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El
cuarto de los niños (Planeta. Barcelona 1958. Páginas
183-285 del volumen No quiero quedarme
solo de Vicente Carredano; Pre-Textos. Madrid 2008. 258 páginas).
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El
cuarto de los niños y otros cuentos (Pre-Textos. Valencia
2008. 258 páginas + 7 hojas. Edición de Virginia Trueba Mira. Con unas palabras
de Emilio Sanz de Soto).
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Se
enciende y se apaga una luz (Planeta. Barcelona 1962. 294
páginas. 32 ediciones hasta el momento con distintas portadas y en distintas
colecciones; Planeta. Col. Populares Planeta. Barcelona 1977. 220 páginas;
Planeta-De Agostini; Barcelona 1998. 259 páginas. Varias ediciones).
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Fiesta
para una mujer sola (Planeta. Barcelona 1964. 301 páginas;
Rey Lear. Madrid 2009. 252 páginas. Edición de Sonia García Soubriet).
Ángel Vázquez (foto de la Editorial Planeta en la contraportada)
Ángel Vázquez no fue un autor muy fecundo tal vez por su falta de
confianza en sí mismo. Pero su obra publicada no se limita a La vida perra de Juanita Narboni, aunque
esta novela ensombrece –por su extraordinaria calidad- el resto de la
producción. Publicó dos novelas más y un puñado de cuentos.
El cuarto de los niños es una
novela corta finalista del premio Sésamo de 1958. Se publicó, junto a la
ganadora y a la otra finalista, en un libro en cuya portada solo se hacía
mención a No quiero quedarme solo de
Vicente Carredano. Domingo del Pino, en el prólogo al libro homenaje publicado
por Alfar en Sevilla en 2011, señalaba que Vázquez publicó dos obras geniales: La vida perra de Juanita Narboni –en lo
que hay un amplio acuerdo- y El cuarto de
los niños por su elegancia, su
sensibilidad y su ritmo narrativo. En El
cuarto de los niños se describe el mundo según un niño, la relación con la
madre y el estrecho universo que le rodea. Un ambiente y una visión propia del
modo de entender la novela de Ángel Vázquez. Es una novela que se desarrolla en
Tánger, pero la ciudad no es protagonista. Apenas se la menciona, solo por
referencias indirectas.
El cuarto de los niños ha
tenido una edición reciente, debida a Virginia Trueba Mira, y ya indispensable para conocer bien a Ángel
Vázquez. En este libro se recopilan todos los cuentos publicados por el autor
en varias revistas y un inédito (en realidad ya publicado por Domingo del Pino
en su blog y en el libro homenaje).
Se enciende y se apaga una luz
ganó el premio planeta en 1962 y esto le facilitó un éxito de ventas que no
tendría La vida perra de Juanita Narboni.
Se convirtió en una novela popular y el gran número de ediciones que la
Editorial Planeta –en sus diferentes colecciones- lanzó, hace que sea el libro
más conocido de Ángel Vázquez. Ganó dinero que le sirvió para pagar deudas
puesto que la vida bohemia, descuidada, ajena a lo cotidiano del autor le llevó
a una existencia de saltos. Dice Rocío Rojas-Marcos en Tánger, segunda patria (2018) que es una novela-retrato. Vázquez analiza y despieza la sociedad tangerina que
tan bien conoce. Como en toda la obra de Vázquez, su universo personal se
impone en la narración. Parece que al autor le atraía, como Unamuno, el
sentimiento trágico de la vida. El sufrimiento de la soledad, la incomprensión,
la diferencia. Añade Rojas-Marcos: Parece
que podemos rastrear a Vázquez por cada uno de sus párrafos. Deja su impronta
en todos sus personajes, los carga de matices propios y marcados por temas
capitales que lo obsesionaban, tales como la soledad, el paso del tiempo, la
incomunicación, la infelicidad, el pesimismo existencial, la abulia o la
ambigüedad sexual.
Vuelve a escribir con la visión del niño del mundo incomprensible de los
mayores, como en El cuarto de los niños.
Es la mirada inocente que observa, y a veces juzga, las relaciones llenas de
falsedad, hipocresía, tabúes y rechazos de los adultos. El niño que nunca dejó
de ser el narrador y que aprovecha para retratar una sociedad de imposturas.
Se enciende y se apaga una luz
es una novela esencialmente tangerina porque, además de las situaciones
universales que podría haber situado en cualquier otra parte, hay elementos
fundamentales de la narración que no podrían suceder en una ciudad distinta. La
sociedad internacional bien situada gracias a los negocios propiciados por el
Estatuto, las relaciones estamentales entre las distintas razas y religiones, y
el asumir esa diferencia estamental de sociedad como algo natural. Vázquez hace
transcurrir la novela entre 1915 y 1958, con saltos en el tiempo que ayudan a
entender la situación familiar. Es una novela muy ágil en la narración, con
ritmo vivo a pesar de la sucesión de escenas familiares. La niña que asiste a
las diferencias insalvables entre el padre y la madre, se va haciendo mayor. Su
manera de entender los hechos ha cambiado. Las personas de su ámbito
domésticos, familiares y criados, también. El narrador permanece neutral, no
interfiere con comentarios el actuar de sus personajes. Son una creación
convincente. Tiene mucha habilidad para componer diálogos creíbles, diálogos muy bien construidos, que ayudan a
fraguar su mundo en dos círculos concéntricos (familia y sociedad tangerina), conectados pero cerrados, a veces asfixiantes,
en los que los personajes más atractivos son los más inadaptados. Es un
ambiente triste, de vidas sin relieve, de decadencia sin sobresaltos. No hay
grandes tragedias sino pequeñas miserias y decaimiento que deja traslucir el
pesimismo vital del autor.
El éxito de Se enciende y se apaga una luz propició que la editorial encargara
una nueva novela a Vázquez y así surgió Fiesta
para una mujer sola (1964). Una novela de transición según Nathalie Sagnes
Alem en Ángel Vázquez romancier
(1999). Efectivamente, el autor ha establecido ya su manera de narrar aunque
ahora lo hacer cronológicamente y sin saltos en el tiempo, pero no ha
encontrado todavía el argumento y el personaje de su genial Juanita Narboni. En
esta novela se van narrando paralelamente dos vidas, una mujer tangerina y un
joven madrileño que va a trabajar a Tánger. Se ha producido ya la
independencia, pero la ciudad conserva algo de su vieja etapa internacional. En
su tiempo tuvo algo de novela maldita, que no fue censurada pero se dificultó
la promoción. Es una novela sobre decadencia, como toda la obra de Vázquez,
centrada en el final de la ciudad internacional. El tránsito de la etapa
colonial a la independencia y la desaparición de unos habitantes que gozaron de
privilegios y de un modo de vida extraordinarios. El final de los que Sanz de
Soto llamó una ciudad de mentira. Muestra
esta etapa tangerina mejor que cualquier otra novela porque no describe solo la
historia de un personaje sino la de varios que se mezclan y cruzan. Paula es
una mujer madura, tangerina, insatisfecha. Y Damián un joven madrileño que
acude a trabajar a Tánger. Quizás no tenga el ritmo y la tensión de sus otras
dos novelas. Tal vez el escribirla deprisa y sin una idea bien definida de
antemano, le restó intensidad. Aunque trata temas como el adulterio o la
homosexualidad, ya no es una novela escandalosa ni maldita. Lo peor de esta
novela es compararla con las otras dos; es entonces cuando sale perdiendo.