miércoles, 13 de mayo de 2015

NOVELAS DEL FIN DE SAHARA ESPAÑOL (2): ADIÓS A LOS VAQUEROS de ÁNGEL PALOMINO

PALOMINO, Ángel: Adiós  a los vaqueros (Barcelona 1983. Planeta. 239 páginas;   Barcelona 1984. Mundo Actual de Ediciones. 209 páginas + 2 hojas).
   En el otoño de 1975 Franco agonizaba en la cama. Se sabía que era irreversible y que su muerte abría las puertas a la democracia en España. En Marruecos veían la oportunidad de realizar un viejo sueño del irredentismo magrebí, adquirir los territorios de Sáhara que estaban bajo el dominio español y que las resoluciones de la ONU y de los tribunales internacionales les negaban. Para ello prepararon una estrategia que, a la postre, resultaría exitosa. La organización de una gran marcha de civiles (y militares enmascarados) que penetraría pacíficamente en el territorio español y que denominaron Marcha Verde. La logística contaba con el apoyo de los EEUU que no veían bien que el Sahara Occidental cayera bajo la influencia de Argelia. En un primer momento, la postura española era la de aguantar en envite, apoyar la independencia y llegar a la guerra si fuera necesario. Pero las autoridades españolas, muy ocupadas en los cambios en el poder, y vista la postura estadounidense, optaron pronto por cambiar de ideales. Decidieron abandonar el territorio en manos de Marruecos y Mauritania con la condición de que estos dos países organizaran el referéndum de autodeterminación. Fue un abandono vergonzoso que abrió paso a la toma del territorio por las huestes de Hassan II. Pero, con el paso del tiempo se está viendo que fue un abandono pactado por España que, viéndose aislada, prefirió olvidarse del asunto colonial y diseñar una transición democrática con apoyo internacional. Este hecho crucial en la historia contemporánea de España no ha tenido mucho reflejo en la literatura. Pero hay algunas muestras, vamos a repasar dos.

    Ángel Palomino nació en Toledo en 1919 y murió en Madrid 84 años después. Al estallar la Guerra Civil se alistó como voluntario en el bando nacional y, al acabar ésta,  continuó la carrera militar. Sin embargo, su vocación literaria y el éxito de sus obras, lo llevó a dedicarse al periodismo y la literatura. Fue colaborador de ABC, ARRIBA, y EL ALCÁZAR o LA CODORNIZ. Era un hombre de ideología franquista que defendió sin cambios hasta el final de su vida. A Franco le dedicó Caudillo (1992).
Ángel Palomino
   Como militar, estuvo varios años destinado en Marruecos. Allí fue redactor del DIARIO DE LARACHE y subdirector de la revista FIESTA de Tetuán. De su etapa marroquí resultó el libro Mientras velas las armas (Larache 1949): un libro de relatos sobre gestas militares españolas en América, Filipinas o Marruecos.

   Como novelista escribió: Zamora y Gomorra (1968, Premio Club Internacional de Prensa en 1968), Torremolinos Gran Hotel (finalista del premio Alfaguara y Premio Nacional de Literatura en 1971), Madrid Costa Fleming (1973) o Divorcio para una virgen rota (1977).
   Adiós  a los vaqueros es una novela que se desarrolla en torno a la Marcha Verde. Y está contada al estilo de Palomino, una forma de narrar rápida y llena de acciones diferentes que llegaba bien al lector. Crea varias historia paralelas con sus personajes, mezcla los de ficción con los reales, lo adereza todo de un humor irónico que le sirve de crítica a la situación del tiempo del libro (es un nostálgico de lo anterior) y va desgranado su crónica de los sucesos y su ácido retrato de los protagonistas que aprovecharon la situación para arrimar el ascua a su sardina. Es fácil abordar el hecho histórico valiéndose de un periodista que fuera testigo y es lo que hace el autor en un libro que ha perdido el interés del momento pero que todavía resulta divertida. El autor trata de mostrar la tela de araña del fin de los españoles en el Sahara y la dificultad del momento. Hay un pesimismo, o un fatalismo acerca de lo que sucedió. Tal vez se resuma en una de sus frases: El ratón argelino está jugando una partida chupada, a lo que mejor le sale: presiona a España para que dispare; promete apoyar al ratón español, pero si el Gobierno español aprieta el gatillo, Argelia correrá por el desierto en ayuda de Marruecos, después mandará a Hassan a hacer puñetas, no con ánimo imperialista, sino como ayuda al más débil, al oprimido, al famoso pueblo saharaui, que no existió nunca y lo están inventando los otros tres ratones: así creen ser gatos (página 143 de la edición de 1984).

  Por el relato van apareciendo Franco, Kissinger, Hassan II, Solís Ruiz, etc. Los cita, los coloca en el suceso, los califica. Pero el protagonismo lo llevan los personajes de ficción y esos otros que, cambiado el nombre convenientemente, recuerdan lo suficiente a otros protagonistas. La novela acaba en un discurso pesimista, una gran frustración. En un lenguaje llano y sin miramientos, lo dice: Si alguien intenta desflorar a una doncella, despojar a un rico, adueñarse de una provincia o someter a un pueblo alegando razones sentimentales, altruistas, ideológicas, espirituales o históricas, difícilmente lo conseguirá, a no ser que viole, asalte, o dé un golpe de estado; pero si con números, demuestra que su fuerza, más la violencia, más los intereses creados, más los hechos consumados, suman estadísticamente un derecho, ya puede considerarse desvirgada la doncella, el rico despojado, la provincia invadida, el pueblo sometido (página 186).
Marcha Verde

   Curiosamente, en el asunto saharaui la derecha tradicional y la izquierda progresista tienen una misma visión de abandono y traición al pueblo saharaui. A la vez que los políticos –de derechas e izquierdas, salvo contadas excepciones- prefieren apostar por la estabilidad en el Magreb y la paz con Marruecos, no ven mal el statu quo actual y, sin decirlo, suspiran porque el país vecino consolide su posición de expansión territorial. La colonización es sólo de europeos en África o Asia, no de africanos en África.

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