VEGA RUBIO, Luis Antonio de:
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L’Busbir. El pozo de los
besos (Prensa Moderna. Madrid 1931. 238 páginas).
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Como las algas muertas (Editorial
Española S.A. San Sebastián 1938. 238 páginas).
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Sirena de pólvora (Biblioteca
Patria. Córdoba sa ¿1941? 178 páginas).
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Los que no descienden de
Eva (Ediciones Patria. Madrid 1941. 230 páginas + 1 hoja; Ediciones Patria
Hispana. Madrid 1941 2ª edición. 228 páginas; Colección Las Gemelas. Madrid
1956. 179 páginas).
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Amor entró en la judería
(Espasa-Calpe. Madrid 1944. 204 páginas + 1 hoja).
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La disparatada vida de
Elisabeth (Afrodisio Aguado. Madrid 1944. 153 páginas + 2 hojas).
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Los hijos del novio (Dirección
General de Marruecos y Colonias. Publicaciones África. Madrid 1946. 246
páginas. Ilustraciones de Julián Nadal).
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Yo robé el arca de Noé (Escélicer.
Madrid 1950. 218 páginas).
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Yo le di mis ojos (Editorial
Tesoro. Madrid 1952. 226 páginas).
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El barrio de las bocas
pintadas (Luis de Caralt editor. Barcelona 1954. 200 páginas y 2 hojas).
Luis Antonio de
Vega Rubio fue un escritor singular. Nació en Bilbao en 1900 y murió en Madrid
en 1977. Fue maestro y periodista que comenzó como redactor de diarios de su
ciudad natal El Nervión y El Pueblo Vasco. Como enseñante fue
destinado a Tetuán en 1926 y allí descubre su universo particular, el mundo
marroquí bajo protectorado. Al comenzar la Guerra Civil toma partido por los
franquistas. Fue a Burgos a la oficina de Prensa, a Roma como corresponsal de
Informaciones y acabó en San Sebastián como redactor jefe de la revista Domingo,
en la que escribía asiduamente. Su actividad como novelista comienza con
novelas de ambiente vasco: Las milloneras (1925), Pirineo romántico
(1929), La casa de las rosas amarillas (1943) y Chiquita de Bilbao
(1944). Otras novelas son La tragedia de las Hurdes (1922), María de
las Hurdes (1950, Elvira recibe una carta (1952), El crimen
inútil (1953), El amor de la sota de espadas (1955),
Es autor también de
las biografías Frascuelo (1932), Almanzor (1946), Amilcar
Barca fundador de España (1960) y San Juan de la Cruz (1961). Como
especialista en gastronomía escribió la Guía vinícola de España (1958), Guía
gastronómica de España (1959), Viajes por las cocinas de España
(1960). Algunos ensayos como Nosotros los Vascos (1962) o Nosotros,
los flamencos (1965).
Además publicó los
libros de poesía Timonel (1925) Romancero colonial (1934) y Luna
morena (1950). La poesía de Luis A. de Vega es facilona, a veces ripiosa,
de versos simples y sonoros a la manera de Fernando Villalón pero sin mucho
acierto. Quiso dar lirismo a su ideología colonial. Camino de Ksar el Kebir es un poema del libro Luna
Morena, dice así en una estrofa:
Antes que Silvestre
llegue
con los marinos de
España,
quiere la luna
marrueca
entrar en la casa del
bacha,
pregonar en las
mezquitas
pregonar la guerra
santa,
dar a los moritos
moros
el caballo y la espingarda,
ser alarido en el
cielo
y el grito azul en el
agua.
La llegada de Luis
A. de Vega a Tetuán debió ser una experiencia cautivadora que marcó la manera
de ser del escritor y su estética literaria. Fue a dirigir las escuelas Árabes
de Larache y, más tarde Tetuán. Se familiarizó con el ambiente, asumió la
doctrina colonial sin problemas morales, construyó una sociedad ideal de dos
mundos superpuestos, pero fue capaz de aprender árabe y hablar con los
habitantes del país en su propio idioma. Marruecos era un mundo fácil para el
funcionario colonial: mejor pagado que en la península, más considerado y con
un acceso fácil a placeres mundanos. La vocación literaria del autor se va a
volcar en un universo fascinante y, a la vez, falseado. Vega inventa un
Marruecos inexistente, tal vez idealizado, imaginado en el que las razas y
religiones convivían en una jerarquía sin conflictos, donde el misterio
aventurero era posible y lo mágico era un elemento más del mundo real.
Imaginado porque la convivencia subordinada sin conflictos no era verdadera,
porque el paternalismo colonialista del autor no era justo y porque la autoridad
moral de la civilización española sólo se sostenía por la fuerza del poder
impuesto. El autor es aficionado a los ambientes de burdel, al fetichismo
israelita, al folklore árabe, a la vida perdida de los aduares remotos y los
oasis inencontrables. Pero sus ambientes novelescos son falsos; unas veces
exotistas; otras pura fantasía. Algunas veces como imágenes disimuladas de
realidades que quiere enmascarar. El novelista crea un lugar imaginado sobre el
paisaje real. Cuando Marruecos alcanzó la independencia, De Vega no volvió a
escribir novelas. Es un escritor
desigual. Ameno, divertido en mucha ocasiones, ocurrente, con facilidad para
entretener.
Después de dedicar
dos novelas breves a Marruecos, en 1931 publica L’Busbir, título que
hace referencia a la famosa ciudadela prostibularia de Casablanca. Es habitual
que De Vega escriba en primera persona, le gustaba simular ser el protagonista
de aventuras y amoríos por las tierras de Marruecos. Siempre hace alusiones a
las ciudades que conoció bien, o en la que vivió, sobre todo Tetuán y Larache
aunque también otras como Xauen, Alcazarquivir o Río Martín. L’Busbir
comienza como un canto a la vida de la mujer musulmana. Es característica del
escritor exotista imaginar un erotismo fácil y placentero en la mujer de las
colonias. De Vega no escapa a esta fascinación, se deja llevar por ella y llega
a una conclusión fácil: los hombres árabes son brutos con sus mujeres, las
maltratan, no las respetan ni las halagan. La novela parece justificar la huida
de la protagonista al burdel como una forma de liberación. La misoginia del
autor, presente en muchos de sus relatos, toma aquí esa forma. Es moderado; nos
narra los bailes y las músicas. Su erotismo, incluso su manera de escribir esta
novela, recuerda a Isaac Muñoz sin la carga trágica y perversa de éste. El
argumento es leve, apenas una excusa para las evocaciones. La volvería a publicar en 1954 pero con el título de El barrio de las bocas pintadas. Seguramente en 1931
fue una manera distinta de escribir sobre el Protectorado. Años después, cuando
el autor ya era más famoso y se le abrieron las puertas de editoriales
importantes, volvió a publicar esta novela pero cambiándola de título. Por esta
época, el periodista César González Ruano le dedicó un artículo en Heraldo
de Madrid titulado Sobre el enmorecido vizcaíno Luis Antonio de Vega.
En enero de 1934, Ruano fue enviado por ABC al sur de Marruecos para
buscar posibles cautivos españoles tras el desastre de Annual (crónicas que se recogieron y publicaron en 1996 por la Fundación Mapfrecon prólogo de Carlos G. Santa Cecilia), y De Vega le
hizo de traductor. Por la personalidad de ambos, es posible que visitaran el
Busbir y que esas experiencias sirvieran para escritos posteriores de Luis A.
de Vega y de González Ruano (en concreto la novela Circe).
La Guerra Civil, en
la que De Vega fue un ferviente partidario de los sublevados, le sirvió para
ambientar dos novelas donde la relación con Marruecos es importante. En plena
contienda -1938- publicó Como las algas muertas. En ésta, la hermana del
protagonista llega a Marruecos y se deja invadir por el sentimiento del propio
autor hacia el país: Marruecos la saturaba con su gracia, afinaba sus
perfiles mientras adquiría ese sentir poético que confieren las ciudades moras,
ese deseo confuso de ser flor y no ave, la capacidad para el ensueño
(página 64). Lo que denominaba el mal de
Marruecos y describía un tanto ampuloso: … ese dulce mal que, si a nadie
mata, deja encadenado el espíritu a los mástiles de las banderas verdes
(página 65). El protagonista –aviador militar- se deja atrapar por ese
Marruecos ficticio de sensaciones nuevas y buenas. Viaja a Ifni recién ocupado,
conoce el territorio. Pero al estallar la guerra se pone al lado de Franco y
vuelve a España para participar en ella. Si esta novela es un canto a los
militares españoles africanistas que combatieron para Franco, la siguiente es
un homenaje a los moros que vinieron de Marruecos en el mismo bando. Sirena
de pólvora es otra novela de Guerra Civil en la que el protagonista
musulmán muere heroicamente en el combate peninsular.
En 1941 había
publicado una curiosa novela Los que no descienden de Eva. Aprovechando
el mito platónico de la Atlántida, tan del gusto colonial, elabora una crítica
ácida hacia el nacionalismo vencido en la Guerra Civil. Es una novela original,
la de más intención política del autor.
En 1944 publicó una
novela histórica: Amor entró en la judería. Historia de judíos, de los españoles
de Prim en el Tetuán de 1860, de los primeros asentamientos hispanos en el
país. Evocaciones nostálgicas. Descripciones de lo que pudo haber sido.
En 1946 retoma el
argumento de la novela breve Fifí en Beni Arós para extenderlo hasta
darle forma de novela larga con el título de Los hijos del novio. Con ésta
obtuvo el premio África del año anterior, premio con el que se reconocía a los
africanistas ortodoxos. Su visión
paternalista, a veces ingenua, pero supremacista del colono en Marruecos se
concreta en las descripciones folklóricas y costumbristas. Al autor le gustaba
vivir en un mundo distinto, antiguo, atrasado en el que él podía gozar de una
posición más elevada. Un África que nosotros habíamos encontrado cubierta de
harapos en el campo duro, en la montaña esquinada de flacas reses y, en las
noches, levemente sacudida por el paso taimado de las hienas; un África
sometida a la voracidad de las langostas, con su poesía y su profecía, pero que
no era el África fastuosa de los leones, de los elefantes, de los príncipes
negros, de las princesas oscuras, de la goma y la esmeralda y la carrera rápida
de los avestruces (página 23). Pero, admitiendo ese orden de valores, que
ama, se siente a gusto, contempla con ojos curiosos y disfruta de su vida. La
novela transcurre como un viaje pintoresco por el Protectorado español. Es el
más aburrido De Vega. La historia de amor interracial, muy usada en la novela
colonial, quedaba mejor como novela corta. Los elementos nuevos no le bastan al
autor para mejorar el primer texto.
Luis Antonio de
Vega también escribió otras novelas de ambiente africano colonial aunque no se
desarrollen en el Marruecos español. Siempre hay alguna referencia a sus
ciudades queridas: Tetuán, Larache, Alcazarquivir…. La primera de ellas es La
disparatad vida de Elisabeth (1941), una sátira irónica sobre las aventuras
de Isabelle (Elisabeth) Eberhardt en Argelia y Túnez. Novela de tono
humorístico, pero de trasfondo misógino, dedicada a desmitificar a la famosa
viajera.
En Yo robé el
arca de Noé (1950) viaja a Egipto y sucede el segundo diluvio universal. En
Yo de di mis ojos (1952) se traslada a Argelia para narrar las
peripecias de un mozabita en la ciudad
de Argel. Tal vez en estas dos demuestra una mayor capacidad narrativa y una
mejor estructura novelística.
Luis Antonio de Vega
es ya un escritor olvidado, arrinconado en el polvo de las bibliotecas. No fue
una primera figura literaria, pero era un escritor ameno, con sentido del
humor, fantasioso y creador de ambientes imaginados con materiales reales. No
nos habla de guerras del Rif, de blocaos, de heroísmos y recompensas. Su originalidad
estriba de mostrar los aspectos civiles de la sociedad colonial. Su visión
anticuada de las relaciones coloniales y su concepto político de dominación en
África lo colocan fuera del interés actual. Su recreación personal de las
situaciones, más imaginadas que coincidentes con lo que pasaba, no sirve de
mucho para interpretar la vida cotidiana. Pero creo que es un escritor imprescindible para la literatura
colonial española.
Muy interesante, gracias.
ResponderEliminar¿Donde puedo encontrar su novela Fifí en Beni Aros?
Prueba a buscarla en internet en plataformas como Todocoleccion.net
ResponderEliminarUn saludo
Estimado Antonio, le escribo desde la Argentina, donde hago mi tesis doctoral sobre el viaje de Roberto Arlt a Marruecos en 1935. Su blog me ha sido de gran utilidad por este artículo sobre De Vega (con quien Arlt trabó relación en su viaje) y por otro sobre José Más. Me gustaría poder contactarme con usted por e-mail o whatsapp para hacerle unas consultas en relación a De Vega y su novela L´Busbir. Dígame usted por favor cómo hacemos. Muchas gracias desde ya. Cordial saludo. Marcelo.
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