A través de la magia bubi. Por las selvas de Guinea. Edelvives. Zaragoca 1991. 119 páginas. Con fotografías del autor.
CLIMENT, Paco: El aprendiz de Stanley. Ediciones del Bronce. Barcelona 1999. 131 páginas.
                               Mi amigo Iradier. Edelvives. Zaragoza 2004. 158 páginas + 1 hoja.
LORMAN, Josep: El cofre del negrer. Editorial Cruïlla. Barcelona, 2000. 156 pág. Ilustraciones: Tha.
LORMAN, Josep: Pamue! Editorial Cruïlla. Barcelona 2000. 221 páginas. Ilustraciones de August Tharrats (Tha). En catalán.
BOIX, Armando: Aprendiz de marinero. Edebé. Barcelona 2000. 189 páginas. Ilustraciones de Jordi Vilá Delclòs.

   La primera aportación se debe a Gabarras en una colección llamada La vuelta al mundo. Eran unos libritos breves, con unos apreciables dibujos de Narmas, en los que había una intención pedagógica clara: se pretendía enseñar geografía universal a los niños mediantes historias desarrolladas en los diversos lugares del mundo. En el que nos ocupa la acción comienza en Villa Cisneros, sigue por las costas africanas y acaba en la colonia española donde se desarrollan las previsibles peripecias de selva, cacería, animales peligrosos y descripciones de indígenas y paisajes.

Ilustración de En las selvas de África

  Después de la independencia el autor que más novelas ha dedicado a Guinea española es Josep Lorman. Es un hombre que ha estado dedicado a la literatura, la edición y el cine y cuyos datos, tanto biográficos como bibliográficos, pueden consultarse en su página web: http://www.joseplorman.com. Sus primeras novelas las escribió en castellano para pasarse después al catalán. Comenzó en 1974 con un relato titulado Rumbo a Elobey en el que, además de demostrar conocimientos geográficos y de navegación a vela, ofrece una buena aproximación a la vida colonial en las islas españolas del golfo de Guinea (Corisco, Elobey) en 1900. La intriga está suficientemente elaborada como para atrapar al lector joven. Está características, que son también de sus otras novelas, hace que los relatos tengan los elementos suficientes para haberse convertido, si el autor lo hubiese deseado, en novelas para adultos. Esta novela la amplió posteriormente, publicándola sólo en catalán con el título de El cofre del negrer. El personaje principal, un muchacho llamado Marcos, tiene muchas similitudes con el Daniel de Pamue! El primero era grumete de un barco y el segundo, conocedor del territorio continental de la colonia, guía de la expedición. Pero Marcos se mueve en un mundo de marineros, de personajes de características muy marcadas que le dan perfecto contrapunto al joven aventurero. En Pamue! Daniel es el sentido común y la inteligencia frente a un militar español en una expedición que tiene por objeto rescatar a unos comerciantes perdidos en el bosque. En este caso el antagonista es un militar español bruto y prepotente. Es habitual que el personaje estúpido siempre sea el militar, es un tic repetido. En todo caso es una buena novela, con una nueva edición en 2010, y lamentamos, los que no somos catalanoparlantes y tenemos que hacer un gran esfuerzo por leer en catalán, que no se haya traducido al español. 

Su novela sobre Iradier no tiene la frescura ni la gracia de las otras porque se trata más bien de una biografía rellenada de datos históricos para situar al personaje. Demasiado fiel a los diarios del explorador vasco, no permite a Lorman desarrollar acciones más imaginativas.

   Esto le ocurre también a Paco Climent en su novela El aprendiz de Stanley. También muy fiel a los hechos históricos, narra las aventuras de Iradier desde su temprana afición a la exploración, pasando por su encuentro con Stanley y el consejo que le da éste para viajar al Muni y su viaje a la selva. El relato incorpora personajes que ayudan al joven a desentrañar los sucesos y a enmarcar la importancia de la aventura del protagonista. En 2004 aparecería una reescritura de esta novela con el título de Mi amigo Iradier.


   José Manuel Novoa es un periodista que ha trabajado mucho en Guinea y es autor de libros como Guinea Ecuatorial: Historia, costumbres y tradiciones (1984) e Iboga, la sociedad secreta del bueti (1989). Además es realizar de varios documentales y series de televisión. En su libro A través de la magia bubi apenas hay unas pocas referencias coloniales, se desarrolla después de la independencia y aproxima a una de las pasiones del autor, los ritos mágicos y religiosos de las sectas indígenas.

   Por último citaré a Armando Boix, autor de varias novelas y de muchos relatos cortos. Aprendiz de marinero recuerda algo  a Rumbo a Elobey porque el protagonista vuelve a ser un polizón en un barco de vela en el siglo XIX. Pero esta vez el rumbo es a Fernando Poo. El joven, en compañía de un tío suyo que vivía en la colonia, descubre el mundo nuevo de la isla africana, la reducida sociedad de europeos y el contacto con los pobladores bubis que el autor, seguramente por el público al que va dirigido el libro, dulcifica y adapta.

lunes, 22 de abril de 2013

LA PRIMERA NOVELA SOBRE LA GUINEA ESPAÑOLA. La danza de los puñales de Buenaventura L. Vidal Torras.


VIDAL TORRAS, Buenaventura L.: La danza de los puñales. Novela de aventuras africanas. Editorial Hernando y compañía. Madrid 1925.

   En 1842 la Sociedad Económica Matritense convocó un premio para la mejor memoria sobre los medios para colonizar Fernando Poo y Annobón. Fruto de esa convocatoria es el primer libro publicado en España y dedicado íntegramente a la Guinea española. Se trata de Memoria sobre la isla de Annnobón de José de Moros y Morellón y la Memoria sobre las islas de Annobón y Fernando Poo de José Miguel de los Ríos. Su publicaron conjuntamente en 1844(Compañía tipográfica. Madrid). El primero era un catedrático de Náutica que había visitado Annobón en sus navegaciones de 1836, 1838 y 1839. El segundo era catedrático de Jurisprudencia y nunca estuvo en las islas. En los años sucesivos se publicó poco sobre la colonia. Casi todo fue obra de algunos de los expedicionarios que fueron con Lerena en 1842, con Manterola en 1845 y con Chacón en 1856. Memoria de la isla de Fernando Poo (1848) del misionero Jerónimo Usera Alarcón que fue autor también de Observaciones al llamado opúsculo sobre la colonización del Fernando Poo, publicado por don Adolfo Guillemar de Aragón (1852), el mismo Opúsculo sobre la colonización de Fernando Poo y revista de los principales establecimientos europeos en la costa occidental de África del cónsul Adolfo Guillemard de Aragón (1852), Breves apuntes sobre la isla de Fernando Poo en el golfo de Guinea (1859) del religioso Miguel Martínez Sanz, Un libro importante fue Apuntes sobre el estado de la costa occidental de África y principalmente de las posesiones españolas en el golfo de Guinea (1859) del teniente de navío Joaquín J. Navarro que acompañó a Chacón y fue secretario del gobierno colonial. Son libros llenos de descripciones y notas geográficas, cultivos, población y datos. Contienen previsiones de colonización que, en la mayor parte de los casos, resultaron fallidas. Después se sucedieron, lentamente, algunas publicaciones en la década de los 80 del siglo XIX. Y los abundantes artículos de las revistas geográficas. La aparición de la imagen invalidó muchas de las descripciones. Primero con las revistas ilustradas con grabados y dibujos, después con la fotografía y, más tarde, con el cinematógrafo.
   Hay que esperar hasta 1886 para ver una primera mención a Guinea en una novela española: Aventuras de un piloto en el golfo de Guinea de un desconocido Donacuige. El libro es un relato de navegación en el que sólo al final se detiene en Annobón. Este libro se halla digitalizado y de público acceso en la biblioteca digital hispánica de la Biblioteca Nacional: 
http://bibliotecadigitalhispanica.bne.es/view/action/singleViewer.do?dvs=1366456871037~729&locale=es_ES&VIEWER_URL=/view/action/singleViewer.do?&DELIVERY_RULE_ID=10&frameId=1&usePid1=true&usePid2=true.
  Parece ser que el autor escribió sólo la primera parte de su obra y que por eso las referencias a Guinea son tan escasas. La segunda referencia de ficción a la Guinea española está en los cuentos que José Más incluyó en las páginas finales de su libro de viajes En el país de los bubis. Pero de Más ya hablaremos más adelante. Por tanto, consideramos que la primera novela larga dedicada a la Guinea española es La danza de los puñales de Buenaventura Vidal.
   Buenaventura L. Vidal Torras fue un personaje curioso en la España de principios del siglo XX. Escritor, periodista, crítico literario y traductor. De sus propias palabras deducimos que viajó mucho por Europa y África y, seguramente, conoció la Guinea española. En el primer capítulo de la novela, titulado De cómo llegó el autor al lugar de la narración, nos dice: Con fortuna varia, pero siempre alegre, recibiendo sin pena los pesares y sin transportes de júbilo las alegrías, cruzó montes y llanos, ríos y mares. Se posó unos instantes en ciudades populosas y otros en aldeas humildes. Buscó agua con la que apagar su sed en algún oasis de africano desierto. Se amparó contra el ardiente sol de los trópicos en la frondosidad de los bosques. Encontró lecho para su descanso en las hospitalarias chozas de los hombres salvajes. Sabemos que vivió un tiempo en Cádiz, donde estrenó obras teatrales como El gaditano, Los cantares y Al final de la senda. Pasó a Madrid donde ejerció de redactor y crítico literario en El Correo. Y siguió estrenando obras como El de los cuentos de hadas (1917),  Cuando el payaso ríe, De hombre a hombre y más. Fue también autor de novelas como  La princesita encantada (1910), Las raíces del amor (1921) y Para despertar en el cielo (1922). Y, por supuesto, La danza de los puñales que alcanzó dos ediciones el año de su publicación. Además fue autor de cuentos, novelas cortas, la biografía de Eugenia de Montijo (1926) y gran cantidad de artículos. Traductor de varios autores franceses, entre ellos Julio Verne del que le debió quedar un gusto por las aventuras exóticas que trasladaría a su relato guineano.
Buenaventura L. Vidal
   La danza de los puñales es una novela desigual. En primer lugar, me parece que está bien escrita y tiene una lectura agradable. Pero carece del ritmo propio de una novela de aventuras y se inscribe más bien en un tipo de relato propio de la época, que podría llamar antropológico. El viajero quedaba fascinado por lo que veía, se sentía un ser privilegiado por viajar a lugares remotos, exóticos, llenos de peligro y fuera del alcance de la mayoría de sus semejantes. Eran sitios que, en esa época, presentaban muchas diferencias con la España peninsular. Tantas que el autor se veía obligado a contarlas. No había casi imágenes porque las fotografías eran escasas y las películas y documentales eran artículo de lujo. El escritor tenía que sustituir éstas por palabras. Y ese ánimo de contar lo diferente, a veces también la vanidad de viajero, le llevaba a romper la cadencia natural del relato, la intriga y el dibujo de los personajes para dar noticias curiosas sobre las costumbres indígenas, la fauna, el modo de vida, la geografía, el comercio, el impacto de la llegada del blanco y la dificultad de encaje de los pioneros europeos en las selvas tropicales. De esto adolece también la novela de Vidal.

   Por lo demás es un entretenido relato de los trágicos amores de un colono con una indígena, mitad posibilidad y mitad leyenda, en el que transciende la precaución contra los amores interraciales, interdición propia de la época en la que la superioridad de la raza blanca despreciaba el contacto con mujeres indígenas que no fuera simplemente casual, esporádico o amantes sin estatus familiar.
   Pero por las noticias aportadas y las observaciones incluidas en el relato, es una buena muestra de novela del bosque y de intervención colonial. Por supuesto mucho mejor que la mayoría de las posteriores.

viernes, 19 de abril de 2013

ORDEN EN RÍO MUNI de Antonio M. Carrasco


CARRASCO, Antonio M.: Orden en Río Muni. De Librum Tremens. Madrid 2011. 281 páginas.
   Una novela donde, utilizando como excusa el internamiento de las tropas alemanas en la Guinea española durante la I Guerra Mundial, intento reconstruir la vida en la parte continental de la colonia. Sobre esto hay muy pocas fuentes y la novela no deja de ser una prospección histórica de lo que pudo haber sido cotidiano en la época y lugar.


jueves, 18 de abril de 2013

EL INFIERNO DE AXDIR de Vicente Pedro Colomar Cerrada


COLOMAR CERRADA, Vicente Pedro: El infierno de Axdir. Prisioneros españoles en el Rif 1921-1923. Cultivalibros. Sevilla 2010. 498 páginas y 13 hojas (de las que 10 son de fotografías). Ilustrado con numerosos mapas.
   Esta historia novelada, con notas en los capítulos y bibliografía al final, trata de ser fiel a los acontecimientos sucedidos tras la caída de Annual. Unas notas que ayudan a conocer al lector, incluso a los iniciados en la historia del Protectorado, a situar los lugares y describirlos muy precisamente, así como a determinados personajes. En concreto, el cautiverio sufrido por casi mil españoles que quedaron prisioneros en el Rif de Abd el Krim. La historia de las penurias sufridas en esos meses, casi dos años, desde la captura hasta la liberación previo pago de un rescate que dio lugar a una fuerte controversia en la opinión pública y en el Parlamento. Es un asunto lleno de aventuras, de pasiones, de crueldad y heroísmo, es decir muy apto para novelar. Aunque, como decimos, el autor queda preso de la fidelidad histórica y desarrolla menos la parte de ficción. Tiene, como originalidad, que no se centra en los prisioneros militares que eran la mayoría, entre ellos el general Navarro, sino en los civiles que trabajaban en las minas La Alicantina de Beni bu Ifrur para la compañía Setolazar. Esta situación la conoce muy bien el autor porque sus padres trabajaron en el poblado de las minas y él mismo también fue empleado de esa compañía. 




COMO UN CASTILLO DE NAIPES de Juan José Fernández Delgado.


FERNÁNDEZ DELGADO, Juan José: Como un castillo de naipes. El desastre de Annual. Chiado ediciones. Lisboa 2013. 613 pp. + 5 hojas con mapas.

   El autor ha tenido la valentía de  novelar el Desastre de Annual al completo y le ha salido una novela de más de seiscientas páginas. Podrían haber sido mil doscientas o seis mil páginas porque el asunto da para ello.  Señala en la contraportada que la novelística se ha ceñido a presentar aspectos parciales de lo allí sucedido, lo que es sólo cierto en parte porque esta novela recuerda –en el fondo y en la técnica- a la célebre El desastre de Annual de los episodios nacionales contemporáneos que en 1968 publicaron Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March. He dicho valentía porque atreverse con toda la historia de la rota de la Comandancia de Melilla, posarse en cada episodio, relatar las vicisitudes de cada posición y ofrecer una visión de conjunto es una labor complicada. Para ello podría haber optado por contar la historia de algún personaje encuadrado en el marco histórico. Pero ha preferido narrar el conjunto de los hechos incluyendo en ellos a algunos personajes de ficción que corresponderían a los protagonistas reales de los sucesos. Con lo que se consigue una buena visión de conjunto para aquellos que no conocen bien lo sucedido. El estilo es sencillo, preciso y se acompaña de la transcripción documentos originales que ayudan a comprender las decisiones de los mandos militares y los responsables políticos.


EL RAISUNI Y LARACHE EN LAS NOVELAS de Luis María Cazorla Prieto


CAZORLA, Luis María: La ciudad del Lucus. Editorial Almuzara.  Jaén 2011. 668 pp. y  cuadernillo de fotografías.
-          El general Silvestre y la sombra del Raisuni. Editorial Almuzara. Jaén 2013. 338 pp., un mapa y cuadernillo de fotografías.




 Cazorla es un hombre culto que lleva toda la vida escribiendo, aunque no precisamente novela. Es catedrático, abogado del Estado, letrado de las Cortes, etc. Por lo tanto, escribir no le era nada ajeno y eso es importante cuando se quieren expresar sentimientos o se quieren relatar hechos. Además es descendientes de pioneros españoles en Marruecos, de uno de aquellos comerciantes que se abrieron camino en el Marruecos que se ofrecía tímidamente a los extranjeros entre la guerra de 1860 y la instauración del Protectorado. Esto se nota porque muchas de los detalles históricos de sus novelas no están extraídos de la abundante bibliografía –aunque nunca completa- sino del conocimiento familiar. Esa pequeña historia de la vida cotidiana tan difícil de encontrar en los archivos pero imprescindible para conocer realmente como se vivía en la zona. Para los que nos gusta la historia colonial española en África, los relatos de Cazorla son una excelente muestra de lo que la ficción puede aportar a este asunto.
   La ciudad del Lucus presenta enlazadas la historia de la ocupación española de Larache y Alcazaquivir con la historia familiar de unos comerciantes establecidos en la primera de esas ciudades. Este ámbito doméstico recuerda a Melilla, la codiciada de Juan Berenguer. Es el canto al esfuerzo y el sacrificio de los que se aventuraron a lo nuevo, ignoto e incierto, buscando un futuro mejor con el único capital del esfuerzo. La parte que podíamos llamar política es una excelente reconstrucción de la llegada del general Silvestre a Larache, la ocupación de la ciudad antes del tratado que instauró el Protectorado y la subsiguiente de Alcazarquivir. Movimientos que efectuaron los españoles para evitar la llegada de los franceses. Todo ello en base a un derecho de garantizar el orden que se dibujó confusamente en la Conferencia de Algeciras. Muy acertadas son las descripciones de las operaciones de información, de las maniobras militares, de la vida en las ciudades y los zocos, de las intrigas diplomáticas, de los movimientos de los franceses y de El Raisuni y de la capacidad operativa de Silvestre. Cazorla ha estudiado la bibliografía existente y ha hablado con personas que vivieron en la zona.  Sólo así se puede describir las andanzas de Zugasti, de Ovilo y de otros personajes importantes en la historia menor de la zona. Y sólo así se puede situar geográficamente la acción en el teatro marroquí.  Sin embargo, la novela es demasiado larga. Es cierto que hay una tendencia a extender en exceso los relatos, quizás porque es lo que pide ahora el lector que se encariña con los personajes y disfruta con la intriga. Pero con tanta extensión los asuntos domésticos de las familias Ninet y Tenoll cobran una importancia exagerada que puede hacer perder el ritmo por momentos. Por lo demás, ninguna novela española relata con tanta precisión unos hechos referentes al Protectorado. En este aspecto es una magnífica reconstrucción histórica.
   La segunda novela - El general Silvestre y la sombra del Raisuni- se puede considerar la continuación de la primera. El autor se ha desprendido de algunas de las rigideces de La ciudad del Lucus y ha rebajado considerablemente el número de páginas. Aunque todavía adolece de largos diálogos innecesarios y un poco retóricos que rompen el ritmo de la acción. Una vez tomadas Larache y Alcázarquivir, la acción se sitúa en 1914 y vuelve a enlazar las historias domésticas y los episodios históricos, en una técnica de contrapunto, mezclando personajes reales y de ficción como lo hiciera Galdós para acentuar el carácter novelesco del relato. El conflicto latente entre Raisuni y Silvestre acaba por estallar. Al general español se le achaca un carácter impetuoso, la soberbia propia de ser protegido del monarca y una falta de preparación paralela a su arrogancia. Posiblemente se exagera en todo eso. La bibliografía contemporánea al desastre de Annual  (Gómez Hidalgo, Vivero, López-Rienda, Hernández Mir, etc) carga las tintas más contra Berenguer por culpa in vigilando y una distribución desigual de efectivos entre las dos zonas, con prioridad a la que el mandaba directamente, y trata de justificar las decisiones últimas de Silvestre. Todos menos  Ruiz Albéniz, amigo y defensor del alto comisario. Pero esto es otro tema. La verdad es que Silvestre se enfrentó a Raisuni porque éste último ejercía una autoridad que no le correspondía, entendía el mando como una arbitrariedad feudal y desconocía el poder español. Pero para combatir a un ser arbitrario cayó en el mismo vicio. Algunos españoles entendieron que el pacto con el caudillo marroquí era la garantía de la ocupación pacífica, y esto tiene algo de cierto. Pero el precio a pagar era el respeto eterno a la voluntad caprichosa del cherif. La instauración del Protectorado exigía el sometimiento del país al orden y la autoridad de las potencias protectoras como representantes del sultán y en esto Silvestre actuaba correctamente. Aunque con nula diplomacia y a costa de iniciar unas hostilidades que, por otra parte, hubieran sido inevitables antes o después.


  En la novela aparecen, además de los personajes principales, otros que jugaron un papel en la historia del África española como el escritor Rafael López Rienda que, además, fue suboficial de Regulares el teniente coronel Valdés Cabanillas, el comandante Orgaz que con el tiempo llegaría  a alto comisario, Navarro, Morales…
   El ambiente de la ciudad se dibuja trenzado tres intrigas: la político-militar, que compone la parte histórica del relato, la comercial, que muestra la manera de vida en la ciudad, y la policíaca a través de las andanzas del teniente Pozo de la Guardia Civil. Principalmente el enfrentamiento de Silvestre con el alto comisario Marian y el cónsul Zugasti sobre el modo de enfrentarse a el Raisuni que, en el fondo, es la vieja polémica entre penetración armada o penetración pacífica. Silvestre pretendía la vía armada para acabar con el cherife y los otros trataban de apaciguarlo mediante el pacto. Esta controversia, y la falta de un dibujo competencial en el protectorado claro a pesar del carácter militar del alto comisario, dio lugar a una sucesión de intrigas, enmascaramientos y maniobras por parte de unos y otros que Cazorla explica con claridad y con preferencia sin disimulo.
   Las dos novelas, juntas o por separado, son una magnífica muestra de la literatura colonial  con la virtud de unir los hechos históricos con la reconstrucción aproximada de la vida cotidiana. Son, por tanto, una buena manera de acercarse a la historia del Marruecos español.

NOVELAS DE LOS TERRITORIOS ESPAÑOLES DEL GOLFO DE GUINEA (1): BIOKO de MARC PASTOR


PASTOR, Marc: BIOKO. Editorial Planeta. Barcelona 2013. 475 páginas. Traducido del catalán por Josep Escarré. Ilustraciones de Oriol Malet.

   Marc Pastor aprovecha los escenarios de Río de Oro, al principio de la novela, y de Fernando Poo para trazar una historia llena de aventuras, crímenes, intriga y sucesos encadenados que buscan mantener la atención del lector sin decaimiento. El ritmo de los episodios que cuenta se mantiene constante y atrapa la atención. A veces usa para ello recursos que no corresponden al valor de su escritura, como los párrafos muy breves de una o dos frases que eran propios de los novelistas populares que cobraran por páginas. El autor es soberano en sus escritos y puede hacer lo que quiera. Sólo responde ante los lectores. Por tanto es libre de narrar cualquier hecho real o imaginario, de manera objetiva o tomando partido, y situarlo en el sitio que le plazca. Y puede, como es el caso, introducir anacronismos, desfigurar la realidad y forzar el argumento con viajes en el tiempo y matanzas horribles que no se corresponden con la realidad histórica. El autor no pretende escribir una novela histórica ni recrear la vida colonial  a finales del siglo XIX en Bioko, aunque entonces no la llamaban ni los autóctonos. Y en este blog pretendemos comentar las huellas de las colonias españolas en África en la novela. Dejando al margen las cualidades literarias, se pueden señalar algunos aspectos puramente coloniales.



   El ambiente guineano de finales del siglo XIX es muy atractivo para el novelista que busca originalidad, al menos en el escenario y en las relaciones humanas que allí se desarrollaban. Pastor lo sabe y aprovecha la incipiente colonización de la ciudad de Santa Isabel (hoy Malabo) en 1887. Habla de una colonia penitenciaria que nunca existió, sólo fue un proyecto. Pero no aparecen presidiarios en el relato sino infantes de marina de las compañías que se destacaron allí como guarnición. No es un autor al que le gusten las descripciones, sino la acción, pero sí que desarrolla escenas en lo que pudo ser la vida de la época en tabernas, cuarteles y plantaciones. Como he dicho, no pretende una reconstrucción detallada y precisa y, por lo tanto, no puede leerse el libro creyendo que lo descrito correspondía a lo real. Por otra parte, no hay tampoco muchas fuentes contemporáneas en las que la vida cotidiana en Fernando Poo quede reflejada exhaustivamente.  El narrador debe reconstruir mediante indicios y señales indirectas. Es poco probable que esa época existieran comunidades fang en la isla y exagera la presencia británica. Por otro lado presenta a los personajes españoles, militares y funcionarios, toscamente tratados como si todos fueran bobos o malos, o las dos cosas, cayendo en la caricatura.  La realidad no era así, en las colonias, como en todas partes, había de todo: buenos, malos y regulares. Aunque siempre existiera un racismo latente consecuencia de la superioridad que el blanco se atribuía sobre el indígena. Su personaje Moisés Corvo, un hombre acostumbrado a que la vida lo trate mal, resulta un antihéroe violento pero que guarda una nobleza de la que carecen sus semejantes en la ficción.

  Novela que recrea una fantasiosa Fernando Poo, muy atractiva para el lector que busca intrigas y acciones que mantenga la tensión., pero que no busca la descripción histórica de la vida colonial.

miércoles, 17 de abril de 2013

Presentación

   Un blog para comentar las novedades en novelas de ambientación colonial en el África española, y para recordar algunas de las escritas en el pasado. Pretendo, con el tiempo, recordar de manera exhaustiva toda la ficción española sobre la materia. Hace falta un poco de paciencia. No trato de hacer crítica literaria, ni de profundizar en las novelas. Más bien, recopilar menciones sobre la ficción hispanoafricana.
   Hace tiempo publiqué un libro sobre este asunto. Actualizar requeriría hacer una edición cada dos años. Sin embargo, este medio permite tener una visión más amplia y completa en menor tiempo.
   Espero que el blog sea un medio de comunicación de todos los interesados en esta materia.
   Un saludo,
   Antonio M. Carrasco González