PÉREZ LOZANO, Luis. Aixa.
Novela de costumbres marroquíes (Editorial Sempere. Valencia 1925. 330
páginas + 2 hojas).
CARMONA, Alfredo: Luna de
Tettauen. Novela de amor al margen del Protectorado (Editorial Caro Raggio.
Madrid 1926. 293 páginas. + 2 hojas. Prólogo de Enrique Gómez Carrillo).
La novela exotista colonial es un subgénero
que tuvo cierto predicamento entre los escritores ocasionales que soñaban ser
Pierre Loti. Es una manera de novelar de funcionarios, militares y misioneros.
Personas que conocían el país, que se sintieron atraídos por lo diferente sin
dejar el sentimiento de superioridad europea, que creyeron en la misión
colonizadora sin críticas y que pensaron que lo que ellos vieron podía ser
interesante para el lector metropolitano curioso por lo que se vivía en
ultramar. Fue una temática temprana en el Protectorado, propia de los primeros
años hasta que la guerra cruel cambió el gusto o el interés de escritores y
lectores. En este tipo de novela hay mucho de reportaje periodístico, de
narración de costumbres pintorescas dibujadas con la suficiente distancia como
para quedarse solo con lo grueso, bastante de comparación de civilizaciones propia
de los colonialistas y un poco de desprecio hacia el modo de vida –mejor dicho,
hacia ciertas facetas del modo de vida- de la población local, fundamentalmente
lo referente a supersticiones, vida privada, trato a la mujer, ejercicio
abusivo del poder, arbitrariedad en la
justicia y otras cuestiones parecidas que debió ser el sustrato generalizado de
las conversaciones domésticas sobre el mundo colonial.
Dentro de esta tendencia exotista hay una
especial predilección por el amor interracial. La seducción que las mujeres
marroquíes ejercían sobre los militares españoles, jóvenes que empezaban a
vivir independientes, que tenía toda la fuerza de la juventud y que llegaban de
una sociedad en las que las mujeres todavía pretendían mantener la virginidad
hasta el matrimonio. La mora era el escape y la fantasía. Divagaban los autores
sobre amores en situaciones en que las mujeres marroquíes, sojuzgadas por sus
hombres, caían rendidas ante los españoles que las trataban mejor. Con
independencia de la falsedad de este tópico, porque en realidad los militares
españoles se conformaban con prostitutas, hay en ese motivo una parábola de la
colonización tal y como la entendían: la débil colonizada se entrega al fuerte
colono porque entiende que es superior y su modo de vida también.
Hay algunas novelas escritas por militares.
Dos ejemplos:
Luis Pérez Lozano fue interventor militar. Tiene
algunas publicaciones: la conferencia sobre Ifni-Sahara
en el Curso de Interventores de 1948 (Tetuán 1948) y otra titulada La impronta hispánica en la educación y
cultura de Marruecos durante medio siglo de Protectorado en el Consejo Superior
de Investigaciones Científicas el día 14 de febrero de 1962 y publicada en Archivos del IDEA nº 64. También fue guionista de Em-Nar, la ciudad de fuego (1951) dirigida por José González de
Ubieta, una película de aventuras africanas. Su novela Aixa, escrita en 1922 y publicada en 1925, es fruto de su primera
experiencia, recién salido de la Academia y destinado a Tetuán (Beinatz en la novela).
El libro está escrito correctamente, pero con mucho detenimiento en los
aspectos puramente etnográficos en detrimento de la acción. Las primeras cien
páginas es un recorrido casi turístico sobre costumbres moras, entendidas a la
manera de los militares jóvenes españoles que vivían en república en Tetuán.
Después hace un lento resumen del descubrimiento de la mujer que se enamora.
Este tipo de narración hoy aburre porque el conocimiento del país y sus
costumbres de obtiene rápidamente por otros medios. Pérez Lozano es un joven
fascinado por un mundo nuevo y trasmite su fascinación, pero poco más. Cerca de
la página 200, empiezan las escenas de guerra en Yebala de las que debió de ser
testigo. Hay más emoción, más sentimiento. Pero no deja de ser una novela con
poco argumento, una narración de batallitas entre compañeros. Y el trasfondo de
la atracción que ejerce Aixa sobre él y que nunca culmina.
Alfredo Carmona fue
un periodista de cierta fama, colaborador de revistas como Blanco y Negro. Antes fue oficial del Ejército destinado algún
tiempo en Marruecos; después comenzó a escribir en El Liberal de Sevilla (donde había nacido en 1875) y luego pasó al
ABC de Madrid como periodista de batalla, gacetillero y redactor anónimo. Murió
el 6 de noviembre de 1939. Fue autor de algunas obras de teatro y novelas. En
concreto la que se refiere al Marruecos colonial, Luna de Tettauen, fue publicada en 1926 (en el libro no aparece la
fecha pero la tomamos de la recensión que publicó en diario ABC. Como prólogo,
reproduce un artículo de Gómez Carrillo dedicado a la ciudad de Fez.
Carmona escribió la
novela de lo que había conocido, la vida del militar en Marruecos. Con todos
los logares comunes y todas las fantasías habituales, entre ellas la erótica.
El militar conoce a la mora en un mercado y, sin más, surge el flechazo: Veinticinco años reprimidos en su fuego por
la virtud forzosa de los campamentos, son causa bastante para que una
imaginación sedienta de aventuras acuda al señuelo de unos ojos que han mirado
tiernamente, aunque la poseedora vaya envuelta en el ropón sin forma de las
moras, y ella pertenezca a raza tan amurallada contra el amor como la árabe (página
30).
Luna de Tettauen es una novela que gira
en torno al enamoramiento de un oficial y una mora joven y casada. Una historia
convencional en la novela exotista del Protectorado. No hay más emoción que las
reacciones del marido burlado y alguna historia de amoríos paralelos. La
traición, el miedo, el fatalismo que estos autores ven en lo árabe. En este
caso, los amores no terminan en boda sino en violencia y olvido. Un militar le
dice a otro, como resumen de la filosofía
del relato: Hay que olvidar el encanto de
estas mujeres… Esta vida no es para los europeos. Aquí está uno siempre a pique
de perder la cabeza, después de perder el corazón… (página 288).
Blanco y Negro nº 2184, 23 abril 1933
Ambas novelas
tratan de una fascinación erótica, de amores incumplidos, de ensoñaciones de
adolescentes y de tragedia del destino que impide, en definitiva, a los autores
dar un final que la sociedad española lectora de estos libros no iba a admitir:
Una cosa era la diversión y otra el compromiso.
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