CORROCHANO, Gregorio:
¡Mektub! (Ed. Atlántida. Madrid 1926.
290 páginas. Portada de Bertuchi).
Corrochano nació en
Talavera de la Reina en 1881. Dejó los estudios de ingeniería por el periodismo
y llegó a Marruecos como corresponsal de guerra del diario madrileño ABC. Allí hace amistad con algunos de
los generales que luego propiciarían el alzamiento de 1936, especialmente con
Sanjurjo. Aunque volvió a España tras las campañas marroquíes, es invitado por
las autoridades franquistas a ayudar en las tareas de propaganda y vuelve a
Marruecos. En Tánger fundó el diario España
en 1938 y la Editora Marroquí, de la que fue accionista, hasta que la vendió en
1957. Volvió a Madrid para ejercer la crítica taurina, su mejor especialidad, y
dirigir la enciclopedia Los toros que
comenzara Cossío. Y en esta ciudad murió en 1961.
Con estos
antecedentes, se suponía que iba a escribir una novela de guerra afectado por
la impresión del desastre de Annual. Pero optó por un discurso literario lleno
de influencias francesas. Como tantos otros periodistas, seguramente Corrochano
llegó a marruecos saturado de lecturas de escritores coloniales. Se creyó las
historias de cafard, de solitaria desesperación, de épica de misión y de
fascinación por lo nuevo. En su novela se ven influencias claras de autores muy
famosos en la España de entonces: Pierre Loti, Pierre Benoit…; incluso de los
que exploraban la etnografía y el gusto por lo indígena como Maurice Le Glay.
Corrochano siguió esta línea porque le pareció original (ya abundaban los
relatos bélicos) y seguramente más poética que los hechos militares y la
crudeza de la sangre derramada.
Mariano Bertuchi: Calle de Xauen
Corrochano podía
haber escrito una novela de la guerra que él conoció, de todos los
acontecimientos que sucedieron en torno a Annual. Al empezar la novela parece
que ése iba a ser el camino; pero no es así. El capitán que llega al puesto
siente la fascinación del Oriente (como pudo sentirla el propio escritor), pero
ese oriente idealizado o falso del que luego hablará Said. Las cabilas se
convierten en el Bagdad de Las mil y una
noches. El fatalismo irremediable que resume en el título ¡Mektub! (Estaba escrito). La soledad
del militar extranjero abducido por el embrujo de un mundo radicalmente
distinto en el que la tradición y la magia se imponen a la razón, en el que la
religión es norma de vida y se impone a la razón europea. Y, por supuesto, como
en el mejor exotismo, el capitán cae enamorado de una bella rifeña surgida del
paraíso. Soñará con la unión con la mujer, con el hijo, que es la imagen de una
fusión ideal de razas y países como si el destino histórico de España fuera la
confusión con Marruecos: El día en que
España tenga un hijo con África, se unirán para siempre. ¿Qué más absorción?...
Absorción, absorción, fundir las dos razas en una y raspara la palabra
protectorado, que es, como para el enamorado, la timidez (página 237). Su
idea era que la España cristiana absorbiera a Marruecos musulmán. Una idea
simple y falsa. Entre otras cosas porque el concepto que tenían de la sociedad
marroquí era falso como el exotismo mismo. En un pasaje, un personaje judío se
lo hace saber al enamorado capitán: Viene
ustedes con el prejuicio del moro. Sus costumbres perezosas, el silencio de sus
patios, la molicie de sus asientos de lana, el misterio de la mujer tapada…
Todo les atrae. Hasta su guerra. De Marruecos les interesa una parte, la más
ruidosa. Pegado a cada pueblo moro, vive un pueblo hebreo. El hebreo comercia.
¿Por qué les interesa solo la guerra? Además ¿la guerra está en los fusiles o
en el comercio? Creo que si nos prestaseis más cuidado, tendríais una
importante vía, pacífica y amplia, que hasta ahora nadie utilizó, y una más
completa visión de lo que aquí os retiene (página 254).
Gregorio Corrochano
Porque la novela
acaba con reflexiones políticas y críticas sin disimulo. Parece que el autor no
tenía la obra planificada y la fue escribiendo según le surgía. El exotismo es
derrotado por la información que se tiene ahora. La realidad vence a la
fantasía. Salvo que la imaginación sea tan buena literariamente que haga que la
obra perdure. Este no es el caso.
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