viernes, 8 de julio de 2016

GUINEA ESPAÑOLA Y LA ESCUELA: HISTORIA DE UNA MAESTRA de JOSEFINA R. ALDECOA.



ALDECOA, Josefina R.: Historia de una maestra (Anagrama. Barcelona 1990. 232 páginas; Círculo de Lectores. Barcelona 1991. 205 páginas; Compactos Anagrama. Barcelona 1996. 129 páginas; Aguilar. Crisol. Madrid 2004. 498 páginas; Alfaguara. Barcelona 2006. 225 páginas; Punto de Lectura. Madrid 2007. 237 páginas; Debolsillo. Barcelona 2016. 236 páginas).


   Josefina Rodríguez Álvarez, que firmaba Aldecoa por el que fue su marido Ignacio Aldecoa, fallecido prematuramente, publicó en 1990 una novela de éxito que tiene una parte dedicada a la colonia de Guinea: Historia de una maestra. La novela, primera de una trilogía, se continuaría con las novelas Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997). Está escrita como homenaje a la labor callada, insistente y poco reconocida de las maestras rurales desde los años de la II República. Puede ser la historia de la madre de la autora y de otras muchas maestras más. La historia de una generación de pedagogas que creyeron en la labor de enseñar a los niños españoles de las zonas más deprimidas. Desde los montes de León –donde la autora nació en 1926- hasta los confines coloniales. Creyendo que la labor callada y persistente de enseñar las primeras letras y reglas debía estar imbuida de un ejercicio vocacional de transformación de personas, de transmitir valores y sentimientos de estima que hiciera a las personas –desde pequeñas, más críticas, más exigentes y más suficientes. Se enseñaba el valor de la dignidad humana.
Josefina R. Aldecoa
   Es cierto que la autora no conocía Guinea (murió en 2011 a los 85 años de edad), y que el relato  está inspirado en conversaciones y lecturas. En el recuerdo de su madre. Si se examina detalladamente se pueden observar algunos errores y situaciones anacrónicas. No es una novela histórica, ni busca la fidelidad de los hechos de manera absoluta, sino la visión de una maestra en la Guinea de finales de los años 20 del siglo XX. Por esto, la novela merece un comentario especial. Porque supo romper la tradición de las novelas sobre Guinea, novelas de bosque y plantación, pintoresquistas, relatos de un mundo de hombres y de relaciones interraciales. Ya Liberata Masoliver puso el protagonismo en la mujer, pero era una mujer en una situación provisional, sustituta del marido. Aldecoa  pone el punto de vista en una mujer sola, joven e independiente. En esos años, las únicas mujeres solas que podían acudir a la colonia eran, precisamente, las maestras. Lo que las colocaba en una situación muy especial y podían observar el mundo alrededor con una mirada distinta. La maestra llega a una población del continente que puede ser Bata, aunque no diga el nombre. Era el centro de curiosidad. Su sensibilidad y su manera de ver la colonia eran distintas. No era una colonial pura, ni un funcionario con poder en el gobierno y sobre los colonizados. Era una maestra cuya ocupación consistía en formar a los niños guineanos, intentar hacerlos adultos exigentes.

   La escuela en la colonia había pasado de los misioneros protestantes, los primeros que las crearon, a los misioneros católicos españoles. Los jesuitas primero, y los claretianos después tuvieron el monopolio de la enseñanza. Eran buenos agentes de colonización, imprescindibles incluso antes que los militares. Llegaban a todas partes y enseñaban el idioma y el respeto a la madre patria y sus instituciones según el criterio de orden público colonial. Facilitaban el gobierno y el control. En cierta manera, eran órganos del Estado y como tales cobraban de los presupuestos. Daban y exigían. Tenían conflictos de intereses con los gobernadores. En algunas épocas (por ejemplo, tras la revolución de 1868) el Estado creó escuelas no religiosas en consonancia con la laicidad oficial. En otras, como la época de Franco, la educación de los religiosos convivía con la estatal aunque el Estado fuera confesional. Estos temas fueron estudiados en época colonial por Heriberto Ramón Álvarez Historia de la acción cultural en Guinea Española (1948), que fue el inspector de educación en la etapa del gobernador Bonelli. Ambos creyeron que era la hora de formar a los guineanos para la inevitable independencia y se esforzaron en crear una estructura de educación pensada para la formación de las nuevas clases dirigentes. Tuvieron muchos problemas al chocar con la mentalidad colonial tradicional. Posteriormente ha sido objetos de libros del catedrático Olegario Negrín Fajardo en Historia de la educación en Guinea Ecuatorial (1993).


   









   Josefina Aldecoa dedica pocas páginas a Guinea, unas treinta. Son recuerdos desperdigados de una mujer que sufre la soledad, la incomprensión y hasta los intentos de abuso. No son los recuerdos de la autora, sino lo que oyó contar. Son memorias familiares transmitidas y recogidas desde el cariño. Retrato de una mujer de hace mucho tiempo que vivió en una situación insólita y difícil. Seguramente muy difícil en esa época: El tiempo que pasé en Guinea fue un tiempo de soledad. Era un mundo de hombres, la mayoría también solitarios. Un mundo duro de lucha y sacrificio para conseguir el único fin que parecía tener claro: el dinero. Plantadores, comerciantes, funcionarios, negociantes, todos llegaban a la Colonia dispuestos a regresar con dinero. Esta meta no implicaba necesariamente que los blancos coloniales fueran unos malvados. Pero sí suponía en ellos un comportamiento áspero, poco dado a valorar matices y a aceptar sensiblerías (página 69 de la 1ª edición). Su visión de las cosas contrastaba con la dominante en el territorio. Su concepto de la enseñanza no era el que usaba: La Misión tenía unas cincuenta internas adultas que vivían con tres monjas y una hermosa iglesia atendida por un sacerdote. Me cuesta trabajo identificarme con la innegable labor de las monjas. Las internas aprenden oficios; salen de su condición de analfabetas desnutridas y son educadas en la religión católica. Es verdad. Pero ya entonces creía yo más en la justicia que en la caridad. Respetaba la labor de las monjas pero no era mi labor. Educación, cultura, libertad de acción, de elección, de decisión. Y lo primero de todo, condiciones de vida dignas, alimentos, higiene, sanidad (página 70).


   La mujer trató de adaptarse al medio, pero no lo comprendía. No le gustaba el sistema social impuesto. Las diferencias marcadas por los coloniales, sobre todo frente a los indígenas aunque no solo, no son comprendidas por la joven idealista. Una mirada crítica, a pesar de la brevedad. Es cierto que Historia de una maestra no es una novela sobre Guinea porque las páginas ultramarinas son apenas un episodio. Pero es cierto que la autora exploró otro camino en la forma de contar las cosas coloniales.




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