CAZORLA, Luis María: La
bahía de Venus (Almuzara. Córdoba 2020. 477 páginas)
Luis María Cazorla tiene un curriculum
envidiable resumido en la solapa del libro. Esta capacidad de trabajo, la
inteligencia que demuestra y su facilidad de concentración han sido necesarias
para abordar su obra novelística que empezó con tres episodios nacionales
coloniales dedicados a los años 20 del siglo XX en el Protectorado en Marruecos
y que ahora discurre por los años 30 en la política nacional. En todas sus
novelas demuestra sobrado conocimiento de la historia española contemporánea,
que mezcla con ficciones que en algunas ocasiones le son familiares, y una
cierta didáctica al señalar vicios que repetimos y actuaciones políticas
funestas que vuelven a ponerse en juego. Algunas de estas novelas ya han sido
comentadas en el blog:
En La bahía de Venus continúa el
repaso metropolitano iniciado en La rebelión del general Sanjurjo pero
con una perspectiva colonial, esta vez referida a Guinea. Como en el resto de
sus novelas, hay rasgos que definen el libro:
1.
Es una novela muy larga. Esto no es bueno ni
malo, pero puede afectar al ritmo, a la intensidad de la lectura y a la
diversidad de calidad de sus partes. Tiende a extender las partes menos
importantes.
2.
Se mezclan historias de ficción con la realidad
política y social de la época. Hace una labor de encaje de los personajes de
ficción en la realidad pasada, juntándolos con los históricos.
3.
Tiene tendencia a explicar la acción en largas
entrevistas de los personajes entre sí. Hay demasiadas escenas de café y
restaurante.
En La bahía de Venus hay dos partes
diferenciadas. Una es la llegada de dos personajes de ficción, que conocimos en
las novelas sobre Larache, a Guinea para iniciar unos negocios. Era una etapa
de agitación económica en Guinea debido al presupuesto extraordinario de 1926
que el gobierno de la Dictadura dedicó a la colonia. Los negocios legales eran
difíciles por el manejo propiamente colonial en el que los ya instalados y los
funcionarios impedían la llegada de nuevos competidores. Por otra parte, estaba
el contrabando y los negocios oscuros que usaban tapaderas legales como una
naviera. El autor se ha documentado a fondo sobre el ambiente de la colonia, el
gobernador Núñez de Prado, la corte que lo rodeaba, algunos comerciantes y el
naviero Antonio Tayá. Pero no es la parte más importante del libro por lo que
lo colonial pasará pronto a segundo plano. En este ambiente, el personaje
inicia negocios con algunos oscuros personajes de la colonia: Tayá, el teniente
Ayala y su hermano Julián.
Los personajes reales están bien definidos,
algunos mancados por su aspecto negativo como el teniente Ayala. Quizás Cazorla
ha seguido el duro libro que Gustau Nerín escribió sobre su persona: Un
guardia civil en la selva (2007). En esta primera parte el ambiente oficial
de Fernando Poo está mejor reflejado que el privado de fiestas y juergas de los
coloniales y su trato con mujeres nativas.
Es una larga introducción para poner al
lector en antecedentes de lo que significó el asunto Nombela que centrará la
segunda y más extensa parte de la novela. Un escándalo de influencias políticas
y pagos oscuros que, mezclado con el estraperlo según se conoció a la ruleta
inventada por Strauss y Perl, acabó con la carrera política de Lerroux.
Tayá había sido propietario de una naviera
en Barcelona que quebró, intentó salvar algo de fortuna haciéndose con la
concesión de los transportes intercoloniales en Guinea. Servicio que no se
prestaba bien por la mala calidad de los barcos, restos de una quiebra de una
sociedad más importante, y quizás también por lo escasa que era la subvención y
lo mal que se pagaba. Una tormenta tropical acabó con sus dos barcos y exigió
una indemnización al gobierno.
Hasta aquí llega la parte guineana del
relato, con una visión superficial de la vida colonial pero con mucha
incidencia en los caracteres de algunos de los personajes notables en el
territorio.
La segunda parte se centra en los primeros
tiempos de la República en Madrid, en la que desfilan protagonistas principales
de aquellos años, empezando por el presidente Alcalá Zamora. La quiebra de la
naviera africana se convirtió en un asunto complicado, una patata caliente que
se iban pasando de mano en mano. Nombela entendía que la indemnización era una
estafa preparada contra el tesoro colonial y que detrás de la insistencia del
subsecretario de Presidencia Moreno Calvo habría algún tipo de comisión. El
asunto no llegó a aclararse del todo pero, en el ambiente revuelto de la
República, fue aprovechado para cobrar venganza y utilizado por Alcalá-Zamora
para eliminar a un contendiente.
La novela tiene la virtud de recoger ese
ambiente con mucho detalle, retratar a los personajes que fueron protagonistas
y dibujar el marco político de aquellos años convulsos. Pero se recrea en
demasía en situaciones menores, rompe el ritmo que en engancha al lector con
demasiadas conversaciones y reiteraciones como si el autor no estuviera seguro
de que el lector recordara detalles ya contados.
Por lo demás, aunque el trasfondo de la
novela es un asunto colonial, la parte puramente colonial de la misma no es ni
la más extensa ni la más mollar.
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