MASOLIVER, Liberata: Efún
(Editorial Garbo. Barcelona 1955. 248 páginas).
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La
mujer del colonial (Editorial
Barna. Barcelona 1962. 323 páginas + 1 hoja. Portada de Joaquín Viñolas).
Liberatar Masoliver (1911-201)
es un caso singular en la novela hispanoafricana por varios motivos. Su novela Efún
(premio Elisenda de Montcada 1954) fuera pionera en la temática guineana en la
literatura española, y abrió una vía argumental que dura hasta hoy. Pero, curiosamente, la autora nunca estuvo en
Guinea. Conoció las circunstancias con que adorna su relato gracias a los
amigos de su padre que contaban en su casa los pormenores de sus viajes y
estancias en la colonia española, donde residían muchos catalanes. Eso hace que
la autora asuma todos los tópicos o manera de entender la situación colonial
que tenían los españoles que habitaban o negociaban con el territorio. Masoliver trata de superar los estrechos
límites narrativos de la novela rosa femenina pero sin vencer del todo algunos
de sus recursos.
En esto es una buena
muestra de mentalidad colonial, reflejo de una manera de pensar común en los
años cincuenta del siglo XX, y que hoy entendemos como racista. La autora
escribe en Efún sobre las mujeres: La mestiza se muestra, con
frecuencia, primitiva e inconsciente. No conoce el pudor y, como su madre, como
todas las nativas, no le da mucha importancia a la fidelidad conyugal. De esa
herencia familiar saca ella astucias para retener a Juan… (páginas 16 y 17),
la esposa no deja de ser para el indolente nativo un animal tan valioso como
sus cabras o sus cebús. Solo les pegan fuerte a sus consortes si han de obtener
algún beneficio (páginas 39 y 40); o, refiriéndose a los hombres: El
negro no es vengativo ni rencoroso, especialmente si se les castiga con razón.
Juan Esteve nunca ha lanzado el látigo contra Bicuí o su criado, ni contra
ningún nativo, y, sin embargo, nunca ha conseguido la marcada adhesión que los
morenos muestran por Isart. Por lo visto, Juan Esteve no ha penetrado aún la
psicología nativa, tan sencilla, tan primitiva (página 19). En Masoliver
encontramos una manera de entender las relaciones coloniales que era, no lo
dudamos, la de los blancos en África. Quizás sea ésta una de las mejores
cualidades de la novela colonia, el que nos ayuda a comprender una mentalidad
periclitada. Distanciamiento, fuerte sentimiento de alteridad, eurocentrismo,
diferenciación basada en una supuesta supremacía cultural y de civilización y
un paternalismo que se refleja incluso en el uso del lenguaje como el término moreno
(por no usar negro) o el anglicismo nativo (que sustituiría a indígena)
y que trata de disimular la discriminación. No significa esto que todos los
españoles, más o menos imbuidos en esta mentalidad, trataran de manera inhumana
a los guineanos. Mucho ellos entendían de buena fe que estaban obrando bien,
les faltaba la conciencia crítica para censurar los métodos colonizadores
aunque debiron haberlo hecho porque tenía la capacidad para hacerlo. Pero sí
que era cierto que todos estaban contagiados de un sentimiento de superioridad.
En esto, como en casi todo, la diferencia estaba en cada persona. Y siempre la displicencia
de quienes creían (o no) que estaban ayudando a desarrollar una civilización:
Hace mucho calor. Puesta en el lugar de los morenos ella sería igual de
indolente. En la Guinea no mortifica el calor si no se trabaja ni se anda
mucho. Ha llegado a esta conclusión…. El clima ha influido mucho en el carácter
de estas pobres gentes. Ellos viven tranquilamente en su miseria, sin trabajar,
y los blancos nos empeñamos en hacerles desear comodidades y cosas difíciles de
alcanzar sin trabajo (página 219). Pero el error de Masoliver no es
retratar a los blancos en Río Muni, sino tratar de plasmar la idiosincrasia
indígena que, evidentemente, no conocía bien. Masoliver recurre a otro tópico
de la literatura colonial: considerar a sus personajes como tipos raros,
inadaptados a la sociedad o gente atormentada por algún hecho del pasado. En
realidad, los coloniales eran en su mayoría personas que solo trataban de ganar
dinero, de vivir mejor que en la metrópoli aunque fuera pagando el precio de la
incomodidad y la lejanía. El colonial trataba de mejorar su posición social y
económica haciendo fortuna en ultramar. Por eso se trataba, en su mayoría, de
personas de poca formación cultural y profesional. Este aspecto no está
reflejado en las novelas que tratamos
aquí. Sin embargo, Masoliver es una escritora típicamente colonial cuando trata
de dibujar el perfil de luchador del colonial, el hombre que trabajaba en
condiciones adversas para conseguir la explotación económica de tierras que
hasta entonces estaban abandonadas o sometidas al tradicional modo de vida del
indígena, alejado del ideal económico europeo.
Liberata Masoliver
Con las informaciones
prestadas, imaginación y una indudable capacidad para crear situaciones y armar
personajes, Masoliver recrea lo que –remedando a Said- podemos llamar el
trópico imaginado. Un escenario basado en la realidad pero construido al
gusto de los lectores, respondiendo a una idea preconcebida de lo que el lector
espera que sea el ambiente africano. La autora se desenvuelve bien en la
escritura y la novela resulta amena, bien estructurada y escrita con algo más
que simple soltura.
Efún es la vida en
plantación. La colonia guineana era una colonia de plantación, según la
clasificación tradicional de los teóricos de la materia. En ella convivían unos
pocos blancos con los trabajadores del país, en situación de jerarquía muy
marcada. Estaban aislados de otros blancos, de la ciudad de Bata y de la
metrópoli y adaptaban su vida a lo que tenían alrededor. Por eso, en este tipo
de novela se produce la escena de cacería, la de pérdida en la selva, de
fiebres y la de lucha contra el animal salvaje. Pero hay un canto al esforzado
hombre que se supera frente a la adversidad, que trata de vivir con lo que
tiene y que renuncia a un modo de existencia más cómodo y seguro con la ilusión
de mejorar. Pero también es tópico en esta literatura la relación del hombre
blanco con la mujer africana. Es verdad que en Guinea apenas había mujeres
blancas salvo las casadas, pero la indígena ejercía un fuerte atractivo sexual
en el colono que, libre de los prejuicios y normas de conducta española, veía
en la libertad sexual uno de los atractivos. Esto ya ha sido estudiado por
Gustau Nerín en Guinea Ecuatorial, historia en blanco y negro (1997).
Atractivo y forma de actuar que, no nos engañemos, sigue vigente en la actualidad aunque en vez
de colonos se trate de cooperantes o trabajadores de empresas extranjeras.
Efún es la historia
de dos coloniales, Carlos Isart y Juan Esteve, que se esfuerzan en el bosque
guineano. El conflicto surge cuando llega la novia del segundo con intención de
casarse y descubre que Esteve convive con una mujer guineana y tiene hijos con
ella. Una historia que bien pudo haber sucedido en la realidad y que muestra la
doble moral colonial y la relajación de los usos sociales franquistas en
terreno tropical. Masoliver, de manera distinta a las novelistas de género
femenino de la época, pinta un tipo de mujer conservadora pero luchadora, en algunos
aspectos avanzadas para la época, pero que al final siempre respetará los
valores tradicionales. Este signo se acentuará cuando, siete años después,
publicó La mujer del colonial que es una secuela de la primera, con los
mismos personajes, aunque el foco del protagonismo cambie de orientación y se
dirija hacia otros coloniales, ya citados en Efún. En este caso la
protagonista es una mujer menuda pero de gran coraje que se ve obligada a tomar
las riendas de la plantación ante la enfermedad y dejadez del marido, un hombre
barato sin aspiraciones de ninguna clase. Aunque Masoliver continúa con su
imaginario colonial, es esta segunda novela se esfuerza en otra línea argumental:
el papel de una mujer en la sociedad de la época y en la reducida sociedad
guineana. En 1962 se notaba ya alguna apertura a la cerrada España post Guerra Civil
y se podían plantear otras situaciones. Quizás por esto la novela resulte menos
anticuada que la primera y plantea, además, un tema tabú como era el adulterio
de la mujer y los hijos extramatrimoniales. Hay que tener en cuenta que el adulterio
entonces estaba considerado delito en el Código Penal. La mujer paga un precio
alto, un apartamiento social y familiar, por preferir el amor al matrimonio.
Pero, en lógica con la mentalidad de la autora, las cosas vuelven a su cauce al
final en un remate moral y convencional.
Liberata Masoliver
volvería a abordar la temática africana en la novela, esta vez las aventuras de
un italiano en Etiopía, en Selva negra, selva verde (Barcelona 1959).
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