GÁNDARA, Alejandro: Ciegas esperanzas (Destino. Áncora y Delfín. Barcelona 1992. 235 páginas; Destino. Destinolibro. Barcelona 1994. 234 páginas; Planeta-De Agostini. Barcelona 1999. 2156 páginas: Tomo XVI de Premios Nada. Planeta 1992 con La soledad era esto de Juan José Millás y Los otros días de Alfredo Conde. 528 páginas).
Ciegas esperanzas en una buena
novela, bien escrita, que aborda problemas esenciales de la persona y lo hace
de sumiendo al lector en un universo extraño y confundiéndolo a propósito con
el tiempo, el lugar y la persona misma en la vida o la muerte. Con ella ganó el
Premio Nadar el 1992 y, al dar la noticia, el diario El País señalaba que era
la recreación del mito de Tobías y el ángel (https://elpais.com/diario/1992/01/07/cultura/694738801_850215.html).
No sé hasta qué punto el autor tuvo presente este mito al escribir, quizás
fuera solo una manera de abordar la libre determinación del humano ante la
vida. Como las circunstancias impulsan al joven a tomar decisiones, en el
momento crucial de la existencia, que tal vez no fueran ni las queridas ni las
mejores. Y un final un tanto confuso que culmina el segundo plano de la novela,
una guerra imaginaria en la que se ve involucrado el protagonista –Martín- y
que supone un ejemplo máximo de como las circunstancias se imponen a la
voluntad. Y la realidad frente a ilusiones, la perspectiva de futuro frente a
la comodidad o el deseo del instante. Y la realidad puede: Cuando Martín ha empezado a ser cualquier cosa y también cuando Martín
ha sido despojado de lo que quiere ser (página 89).
La novela se desarrolla en Larache, en el final de Protectorado español.
Ciudad que sirve para situar los personajes y la acción en la parte más
realista de la novela, las relaciones entre personas de distinta cultura y la
explosión de nacionalismo ante la independencia.
Pero la novela podría suceder en cualquier otra parte porque al autor no
le interesa ni el ambiente marroquí ni la experiencia del Protectorado; o solo
le interesa en un último aspecto: Porque
su ciudad acababa siendo el cuerpo en el que se metía (página 111).
Al no ser una novela de ambiente colonial, hay poco que comentar. El autor solo hace algunas referencias: Tenemos niños magrebíes y niños españoles en la escuela pero, nosotros solo damos una clase de educación. Los niños españoles no saben leer ni escribir en árabe y los magrebíes tienen que olvidar lo que aprenden en su casa y lo que ven en su propia tierra para poder ser como nosotros. Es un error. Si están juntos, hay que aprovechar que estén juntos (página 80).
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