BUENAVENTURA, Ramón:
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El año que viene en Tánger
(Debate. Madrid 1998. 617 páginas).
Ramón Buenaventura (Tánger 1940), es un
escritor prodigioso, original y vanguardista que escribe novelas llenas de
recursos, de humor, de trampas literarias. Utiliza notas al pie, cambios de
letras, diálogos exentos, tipografías que llenan las páginas de adornos
estéticos pero que son, todo ello, recursos de un autor original que no
renuncia a los hallazgos. Es, además, un autor nacido en Tánger cuando aquella
ciudad era Zona Internacional. Un sitio distinto y casi fuera de la geografía
política. Que denomina en la solapa: una
ciudad que ya no existe en un país que entonces no existía. Y a esta ciudad
dedicó, de manera directa o indirecta, su obra. No es tarea fácil para un blog
que quiere solo dar noticia breve de la novela de ambiente colonial
hispanoafricano hablar de la obra de Buenaventura por ser muy rica de matices
de todo tipo, muy compleja de estructura y contenido y de gran extensión de
páginas.
El año que viene en Tánger (1998) narra
las peripecias de León Aulaga, su alter ego literario, con mucho de propio y
algo tomado en préstamo, quizás mezclando lo que ha sido y lo que quiso ser. Para hacer más difícil la localización del
personaje, he tenido que travestir la auténtica carrera profesional de León,
novelando un poco si “imparable ascensión” (página 13). León es un joven
normal, lleno de aspiraciones, que tiene la suerte de vivir en Tánger –una
ciudad diferente en los años 50 del pasado siglo- y anhelaba dos cosas: Primera, ser un hombre importante… Es algo
que todos ansiamos: ser dignos de nuestros más esplendorosos recuerdos;
convencernos de que no hemos decaído, de que en cualquier momento nos puede
suceder otro apogeo. Segunda. Acumular mujeres en el currículo, también para
mantener el nivel de su periodo culmen (página 27). Los sueños no tienen
por qué ser imaginativos, muchos son muy materialistas. Pero el joven protagonista/autor
es además, un tipo imaginativo.
Esta es una novela
de nostalgia. En un sentido complejo del término. Los españoles de Tánger internacional
conservaron siempre un recuerdo de paraíso perdido que, tal vez y como ocurre
en estos casos, tenga algo de idealización de una ciudad extraordinaria, pero
que tenía también los problemas de convivencia de cualquier otra ciudad. El
recuerdo selecciona la especial naturaleza política y las circunstancias
sociales de una urbe mezcla de religiones, razas, lenguas y excepciones
jurídicas. Buenaventura lo sabe y, en ocasiones, la nostalgia se transforma en
cafard. Además, es una nostalgia familiar. El autor es nieto del periodista
Alberto España, memoria literaria de Tánger y autor de La pequeña historia de Tánger, publicada en Tetuán en 1954. Una
obra de referencia para conocer los detalles de la vida tangerina en los años
de esplendor. Libro de culto, difícil de encontrar, pero que Ramón Buenaventura
(¡muchas gracias!) pone a disposición general en un enlace de su blog (en el
que también figura esta novela):
La ciudad internacional se convierte en ciudad familiar y los
lectores entramos en la casa del escritor.
Pero la novela no
es solo una novela de recuerdos melancólicos. Va mucho más allá y por eso se
hace importante. El vanguardismo aparece en varios planos, comenzando por el
tipográfico; la estética narrativa; la inclusión del poemario que tendría una
edición independiente: Los poemas de León
Aulaga (páginas 203-317); otra inclusión de textos independientes: Otros escritos de León Aulaga (319-579);
el uso de varios idiomas… La novela es
muy personal. No solo porque la manera de escribir sea original y distinta de
lo común en la literatura contemporánea, sino porque es una selección de
recuerdos personales. No es una novela
para ler plácidamente en el metro o la playa, exige una atención. El autor lo reconoce:
Un
libro no tiene por qué regalarle nada al lector; abaratamos la literatura y
creo que no debemos fomentar la pasividad del lector. Hay que hacer un esfuerzo
para leer El año que viene en Tánger y tomar decisiones no orientadas, según declara a Amelia castilla en El País:
Es cierto que el
autor, legítimamente, escoge en la memoria solo lo que quiere hacer público. Y
lo adorna, transfigura e interpreta con la suavidad del paso de los años. No se
flagela sino que más bien se complace en la juventud feliz. Merece la pena
reproducir el primer párrafo del capítulo final:
…una novela divertida y cervantina en el sentido
en el que las historias
y los personajes aparecen y desaparecen y todo se pone en solfa, no por un
concepto gratuito sino porque el punto de vista es múltiple, dice Luis de León Barga en https://librosnocturnidadyalevosia.com/libros-nwty-ramon-buenaventura-por-luis/
y los personajes aparecen y desaparecen y todo se pone en solfa, no por un
concepto gratuito sino porque el punto de vista es múltiple, dice Luis de León Barga en https://librosnocturnidadyalevosia.com/libros-nwty-ramon-buenaventura-por-luis/
Si Buenaventura hubiera querido escribir una novela sobra
Tánger, hubiera escrito otra cosa. Lo mismo que si hubiera querido escribir una
novela que se desarrollase en Tánger. Es una novela de visión personal de la
vida influenciada por el hecho nada normal de haber vivido los años decisivos
de su juventud en la ciudad marroquí.
Ciudad que ha marcado toda su obra literaria. Continuada en otras
novelas en las que aparecen y desaparecen los personajes conocidos.
Vuelve sobre su universo personal en El corazón antiguo
(Debate. Madrid 2000), en la que confiesa que es una reescritura de una novela
de 1981 Ejemplo de la dueña tornadiza. En la explicación de esta novela
hace una confesión clarificadora: …durante la escritura de El año que viene
en Tánger acabé de comprender que toda mi
obra es un libro solo.
El último negro (Alianza. Madrid 2005)
es una novela más literaria porque reflexiona sobre su concepto de literatura
en el personaje que quiere escribir una novela y busca un negro ya que no
confía en sus capacidades literarias. Voy
a escribir una mala novela, yo también, es la primera frase del libro. Y
más adelante, hace una interesante reflexión: -No tenemos nada que contar –pontificó- porque nos negamos a incluir la
vida en los relatos. Desde que el conocimiento ineludible del horror dejó mudos
o catatónicos a los escritores, desde el fin del Arte que trajeron las
atrocidades del siglo XX, no por más atroces que las del cualquier otro siglo,
que los son, sino porque nadie puede ignorarlas, porque hay que vivir
sabiéndolas y sabiendo que los demás también lo saben, solo practicamos la
evasión… (página 51). Si El año que
bien en Tánger es una manera de incluir la vida en la novela rotundamente, El último negro reflexiona sobre esa
inclusión. Por el momento, su narración acaba con NWTY (Alianza. Madrid
2013).
Buenaventura supone
el reencuentro con la literatura como ejercicio intelectual y no como mero
entretenimiento, en el que el lector obtiene satisfacción en el esfuerzo y no
un simple modo de llenar el tiempo muerto.
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