CAZORLA, Luis María: Melilla 1936 (Almuzara. Córdoba 2022. 349 páginas).
En esta novela Cazorla continua con sus
propios episodios nacionales, esta vez metido de lleno en la II República y el
comienzo de la Guerra Civil. Ha ido cogiendo tablas de novelista, aunque quizás
tenga que vigilar más el ritmo y evitar algunas repeticiones. En esta novela,
al contrario de lo que sucede generalmente con las novelas sobre Melilla, la
ciudad africana no se asoma a lo que pasa en Marrecos sino a lo que estaba
ocurriendo en la península.
La condición de jurista de prestigio del autor le sirve muy bien para desentrañar la personalidad y las peripecias del personaje principal, el juez de primer instancia Polonio Calvente. A diferencia de otras novelas suyas anteriores, en ésta los personajes son todos reales y las acciones también. La novela se sitúa en el clima enrarecido y tenso de los días anteriores al Alzamiento que, como es sabido, se adelantó un día en Melilla.
Quiere reflejar las diferencias entre los
bandos, las maniobras de unos y otros, especialmente de los militares y la impotencia
de la autoridad civil sin apoyos y del general Romerales sin carácter.
La novela va ganando en intriga a medida que
se lee. Los hechos son conocidos en lo grueso, pero el autor tiene la habilidad
de relatar los detalles de los días fatídicos del golpe militar que en Melilla
se adelantó al 17 de julio de 1936. Todo ellos visto desde la óptica del juez,
un hombre que creía en la fuerza de la ley por encima de cualquier otra y, con
la honradez y la ingenuidad peligrosas en el momento, trata de imponer la razón
legal y choca contra un muro. Los conocimientos jurídicos del autor, repito,
dan fortaleza a los argumentos narrativos y ayudan a componer la personalidad
del protagonista. ¿No es cierto que siempre he creído a pies juntillas en la
fuerza de la ley?..., lo que se estaba fraguando en Melilla era un total
atropello de lo constituido, equivalente a la entronización de hechos
consumados pisoteando toda legalidad (página 251). El hombre que se va
derrumbando anímicamente al comprobar que no puede nada contra la realidad y
que los ideales son arena en la lluvia, a pesar de una esperanza inicial: No
abandono la idea de que con la ley en la mano pueda contribuir a frene, al
menos un poco, este atropello de las más elementales reglas del Derecho. No voy
a convertirme en un fracasado traicionando mi vocación de juez que cree en la
ley y la aplica sin reparo alguno (página 272). El acceso al sumario, sin
duda fuente primaria para documentar la novela, hace que el relato sea
verosímil en extremo. En el catálogo de los personajes, hay un cierto
maniqueísmo de buenos y malos y una exagerada minusvaloración del general
Romerales.
El decaimiento del juez ante su proceso, la
sospecha de que no habrá justicia y la comprensión de la magnitud de lo que se
estaba cociendo, marcan un final trágico. Creo que se trata de una buena novela
para acercarse a Melilla, los inicios de la Guerra Civil y el personaje de José
María Polonio Calvente que fue usado de chivo expiatorio para advertir a los
jueces de España de las consecuencias que podría conllevar no sumarse a la
causa nacional.
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