MUÑOZ, Isaac:
-
La fiesta de la sangre.
(Pueyo. Madrid 1909. 209 páginas + 1 hoja).
-
Lejana y perdida
(Imprenta Helénica. Madrid 1913. 171 páginas + 2 hojas).
Isaac Muñoz es un
escritor especial, entre los raros o los calificados de culto. Un hombre ajeno
a las modas literarias y al gusto popular. De una sensibilidad distinta, optó
por una estética al margen de las corrientes imperantes. Con algo de modernista
y algo de extravagante. El poeta Luis Antonio de Villena, que le dedicó algunos
artículos, lo tilda de exquisito orfebre de la prosa en su artículo Isaac Muñoz,
voluptuosidad:
Poco se sabía de la vida del escritor hasta
que la profesora granadina Amelina Correa le dedicó un libro imprescindible: Isaac
Muñoz (1881-1925). Recuperación de un escritor finisecular (Granada 1996),
algunos artículos y la edición de las novelas La serpiente de Egipto, Vida
o Voluptuosidad. Gracias a sus investigaciones sabemos que nació en
Granada en 1881, aunque de familia castellana de Tendilla. Murió en Madrid en
1925. Era hijo de un militar que estuvo destinado en Ceuta y eso le acercó al
mundo –en aquella época todavía muy desconocido- de Marruecos. Cursó estudios
de Derecho y de Filosofía y Letras, carrera que terminó y que le sirvió para
opositar al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios. En sus primeras novelas, en
las que todavía no desarrolla su tendencia orientalista aunque ya va marcando
su estilo estético, aparecen ambientes castellanos o andaluces: Miniaturas
(1898), Colores grises (1898), Vida (1904), Voluptuosidad
(1906), Morena y trágica (1908), Libro de las victorias (1908) o Alma
infanzona (1910).
En sus obras muestra un alejamiento estético
de la realidad, del lugar donde le tocó vivir. No parece gustarle la sociedad
estrecha de sus días. Posiblemente tampoco la época y se evade en ensoñaciones
distantes en el tiempo y el espacio. Su amigo Villaespesa le dedica unos versos
que comienzan así: Tarde llegaste al mundo. Tu sueño odia el reposo;/ amas
el fasto antiguo, la guerra y el amor/ y cruzas por la vida callado y
desdeñoso/ igual que un desterrado y noble emperador. Esta abstracción de
la realidad le lleva a fabular con el Oriente más imaginado que nunca. Le atrae
el mundo de Egipto o Mesopotamia, y escribe La serpiente de Egipto o Los
ojos de Astarté (1911) que cambió de título en la segunda edición de 1912: Ambigua
y cruel. Y ese mismo interés exotista le lleva a interesarse por Marruecos,
que ya conocía desde la infancia, y por la nueva mirada colonialista de los
europeos hacia el país. Su pensamiento colonial (o colonista, como él lo
denomina), su pasión vital y la experiencia viajera lo refleja e los artículos
que publicará en Heraldo de Madrid entre los años 1911 y 1919 y, en
menor número, en La Esfera o La Ilustración Mundial.
Los artículos publicados en las
publicaciones periódicas fueron luego recopilados en varios libros: La
agonía del Mogreb (1912), Política colonista (1912), La corte de
Tetuán (1913) y El país de los cherifes (1913). En ellos expone su
doctrina colonial con una ingenuidad propia de los que creían en la empresa
benefactora sin pararse a examinar los abusos de la posición de poder. También
abordaba cuestiones de política internacional, las campañas contra el Raisuni o
el momento d elos judíos sefarditas que habitaban el Magreb y que era un asunto
de especial interés para el autor. A los que hay que añadir un relato breve de
viajes: Por tierras de Yebala (1913). Y una novela corta a la que ya nos
referimos en otra entrada: Bajo el sol del desierto (1914).
Su primera novela relacionada con Marruecos
es La fiesta de la sangre, que se publicó en Madrid en 1909. En ella
Muñoz nos abre a su universo particular concentrado en el imaginado Beni-Nuar.
Y en él coloca a hombres distintos, a gente de otro tiempo y lugar aunque sea
un lugar inexistente y un tiempo que nunca sucedió. Aunque la novela nos hable
de Anyera y el campo exterior de Ceuta y de las confrontaciones que pusieron
fin al reinado de Abdelaziz. Su mezcla de austeridad y religión, erotismo
sublime, vida apasionada y la muerte siempre presente. Con el estilo que le
hará famoso: los párrafos cortos, el punto y aparte, un exceso de imágenes y
calificativos, una recargada prosa y un sentimiento poético de la novela. La
fiesta de la sangre, como el título indica, es la crónica de la crueldad,
de la lucha entre hermanos, la violencia sin canon y la brutal venganza del
hombre: un bello gesto implacable de dios bárbaro y vengativo (página
14). El protagonista Hamido es un combatiente idealizado, del moro valiente del
que luego hablará en los artículos de Heraldo de Madrid cuando las
luchas de El Raisuni contra todos. La sangre festiva de la cofradía de loa
aissauas, y la sangre trágica de las venganzas de las fracciones que luchan en
el campo marroquí. La muerte y el amor, como señales inequívocas del autor. A
diferencia de otras novelas suyas, en esta es más fácilmente identificable la
época de los sucesos y el lugar, sin que Muñoz se ajuste a ninguna norma de
fidelidad histórica.
Su segunda novela es Lejana y perdida
(1913). Se puede encontrar en versión digital gracias a la Biblioteca Virtual
de Andalucía: http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/catalogo_imagenes/imagen.cmd?path=1002396&posicion=1
El relato está plagado de
descripciones de un oasis sahariano, se supone que al sur de Marruecos. El
autor, como hará siempre en sus novelas, trata de crear una atmósfera en la que
el lector llegue a un lugar exótico, imaginario, donde las cosas son de otra
manera y las convenciones sociales españolas de la época se tornan en una
libertad ideal. En Muñoz, el Oriente está más imaginado que nunca. Sus lugares
son tan irreales que no han existido ni en el pasado ni en el presente. Recrea
los lugares según su imaginario deseo, con personas que se mueven según los
criterios reprimidos por el autor en la España de principios del XX. Muñoz
busca en la imaginación el sitio de la libertad y la tolerancia sexual, de la
religión apartada y de una especie de anarquía política. Y para ello recrea
Egipto, Siria o Marruecos. Ya sabe de sobra que en esos países las cosas no son
como las cuenta, pero necesita un escenario y, por el desconocimiento
generalizado de las tierras orientales, le sirve para sus fantasías y sus
poéticas evocaciones.
Isaac Muñoz
En el aire había como un secreto
impenetrable y angustioso de amor, de pasión salvaje y escondida (página
19). Todo el país era un inmenso lugar donde los españoles iban a poder realizar sus sueños eróticos. Una
idea muy extendida en la mentalidad colonial masculina que, además en el caso
de Isaac Muñoz, derivaba hacia deseos menos convencionales o excluidos. Al
sueño del harén y la excusa: Los bárbaros de Europa no comprenderán jamás
toda la gracia, toda la gentileza, toda la dulce sabiduría, toda la purísima
elegancia, todo el ágil ímpetu, todo el ardiente sueño que esconden las almas
árabes bajo las negras pupilas vedadas de lejanía y tristeza. Y el Islam morirá
sin que las carniceras razas de Occidente, hayan adivinado su fabuloso tesoro
de poesía (página 29).
El paraíso árabe de la novela está amenazado
de desaparición. La evocación del pasado feliz se contrapone el cruel presente
del momento. El refugio del hombre solo, del que huye del pasado, del que reniega de la
vida agitada anterior para abrazar la quietud, de la pasión a la tranquilidad, incomprendido,
diferente que encuentra la paz en la soledad: … yo he conocido la alegría
salvaje y única de sentirme solo en la tierra, he saboreado como un bálsamo la
paz de la sombra después del vértigo enloquecedor de la luz… (página 49).
En la novela no faltan, como es el estilo del autor, las evocaciones de sexo,
el amor incontrolado y desinhibido en lo que el autor define como el tigre que vive oculto en mi sangre,
rugió una vez más, feroz y salvaje (pagina 79). El tigre que informa los
relatos de Muñoz. Lento, cadencioso, reiterativo, el relato erótico repite el
estado de ánimo del atribulado protagonista. A pesar de su estado presente, al
parecer bueno, siente melancolía por el pasado, por la vida en otra parte como
si el sino fuera nomadear y por la mujer de antaño lejana y perdida. En
Muñoz el final será siempre la muerte o el de deseo de morir.
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