GONZÁLEZ FERRÍN, Emilio: El túnel
de Ezequías (Almuzara.
Córdoba 2021. 237 páginas).
El túnel de Ezequías es una
novela compleja, bien trabada y bien escrita; muy original con respecto a la
producción actual de novelas sobre el Marruecos español. Es también una novela innovadora
por su técnica narrativa, con continuos cambios del pasado al presente y con la
dificultad de ser una novela llena de referentes culturales e intelectuales, en
este aspecto el autor se muestra más como profesor que como simple novelista.
El mismo título hace referencia a un lugar en Jerusalén que pone en unión esta
novela con otras del personaje principal Sebastián Gardet.
El túnel que busca agua, bañarse en la piscina del tiempo: El
presente no es otra cosa que eso, el privilegio de bañarte en las piscinas del
tiempo, merecido si logras conectar desde tu lado de la montaña con los que
excavaron desde el otro lado (página 233).
La parte histórica, colonial, nos lleva desde 1893 a 1914. De Argelia a
Segangan; de Melilla a Uchda. La novela recorre e Rif Oriental en esos años
convulsos de guerras y expansión, de negocio minero, del mejor momento de una
Melilla creciente en la que habitan personajes singulares como Abd el Krim, Clemente
Cerceira o Cándido Lobera. La fascinación por la acción francesa en su zona y
la figura del general Lyautey.
Confesiones, grumos de vida que
algunos deciden no tragarse, repartiendo a esos inocentes cuatro vientos los
estragos de las acciones propias. Coágulos del pasado que algunos expulsan,
estómagos infantiles, incapaces de guardar la bolsa de recuerdos confinados que
es la vida (página 107).
Distintos ritmos narrativos en la misma novela. Las largas reflexiones
del narrador actual frente a una manera más rápida de contar el pasado.
Si nos fijamos en el aspecto colonial de la novela, objeto de este blog,
la novela se queda corta. Una vez bien trazados los personajes y una historia
llena de acontecimientos extraños que fue la vida de los mismos, al lector le
gustaría tener más páginas sobre estos sucesos que van desde finales del siglo
XIX hasta la independencia. Sin embargo, la narración se interrumpe con largas
exposiciones introspectivas en primera persona de un personaje que solo al
final descubrirá quién es y qué relación tiene con los Gardet. Al lector que
busca historias africanistas le parecerán muy largos los monólogos de un
enamorado despistado, nostálgico y con curiosidad por lo árabe. Pero el lector
africanista está equivocado porque la verdadera novela es la de ese personaje
desconocido y las referencias a Marruecos colonial son solo una manera de
situarlo en el tiempo.
Es, ante todo, una novela de Melilla porque es el escenario en el que
pasado y presente encuentran su unión en esta narración. Y es una visión
distinta de lo que hasta ahora se ha hecho en novela sobre la ciudad.
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