ASENJO ALONSO, José: ¡Los
que fuimos al Tercio! (Editorial Miguel Albero. Madrid 1932. 379 páginas).
José Asenjo reunía en su persona dos
cualidades que le hicieron testigo de importancia en los acontecimientos de
Annual. Primero por ser redactor de El
Telegrama del Rif, el diario melillense imprescindible en las campañas
marroquíes. Segundo porque en aquellos días era capitán de La Legión. Son datos
biográficos que le ponen en el lugar de los hechos, que tuvo la ocasión de
recoger testimonios y relatos y que supo de primera mano hechos relevantes y
otros no tanto de la historia bélica de España en los años veinte del siglo XX.
Eso no quiere decir que escriba bien, aunque cuente detalles originales.
La novela está dedicada A los
muertos de La legión, de ese Tercio, más español que extranjero, en Marruecos,
verdaderos soldados desconocidos, de todos los pueblos y razas, sin lápidas ni
monumentos alegóricos bajo “Arcos del Triunfo”, ni exaltados en “novelas
sonoras” ni películas tremebundas; rara selección de hombres rebeldes y
cobardes en la paz, abnegados y poetas en la guerra, que con una elegancia y un
heroísmo sin límites supieron ir sembrando de nombres gloriosos y cruces
simbólicas la ruta, invertida, del calvario de Annual. Y en esta
dedicatoria está la intención y el resumen de la personalidad de los personajes
que aparecerán. La Legión como redención y como oportunidad para personas que
perdieron el pie en la sociedad pero que merecen otra oportunidad. Estos
hombres desarraigados, perdidos en el mundo, adquieren una buena dosis de
autoestima al integrarse en el tercio; eso dice el autor de la novela como moraleja
subyacente en el relato: ¿De dónde nace
ese espíritu de hidalguía, de caballerosidad, que a los hombres de La legión
anima? Pues nace de un poderoso y elevado sentimiento de amor propio, de
afectos fraternos y de fe inquebrantable en los propios valores morales, unido
a un exaltado concepto de lo que valen en la guerra la lealtad y la disciplina,
que ha sabido inculcarles un hombre mitad ídolo mitad caudillo, de verbo cálido
y corazón ardiente (página 73). Personas que, si se las coloca en el lugar
adecuado en el momento oportuno, se revelan como seres nobles, desprendidos y
de conducta heroica.
El principal defecto de estas novelas es que
son poco novelas. Perdone el lector si
llamamos novela al conjunto un tanto macizo, de todas estas páginas que te
esperan… (página13), nos advierte el autor. Son grandes reportajes de un cuerpo recién
creado, atractivo para el lector que todavía no lo conocía, pero donde la acción, la intriga o el hecho de
ficción que puede servir de pegamento no tienen cabida. El autor no es un
novelista, es un periodista propagandista.
Porque en la literatura colonial, como ya señaló en 1931 Eugène
Pujarniscle, hay un deseo de explicar una situación por parte de los colonos o
militares que se creían incomprendidos o poco valorados. Muy explícito y
directo: Pero a
la mayoría de los españoles no se les ocurrió otra cosa que creer que estas
cuestiones de África eran obra simplemente de los militares, como si Marruecos
fuera un extenso campo de deportes que la oficialidad hubiera hallado al otro
lado del Estrecho para jugar a la guerra, ascender y obtener cruces, mientras
sacrificábase la juventud española. Bien está que los discípulos de Marx y de
Lenin incluyeran en sus programas el abandono de este problema, aunque resulte
extraño que esos hombres tan humanos e igualitarios se opongan a principios de
socialización y de cultura en provecho de pueblos y razas humildes… lo malo es
que políticos de los partidos liberales y conservadores, que alternan en el
Gobierno, volvieran la espalda a esta cuestión marroquí hasta el punto de
ostentaron lema casi común: “Ni un hombre ni una peseta más”, ignorando que la
mayor parte de estos problemas coloniales encierran, en principio, un problema
militar que no se puede resolver a medias (páginas 143-144). Y
remataba en una afirmación asumible por cualquier novelista patriótico del
hecho de Annual: La rebeldía de los
indígenas no se puede acallar, de momento, con escuelas y dispensarios médicos
(página 144).
La novela es un recorrido por el camino de
los alistados. Buenos Aires, el barco, Ceuta, Dar Riffien, la guerra, el
hospital... Una novela de situaciones, de sentimientos. Un poco larga para lo
que cuenta, aunque sean noticias de la primera hora legionaria. Asenjo la construye según su propia
experiencia, es decir como periodista. Reúne a cuatro diferentes personajes de
Buenos Aires que se alistan al banderín que puso El Tercio en el Consulado
español. Cada uno con su propia historia, con sus motivos más o menos ocultos o
vergonzosos. Y narran las aventuras en supuestas crónicas enviadas a periódicos
extranjeros. Arquetipos de gente aventurera y sin nada que perder: Un
delincuente alemán homosexual, un cura secularizado, un francés borracho y
anticlerical y un aristócrata español aventurero y jugador.
No es una novela de guerra porque la acción
principal no se desarrolla en el combate, sino en el campamento o cuartel.
Largas descripciones de vida de soldado: tienda, marcha, enfermería, combate
pero sin los detalles propios de una acción de guerra. Es la descripción de los
hechos, sin darles la emoción propia de una novela, desde un bando combatiente.
Por eso el libro se hace largo: no pasa casi nada. El enemigo se intuye, se
habla de su manera de combatir, de su dureza pero sin el protagonismo que
debiera. Aparece a modo de amenaza e infunde un temor sobre los legionarios
españoles que contribuye a crear un ambiente de angustia: Confieso que la Legión y esta guerra son superiores a mis fuerzas y que
los moros me inspiran un gran terror. Pobrecillo de mí si cayera en sus manos
(página 128). El protagonista siente pavor ante métodos y maneras que el lector
desconoce.
Los legionarios siguen la ruta de la
reconquista. Combaten en el camino de la derrota anterior desde Melilla. Como
novela no tiene mucho interés, como testimonio de los primeros tiempos de La
legión puede llenar la curiosidad de los seguidores del ese cuerpo militar.