viernes, 12 de febrero de 2016

NOVELA EXOTISTA Y MARRUECOS (2): ISAAC MUÑOZ (Primera Parte)

MUÑOZ, Isaac:
-          La fiesta de la sangre. (Pueyo. Madrid 1909. 209 páginas + 1 hoja).
-          Lejana y perdida (Imprenta Helénica. Madrid 1913. 171 páginas + 2 hojas).

   Isaac Muñoz es un escritor especial, entre los raros o los calificados de culto. Un hombre ajeno a las modas literarias y al gusto popular. De una sensibilidad distinta, optó por una estética al margen de las corrientes imperantes. Con algo de modernista y algo de extravagante. El poeta Luis Antonio de Villena, que le dedicó algunos artículos, lo tilda de  exquisito orfebre de la prosa  en su artículo Isaac Muñoz, voluptuosidad:

   Poco se sabía de la vida del escritor hasta que la profesora granadina Amelina Correa le dedicó un libro imprescindible: Isaac Muñoz (1881-1925). Recuperación de un escritor finisecular (Granada 1996), algunos artículos y la edición de las novelas La serpiente de Egipto, Vida o Voluptuosidad. Gracias a sus investigaciones sabemos que nació en Granada en 1881, aunque de familia castellana de Tendilla. Murió en Madrid en 1925. Era hijo de un militar que estuvo destinado en Ceuta y eso le acercó al mundo –en aquella época todavía muy desconocido- de Marruecos. Cursó estudios de Derecho y de Filosofía y Letras, carrera que terminó y que le sirvió para opositar al Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios. En sus primeras novelas, en las que todavía no desarrolla su tendencia orientalista aunque ya va marcando su estilo estético, aparecen ambientes castellanos o andaluces: Miniaturas (1898), Colores grises (1898), Vida (1904), Voluptuosidad (1906), Morena y trágica (1908), Libro de las victorias (1908) o Alma infanzona (1910).

   En sus obras muestra un alejamiento estético de la realidad, del lugar donde le tocó vivir. No parece gustarle la sociedad estrecha de sus días. Posiblemente tampoco la época y se evade en ensoñaciones distantes en el tiempo y el espacio. Su amigo Villaespesa le dedica unos versos que comienzan así: Tarde llegaste al mundo. Tu sueño odia el reposo;/ amas el fasto antiguo, la guerra y el amor/ y cruzas por la vida callado y desdeñoso/ igual que un desterrado y noble emperador. Esta abstracción de la realidad le lleva a fabular con el Oriente más imaginado que nunca. Le atrae el mundo de Egipto o Mesopotamia, y escribe La serpiente de Egipto o Los ojos de Astarté (1911) que cambió de título en la segunda edición de 1912: Ambigua y cruel. Y ese mismo interés exotista le lleva a interesarse por Marruecos, que ya conocía desde la infancia, y por la nueva mirada colonialista de los europeos hacia el país. Su pensamiento colonial (o colonista, como él lo denomina), su pasión vital y la experiencia viajera lo refleja e los artículos que publicará en Heraldo de Madrid entre los años 1911 y 1919 y, en menor número, en La Esfera o La Ilustración Mundial.



   Los artículos publicados en las publicaciones periódicas fueron luego recopilados en varios libros: La agonía del Mogreb (1912), Política colonista (1912), La corte de Tetuán (1913) y El país de los cherifes (1913). En ellos expone su doctrina colonial con una ingenuidad propia de los que creían en la empresa benefactora sin pararse a examinar los abusos de la posición de poder. También abordaba cuestiones de política internacional, las campañas contra el Raisuni o el momento d elos judíos sefarditas que habitaban el Magreb y que era un asunto de especial interés para el autor. A los que hay que añadir un relato breve de viajes: Por tierras de Yebala (1913). Y una novela corta a la que ya nos referimos en otra entrada: Bajo el sol del desierto (1914).


   Su primera novela relacionada con Marruecos es La fiesta de la sangre, que se publicó en Madrid en 1909. En ella Muñoz nos abre a su universo particular concentrado en el imaginado Beni-Nuar. Y en él coloca a hombres distintos, a gente de otro tiempo y lugar aunque sea un lugar inexistente y un tiempo que nunca sucedió. Aunque la novela nos hable de Anyera y el campo exterior de Ceuta y de las confrontaciones que pusieron fin al reinado de Abdelaziz. Su mezcla de austeridad y religión, erotismo sublime, vida apasionada y la muerte siempre presente. Con el estilo que le hará famoso: los párrafos cortos, el punto y aparte, un exceso de imágenes y calificativos, una recargada prosa y un sentimiento poético de la novela. La fiesta de la sangre, como el título indica, es la crónica de la crueldad, de la lucha entre hermanos, la violencia sin canon y la brutal venganza del hombre: un bello gesto implacable de dios bárbaro y vengativo (página 14). El protagonista Hamido es un combatiente idealizado, del moro valiente del que luego hablará en los artículos de Heraldo de Madrid cuando las luchas de El Raisuni contra todos. La sangre festiva de la cofradía de loa aissauas, y la sangre trágica de las venganzas de las fracciones que luchan en el campo marroquí. La muerte y el amor, como señales inequívocas del autor. A diferencia de otras novelas suyas, en esta es más fácilmente identificable la época de los sucesos y el lugar, sin que Muñoz se ajuste a ninguna norma de fidelidad histórica.
   Su segunda novela es Lejana y perdida (1913). Se puede encontrar en versión digital gracias a la Biblioteca Virtual de Andalucía: http://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/catalogo/catalogo_imagenes/imagen.cmd?path=1002396&posicion=1
El relato está plagado de descripciones de un oasis sahariano, se supone que al sur de Marruecos. El autor, como hará siempre en sus novelas, trata de crear una atmósfera en la que el lector llegue a un lugar exótico, imaginario, donde las cosas son de otra manera y las convenciones sociales españolas de la época se tornan en una libertad ideal. En Muñoz, el Oriente está más imaginado que nunca. Sus lugares son tan irreales que no han existido ni en el pasado ni en el presente. Recrea los lugares según su imaginario deseo, con personas que se mueven según los criterios reprimidos por el autor en la España de principios del XX. Muñoz busca en la imaginación el sitio de la libertad y la tolerancia sexual, de la religión apartada y de una especie de anarquía política. Y para ello recrea Egipto, Siria o Marruecos. Ya sabe de sobra que en esos países las cosas no son como las cuenta, pero necesita un escenario y, por el desconocimiento generalizado de las tierras orientales, le sirve para sus fantasías y sus poéticas evocaciones.
Isaac Muñoz
   En el aire había como un secreto impenetrable y angustioso de amor, de pasión salvaje y escondida (página 19). Todo el país era un inmenso lugar donde los españoles iban  a poder realizar sus sueños eróticos. Una idea muy extendida en la mentalidad colonial masculina que, además en el caso de Isaac Muñoz, derivaba hacia deseos menos convencionales o excluidos. Al sueño del harén y la excusa: Los bárbaros de Europa no comprenderán jamás toda la gracia, toda la gentileza, toda la dulce sabiduría, toda la purísima elegancia, todo el ágil ímpetu, todo el ardiente sueño que esconden las almas árabes bajo las negras pupilas vedadas de lejanía y tristeza. Y el Islam morirá sin que las carniceras razas de Occidente, hayan adivinado su fabuloso tesoro de poesía (página 29).

   El paraíso árabe de la novela está amenazado de desaparición. La evocación del pasado feliz se contrapone el cruel presente del momento. El refugio del hombre solo,  del que huye del pasado, del que reniega de la vida agitada anterior para abrazar la quietud, de la pasión a la tranquilidad, incomprendido, diferente que encuentra la paz en la soledad: … yo he conocido la alegría salvaje y única de sentirme solo en la tierra, he saboreado como un bálsamo la paz de la sombra después del vértigo enloquecedor de la luz… (página 49). En la novela no faltan, como es el estilo del autor, las evocaciones de sexo, el amor incontrolado y desinhibido en lo que el autor define como  el tigre que vive oculto en mi sangre, rugió una vez más, feroz y salvaje (pagina 79). El tigre que informa los relatos de Muñoz. Lento, cadencioso, reiterativo, el relato erótico repite el estado de ánimo del atribulado protagonista. A pesar de su estado presente, al parecer bueno, siente melancolía por el pasado, por la vida en otra parte como si el sino fuera nomadear y por la mujer de antaño lejana y perdida. En Muñoz el final será siempre la muerte o el de deseo de morir.



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