TESSAINER Y
TOMASICH, Carlos:
- Los pájaros del cielo. Relato de un
reencuentro con Marruecos. (Editorial Sarriá. Málaga 2001. 161 páginas + 1
hoja)
- El árbol del acantilado. Dónde
sefardíes y españoles se encontraron (Editorial Sarriá. Málaga 2016. 302
páginas).
- El olivo de Larache. La historia de un
cónsul alemán (Avant editorial. Barcelona 2018.
284 páginas + 1 hoja).
Carlos Tessainer publicó en 1998 un buen
libro sobre el Raisuni: El Raisuni. Aliado y enemigo de España, obra que
resumía su tesis doctoral. Eso le bastaba para acreditar un buen conocimiento
del Marruecos colonial pero, además, su interés viene de su infancia ya que
nació en Tetuán y vivió en Larache hasta los diecisiete años. Es autor de tres
interesantes novelas sobre la vida en el Protectorado. Como novelista,
pertenece a una categoría escasa en la literatura colonial española, al de
antiguo residente que tiene un sentimiento de oportunidad perdida. Hay algunos
escritores pieds noirs como Jules Roy o Jean Pelegrin que, con algo de
melancolía inevitable, piensa que en la colonización y la descolonización se
perdió la oportunidad de la convivencia y la riqueza de la mezcla cultural. Y
creo que Tessainer está en esa línea. Es cierto que Marruecos español no se
puede asimilar a Argelia francesa. La duración del Protectorado fue muy breve,
no hubo guerra de independencia y la mayoría de los colonos españoles eran
funcionarios o militares que se fueron cuando se abandonó el poder protector.
En Marruecos fue peor para la colonia extranjera las leyes de marroquinización
de los años setenta del pasado siglo que la independencia.
En Tessainer hay una nostalgia como de
paraíso perdido, como un recuerdo idealizado del territorio de la infancia.
Pero hay, a la vez, muchas reminiscencias de la vida colonial en Larache y
Tánger. Por eso, cuando habla de los españoles nacidos en Marruecos, escribe: No
somos racistas, ni colonialistas, ni imperialistas; todo lo contrario. Tras los
procesos de independencia siempre se pone el énfasis en la justa lucha de los
pueblos colonizados por el logro de su libertad. Pero pocas veces se ha
mencionado el hecho de que, a causa de ello, cientos de miles de europeos,
nacidos y criados en remotos lugares de África y Asia, un día se vieron
obligados a abandonar aquella tierra que, en el sentido amplio de la palabra,
era para ellos la suya. Trasplantados todos nosotros a la Europa de nuestros
mayores, somos así testigos heridos de un episodio político -el colonialismo-
del que no solo fueron víctimas los pueblos colonizados (Los pájaros…,
p.10).
Los pájaros del cielo (2001) es su
primera novela y la que tiene un ritmo más ágil, quizás porque es la menos
intimista y la más breve. Es un relato lleno de ternura y de recuerdos del
pasado, de los tiempos del sultán Abd el Aziz al comienzo del siglo XX. Una
historia de un amor imposible en un país en decadencia económica y anclado en
la tradición. El deseo de un matrimonio con una extranjera simboliza las
dificultades de la convivencia y los poderosos contrapesos que los sectores más
intransigentes imponía en el nuevo sistema de relaciones internacionales que
llevaban a unas nuevas situaciones personales que nunca se habían dado en
Marruecos. Una visión particular de la situación política.
El árbol del acantilado en una novela
que fue finalista del premio Fernando Lara de 2005. Es, ante todo, una historia
de amor con todos los altibajos, frustraciones y desencuentros que una historia
de este tipo, pero que entraña un homenaje a un amor profundo que se sobrepone
a las contrariedades. Se desarrolla en Larache y Tánger, los lugares conocidos
del autor, que sirven para presentar algunos personajes históricos que
acompañan las andanzas de los protagonistas. Y hay un trasfondo de convivencia
entre judíos y cristianos, aparentemente armoniosa pero llena de
incomprensiones y rechazos en la época de la narración. En este libro, tanto en
la manera de narrar como en algunas de las situaciones vividas por judíos en
Marruecos español está el germen de su otra novela larachense, más ambiciosa en
su contenido: El olivo de Larache.
El padre del autor había trabajado en el
consulado alemán de esa ciudad con el cónsul Renschhausen, el protagonista de
esta novela. Un personaje muy interesante, muy conocido en la ciudad en los
años cuarenta y con una actividad que merece una novela. Tessainer origina su narración en unos
supuestos escritos del cónsul, un hombre que anotaba sus experiencias con la
inseguridad de si valía la pena. Lo recoge el novelista al principio y nos
preguntamos si esas reflexiones no son, en realidad, las suyas mismas: Tú ten
en cuenta que no vas a vivir de los que escribes, que es lo que pretenden
muchos escritores: a ti eso te trae sin cuidado. Piensa que lo que vas a hacer,
en primer lugar es un escape para aliviar las penas, y después es el poder y
ser capaz de contar episodios de una vida interesante que no debe caer en el
olvido, como decía antes, y que pongan las cosas en su justo término a esos
hijos de mala madre que te deben hasta la vida, y ahora ni te saludan (página
19). El propósito está claro: rescatar del olvido a una persona singular y
detallar, noveladamente, hechos pasados que fueron relevantes. El narrador se
coloca en dos planos, uno como transcriptor de los cuadernos del cónsul y otro
como narrador objetivo, dos personas en el relato. Incluso con alguna ironía: Le
abrumó también el no estar haciéndolo bien, el que resultara aburrido y de
ningún interés a quien un día pudiera leerlo. Aquí se culpó de haberse
extendido demasiado… (página 71), como si el autor le reprochara al
personaje sus propias dudas porque, realmente, los prolegómenos de la historia
son largos. Tessainer escribe con detalles prolijos, muy extenso.
El cónsul se instaló, después de terminar
sus estudios de Medicina, en Tánger siguiendo los consejos paternos. Corría el
año 1892. Pero no para ejercer como médico sino para abrirse campo en los
negocios como representante de casas comerciales alemanas y como gestor de sus
propios intereses. Le gustó Larache y se trasladó con su mujer y su hija
(entonces solo había nacido la primera de las tres) a esta ciudad en la que
acontecieron los hechos más importantes de su vida. Fua ganando posición
económica y social y es nombrado vicecónsul alemán en la ciudad. La Conferencia
de Algeciras de 1906 había abierto Marruecos al comercio europeo, y Renschhausen
aprovechó la circunstancia para prosperar. Por tanto, él fue testigo de primera
mano de la implantación del Protectorado. Pero también le tocó vivir
acontecimientos adversos para su país, como las guerras. La I Guerra Mundial
supuso un empeoramiento de las condiciones de vida de los alemanes en el
Marruecos francés y en Tánger. Algunos fueron ejecutados, otros llevados a prisión
o a campos de trabajo en Argelia. El protagonista, al que los acontecimientos
le sorprendieron en Alemania, tuvo que buscarse un testaferro para salvar su
patrimonio. Pero en su país las cosas tampoco eran de su gusto por la caída del
emperador y las condiciones leoninas del Tratado de Versalles. Por eso opta por
volver a Marruecos.
Pero la vida de este hombre estaba llena de
contrariedades propias de la época en la que le tocó vivir. Al ascenso del
nacismo en Alemania le siguió la etapa de las revueltas en la Republica
española, la Guerra Civil y, para terminar la II Guerra Mundial. Según las
posiciones políticas estuvieran dominando o dominadas, su status como cónsul
alemán se veía afectada. Era un hombre que estaba representando a un país
dominado por los nazis, aunque él no lo fuera; que veía que las simpatías de
muchos españoles se volvía indiferencia cuando la guerra cambio el signo de los
ganadores. Unas veces adulaban al cónsul de una nación triunfadora, otras lo
rechazaban por ser el mismo cónsul de la misma nación, pero ya perdedora.
La personalidad del protagonista, y la época
en la que le tocó vivir, hacen que el relato sea apasionante. Son muchos hechos
para una vida. Muchas situaciones de distinto signo. La novela de Tessainer es muy ambiciosa
porque la sitúa en tres planos narrativos diferentes: La vida personal y
familiar de Renschhausen, la vida social y profesional en Larache y Tánger y
-por último. La situación internacional. Esa ambición de proyecto tiene como
fruto una novela larga en la que quizás el espacio dedicado a determinadas
cuestiones menores para la coherencia del relato sea excesivo.
La novela gana en intensidad con el paso de
las páginas. Llega a la actuación principal del cónsul frente a los proyectos
nazis para los judíos marroquíes y termina en clave sentimental. Es la
narración de la vida de un hombre honrado, muy conocido en el Larache de la
época y que fue uno de los pioneros del establecimiento de los europeos en la
ciudad a finales del siglo XIX. Y con el trasfondo romántico del pensamiento
del autor de que convivencia entre razas y religiones es posible si no se
interponen los intereses materiales o políticos.
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