martes, 14 de mayo de 2013

OMAR MOUNIR Y EL PROTECTORADO ESPAÑOL EN MARRUECOS


MOUNIR, Omar:  Bou Hmara. (Marsam. Rabat 2007. 270 páginas y 1 hoja).
-          Raïssouni  le magnifique. (Marsam. Rabat 2012. 237 páginas).

   Aunque quiero hacer un blog sobre novela española relacionada con las colonias africanas, no está de más realizar algunos comentarios sobre otras novelas sobre el mismo asunto. En este caso se trata de dos novelas que el autor marroquí Omar  Mounir ha dedicado a los dos personajes más relevantes en la rebeldía que precedió y actuó durante el Protectorado español en la zona. Ambos tienen en común la insumisión y la disidencia, aunque presentan notables diferencias. La descomposición del estado marroquí en tiempos del sultán Abdelaziz, en el cambio del siglo XIX al XX, produjo el fortalecimiento de caudillos casi feudales que camparon a sus anchas e impusieron sus reales en zonas del territorio del imperio. ¡Pobre sultán al que, además, en mayo de 1907 se le enfrentó su propio hermano Mulay Hafid apoyado por El Glaoui Madani en Marrakech. Y esa decadencia la aprovecharon las potencias europeas para imponer sus condiciones en la Conferencia de Algeciras primero, e imponiendo el protectorado después.  Nunca fue tan clara la diferencia entre el territorio del Majzen y el siba, el territorio controlado por el estado y el que permanecía, en mayor o menor grado, al margen de la autoridad del sultán. Mounir ha visto en estos personajes los elementos suficientes para novelar. Y es que la personalidad de ambos y la riqueza de los acontecimientos que provocaron y vivieron dan para una y varias novelas. Además, el autor se ha documentado extensamente y añade bibliografía al final de ambas obras. Ya he dicho varias veces que la inclusión de bibliografía en una novela no es procedente porque no añade autoridad a la ficción, y no justifica siquiera la fidelidad total de la obra a los hechos. Por otra parte el autor no necesita justificar la interpretación que haga en su libro porque se trata de una ficción. Mounir maneja la bibliografía marroquí y extranjera y conoce suficientemente la española. Sobre Bu Hamara, hay una extensa monografía del interventor Eduardo Maldonado titulada El Rogui (Instituto General Franco. Tetuán 1949). Y poco más. Tal vez debió consultar el libro de Enrique Arqués Tres sultanes a la porfía de un reino (Editora Marroquí. Tetuán 1953), ya que este autor vivió con el personaje en Zeluán durante su infancia, y quizás el libro de José Antonio Caro Martín Bu Hamara y Melilla (Marfe. Melilla 1989). Curiosamente, un hombre de vida tan novelesca y tan relacionado con España no ha atraído a ninguno de los novelistas españoles aunque sí fue sujeto de atención  de uno de los mejores novelistas coloniales franceses, Maurice Le Glay, que le dedicó La mort du Rogui (1928). También en la novela sobre Raisuni demuestra conocimiento de las fuentes españolas, citando El Raisuni (1917) de Manuel L. Ortega, El Raisuni, caudillo de Yebala (1921) de Bermudo Soriano,  Campañas del Rif y Yebala  (1923) del general Berenguer y  Del Marruecos feudal (1930) de García Figueras. Aunque, por el contrario no menciona un clásico como Frente al  fracaso: Raisuni. De Silvestre a Burguete (1923) de Rafael López Rienda, ni hace mención a un estudio completo y actual que es El Raisuni aliado y enemigo de España (1998) de  Carlos Federico Tessainer y Tomasich y, en menor medida, El Raisuni (Pesadilla de España en las campañas de África) (2001) de Antonio Santiago González Villena.
 El rogui Bu Hamara 

   Jilali ben Mulay Abdeslam Al-Yussufi Azzarhuni “Bu Hamara”, es decir el hombre de la burra, fue un rogui o pretendiente al trono que apareció por la zona de Melilla a principios del siglo XX. Podía ser sólo un pícaro que se aprovechó de la especie extendida de que era mulay Mohamed, el hermano del sultán privado injustamente del trono y de ahí el uso de la palabra rogui, aunque el rumor era falso y él lo sabía. En realidad era un hombre de cierta cultura, al que los españoles le atribuían el uso de la magia, que supo aprovechar el descontento de ciertas zonas de Marruecos en las que la autoridad del majzén no existía de facto. Tenía formación religiosa y practicaba un islam próximo al sufismo. Para desarrollar su autoridad fáctica eligió las ciudades alejadas de la corte imperial, aprovechó los descontentos tribales y la debilidad militar del Estado en esas regiones. Había sido funcionario del sultán y cayó en desgracia, cosa nada rara en Marruecos. Así que tomó el camino del ostracismo y consiguió un gran éxito haciéndose dueño de Taza, derrotando a la mehalla cherifiana, capturándole armas de todo tipo y llegando a las puertas de Fez con su tropa irregular. No era tan iluso como para intentar entrar en la capital imperial sabiendo que guardaba un buen número de tropas y artillería. Cuando vio que el enemigo era poderoso, y sintió el dolor de la traición de alguno de los cabecillas de Taza, dejó la ciudad y se refugió en Uxda primero y en la zona que rodea Melilla después. Los sucesivos intentos de las tropas del sultán para controlar al cabecilla eran rechazados por las cabilas rebeldes. Las zonas montañosas, la falta de caminos practicables, la rebeldía de las cabilas y la falta de medios de las tropas sultánicas favorecían la disidencia. Y Bu Hamara adquiría prestigio y poder en la zona, llegando a negociar las concesiones mineras de Uixan con las compañías europeas. Acabó retirándose a la alcazaba de Zeluán, a unos doce kilómetros de Melilla, donde estableció su pequeña corte. Pero su aventura llegó demasiado lejos porque no franceses, ni británicos ni españoles podían permitir tal desafío a la autoridad imperial que decían proteger. Bu Hamara ejercía una autoridad real aunque ilegítima, mantenida por la fuerza,  impuso impuestos y exacciones a los habitantes de la zona que dominaba y ejerció un control sobre las tribus. Su ejército, compuesto por muchos oportunistas y bandidos, se lanzó al robo y el pillaje. Los españoles dejaron hacer al principio, incluso propiciaron acuerdos con el caudillo para explotar las minas del sur de Melilla. Pero la situación no podía prolongarse eternamente cuando se estaba poniendo en solfa la soberanía del sultán que. Ya se había celebrado la Conferencia de Algeciras aunque todavía no el tratado del protectorado y los europeos apoyaban, al menos formal y diplomáticamente, la independencia marroquí. Precisamente, la debilidad del sultán y el desorden en el imperio propició que los franceses fueran ocupando zonas del territorio, y los españoles les secundaron tímidamente. No tenían más título que la dudosa obligación de policía impuesta en Algeciras y que se tomó en sentido extensivo o, mejor dicho, abusivo. Estas actuaciones provocaron una reacción nacionalista entre los marroquíes que los líderes insumisos trataron de aprovechar a su favor, presentándose como garantes de la independencia que el sultán no sabía o no podía defender.
El Raisuni
   Abdelaziz, que no pudo atender a todos los frentes abiertos durante su reinado, es derrocado por su hermano Hafid en 1907. Al mismo tiempo Bu Hamara derrota a la mehalla sultanesca en la Mar Chica, teniendo que refugiarse en Melilla los derrotados para poder salvar la vida. Es entonces cuando Francia y, en menor medida, España reaccionan y deciden apoyar al sultán frente al rebelde con el deseo, cada vez más evidente, de acabar ocupando todo el territorio mediante la fórmula de protectorado. Pero el rogui fue perdiendo fuerza porque mantener a la tropa le resultaba muy caro. Por otra parte, los franceses que han ocupado Uxda ofrecen trabajo y seguridad. Están abriendo caminos, construyendo edificios, etc. Y, como gran contradicción nacionalista, los milicianos de Bu Hamara se marchaban para trabajar con los colonos. Las cabilas fronterizas a Melilla, con Ameziane a la cabeza,  se le enfrentan a causa de las concesiones mineras que otorgó y se origina la guerra contra los españoles en 1909. El falso sultán va perdiendo fuerza y, al final es derrotado y apresado. Fue llevado en una jaula a Fez donde lo ejecutan después de haber sido torturado. La venganza del sultán, como escribe Mounir.
   Mulay Ahmed ben Mohamed el Raisuni fue un cherife de origen idrissi que cobró notable fama entre los españoles en los años de instauración del Protectorado en Marruecos. Era un hombre de personalidad compleja y de gran ambición. Aunque en nuestra literatura se ha acentuado mucho su faceta de bandido feudal y de hombre cruel e implacable, tuvo indudablemente un aspecto político de gran importancia. Esto es lo que ha novelado recientemente Luis María Cazorla en nuestro país. Seguimos en el mismo ambiente de descomposición del imperio marroquí que culminó en el reinado del sultán Abdelaziz, hombre poco preparado para el mando pero que heredó unas finanzas arruinadas y un país en permanente estado de desorden social. Se podía decir que la disidencia era tan grande como la adhesión. Raisuni era un hombre letrado y religioso, por lo tanto no era un simple jefe de banda de ladrones. Su vida no fue fácil. Al morir su padre, los bandidos de Yebala atacaron las propiedades, se llevaron lo que pudieron incluido el ganado y maltrataron a la madre. Más tarde fue nombrado gobernador de Arcila y, poco después, destituido y encerrado en la prisión de Mogador donde sufrió años de malos tratos. Había sido víctima de una de las intrigas palaciegas tan al uso en Marruecos. Esto le produjo un enorme rencor hacia el sultán Abdelaziz y su corte. Le habían confiscado sus bienes y tuvo que echarse al monte para sobrevivir. Eran años donde los delincuentes campaban a sus anchas por el país, donde los caminos no eran seguros, los zocos no ofrecían garantías de paz y las bandas de bandidos atracaban a unos y otros sin que la autoridad y sus agentes pudieran imponerse salvo en las grandes ciudades. La disidencia era total y casi todo el país de había convertido en siba, en anarquía. Cuando aparecían los funcionarios del Majzen era casi peor porque ejercían las autoridad arbitrariamente, se enriquecían con los impuestos e imponías castigos tan salvajes o más que los de los bandoleros. El Raisuni formó su propia banda, pero se justificó diciendo que él ofrecía seguridad y protección a las caravanas y a los comerciantes y viajeros frente a los asaltantes. Era cierto, pero cobraba por ellos y castigaba duramente, incluso con la muerte, a los que no pagaban. Además, ejerció la lucrativa actividad del secuestro. El caso de los Perdicaris llegó provocar un intento de intervención americana. El suceso dio lugar a una película: El viento y el león (1975) de John Milius. Su creciente poder fue causa de su caída.

       La subida al trono del sultán Hafid cambió su suerte. Supo tomar partido y fue nombrado gobernador del Fahs. Se construyó un enorme palacio en Arcila, que luego le confiscaría el general Silvestre. Los españoles, representados por Silvestre como comandante general de Larache, pactaron con él al principio como una manera de garantizarse la paz y el control del territorio. Es cierto que el acurdo con Raisuni permitió la ocupación de Larache, Alcazarquivir y parte importante del territorio. Después le volvieron la espalda cuando comprendieron que se había convertido en causa del desorden. Esto llevó a un fuerte enfrentamiento entre Silvestre y una cierta aproximación a  Burguete o Jordana, que es el argumento de las novelas de Cazorla Prieto que ya comentamos. El Raisuni, que se sintió traicionado por los españoles cuando no lo propusieron para jalifa, declaró la guerra abierta a las tropas del Protectorado. En su desgracia contribuyó también su proximidad a los alemanes en la I Guerra Mundial, que los franceses juzgaron como traición. Raisuni era, además, un hombre de insaciable codicia y exigía permanentemente a los españoles dinero y más dinero. Estaba casi derrotado cuando surge la rebelión de Abd el Krim, que le dio nuevos bríos. Pero Abd el Krim quería también dominar Yebala y se enfrentó a Raisuni provocando la debilidad de ambos y, en definitiva, su final. En cierta manera, Raisuni veía estas acciones como una manera de oponerse a los extranjeros que se repartían su país, era parte de su nacionalismo combatiente.

   Mounir relata con estilo de historiador. Por eso hay muy pocos diálogos y muy pocos detalles intrascendentes. Mounir va al grano y se centra en los acontecimientos. Sin embargo, parece mucho más objetivo al tratar a Bu Hamara que a El Raisuni, por el que siente una simpatía que no puede disimular. Si el primero aparece como un oportunista que supo jugar bien sus bazas, el segundo cobra la dimensión de héroe nacionalista. No hay que olvidar que Mounir es un anticolonialista exacerbado,  como lo demuestra su ensayo Les colonialistes (2010). Se nota también en que la novela sobre Raisuni está escrita en primera persona. Si para Bu Hamara incide en su carácter de insumiso ilegítimo, para Raisuni recoge toda clase de justificaciones y de excusas ante sus acciones desproporcionadas y crueles. Lo presenta como un hombre del Majzen,  un garante del orden y la seguridad y un apoyo a la autoridad del sultán en el norte del país. Silencia su corrupción y su autoridad desmedida y sin freno hasta que llegaron los españoles y trataron de controlarlo. No profundiza en algunas cuestiones importantes como el enfrentamiento a los españoles en Beni Arós y su batalla final con Abd el Krim. Creo, ya que hace menciones en sus dos novelas al personaje, que Mounir puede estar preparando una novela sobre And el Krim y por eso deja algunos cabos sueltos. Y cae en exageraciones propias de una nacionalista marroquí: Considerar batalla a la vergonzante retirada de Annual, exagerar la cifra de muertos españoles en esas jornadas hasta los quince mil cuando no llegarían ni a la mitad, y la mitad de ellos fueron masacrados en Monte Arruit después de rendirse y entregar las armas, y algunas otras cuestiones menores.

   Mounir profundiza bien en la personalidad de ambos caudillos pero no narra por igual las diferentes etapas de sus existencias. En concreto, y a pesar de la bibliografía mencionada, pasa sin detenerse lo suficiente por las relaciones entre ambos jefes y los españoles que, en ambos casos, fueron claves de sus caídas y parte muy importante de sus vicisitudes. Esta carencia es el principal defecto de las dos novelas desde el punto de vista histórico. Si en la novela sobre Bu Hamara Mounir se distancia del personaje, en la dedicada a Raisuni asume mucho más la personalidad del protagonista. Es cierto que Raisuni es un personaje más complejo porque en su actuación hay una importante motivación política que Bu Hamara, aunque lo disfrazase, no tenía. Eso lleva al novelista a tratar de explicar algunas de las actuaciones más oscuras. Sobre Raisuni se fue tejiendo una tela de araña de ficciones extrañas y de explicaciones interesadas. Los españoles lo veían como un enemigo y acentuaban su faceta más cruel, los franceses no lo consideraban como un problema colonial para ellos y algunos escritores anglosajones lo aprovecharon para sus descripciones pintorescas tan del gusto de sus lectores. Así, Walter Harris lo usó para completar su dibujo de un país caótico, ingobernable, lleno de bandidos y bandas de salteadores donde el orden y la ley eran entelequias y los españoles no estaban preparados para instaurarlos. Pero Harris era sospechoso de parcialidad. Su calidad de corresponsal del Times era sólo la tapadera de un agente especial, cercano al sultán, que además se enriqueció con negocios no todos explicables a la luz de las leyes de comercio. Ese gusto por lo pintoresco y por narrar sólo la cara singular, distinta o bárbara del país lo sintió Rosita Forbes. Había que darle al lector lo que quería. 

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