miércoles, 30 de diciembre de 2015

NOVELA EXOTISTA Y MARRUECOS (1): PEDRO Y MAXIMILIANO RAIDA.

RAIDA, Pedro y Maximiliano:
-         Aires moghrebinos. Tipografía de El Mercantil Sevillano. Sevilla 1908, 80 páginas.
-         Regeneración. Trozos de vida árabe. Tipografía de El Mercantil Sevillano. Sevilla 1909. 132 páginas.
-         De la morería. Tipografía de El Mercantil Sevillano. Sevilla 1909. 99 páginas.
-         Venganza riffeña. Pueyo. Madrid 1910. 157 páginas + 1 hoja.

  Los hermanos Raida tenían afición a la escritura. Tres de ellos publicaron cuentos y poemas,  aunque fue Pedro el que alcanzó mayor renombre. Guilis Pastor, en la crítica que hace a la novela Venganza riffeña  en La Nación Militar de 12 de febrero de 1910, nos dice que eran nacidos en Austria pero que adoptaron el idioma español para escribir. No obstante, en las biografías de Pedro se nos dice que nace en Sevilla en 1890. Y   Miguel Ángel Buil Pueyo en su libro Gregorio Pueyo(1860-1913), librero y editor  nos indica que nació en Mogador en 1888 y murió en León en 1962. Quizás este nacimiento marroquí explique mejor su inclinación literaria por el exotismo magrebí. Fue éste un poeta de vanguardia, perteneciente al grupo Ultra que se formó en Sevilla con Garfias, Cansinos-Assens, Adriano del Valle, Pedro Luis de Gálvez  y otros.

   Los Raida, como le ocurre a Isaac Muñoz, combinan un cierto vanguardismo literario con una rancia visión exotista de Marruecos. En realidad, les importaba más crear un escenario nuevo donde colocar sus argumentos que mostrar la realidad del país. Son, usando la expresión de Said, autores del oriente imaginado. Tal vez estaban imbuidos de una mentalidad que trascendía las ideologías y que, de buena fe, creían que era posible que un pueblo ayudara a otro imponiendo su poder y que de esa imposición se sacaran beneficios para todos. Los Raida, sin embargo, son más realistas que Muñoz y llegan a unir costumbrismo regionalista (colonial) con una estética vanguardista sin excesos.

   Su pasión literaria marroquí se comprime en cuatro libritos de cuentos y una comedia (Con ella pagó el sultán -1910-).  Evocan un Marruecos bárbaro muy del gusto de la época y se recrean en novelar situaciones como la venganza o la exclusión de la mujer. Los moros son fanáticos y supersticiosos, viven en una sociedad alejada de la civilización y tiene un acendrado instinto cruel para, según los Raida, relacionarse. Tienen tendencia al el diálogo, y en varios de los libros aparecen lo que llamaban bocetos de comedia. Su única novela larga de la serie, Regeneración, es un relato dialogado. Su visión es caduca, colorista pero despreciativa, fuertemente impregnada por el sentido de alteridad y superioridad.  No todos los cuentos tienen un trasfondo colonial, los autores prefieren sustraerse de esta circunstancia para sumergirse en las “costumbres árabes” sin contaminar. Pero no desdeñan las referencias coloniales. En el libro De la morería, el segundo de los cuentos se titula La fotografía y es un ejemplo claro del pensamiento y estética literarias de estos dos autores. En él se narra las peripecias de un europeo en Tánger para conseguir una fotografía de un marroquí. La contraposición de los avances técnicos, simbolizados en una cámara, y el atraso marroquí, que huían de ser retratados,  es el esquema de las constantes conmiseraciones de los exotistas literarios.
Mercado de Tánger. Óleo de Enrique Simonet Lombardo
   Hoy casi nadie se acuerda de Pedro y Maximiliano Raida y su modo de narra ha quedado anticuado. Pero era una moda propia de la época que tuvo un amplio reflejo en las revistas literarias e ilustradas.


lunes, 21 de diciembre de 2015

NOVELAS DE PLANTACIÓN EN LA GUINEA ESPAÑOLA (3): MANTO VERDE BAJO EL SOL de V. LÓPEZ IZQUIERDO.

LÓPEZ IZQUIERDO, Vicente: Manto verde bajo el sol (Valencia 1973. Autor. Imprenta J. Domenech. 290 páginas + 2 hojas).

   El autor ordena recuerdos cinco años después de la independencia y escribe una novela de plantación. Advierte en la fotografía que abre el libro: Sus imparciales relatos novelados, no denigran al negro, ni ensalzan tampoco al blanco; humanizan por igual a las dos razas, en los conceptos respectivos de las cosas. Porque virtudes y defectos humanos, fueron siempre sinónimo de la especie. Con esa sintaxis singular y un tanto confusa, se empeña en describir la vida colonial pintando a dos personajes contrapuestos: El marido, empleado de confianza en una finca; y su mujer, con la que se casó por poderes, que acaba de llegar y trata de comprender un mundo distinto y desigual. El hombre que conoce y aprovecha las ventajas coloniales, y la mujer que no se adapta a las diferencias. El tercer personaje en cuestión jefe y primo del marido, Isidro Montilla responde al estereotipo de colonial embrutecido que justifica todo el sistema de abuso y a la sociedad racista y explotadora. Los conflictos entre ellos tratan de revelar la vida en la plantación sin ahorrarse humillaciones, castigos físicos y diferencias de trato. A veces con escenas duras en las que las mujeres blancas sufren también el desprecio machista.

   El autor no es un gran prosista. En muchas de las novelas coloniales, el mérito es más sociológico que literario. López Izquierdo tiene la originalidad de plantear las tensiones coloniales entre blancos, más que entre blanco y negros. Las relaciones no siempre fáciles entre propietario y trabajadores, y la tensión sexual soterrada entre unos y las mujeres de los otros. En la Guinea Española no había mujeres europeas solteras, o eran muy pocas. El deseo de los españoles se conformaba con las indígenas, engañadas, prostituidas o atraídas por una vida fácil y falsa. Pero los adulterios consumados y los impulsos reprimidos debieron existir mucho más de lo que la historia doméstica general de los colonos nos ha hecho llegar. Las escenas entre el propietario de la finca, el primo y empleado y la mujer de éste tienen una notable fuerza. La sociedad colonial era muy reducida en personas y corta de miras, casi todos pertenecían al mismo sector y no daba para mucha variedad. Estaban todos pendientes de los demás. Y la jerarquía entre los jefes y los empleados coloniales afectaba a la vida familiar y social.
Vicente López Izquierdo
   La novela se publicó en 1973. El país era ya independiente aunque en España estaba sometido al silencio de “materia reservada”. Pero la mentalidad iba cambiando, la colonización había casi desaparecido de África. Ese cambio en la manera de pensar se refleja en esta novela. No es un relato de la gloria de la raza hispana civilizando la selva, pero tampoco es un alegato anticolonialista. Ni es un elogio al esfuerzo titánico del colono, pero tampoco una defensa a ultranza del indígena. Leída hoy, sirve para ver cómo se iban cambiando las mentalidades. La obra plantea situaciones de violencia y abuso que eran inéditas en la literatura sobre colonias españolas en África. No le importa levantar tabúes. El castigo físico y las relaciones sexuales con las indígenas aparecen sin tapujos. Y, aunque el ritmo no es muy vivo y la tensión decae, tiene ese mérito innegable.


   La novela tiene, en fin, el mérito de plantear estas cuestiones que no habían sido tratadas en la literatura anterior (salvo en las novelas de plantación y, quizás, en José María Vilá).

jueves, 3 de diciembre de 2015

NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (8): KÁBILA de FERNANDO GONZÁLEZ.

GONZÁLEZ, Fernando: Kábila (Debate. Madrid 1980. 299 páginas + 1 hoja).
   Este escritor y periodista gallego nacido en 1939 y muerto en Madrid en 1980, llegó a ser redactor jefe de Informaciones y, posteriormente, se incorporó a El País al crearse éste. Colaboró en numerosas publicaciones escritas y en la radio. Su interés por la historia lo llevó a fundar y participar en el consejo de redacción de la revista Historia Internacional. En ésta publicó algunos artículos sobre Marruecos. En esta materia es autor del libro Liturgias para un caudillo (1977), sobre el origen africanista de Franco. Y la novela Kábila.

   Si la aparición de El desastre de Annual de Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March en 1968 supuso, con matices, el renacimiento de la línea patriótica en el ciclo de Annual, Kábila en 1980 fue el resurgimiento de la línea crítica en la misma materia argumental.
   Fernando González se atreve con el argumento de una manera muy arriesgada. Se enfrenta a narrar desde el punto de vista del rifeño. El escritor español que intenta comprender al rifeño corre el riesgo de fracasar porque, por mucho conocimiento que se tenga de los hechos, los lugares y la mentalidad, no es del todo rifeño y no puede llegar a comprender todas las motivaciones. Si bien quiere exponer los hechos desde una perspectiva distinta, puede caer en el mito del rifeño imaginado más que en el rifeño real. Otro peligro es que idealice en exceso al combatiente marroquí y su causa. Quizás, como suele ocurrir en estos casos, el riesgo es el mérito del escritor, su originalidad.

   La vida del rifeño era difícil y se complicaba con la guerra. Los kabileños obedecían a la autoridad tradicional que los llevaba a la guerra contra el español invasor. Era una guerra desigual en la que obtuvieron un triunfo sorprendente y desproporcionado en Annual. Los rifeños se hinchan de orgullo, son espoleados por los líderes y viven una ensoñación de la que les advierte Chumitsa, la prostituta: Os creéis que aquí acaban los españoles, no sabéis nada. Pueden morir más, muchos más, y sin embargo llegarán al Rif, lo tendrán. Saben orden. Vosotros no sabéis nada. Ellos llegarán, marcando el paso, con uniforme, uno a uno. No sabéis nada, Ahmed (página 78). Sólo le faltó añadir a la profecía que el jefe que los llevó a la victoria huiría cuando llegara la derrota, abandonando a las huestes a su suerte. El ritmo de la novela es lento, aunque se mezclan episodios diversos, acciones distantes en la geografía y hechos militares que necesitan de un conocimiento previo para situarlos. Para el autor importa el sentir del rifeño en su lucha por la vida en la que la ocasión de morir es una vicisitud más. Y lo hace en dos momentos: Uno, cuando se enfrenta a los españoles y obtienen las primeras victorias; otro, cuando son derrotados y tiene n que unirse al enemigo para poder sobrevivir.
   La vida es dura en la tierra marroquí. En cualquier caso, el pobre lucha siempre por la subsistencia. Y que el lector establezca los paralelismos que quiera con la situación española; seguramente el autor tuvo esa intención. En algún momento, cuando Abd el Krim vence en Annual, creen que las cosas cambiarán. Pronto se darán cuenta de que su existencia está fatalmente destinada a la sumisión y la miseria. Antes luchaba contra los españoles, después se alista en su ejército. Hay algo de humillación que tratarán de vencer con el arma de los débiles: la venganza. Pero ésta no siempre llega y puede dar paso al abandono morol. La derrota está presente: Nadie sabe ganar una guerra. El orgullo, la soberbia, son compañeros inseparables del vencedor, camina poseído de su triunfo y en el fondo añora que la lucha no continúe, pues se ha acostumbrado al trato despótico y las justificaciones tácticas. Me sentía como un ave que no ha podido seguir la emigración: temía las miradas de los ancianos (página 140), decía el protagonista. Y añadía: Entonces aún buscaba la venganza, la rebka. Pero mis horas desgarradas, de rifeño vencido, nunca fueron advertidas por los españoles, acostumbrados a incluir entre los moros a todo aquel que en el norte de África no es cristiano ni hebreo. Hubo momentos de amarguera y humillación, solo conocidos por los que, tras perder un ideal, intentan reemprender su vida ente los triunfadores, nuevos ricos de la guerra. El que lo ha vivido lo sabe, hermano (página 141).
Fernando González
   González quiere mostrar un Rif demasiado seco y hambriento, como justificando la guerra por el pan. Es demasiado sórdido el retrato de sus gentes. Los españoles arrasan la tierra del hambre con facilidad pero no la mejoran.
   La novela da un salto en el tiempo, al final, para concluir con el último episodio de las relaciones de guerra entre españoles y rifeños, la Guerra Civil. El protagonista combate con los Regulares. Han pasado los años, se ha aquietado y sometido a las circunstancias de la vida. Tal vez con fatalismo, tal vez con escepticismo. Reflexiona: Al final, se puede decir de Ben Haki: nació en la kábila de los Beni-Tuzin, luchó por su pueblo, perdió, sirvió a los vencedores humillándose hasta el punto más bajo, y ahora, cuando su vida no tiene ilusión, cuando la fe ya no es un débil refugio que en momentos de tristeza sirve para cobijarle, ahora, obedeciendo a una parte de los que un día hollaron la kábila, mata a los hermanos de éstos (página 256).
Óleo de Cruz Herrera de ambiente marroquí
  Kábila es una novela triste, realista. En el momento de su publicación tuvo repercusión y buenas críticas por atreverse con el punto de vista del otro. También estudios como el de Elmar Schmidt:
   Luego se olvidó. Pero merece una relectura.


lunes, 23 de noviembre de 2015

LAS NOVELAS DE SIDI IFNI (1): EL IMPERIO DE ARENA de JESÚS TORBADO

TORBADO, Jesús: El imperio de arena (Plaza y Janés. Barcelona 1998. 286 páginas; Círculo de Lectores. Barcelona 1999. 319 páginas).

   Jesús Torbado es un escritor y periodista que, a lo largo de su vida, ganó varios de los premios literarios y periodísticos más importantes de España. En 1963, cuando contaba muy pocos años, ganó el Alfaguara por Las corrupciones y en 1976 el Planeta por En el día de hoy. Nació en León en 1943, no concluyó sus estudios universitarios y se vio obligado a trabajar en Paris en diversos oficios manuales hasta que pudo dedicarse profesionalmente a la escritura.

    En 1998 toma un argumento casi inédito en la novela española y publica El imperio de arena, novela en la que por primera vez se habla de la Guerra de Ifni, guerra que de tanto ser censurada durante el franquismo se había olvidado. La novela no es sólo sobre la guerra, es una historia más amplia en la que se cruzan historias de antes, durante y después de la guerra, incluso llega a la Marcha Verde.  El autor tomo como centro el personaje de una mujer, Elisa Cifuentes, habitante de Sidi Ifni y su peripecia vital. Ha creado un personaje muy rico de matices, muy bien estructurado, y con una vida que va de los tiempos mejores a la soledad y las estrecheces. Evidentemente, recuerda mucho a la Juanita Narboni de Ángel Vázquez en Tánger. Un personaje que quizás se inspirara en uno real, en una española que se quedó en la ciudad hasta su muerte y que, someramente, aparece en el capítulo de la serie alquibla que Juan Goytisolo dedicó a la antigua colonia (http://www.rtve.es/alacarta/videos/alquibla/alquibla-otra-orilla/936094/).
Jesús Torbado
   La protagonista nos narra su vida desde dos momentos, dos perspectivas, casi dos personas distintas. La vida de la mujer aparece como un símbolo de lo que fue la ciudad. El pasado feliz hasta la muerte del novio, la vida que comenzaba con proyectos normales; y el presente cruel, acabando pobre y sola. Un paralelismo con Juanita Narboni del que el autor seguramente era consciente. La protagonista también tiene una hermana (inexistente) que, en contraste con ella, vive bien y lejos. El monólogo interior se disfraza de diálogo imposible con la hermana imaginaria. Pero era algo más. Es la historia de las mujeres de una época que si se quedaban solteras y no tenían medios de fortuna, estaban condenadas a una vida precaria con la ayuda de una pensión miserable, de unas rentas escasas o de la caridad familiar.

   Pero, a diferencia de Ángel Vázquez, Torbado enriquece el relato con argumentos paralelos. La historia de la etapa española de la ciudad encarnada por los tíos de la protagonista, pioneros en el asentamiento. Y la investigación sobre determinadas pretensiones patrimoniales de Elisa Cifuentes encargada a un bisoño joven –Lalo- que desconoce todo sobre lo que fue la ciudad pero que quedará, finalmente, deslumbrado por la historia de la mujer y de la ciudad. Sidi-Ifni se presenta como una ciudad militar más que una ciudad colonia en la que los mandos del Ejército regían los hilos de los movimientos de los habitantes, sus negocios, sus progresos. Es el punto de vista realista, el que establece los hechos frente a las fantasías y que, sin querer, quiebra el mundo de ensoñaciones de la mujer anclada en el tiempo que fue. Comprende la realidad de la ciudad que iba a ser capital de una colonia y se quedó en poco  más que base militar: Sí, ganamos la guerra, pero ahora vivimos prisioneros, encerrados por una alambrada, detrás de las ametralladoras y los cañones, amparados por campos de minas y con las bombas de los aviones siempre dispuestas; dicen que nuestra provincia tiene siete kilómetros alrededor de Sidi Ifni, ya no llega hasta Mirleft: como una finca de piedras que no puede dar nada y que se agota en un paseo a caballo, un imperio de arena y de matojos inútiles, que sirven solo para albergar a los enemigos (página 116).

   Torbado, que fue un gran viajero,  conoció la región en 1982, los paisajes, las carreteras del sur marroquí. Sus descripciones no son las que un  autor encuentra en los libros de geografía sino las que se perciben con la vista. Su descubrimiento personal lo llevó a la novela.

   Las novelas en la que la nostalgia misantrópica es el eje fundamental son novelas del fracaso, el repaso de una vida en busca del momento donde se torció, una indagación sobre las causas de fallo en la existencia. Uno poco de humor, distintas perspectivas, la comparación con otras vidas mejores y peores, la ternura que inspiran los desvalidos  y el fondo agridulce de la historia íntima.

   El imperio de Ifni es la gran novela sobre el Sidi Ifni español, el dibujo de la ciudad extraña, de la guerrita, de la llegada y salida de los soldados hispanos al solar casi desértico y sin función sobre la que se levantó una colonia absurda. Está escrita sin grandes hallazgos estilísticos, pero con una manera de escribir muy eficaz y un ritmo ameno. Con una detallada y precisas descripción de la guerra que vivieron los civiles y con una amarga narración de la salida de los españoles, la decadencia colonial que simboliza la decadencia misma de Elisa Cifuentes y su historia engrandecida, irreal y penosa.




viernes, 13 de noviembre de 2015

MARRUECOS EN EL LIBRO POPULAR: EPISODIOS DE LA GUERRA DE ÁFRICA CONTADOS POR MI CABALLO de LEOPOLDO BEJARANO, BAJO EL SOL DEL DESIERTO de ISAAC MUÑOZ, LA CARGA DE TAXDIRT Y BU SUIFA de VÍCTOR RUIZ ALBÉNIZ.

El Libro Popular fue una colección longeva (de 1912 a 1923) que pasó por diversos formatos y calidades aunque siempre conservó la identidad de publicar novelas breves ilustradas. Ha sido estudiada y catalogada por Amelina Correa en un libro publicado por el CSIC en 2001. En esta colección, como en todas las de novelas cortas de la época, iban publicando los autores conocidos de la época aprovechando el tirón que tenían las publicaciones literarias periódicas para pagar algún dinero extra. Al igual que las colecciones semejantes, la calidad era dispar. Con relación a Marruecos, quizás porque El Libro Popular tuvo directores africanistas como Antonio de Lezama o Francisco Gómez Hidalgo, se publicaron algunos relatos que pasamos a examinar.


BEJARANO, Leopoldo: Episodios de la Guerra de África contados por mi caballo (El Libro Popular nº 34 de 26 de agosto de 1913. 27 páginas. Portada e ilustraciones de Demetrio).

   Bejarano había nacido en Béjar en 1879 y murió en Madrid en mayo de 1964. Fue militar de Artillería, ayudante del general Luque en la Guerra de Cuba. Era un hombre temerario y de carácter conflictivo, amigo de duelos y peleas. Al parecer, fue expulsado del Ejército en 1908 por lo que tuvo que dedicarse al periodismo, su vocación. Fue redactor de El Liberal. Hombre liberal, como el nombre del periódico, abierto y demócrata. Masón y republicano, militó en la Unión Republicana de Nicolás Salmerón.  Estaba casado con la célebre actriz y cantante Selica Pérez Carpio. Con la República, en 1934, reingresó en el Ejército y tomo parte en la Guerra Civil en el bando perdedor y fue juzgado y condenado a tres años de prisión al acabar ésta. Los testimonios de sus amigos africanistas y la falta de hechos relevantes en su actuación, permitieron que fuera indultado enseguida aunque volvió a ser condenado por actividades subversivas en 1944. En el blog de Antonio Bermúdez García-Moreno se pueden ver más noticias sobre el autor: http://publicacionesantoniobermudez.blogspot.com.es/2015/09/don-leopoldo-bejarano-lozano-comandante.html
Leopoldo Bejarano
   Andaba por Marruecos en 1913 cuando escribió esta novela. Estuvo desde 1909 como corresponsal de El Liberal y fue tomando notas dispersas que unió en una narración en la que el protagonista era un caballo que hablaba. Parece una diversión de campaña, un entretenimiento entre las acciones. Por allí aparecen sus amigos redactores: López Alarcón, el poeta que escribía para El Mundo; Sánchez Ocaña, de ABC; Rocamora de Heraldo de Madrid; el director de El Imparcial, Ballesteros. El caballo muere y, antes de expirar, le habla al amo contándole su vida desde los tiempos de El Cid. Con este artificio el autor puede hablar de cualquier cosa. De sus aficiones teatrales (era crítico teatral) o de la Guerra de 1860 (que es el verdadero argumento). Aprovecha para contar intimidades de campamento que, seguramente, le contarían los viejos cronistas y algún episodio anecdótico de la guerra decimonónica.

 Ilustración de Demetrio

MUÑOZ, Isaac: Bajo el sol del desierto (El Libro Popular nº 2 de 13 de enero de 1914. 25 páginas – de la 29 a la 56 del tomo anual). Portada e ilustraciones de F. V. A.).

   Isaac Muñoz es, sin duda, uno de los raros más interesantes de la literatura española del pasado siglo. A sus novelas largas le dedicaremos alguna entrada más. En este relato nos muestra las características de su escritura modernista, llena de imágenes, con una cuidada estética en las palabras y un gusto sin disimular por lo sensual. Para él, el oriente cercano es el escenario –más imaginado que real- de sus fantasías, de su erotismo, de una visión irreal de la vida. Su amor al comospolitismo como oposición al aldeanismo que mataba sus deseos distintos. Muñoz crea personajes que responden a su imaginación y crea una existencia que no está en el mundo: ¿Por qué entristecerse? Vivir es caminar a lo desconocido, no saber nunca que horizontes veremos mañana, y avanzar siempre, aunque sólo sea para producirnos la ilusión de que la vida es algo impreciso, sin horribles límites… (página 30). La novela habla de Tánger, de las tierras del Sus…., como podría hablar de la Luna. Su espacio es tan irreal que lo podría colocar en cualquier sitio. Pero su especial atracción por las tierras magrebíes (que conocía bien) lo lleva a instalar personajes y escenas en unas coordenadas ciertas, como si en Marruecos fuera a encontrar lo que se le negaba en España. Bajo el sol del desierto es un viaje con un kabileño austero y sensato y una judía enamorada del alocado narrador.
Isaac Muñoz
Ilustración de FVA

RUIZ ALBÉNIZ, Víctor: La carga de Taxdirt (El Libro Popular nº 7 de 17 de febrero de 1914. 28 páginas, de la 171 a la 199 del tomo anual. Portada e ilustraciones de Marín).

Bu-Suifa (Copo de nieve) (El Libro Popular nº 23 de 9 de junio de 1914. 26 páginas, de la 627 a la 653 del tomo anual. Portada e ilustraciones de Marín).

   Ruiz Albéniz, 1ue estos años aún no firmaba con el seudónimo de El Tebib Arrumi, es uno de los escritores imprescindibles en la bibliografía del Marruecos Español. Volveremos sobre él para hablar de su novela Kelb rumí. En 1914 publica dos relatos ambientados en Marruecos muy bien ilustrados por R. Marín.
Ruiz Albéniz
   La carga de Taxdirt es un relato enriquecido de un hecho militar, la célebre acción que le valió la laureada a Cavalcanti en 1909. Cuanta los hecho con fidelidad histórica y añade personajes de ficción, con sus características y posición ante las situaciones adversas, que completan un cuento interesante.
Ilustración de Marín

   Bu-Suifa es un cuento de estética exotista, le gusta recrearse en descripciones costumbristas que resultaban extrañas a los españoles, en escenas de aduar y en el relato del poder de El Roghi Bu Hamara y su ausencia, la guerra de 1909 y el inevitable amor interracial.
Dibujo de Marín

jueves, 29 de octubre de 2015

LAS NOVELAS DEL FIN DE SAHARA ESPAÑOL (4): SAHARA. LA ÚLTIMA MISIÓN de MIGUEL GILARANZ.

GILARANZ, Miguel: Sahara. La última misión (Éride ediciones. Madrid 2010. 184 páginas + 2 hojas).
  Gilaranz (Madrid 1964) es un hombre inquieto al que atraen muchas actividades diferentes. Ecologista, piloto, escritor… En la novela que comentamos conjuga dos historias diferentes y dos épocas diferentes. Por un lado, la misión de unos militares españoles en el Sahara en la etapa colonial; por el otro, la de un piloto español perteneciente a una ONG que trata de llevar, en la época actual, unas gafas a El Aaiún. Conseguir armar estos dos argumentos como dos historias dispares que confluyan en un final conjunto y sorprendente es la dificultad del relato al que se enfrenta el autor.

   Cuando se combinan estos dos argumentos puede caerse en el fallo de que los lectores se interesen solamente por uno u otro. Las peripecias de un piloto de avioneta, llena de consideraciones técnicas y detalles muy del gusto de los interesados en la aeronáutica pueden no ser del gusto de los lectores que aman las aventuras militares coloniales, y viceversa. Hay que decir, sin embargo, que la novela mantiene un ritmo y una intriga que puede servir para las dos categorías.
Dibujo del Sahara Español de Carlos Tauler
   El autor es muy minucioso en la narración de cada uno de los actos de los personajes. El lector no puede esperar una novela de trepidante acción militar. Hasta la página 100 se recreará en descripciones de técnica aérea, en costumbres del Sahara y rutinas de las patrullas de tropas nómadas. Va creando un ambiente en el que se espera el hecho determinante de la novela, pero que tarda en llegar.
Miguel Gilaranz (contraportada del libro)

   Con un final fantasioso, emotivo, donde el tiempo pasado y el actual se juntan el autor da fin a un entretenido relato.

viernes, 23 de octubre de 2015

NOVELAS DE LOS TERRITORIOS ESPAÑOLES DEL GOLFO DE GUINEA (8): EL RÍO DE UNA SOLA ORILLA de JOSÉ ANTONIO LÓPEZ HIDALGO.

LÓPEZ HIDALGO, José Antonio: El río de una sola orilla. Guinea, del crimen del río Etumbe a la independencia (Girona 2015. Cal-lígraf. 161 páginas).

   López Hidalgo ya es un veterano de la novela sobre Guinea. El 1995 publicó La casa de la palabra y ahora vuelve a Bioko, donde residió entre 1988 y 1990, con El río de una sola orilla. En 2006 ganó el premio internacional de novela Juan Rulfo con El punto se desborda, que se sitúa también en Guinea Ecuatorial pero en la época actual, sin referencias coloniales.

   En El río de una sola orilla nos presenta a un restaurador de libros que llega a Luba para cuidar la biblioteca claretiana de la localidad. Por casualidad encuentra un documento sobre un padre cuya memoria ha sido borrada y siente la curiosidad de investigar acerca de él y de los sucesos que precedieron a la independencia del país. La técnica es la clásica de una novela de este tipo. El restaurador va entrevistando a los protagonistas vivos de aquel tiempo para reconstruir los hechos ocultados. Con esta intriga nos muestra un ambiente colonial y postcolonial suficientemente dibujado como para reconocer situaciones y personas. Aparecen los viejos coloniales, en sus dos categorías. Los añorantes del paraíso perdido: El profesor pertenecía a ese grupo de españoles que insisten en que los mejores años de sus vidas fueron los transcurridos en Guinea, lo que da una idea exacta de cómo vivían los blanco en la colonia (página 33). Y los que pasaron página como algo irremediablemente ido y superado: Los españoles que vivieron allí y no han sabido pasar página huelen a agua estancada. Se pudren en sus recuerdos y cierto aire de frustración. Fueron expulsados del paraíso y no se lo perdonan ni a sí mismos. Creen que no defendieron lo suyo suficientemente, que España les abandonó. No suelen ser buena compañía (páginas 34-35), como describe uno de los personajes. El indagador se ve impotente ante un muro de silencios, olvidos, ignorancia, se topa con los descendientes de los viejos caciques coloniales que quieren impedirle seguir en su investigación por miedo a que aparezcan las verdaderas personalidades de sus parientes. Así que decide, en vez de aclarar los hechos y mostrarlos, escribir una novela donde los cuente con nombres figurados. Así, en la página 59, comienza la segunda parte del libro que es la novela del protagonista.
López Hidalgo
   La verdad es que no entiendo muy bien esta larga introducción. La segunda parte de la novela, con sustantividad propia, no la necesitaba. Es un interesante relato sobre un tema tabú en la época colonial, el canibalismo. El autor lo aborda aprovechando la figura del padre Laínez, entiende que fue un tema exagerado a propósito o por desconocimiento y desmitifica la secta bwetí. Y tras ello hay algo que ahora parece evidente para los que nos interesamos por la colonia de Guinea: el profundo desconocimiento que los españoles tenían del mundo africano. Es posible que a la mayor parte de los funcionarios, militares, empleados y plantadores que fueron al territorio las cuestiones de antropología, historia o etnología no le importaban nada. Pero bien pudieron las autoridades hacer un esfuerzo mayor en esos campos que hubiera llevado a un mejor conocimiento de la población indígena, a la mejora de las políticas coloniales y del trato y a la superación de algunas cuestiones de convivencia. Posiblemente el indígena guineano tampoco entendía al blanco pero ellos no se movieron de su tierra.

   López Hidalgo ofrece una interpretación sugestiva sobre las sectas secretas indígenas. Amparándose en una ficción, desentraña algunas cuestiones desmitificando la importancia que dicen que llegó a tener, la crueldad de sus métodos y la creencia de que la antropofagia estaba muy extendida. Quizás la secta bwetí, y otras similares, no fuera más que un juego. Nunca se sabrá del todo. A lo mejor fue utilizado por los servicios coloniales para someter aún más a los guineanos. Ya decimos que los españoles dieron poca importancia a la antropología. Las referencias a esta práctica en la época colonial son escasas, a pesar de que los franceses ya hablaban de ella en el siglo XIX (desde Chaillu en 1863). En la década de los cuarenta del siglo XX el antropólogo González de Pablo publicó dos artículos en Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria (1944) y en los Cuadernos de Estudios Africanos (1946). Y el presidente del Tribunal Colonial José Antonio Moreno dio una curiosa interpretación (después de unos juicios) en la Revista de Antropología y Etnología (1949). Más tarde aparecería el estudio de Antonio de Veciana: La secta del bwiti en la Guinea Española (1958) y un amplio reportaje del periodista José Manuel Novoa: Iboga. La sociedad secreta del bueti (1998), que además realizó algunos documentales cinematográficos.


   Como resumen, El río de una sola orilla no es simplemente una novela negra, aunque esté editada en una colección de este género, sino un brillante, original y bien trazado relato de lo vivido (en parte imaginado) en el bosque de Río Muni al finalizar el periodo español. De la convivencia real (o ficticia pero posible) entre fangs, pigmeos, autoridades coloniales y claretianos.


viernes, 16 de octubre de 2015

LAS NOVELAS DE TÁNGER (2): UN LARGO SUEÑO EN TÁNGER de ANTONIO LOZANO.

LOZANO, Antonio: Un largo sueño en Tánger (Editorial Almuzara. Córdoba 2015. 172 páginas + 1 hoja).
   Los escritores nacidos en Tánger, y que se marcharon, suelen sentir una nostalgia remanente que es natural en los que tuvieron la suerte de vivir en un lugar extraordinario por el hecho de ser una ciudad internacional. Pero Antonio Lozano, que quizás también tenga esa nostalgia, también sabe que la ciudad extraordinaria estaba sustentada en muchas trampas. De estos recuerdos –reales o imaginados, ¡qué más da!- surge una novela intimista: Un largo sueño en Tánger en la que el autor aprovecha el coma de la protagonista para que los personajes que se desenvuelven a su alrededor en el hospital hablen y actúen como si no les viera, ni escuchara nada. Pero la enferma escucha y lo narra en un diálogo interior. Y así aprovecha para trazar una pintura de la sociedad de los españoles en Tánger, con todas sus miserias y sus incapacidades que sintetiza en un largo párrafo: Tienes lo que te mereces porque has preferido seguir a su lado para no perder tu vida acomodada de señora con criada, campo de golf, merienda en el salón de té Porte y playa privada. Porque has preferido ocupar tu puesto en el hipócrita y mediocre clan de burgueses advenedizos que sois los europeos de Tánger. Os creéis superiores porque os ha sido dad una vida con la que ni podríais soñar en Europa. Si vivierais allí no tendríais ni criada, ni clubes privados, y habríais de cargar vosotras mismas con el peso del cesto de la compra. Os creéis superiores porque sois europeos y ellos son marroquíes, y vivís con la estúpida convicción de que sois mil veces mejores que ellos, que ellos deben estaros agradecidos porque le dais lustre a su país con vuestra simple presencia. Os creéis gente de mucha clase pero no sois más que una antigualla caduca, pura morralla residual de la peste colonial que ha podrido la vida de este pueblo y de tantos otros. Si no fuera por lo dañino que sois, daríais pena y risa (página 21). Este párrafo pronunciado por la hija de la protagonista da entrada a lo que el autor va a mostrar que es, fundamentalmente y en lo que se refiere a la vida colonial, una sociedad clasista y racista donde los europeos se impusieron sobre los marroquíes. Era la manera de llevar una buena vida. Y los marroquíes se sometieron: los marroquíes teníamos parte de la culpa de la superioridad con que nos trataban los europeos, tantos años después de la independencia. Que nuestra meta era parecernos a ellos, que buscábamos en ellos un espejo en que mirarnos (páginas 59-60). Y el despertar a una conciencia de igualdad, de poder nacional, está en la base de este relato que se desenvuelve entre conversaciones familiares. Insiste: Vivíais vosotros, españoles de Tánger, europeos de Tánger, en una telaraña tejida con mentiras en la que ejercíais ora de araña ora de insecto atrapado. Os apuntasteis por snobismo al ritual tangerino, ayudados por el marroquí, a quien la sumisión y la necesidad habían puesto a vuestros pies (página 62).

   Las situaciones, familiar y social, de la novela son tristes, a veces sórdidas, injustas. Isabel, la protagonista postrada en la cama del hospital, es una mujer maltratada que repasa su vida, sus errores, su mala suerte. Se da cuenta de que su existencia estaba basada en cimientos falsos: su matrimonio fracasado y doloroso y una sociedad artificial. De los dos planos –social y familiar- cae a la vez en una reflexión larga y profunda. Odia al marido y comprueba que la vida colonial acabada era solo un espejismo aunque la descolonización de las mentes es infinitamente más lenta que la de los Estados (página 88).
Antonio Lozano

   La esperanza que el autor vislumbra la determina la verdad de las relaciones personales, más allá de nacionalidades, raza so religiones. La verdadera amistad, cariño o amor que está ajeno al corsé de las sociedades superpuestas. La protagonista lo comprende escuchando cuando creen que no puede oír: no hay nada tan aleccionador como escuchar a alguien que te cree ausente (página 162). Por su carácter intimista, por la universalidad de los sentimientos humanos esta no es una novela sólo para amantes de Tánger. Aunque, por las condiciones específicas de la ciudad, solo podría escribirse sobre Tánger.
Tánger. Av. de España

viernes, 9 de octubre de 2015

NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (7): EL DESASTRE DE ANNUAL de RICARDO FERNÁNDEZ DE LA REGUERA y SUSANA MARCH.

FERNÁNDEZ DE LA REGUERA, Ricardo  y  MARCH, Susana: El desastre de Annual (Planeta. Barcelona 1968. 502 páginas; Planeta. Barcelona 1975. Dos tomos de 252 y 503 páginas; Planeta Serie Antología literaria. Barcelona 1985. 440 páginas; Planeta. Barcelona 1999. 449 páginas).

   La profusión de ediciones de esta novela en la editorial Planeta indica que fue uno de los grandes éxitos de la novela española y que continúa vendiéndose y leyéndose. El matrimonio de autores se había propuesto continuar los Episodios de Galdós, que algunos consideran un género, como hicieron otros anteriormente (por ejemplo Francisco Camba), aunque con técnica y visión diferentes.  Toman la empresa donde la dejó Pérez Galdós y en 1963 publican la primera novela de la serie: Héroes de Cuba. La muerte de March impidió que la serie continuara y quedó interrumpida en el primer tomo de La República (1988). En total diez episodios en once novelas. Cuando comenzaron ya eran autores conocidos, leídos y traducidos. Ricardo Fernández de la Reguera nació en Cantabria en 1912 y murió en 2000 era un autor famoso por novelas como Cuando voy a morir (1953), Perdimos el paraíso (1955) o Cuerpo a tierra (1957). Ganador de varios premios fue, además, profesor universitario en Barcelona. Susana March nació en Barcelona en 1918 y murió en esa misma ciudad en 1991. Fue autora de varios libros de poesía desde Rutas (1938) hasta Poemas de la Plaza Real (1987), y de cuatro novelas en solitario.

   En 1968 apareció El Desastre de Annual. Los autores vuelven a poner en actualidad la guerra de Marruecos que permanecía olvidada en la novela, se inicia así la segunda fase del Ciclo de Annual. Es una novela escrita con estilo directo, sin artificios y sin poesía. Cuenta los hechos cronológicamente pero desde varios puntos de vista que se van superponiendo. La inician con un extenso prólogo en el que ponen al lector al corriente de los hechos y añaden una pequeña bibliografía final. Los autores tuvieron, como decimos, el acierto de volver a poner de actualidad el desastre de Annual. Si en los años veinte la literatura sobre Marruecos se dividía entre críticos y patriotas, en 1968 (cuando la censura franquista se abría un poco y los lectores buscaban ya otros puntos de vista) era posible publicar una novela que, aunque a grandes rasgos sigue la doctrina ortodoxa de lo que pasó, ya se permitía algunas críticas. Por ejemplo, el trato al soldado, la deficiencia en la instrucción, material y comida, algunos errores de bulto de los militares a la hora de diseñas y efectuar la campaña, etc.

   La novela comienza con la toma y pérdida de Abarrán, la tragedia de Igueriben y los episodios de Sidi Dris y Afrau. Es decir, con la sucesión de hechos inmediatamente anteriores al abandono de la posición principal. Son descritos con detalle, muy fieles a lo que pasó, imaginando diálogos de mandos y soldados. Tal vez lo peor de la novela es el lenguaje falso de la tropa, coloquial pero sin excesos que hubieran sido normales en el frente (tales como insultos, blasfemias y otras palabras gruesas). El hecho crucial de no haber tomado permanentemente la llamada Loma de los Árboles, que precipitó la caída de Igueriben, se narra de forma creíble. Está claro que la caída de Igueriben precipitó todo lo que vino después y, por eso, los autores se detienen a describir minuciosamente lo acontecido. Empieza a dibujarse la tragedia que se traducirá en las desgracias individuales de miles de soldados, cuya cruda descripción es una de las características de esta novela y uno de los motivos de su éxito. El hambre, la sed, el calos, las enfermedades, la falta de auxilios, el abandono, la desesperación… La retirada continúa hasta dar Drius, Batel y Monte Arruit, con cuya caída termina el relato.  Los autores han podido documentarse bien en la bibliografía de la época, basta con leer el resumen del expediente Picasso publicado por el editor Javier Morata en 193. La huída ciega de los pobres soldados está bien relatada en el libro Annual (1922) de Eduardo Ortega y Gasset, que confesaba haber reproducido las experiencias que le contaron.


Susana March                                            R. Fernández de la Reguera
   Lo distinto de esta novela, frente a otras del mismo ciclo, es que la narración se centra en la vida del soldado en el frente. A través de ellas, porque son varios narradores de tropa, se describen los hechos militares y los sucesos del desastre. Los autores dejan escapar las intencionalidades políticas de la intervención en Marruecos, la posible intervención real, las diferencias entre Silvestre y Berenguer, las responsabilidades de ambos o el error del general Navarro al dejar Dar Drius y resistir en Monte Arruit. Los autores son conscientes de que la dureza de la condición de soldado daba suficiente para mostrar la tragedia y en eso tenían razón porque la crudeza de los episodios descritos han llegado muy bien a los lectores de las sucesivas ediciones. No sabemos si porque no era su intención al escribir la novela, porque no querían ser demasiado críticos con el Ejército o porque la censura les hubiera impedido otra visión. A los autores les interesa solo el punto de vista del soldado en la trinchera, en la posición, en la huida, en el cautiverio…. Son ellos los protagonistas que se relacionan con los mandos y que combaten al moro. No obstante, salvan de la general incompetencia militar a algunos mandos como los tenientes coroneles Primo de Rivera, de la Caballería de Alcántara, o Pérez Ortiz de la Infantería de San Fernando -cuyo libro De Annual a Monte Arruit (1923) es también fuente de la novela-. El soldado de reemplazo, con sus miedos y esperanzas, nos conduce por los caminos rifeños llenando al lector de la terrible angustia del momento. El hombre joven que quiere evitar la muerte que le acecha de manera injusta.


   Pero Fernández de la Reguera y March caen en algunos errores históricos. El episodio del pozo nº 2 no fu un acto de heroísmo sino de cobardía. La conducta del general Navarro tratando de ganar Monte Arruit para que fueran salvados desde Melilla quizás fuera un episodio de incompetencia. Pero los autores creen en el fatalismo, en lo irremediable de la situación: 29 de julio de 1921. El general de brigada don Felipe Navarro y Ceballos-Escalera, Barón de Casa Davalillo, ha entrado en Monte Arruit con 900 hombres. Es un 29 de julio. En Monte Arruit hay ahora 3.000 sobrevivientes de la catástrofe. Y la muerte no se ha detenido. Está allí, delante de ellos, pavorosa e insaciable (página 433). Y con eso se llega a un final amargo que, en definitiva, fue el final amargo de los sucesos de julio de 1921 en el Rif.

   La novela es un buen ejemplo de novela bélica. Los autores volvieron a dar alguna noticias sobre Marruecos en la siguiente novela de la serie: La Dictadura.

viernes, 18 de septiembre de 2015

NOVELAS DE PLANTACIÓN EN LA GUINEA ESPAÑOLA (2): FANG EYEYÁ de GERMÁN BAUTISTA VELARDE.

BAUTISTA VELARDE, Germán: Fang Eyeyá (Gráficas Barragán. Madrid 1950. 285 páginas).

   Germán Bautista García-Velarde es uno de los ejemplos de ocasionales de Guinea que han dejado obra escrita. Este periodista había nacido en Las Palmas en 1912 y murió en Madrid en 1988. Empezó su carrera en Buenos Aires (allí publicaría su primera novela Venerables papanatas), regresó a España y es nombrado corresponsal de la agencia americana Foreing News Service.  Ejerció la críitica teatral en La Estafeta Literaria, Solidaridad Nacional y Barcelona Teatral. Llegó a Guinea para documentarse sobre el terreno con el objeto de  filmar varias películas para Hermic Films. Decidió quedarse una larga temporada en la colonia española. Envió crónicas guineanas al ABC, al diario Madrid y a El Español. También publicó en la revista África.

   El autor comprendió que la selva guineana y sus habitantes formaban un mundo distinto, atractivo para un libro y desconocido para el público español. Con ese deseo de contar sus experiencias y la intuición de originalidad en el escenario, publicó la novela. Esta novela tiene varios paralelismos con Efún de Liberata Masoliver que se publicará cinco años después. Parte de una visión tradicional de la sociedad y, dentro de la moral convencional de la época, incluyen algunos episodios de escándalo social. Ambos autores ven Guinea como una tierra de regeneración tras un fracaso, algo muy propio de la mentalidad colonialista de siglos anteriores. No cuestionan en ningún momento el sistema racista de castas en que se estructuraba la sociedad colonial guineana.
Germán Bautista Velarde
   Bautista Velarde no era un colonial, era un turista. A principios del siglo XX hubo una importante polémica literaria en Francia sobre literatura colonial. Algunos autores franco-argelinos señalaban que solo pueden escribir literatura colonial los que habitaban en las colonias. Evidentemente, esto era una boutade. Pero detrás de esta afirmación se encerraba algo importante: Los autores nacidos y que habitaban las colonias comprendían de manera natural el fenómeno colonial; los que iban de viaje, sólo veían algunos aspectos llamativos de la cuestión. A los primeros se les puede achacar su distanciamiento del indígena y su manera de vivir. A los segundos se les puede reconocer que atisbaban comportamiento extraños que los coloniales veían como naturales. En conclusión, unos y otros ayudan a comprender la situación con visiones parciales más o menos acertadas.
   Como digo, Bautista Velarde fue un viajero al que fascinó la Guinea Española. Por eso plasmó en su novela –no es un caso único- algunos hechos pintorescos, llamativos o folklóricos que los viajeros entendían como distintos y dignos de ser contados. Por eso en estas novelas es imprescindible una cacería, un balele, un adepto a la secta bwetí, la tumba que comunicaba en la selva a golpe de tan tan, una aventura erótica con mujeres locales, el peligro de la selva, el contacto con jefes de tribu, etcétera. Y nuestro autor no se sustrae a ello.
   Autor que asume sin crítica los estereotipos de la mentalidad colonial. Desde el principio lo deja claro. Los europeos llegaban a Guinea con lo misión civilizadora de introducir al africano en la economía europea y llevarle hábitos de trabajo: Necesitaban blancos, pero hombres duros y aventureros que supieran sacar el máximo rendimiento de los indígenas (página 23). Eran hombres providenciales en un mundo primitivo y resabiado donde la voluntad y el músculo libraban su más formidable encuentro (página 27), sin ningún pudor describe su mentalidad (la de muchos de los colonos) respecto al país: la vuelta a lo primitivo, el fantástico retroceso a una sociedad estacionada en la edad de hierro; una sociedad elemental y caprichosa, sin sentido ético, apegada aún a la selvática ley de la costumbre fundada en las más ancestrales supersticiones y en los más violentos instintos (página 51). Con estas palabras, el autor no engaña sobre su visión al novelar. Han pasado sesenta y cinco años desde la publicación pero es fácil comprender que incluso  entonces -1950- se podía ver de otra manera la vida de los guineanos.

   Velarde asumió los prejuicios coloniales que los residentes en Guinea debieron transmitirle. Su visión del español esforzado que trata de civilizar a unos salvajes indolentes y su visión de la mujer indígena persiguiendo al europeo protector, responde a esa visión colonial. En realidad, al autor no le parece importar eso mucho. No hace una crítica de las costumbres coloniales ni las plasma más allá de dar una visión folklórico-exotista de Guinea como escenario original de una novela. Lo que le interesa al autor es la figura del español expatriado y protagonista del relato, Marcos. En él resumen la figura típica de la literatura colonial del hombre atormentado por algún problema grave en la metrópoli que toma la colonia como lugar de redención. O, simplemente, como lugar donde rehacer un camino torcido o no deseado; un lugar en el que recuperar la posición en la vida, la autoestima o el reconocimiento. La colonia se convertía así en el hogar de tipos raros, hombres duros llenos de rencores o complejos, sujetos con un pasado oscuro o personas que luchaban contra sí mismas. Esto entroncaría con la filosofía de las colonias penitenciarias ya elaborada por Edward Gibbon Wakefield en el siglo XIX. Los hombres que se enfrentan a sí mismos metáfora de su enfrentamiento a la tierra hostil: Era emocionante comprobar día a día el triunfo del hombre sobre las resistencias milenarias de la gran selva, que iba siendo despojada de toda su belleza majestuosa, pero indómita y negativa (páginas 227-228). El sacrifico era la penitencia que, cumplida, redimía al hombre y premiaba al trabajador.
   En esto, la novela colonial sirve para falsear la realidad colonial. En cierta manera, se desarrolla como algunos western cinematográficos. La realidad inventada supera –en el imaginario colectivo- a la realidad. En la colonia guineana lo que había, ante todo, eran hombres que trataban de ganarse la vida lo mejor y más abundante posible. Y, tal vez, lo que une la ficción con la realidad eran ciertas tensiones sexuales derivadas de la falta de mujeres europeas y las relaciones libres con las mujeres guineanas.


   Se trata de una novela correctamente escrita, sencilla pero entretenida. Y, sobre todo, estamos ante un ejemplo canónico de mentalidad colonial.