MARTÍNEZ DE
PISÓN, Ignacio:
-
La buena reputación (Seix
Barral. Barcelona 2014. 636 páginas).
-
Una guerra africana (SM.
Colección Gran Angular. Madrid 1999. 195 páginas; RBA. Barcelona 2008. 144
páginas)
La última novela de Martínez de Pisón, La
buena reputación, es un volumen de 636 páginas. Personalmente prefiero novelas más breves, me
da pereza estar mucho tiempo con la misma. Al autor le hubiera dado tiempo a
escribir tres novelas de doscientas páginas. Pero esto es una polémica tan
estéril como interminable. Depende de lo que se quiera decir y cómo. Tan malo
es estirar una narración cuando no hay materia como reducirla cuando la hay.
Por otro lado, la tendencia actual es la de escribir novelas muy largas donde
el autor puede incluir varias acciones paralelas, introducir personajes
variados y extender temporalmente los hechos narrados. Y también hay una
predilección del lector por estos libros voluminosos.
Martínez de Pisón es un autor ya consagrado, nacido en Zaragoza en 1960
y habitante de Barcelona. Novelista con varios títulos y premios, guionista,
escritor en definitiva. Una semblanza detallada la escribe José Luis Melero: http://www.joseluismelero.net/semblanza_impison.htm.
Tal vez por ser hijo de militar, prestó atención al Protectorado como escenario
de historias complejas llenas de situaciones anómalas, de pasiones, de
personajes novelables…
A pesar de la inicial precaución porque ya he leído muchas narraciones
llenas de situaciones insustanciales y diálogos superfluos, la novela engancha
rápidamente. Martínez de Pisón utiliza una técnica de falsa simplicidad que
tiene muy elaborada pues ya es un escritor consagrado. No es un artífice del
lenguaje sino que busca la eficacia en la precisión de las palabras y en una
situación de escenas en las que va marcando los caracteres de los personajes de
manera ejemplar. Lo aparentemente fútil sirve para el retrato psicológico y los
diálogos están contenidos de manera que no deriven hacia el aburrido suceder de
charlas familiares absurdas en las que suelen caer muchos escritores noveles.
La buena reputación es una historia familiar en varios actos,
podría ser la historia de cualquier familia española de la pequeña burguesía en
los años cincuenta. Con altibajos, con humor y dolor, con algo de
melodramático… Es una historia de alegría y fracaso, de rencores escondidos, de
ilusiones y frustraciones. De personajes corrientes en la España de los
cincuenta a los ochenta del siglo pasado, de la vida que pasa para todos
dejando atrás perspectivas y mostrando la realidad.
Pero el autor ha metido un elemento original, el padre es judío. La
novela presenta la novedad de relatar la vida de una familia judía (mejor
dicho, mixta) melillense, algunas costumbres, modos de vivir, etcétera. Algo
que no es frecuente en la novela española y casi siempre referido a Tánger o
Tetuán. Algo infrecuente en autores no que sean hebreos. Sobre judíos de
Melilla, en novela, escribió Severiano
Gil. Y recordamos la peculiar manera de hablar de los judíos tangerinos que
refleja Ángel Vázquez en La vida perra de Juanita Narboni. En el caso de
La buena reputación, se trata de una familia mixta en una época difícil
para la tolerancia. Y es esto está una de las claves de la narración.
Sinagoga de Melilla
Sin embargo, el autor no se conforma con
contar una historia familiar. En el trasfondo está el final del Protectorado
Español en Marruecos y el nacimiento del Estado de Israel. Uno y otro hecho
están relacionados con una importante emigración de judíos marroquíes hacia el
nuevo país. La situación en Marruecos, tras el final del Protectorado, se les
presentaba difícil –hubo casos de persecución y de humillación social- y la
ilusión del nuevo proyecto político en Palestina marcó el rumbo de muchas
familias. Aunque no todas eligieron Israel sino que hubo quienes prefirieron
otros países, singularmente Venezuela.
Esa imbricación que practica el autor superponiendo personas, escenas y
tiempos la parte colonial es de una gran viveza. La unión de Melilla con el
Protectorado y la singularidad de la comunidad hebrea en la ciudad queda
pintada con pocos trazos pero con maestría, lo que ayuda a formar una idea de
lo que fue esa relación especial.
Martínez de Pisón ya había acudido en 2000 a Marruecos en otra de sus
novelas: Una guerra africana. Narración ambientada en la guerra de 1921,
tras la rota de Annual y en plena campaña de reconquista del territorio
perdido. Inicialmente era un relato para jóvenes pero luego, en la edición de
2008, perdió esta característica. Procura huir de los hechos ya conocidos y
novelados muchas veces. Por eso se centra en los momentos posteriores al
desastre, combinado con un ritmo muy ágil acciones bélicas y ambiente
melillense, guerra y política, crítica y comprensión hacia los protagonistas.
El autor es heredero de los clásicos de la narrativa marroquí: Sender, Barea y
Díaz Fernández, a los que añade al escritor catalán Prous Vila. Lo reconoce al
final: Mi propósito al escribir esta novela no ha sido otro que el de seguir
la senda que ellos abrieron (página 158 de la 1ª edición). Y se nota en la creación
de algunos caracteres y situaciones (como la joven que lanza la bomba, los
anarquistas, la vida en un blocao o la dureza de los convoyes) que nos
recuerdan especialmente a Díaz Fernández. Aunque el autor añade detalles de
originalidad centrados en el padre que busca al hijo cautivo, llegando al humor
negro en la visita al depósito de cadáveres. En la novela subyace el ambiente
de pesimismo, corrupción y antibelicismo propio de las novelas de este ciclo
marroquí. Es un pequeño resumen de las situaciones típicas de la guerra
marroquí. Una mezcla de corrupciones y valores y una mirada crítica a los
hechos de 1921.
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