VÁZQUEZ, Ángel: La vida perra de Juanita Narboni
(Planeta, Barcelona 1976, 268 páginas + 1 hoja; Seix Barral, Barcelona 1982,
267 páginas; Planeta-Clásicos contemporáneos, Barcelona 1996, 269 páginas;
Cátedra, Madrid 2000, 387 páginas, edición de Virgina Trueba; Seix
Barral-Biblioteca Breve, Barcelona 2017, 319 páginas).
La vida perra de Juanita Narboni
es una novela original en muchos aspectos. En la forma, en el estilo, en el
argumento, en el escenario… Tal vez no fue muy bien comprendida en el momento
de su publicación. No tuvo la repercusión que merecía. Con el tiempo, si ser un
gran éxito de ventas, es un libro imprescindible en la literatura española
contemporánea. Quedó encasillado en libro raro de autor maldito. A pesar de ser
una referencia, no ha tenido tampoco muchas ediciones posteriores aunque
mereció una edición crítica de Virginia Trueba. Se hicieron dos versiones
cinematográficas: la primera de Javier Aguirre (en la que el propio Vázquez
participó en el guion) pero que prescindió de Tánger; la segunda fue dirigida
por Farida Benlyacid. La novela es un largo monólogo escrito como hablaban los
españoles de Tánger: palabras propias, expresiones corrompidas de árabe, algo
de jaquetía, modismos, localismos… Una mujer que habla de ella, de su vida, de
la de los que le rodean en distintos momentos de su vida que van desde antes de
la Guerra Civil hasta después de la independencia de Marruecos. Monólogo que se
convierte en un diálogo imposible con la madre muerta. Una comunicación sin
vuelta. La conversación continua sin interlocutor. El primer atisbo de la
soledad que el autor quiere como motivo principal. Una vida vulgar, sin más
intriga que el sentimiento ni más argumento que el paso del tiempo. Adornada de
comentarios sobre los conocidos, sobre los que le rodean en la ciudad
internacional con su propio estilo de vida en una sociedad multirracial,
multicultural extraña y distinta. La monotonía del tono, la lenta continuidad
de una existencia sin alicientes, va marcando el sentido amargo del relato. Una
tristeza profunda que no tiene solución: ¿Es
que yo no tengo derecho a ser feliz como los demás? Tampoco pido mucho, ¡qué
caray! Lo justo para vivir decentemente, sin estos aprietos y estas angustias
que van a acabar conmigo (página 147).
La vida perra de Juanita Narboni
describe magistralmente el sentimiento de soledad. Es la novela de la soledad,
del aislamiento y del deterioro personal. De la desesperanza y la angustia que
lleva al alcoholismo, a la depresión y al desesperado deseo de morir. La mujer
sola, solterona, que ve mermados sus ingresos –solo una pensión de orfandad-
por lo que la vida se le va haciendo cada vez más difícil y no tiene otra
salida que aguantar y seguir tirando con lo poco que le va quedando. Su única
familia es una hermana con la que no se relaciona, de la que no sabe nada desde
años atrás. Repasa su existencia desde la época más acomodada, su falta de
adaptación a la realidad, al mundo, que la hacen una mujer desvalida, triste. Medrosa,
indefensa desde que desapareció su madre. La vida se le vuelve un continuo
pesar, una amargura. Débil, solitaria, incomprendida. Viviré siempre acobardada… A veces pienso que no soy tan inconsciente
como parezco. Lo que me ocurre es que pienso al revés…. No quiero a papá. Me da
terror confesarlo, que Dios me perdona. Pero nunca lo quise. Me mira con
lástima, que es lo que más me molesta. Me mira como si toda mi vida hubiera de
ser terrible, como si de pronto yo me convirtiera en una huérfana de la
tormenta (página 30).
A la vez, va viendo de manera paralela la
decadencia de Tánger en los primeros años de independencia. Ha desaparecido la
sociedad cosmopolita y se convierte en una ciudad provinciana. Los marroquíes,
actores secundarios en la ciudad internacional, pasan a ser los protagonistas
de la vida. Hay un menosprecio del famélico que se convierte en ascendente
protagonista. Y todo esto está contado con el ritmo adecuado para el que lector
vaya asumiendo poco a poco la situación penosa de la mujer. En las páginas del
libro, en el discurso inconexo y alterado de Juanita, se deslizan muchas pistas
sobre la vida cotidiana de Tánger, de la ciudad de las familias de clase media.
Es una descripción auténtica de la vida real alejada de los tópicos
novelísticos de contrabando, juego, cabarets y espías. En esos recuerdos anida
la ternura que la mujer ha ido perdiendo con los años, con los fracasos, hasta
convertirse en un ejemplo de amargura. Porque Juanita se siente indefensa ante
los demás. Su mundo es interior, personal, asocial. Se refugia en su soledad,
el pasado para no asumir que el problema de falta de autoestima y falta de
coraje tiene un origen remoto que ya no puede remediar.
No sólo trata de explicar el presente como consecuencia de un pasado de
inactividad, sino que siente rencor hacia la única hermana que sí supo hacer
frente al destino. Una crítica que es envidia. Unos reproches que se hacen a la
hermana por no hacérselos a ella misma.
Ángel Vázquez describe magistralmente el pequeño mundo de su niñez y
juventud. El mundo del autor. El Tánger internacional que vivió en primera
persona. El autor era una persona especial, muy sensible, de gran inteligencia
pero con trabajos secundarios. Tal vez inseguro, no creyó nunca del todo en su
obra a pesar de haber dejado una novela muy importante. Tímido, introvertido.
Emilio Sanz de Soto, que lo trató desde joven, da algunas claves muy precisas
en el libro que se dedicó a la película de Javier Aguirre. Vázquez creció en la
pobreza con una madre alcoholizada que conoció tiempos prósperos pero que acabó
en la miseria. Probablemente ella fue un referente al crear a Juanita. Al
llegar la independencia, Vázquez abandona Marruecos acogiéndose a una ayuda del
Estado español. En Madrid, a dónde va a parar, la vida no le sonrió y nunca
asumió su importancia literaria. Su retraimiento, timidez o carencia de estima
lo llevó a una existencia de Narboni. Y, sin embargo, su recuerdo literario
perdura en una de las mejores novelas españolas del siglo XX.
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