ROA CILLA, Niko: La Mehal-la (De Librum
Tremens. Madrid 2015. 679 páginas).
Roa ha tenido el
olfato de recuperar para la novela un asunto muy olvidado en la historia de
España en África: la ocupación de Ifni por Capaz en 1933. Y aprovecha el
argumento principal para narrar las peripecias de la Mehal-la que lo acompañó y
su estancia en Cabo Juby. La cesión a España del territorio de la antigua Santa
Cruz de Mar Pequeña estaba reconocido por el sultán en el Tratado de Wad Ras de
1860. Pero el tratado no situaba el lugar, lo dejó a un acto convenido
posterior. El sultán fue retrasando la resolución, Francia no quería que españa
ocupara una porción de su Protectorado y en españa no había mucho interés por
posesiones africanas. Al final, el momento propicio fue en los años 1933 y
1934, cuando los franceses (que representaban al Estado de Marruecos protegido)
y los españoles optaron por Sidi Ifni y su hinterland. Como se trataba de
concretar una cesión de soberanía, no podía hacer por un acto violento
equivalente a la conquista, y hubo que pactar con los habitantes del lugar. Y,
para culminar el procedimiento paccionado y con intervención del sultán, se
utilizaron las tropas jalifianas representadas en la Mehal-la tetuaní. La
narración de algunos de estos hechos se basa en el informe del general Asensio
Torrado que el autor encontró entre los papeles de García Figueras. Después se
documento bien y largo sobre los hechos. Y, por último, creó personajes de
ficción para contraponerlos a los reales. El resultado es una larga
novela-reportaje, muy minuciosa en detalles en detrimento de la acción,
perfectamente válida para conocer cómo se vivió en el desierto español,
entretenida y llena de sorpresas. No es una novela de acción, de aventuras o de
intriga bélica; es una novela de situaciones militares que el autor conoce
bien. No sólo por la investigación previa, sino que al ser hijo de militar –y
haber llegado a cabo de La legión en la mili- conoce el vocabulario, la
mecánica cuartelera y los entresijos de la vida castrense.
Los hechos
históricos son reales aunque los detalles sean ficticios. Tampoco son reales
los principales personajes. El teniente Fabián Gálvez, que al comienzo de la
novela era general y visitó a Asensio en Nueva York, es una mezcla de Capaz,
Gándara, Río de Oro, Bullón, Guarner, Clemente Mulero y otros pioneros de las
Tropas Nómadas españolas. De todos toma el novelista. Pero su
contraprotagonista, el neurótico y arbitrario capitán Canle también tiene algo
de todos ellos cuando su parte negativa no aflora.
Según se avanza en
la lectura, la ficción elimina a lo histórico. El autor continúa con su
importante labor de reconstrucción de la vida colonial en Cabo Juby, y recrea
con especial detalle las circunstancias de la vida militar en la reducida
guarnición africana. Pero la locura (tal vez producido por el cafard tan
querido por los escritores africanistas franceses) de Canle, locura obsesiva
provocada también por los celos y que le lleva a un duro castigo a los miembros
de la mehal-la olvidada. Esta parte ficticia, conclusión del viaje que se inició
en Tetuán, es lo que hace al libro más novela y donde el autor demuestra su
habilidad para describir el cambio en la personalidad del militar. Concluye con
un final bien resuelto.
Niko Roa
En todo caso, el
libro merece ser recomendado por su investigación de la situación en un lugar y
una época casi olvidada.
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