miércoles, 30 de marzo de 2016

LAS NOVELAS DE MELILLA (3): EL PORVENIR DEL OLVIDO de ÁNGEL CASTRO MAESTRO

CASTRO MAESTRO, Ángel: El porvenir del olvido (Hebraica ediciones. Madrid 2009. 305 páginas + 2 hojas).

  Ángel Castro nació en Melilla en 1956, donde vive. Profesor y coordinador de actividades culturales de la UNED de su ciudad, cargo en el que consigue dar a conocer las novedades culturales sobre la ciudad. Escritor de relatos y de artículos en los diarios locales. El porvenir del olvido es su primera novela. En ella se asoma a la ciudad africana desde dos perspectivas y tres tiempos distintos. Por un lado, es la visión del crecimiento de la misma que tuvo lugar como consecuencia de la acción bélica en Marruecos a primeros del siglo pasado. En ese sentido sería una continuadora tardía de los primeros relatos de la emigración de Carcaño Más y Berenguer. Por otro lado, y de manera más relevante, es la historia de los judíos en Melilla simbolizada en una sola familia.  Argumento muy interesante que ya había sido abordado por Severiano Gil pero que merece todavía más ficción.

   Melilla es una ciudad española donde existe una comunidad hebrea organizada desde hace más de un siglo. Parece una singularidad, y lo es aunque no debería serlo. Los judíos fueron expulsados de España en el siglo XV, asentándose en el norte de África muchas comunidades de sefarditas. Con el tiempo, atraídos por la vida europea de la ciudad española, algunos fueron llegando a Melilla y se instalaron en ella. Jesús Salafranca lo recuerda en su libro Historia de la población judía de Melilla desde su conquista por España hasta 1936 (Editorial Algazara. Málaga 1995). Como en todas las comunidades, a unos sonrió la fortuna y a otros no. En algunas ocasiones, como la guerra de 1893, sufrieron el acoso acusados de vender armas al enemigo. En otras ocasiones fueron recibidos en Melilla cuando su vida corría peligro en Marruecos. Uno de esos episodios –en los años en que el Roghi Bu Hamara imponía sus reales en el norte del país- sirve de entrada el protagonista de la saga familiar que se presenta en tres momentos: 1903 con la llegada de Jayim, huyendo de los rebeldes, su acogida, enamoramiento y matrimonio, y su integración en la sociedad; la posguerra española con el protagonismo de su hija Luna; y la actualidad representada por el nieto David.


   Castro ha escrito una novela muy emotiva en la que los melillenses podrán reconocer sitios y personas. Un relato donde la ciudad que aparece de fondo es la protagonista; creándose y recreándose en los distintos instantes y en los tiempos diferentes. Y utiliza, además, un argumento novedoso como es la comunidad judía. El lento discurrir de la vida y las tradiciones seculares, las relaciones internas y externas de los hebreos en país cristiano y el modo de desenvolverse, establecen el ritmo de la novela que, por otro lado, no es constante.


   La tercera parte es la más corta y, aparentemente, la más precipitada. Pero no creo que sea un descuido del autor o una urgencia de finalizar. En la época actual el heredero de la saga rompe bruscamente con la tradición, con las costumbres, con la vida religiosa. Algo que es común a los cristianos. Y se va deshaciendo –o transformándose- el cemento de la comunidad. En ello hay una nostalgia pero también el inevitable signo del cambio permanente. La tercera parte no muestra la emoción sentimental de los tiempos pasados ni la dificultad en la lucha por la subsistencia. La ciudad cambia internamente, los hombres se adaptan a las nuevas maneras de vivir.


   Un relato minucioso y realista de Melilla.

viernes, 11 de marzo de 2016

NOVELAS DEL DESASTRE DE ANNUAL (9): EL DUQUE DE AYER de EL CABALLERO AUDAZ

CARRETERO NOVILLO, José María “EL CABALLERO AUDAZ”: El duque de ayer (Ediciones ECA. Madrid 1942. 309 páginas + 1 hoja. Portada de Penagos; Editorial Tesoro. Madrid 1963. 213 páginas. Portada de Jano).

  Curioso escritor este Caballero Audaz. José María Carretero Novillo (Montilla 1888-Madrid 1951) empezó a usar el seudónimo por su dedicación a la novela galante, género erótico de gran éxito en España antes de la Guerra Civil del que fue uno de los mejores representantes. Autor de: La bien pagada (1920), La sin ventura (1921), Los celos viven (1924) y La ciudad de los brazos abiertos (1926). Podía haberse quedado en esto pero, como solía ocurrirle a los escritores profesionales de su generación, tocó todos los géneros. Era una manera de ganar dinero: Novela, teatro…. Carretero fue un excelente periodista en La Esfera, Heraldo de Madrid, Nuevo Mundo (del que fue director)… Destacó como entrevistador, legando a personajes célebres de todo el mundo. Se ganaba la confianza del entrevistado y conseguía sacarle muchas confesiones interesantes.  El profesor de la Universidad de Sevilla Antonio López Hidalgo publicó Las entrevistas periodísticas de José María Carretero (1999), un buen estudio con selección de algunas de ellas. También fue un buen crítico taurino y autor de obras como El libro de los toreros. De Joselito a Manolete (1947) o las novelas El traje de Luces (1944) y su continuación Juan de Dios Lucena (1944).

   Hombre que evolucionó hacia el extremismo derechista, muy defensor de la dictadura de Primo de Rivera, lo que le llevó a escribir El novelista que vendió su patria (1924), una feroz diatriba contra Blasco Ibáñez. Más tarde, cuando ya era un autor de éxito y tenía su propia editorial, escribió una serie de panfletos apoyando al bando de Franco en la Guerra Civil que agrupaba bajo el nombre genérico de La revolución de los patibularios, que fueron seis tomos publicados entre 1939 y 1940.
José María Carretero
   El duque de ayer (1942) es una novela sencilla en la que se refiere, en parte, a la situación en Marruecos. El Caballero Audaz tiene una técnica simple pero eficaz. Presenta bien a los personajes y desarrolla la acción con un hilo argumental sin complicaciones, lineal y cronológicamente ordenado. Perfecto para su público. El duque de Villaluz y marqués de Dos Hermanas es el típico aristócrata libertino, juerguista, infiel, pero noble en el fondo. Un estereotipo de la novela sicalíptica. La vida le lleva a un callejón sin salida: Está entrampado sin remedio, en un duelo ha herido de gravedad al rival y su mujer le deja harta de sus aventuras amorosas. Contrito, hastiado y solo, se arrepiente de la vida vacua que llevaba y toma una decisión radical: alistarse en La Legión, remedio muy a lo Beau Geste y que estaba entre los tópicos legionarios.

   Pero no es original del todo. La segunda parte de la novela ya la había publicado letra por letra, como novela corta, con el título de El héroe de La Legión en 1921 dentro de la colección La Novela Semanal, de la que fue uno de los impulsores. La tercera parte de la novela la consagra el autor a la vida castrense del duque convertido en caballero legionario. En la página 217 entramos en el Marruecos español en guerra. Las estampas de campamento le permiten presentar a una variedad de tipos extravagantes, pues en el Tercio no había nadie normal, entre los que va a discurrir la vida militar del duque soldado. Todo sucede en 1921 cuando la posición de Abarrán se hallaba sitiada y a punto de caer. Si El héroe de La Legión fue una de las primeras novelas legionarias, las que contribuyeron a crear la leyenda patriótica del Tercio como regimientos de gentes que despreciaban la vida y se sacrificaban por la patria, El duque de ayer incide en esa línea aunque en su fecha de publicación -1942- la leyenda del cuerpo ya estaba consolidad y quizás engrandecida en exceso tras la pacificación del Marruecos español y la Guerra Civil.

   Los años de guerra eran propicios para las novelas de heroísmo. Con el paso del tiempo, El duque de ayer ha quedado como un ejemplo rancio de literatura moralista  en la que La Legión aparece como vehículo de redención personal. Una novela simple, algo folletinesca y prescindible.


miércoles, 2 de marzo de 2016

NOVELAS DE SIDI-IFNI (2): LAS CONSTELACIONES INDIFERENTES de JORGE OMAR VIERA

VIERA, Jorge Omar: Las constelaciones indiferentes (Editorial Funambulista. Las Rozas  2015. 358 páginas + 2 hojas).

  
La última aportación al imaginario de Ifni en la novela española, por el momento,  se la debemos a Jorge Omar Viera, escritor de origen argentino y de destino ambulatorio. Una de sus residencias estuvo en Marruecos y allí pudo encontrar inspiración para Las constelaciones indiferentes (2015)[1], título que tomó en préstamo de unos versos de Michel Houellebecq. Al autor no le importa la fidelidad histórica ni tampoco es fiel a la geografía. Ifni es un escenario fingido, una escusa perfecta para situar los sentimientos del aislado personaje. Sitúa al territorio español en el Sus, nombre administrativo de la región actual de Marruecos, pero nunca en la época se identificaba a Ifni con tal río que quedaba más al norte. Ni tampoco era un desierto de arena como nos lo hace ver. Pero eso no significa que el autor no sepa historia y geografía, de hecho dedica páginas a recordar el pasado de Santa Cruz, los escritos de García Figueras y de Viera Clavijo o las aventuras del británico Glas. Sino que no le interesaba un relato de minuciosa reconstrucción histórica. Lo que le importa es el cafard o deterioro psíquico de un militar desplazado, solo y asombrado porque lo que creía un destino privilegiado se convierte en un destierro infinito. Es un tema recurrente en la novela colonial, pero no está agotado porque los vericuetos del alma son siempre un buen arguemnto para la ficción. La contraportada nos enseña que la novela tiene ecos de Buzatti y de Bowles, y efectivamente recuerda a El desierto de los tártaros en algunos de sus episodios. También a otros autores que novelaron la depresión africana como Pierre Loti o Ennio Flaiano.

   Viera, como decimos, exagera la soledad y el apartamiento de Sidi Ifni hasta hacerla irreconocible. En algunas páginas da señales cierta de localización, como la inevitable mención a La suerte loca que era un restaurante punto de encuentro de soldados en el servicio militar y que gusta mucho a los novelistas posteriores. Pero el lugar maldito, situado en tierra de nadie, alejado y hostil no es reconocible sino imaginable. Deriva hacia operaciones militares que nunca tuvieron lugar ¿Cómo se sostiene la autoridad en el desierto? ¿Existe alguna regla, alguna pauta que sigan tanto los dromedarios como los escorpiones o las dunas o los ciempiés o los nómadas? (página 95), se pregunta el teniente coronel Laplace como interrogándose por el significado de su absurda misión iniciada con la ilusión con que se aborda lo importante y que pronto cae en la decepción del apartamiento, tal vez preterición profesional. Y va cayendo en la melancolía de los tristes, de los que no encuentran sentido a lo que hacen. Lo que le lleva a recordar los años pasados y felices, la infancia, la juventud en el norte de España en un paisaje tan distinto. Y con eso pasan las páginas de la novela, entre imágenes sentimentales y ansiedad vital. La rememoración de sus días en Asturias, enmarcados en los conflictos sociales que van desde la revolución de 1934 hasta la Guerra Civil.
   Laplace es un hombre atribulado y sus tribulaciones constituyen e argumento central del libro, intimista y psicológico. Por eso, a veces Ifni es una parte esencial y diferenciadora del relato y otras parece un lugar cualquiera sustituible por otro. La novela no tiene una estructura unitaria ni una escritura uniforme. Es, sin duda, una aportación distinta a la novela colonial hispanoafricana. La novela se agranda con aportaciones diversas: la vida de Franco, la ocupación de Ifni, la política internacional. La place se hace intermitente. El lector pierde el hilo principal para volver a recuperarlo páginas mediante. Todo ello porque la historia la va contando el periodista que encuentra, en la época actual, los papeles del militar y los va interpretando/desenmarañando según los avatares de su vida personal. Laplace ve que su destino especial es solo un destierro y que el que lo llevó hasta allí con la promesa de una buena carrera –el mismísimo Franco- lo engañó inexplicablemente. Y se veía encerrado, impotente para salir de la trampa. El engaño inexplicable del dictador amigo sirve de ejemplo para explicar la dictadura.
Quietud, óleo de Rafael Pellicer (Medalla de Honor en la II Exposición de Pintores de África 1952)
   Laplace sufre la transformación final, casi milagrosa, en un viaje al Sus. Hay un cambio radical en su manera de pensar y en sus afectos políticos. El territorio lo ha transformado sin darse cuenta. El mundo se le abrió desde un agujero. Pero al final le falta algo que redondee el relato.